Cuba: el as bajo la manga de Francisco

Luis Rosales

Y se dio nomás. La bandera cubana flamea en Washington y la estadounidense en la isla rebelde. Impresionantes imágenes que llegan desde La Habana. El secretario de Estado de los Estados Unidos John Kerry, presidiendo la ceremonia de izado de la star spangled banner en la nueva embajada, tarea a cargo de los mismos tres marines que hace 54 años la arriaron para siempre desde lo alto del mástil. Miles de cubanos sorprendidos e ilusionados por que este deshielo les traiga prosperidad y más libertad. El mundo preguntándose si este logro indica la llegada del verano o se trata simplemente de una tímida golondrina desorientada. Los Castro, moviendo una pieza clave en el tablero del poder real. Eso sí, también mucho más viejos. El tiempo pasa para todos, para los soldados del norte y para los comandantes revolucionarios.

El gran interrogante es si hacían falta tantos años para que esto sucediera. Peleas y desencuentros entendibles durante la Guerra Fría, aunque muchas veces no justificables, necesitaron casi dos décadas y media adicionales a la caída del muro de Berlín para ser superados. Mientras tanto, generaciones enteras de cubanos que sufrían en silencio a un régimen que, por acorralado, cada vez se ponía más paranoico y autoritario. Los logros de la revolución se iban asfixiando al ritmo de las libertades individuales, los derechos humanos, la posibilidad de disidencia, el respeto por el que piensa diferente y una economía raquítica que languidecía.

Hubo que esperar que se fueran alineando los diferentes planetas. Que se diera la tormenta perfecta. Del lado cubano, después de la implosión de la Unión Soviética, la isla quedó a la deriva ante la falta de su potencia protectora, hasta que algunos años más tarde irrumpiera en la escena el comandante bolivariano y su renta petrolera, que rápidamente compensó con creces la pérdida de las ayudas moscovitas. En los últimos años, los ajustes de Nicolás Maduro, consecuencia de causas internas y de la caída abrupta del precio del petróleo, prácticamente obligaron a los hermanos casi eternos a tener que romper esquemas, cruzar fronteras e imaginar una salida ingeniosa aceptando este descongelamiento. La necesidad tiene cara de hereje, incluso entre los más ideologizados y principistas.

Del otro lado un presidente saliente cargado de una profunda agenda de promesas electorales, que ya transformado en “pato rengo” quiere pasar a la historia y no defraudar a los que tanto se ilusionaron en el mundo entero con su llegada a la Casa Blanca. Obama, al final de su mandato, puede darse el lujo de tomar decisiones de política exterior muy trascendentes, aprovechando su cierta inmunidad a los lobbies de política interna que defienden causas internacionales y que casi siempre logran imponer la agenda de la primera potencia mundial. Grupos de presión muy preocupados por el giro del Departamento de Estado e impotentes por la imposibilidad de corregir rumbos. Israel, Irán, y ahora Cuba. El tiempo dirá si este cambio perdura más allá de los vaivenes electorales del 2016, cuando nuevos actores centrales se hagan cargo, de nuevo mucho más necesitados del financiamiento, el respaldo y los votos, y por ende mucho más influenciables.

En el medio, un argentino que puede cambiar el mundo. Francisco, pieza clave en el acercamiento de posiciones entre Cuba y los Estados Unidos, juega fichas importantes en el tablero del ajedrez geopolítico mundial. Como papa siempre tiene que propiciar y ayudar a la paz, al diálogo y al encuentro entre humanos. Pero el primer jesuita en ocupar el trono de Pedro, como latinoamericano tal vez persiga un anhelo mucho más sofisticado. Quizás esto sea parte de una hoja de ruta mucho más compleja. Para el líder espiritual más importante e influyente del planeta, la remoción de la piedra más molesta del zapato, que alejaba y separaba a ambas mitades del continente americano, puede permitir iniciar una nueva etapa en la relación norte sur dentro de la civilización a la que todos pertenecemos. Frente a la posibilidad de que nuevamente se hagan cargo del dominio planetario otras culturas, principalmente las de Oriente, la única posibilidad de que el Occidente judeocristiano y grecolatino, se mantenga en lo alto es reoxigenarse en serio. Y la única frontera disponible es Latinoamérica, por su gente, su futuro, sus recursos, por sus ideas.

Bergoglio está en condiciones de decirle y señalarles a los del norte, normalmente altivo y cerrado, que el sur también existe, pero que además es la única alternativa. Que tendrán que sentar a la mesa principal a sus primos algo revoltosos y desordenados del llamado continente de la esperanza si quieren seguir prevaleciendo en lo alto del poder mundial. Pero eso sí, de una forma más justa y solidaria, aceptando las improntas nuevas que llegan desde las periferias. Y a nosotros, como ya se lo dijo a los líderes cubanos, que tendremos que superar nuestros complejos adolescentes, de odios y resentimientos, muchas veces fundados, pero ya del pasado, si queremos jugar en serio en las ligas mayores. Él es la única persona en condiciones de hacerlo. Un enorme desafío personal, una oportunidad que tal vez no se repita y un verdadero motivo de orgullo para sus compatriotas del fin del mundo.