Una gira para entrar en la historia

Una imagen casi surrealista: el Presidente de los EEUU recorriendo como un turista La Habana vieja, en una Cuba aún gobernada por los Castro. Dos sistemas muy distintos que convergen y se reencuentran, después de muchas décadas. Tan distintos que desde el triunfo de la revolución cubana en 1959 han gobernado en Washington 11 presidentes democráticos, mientras que en el otro lado del estrecho de la Florida, se han alternado solo los dos hermanos. Cuando en 1961 nacía Barack Obama, ya Fidel llevaba dos años en el poder.

La relación entre los EEUU y Cuba siempre fue compleja. La proximidad casi promiscua de la isla a las costas continentales del gigante, signó en forma irreversible su destino. Junto con Puerto Rico, fueron las dos últimas colonias americanas del decadente Imperio Español. Todos sus hermanos latinoamericanos logramos cortar vínculos con Madrid mucho antes, desde 1810 en adelante. Mientras que las dos alas del mismo pájaro, como canta la canción, recién lo lograron con un destino desigual a finales del siglo XIX. Para poder romper definitivamente con su condición colonial, fue imprescindible la derrota española por parte de los EEUU en la guerra que en 1898, marcó el debut de Washington como actor internacional de primer nivel, venciendo a un viejo imperio europeo, algo que casi al mismo tiempo lograba en otra parte del mundo el poder emergente imperial de Tokio sobre la ya vieja Moscú zarista. Puerto Rico, Guam y las Filipinas pasaron a ser dependencias coloniales de los EEUU, mientras que Cuba, alcanzaba su independencia de España, aunque fuertemente tutelada por los EEUU. Décadas más tarde, La Habana tuvo que buscar un nuevo tutelaje, esta vez de la Unión Soviética, para poder separarse de la casi asfixiante relación con su poderoso vecino. Por eso ahora el desafío es que este reencuentro sea el definitivo. Que los cubanos se animen a ser libres en serio, sin necesidad de tener siempre un reaseguro o una fuente de poder y financiamiento externo: primero Madrid, después Washington, más tarde el Moscú soviético y hasta muy poco la Caracas chavista; y que los estadounidenses entiendan que no se trata de un estado rebelde de la Unión, sino de un vecino independiente que merece todo el respeto y la consideración.

Soplan fuertes vientos de cambio en el Caribe, casi un huracán, impulsado por una serie de factores que ha permitido que se vayan alineando planetas y circunstancias que antes parecían incoordinables.

Obama da así un paso trascendental para que su presidencia finalmente entre en la historia. Paradojas de la política norteamericana, que los mandatarios que llegan al final de sus segundos términos, sin posibilidad ya de una nueva re-elección, o terminan devorados por la indiferencia o proyectados a las páginas de gloria. Son los famosos “patos rengos” que con mucho esfuerzo alcanzan los ocho años en la Casa Blanca, pero que al mismo tiempo, si saben aprovecharlo pueden tomar decisiones de la dimensión de esta reconciliación cubana, sin preocuparse demasiado por los votos y sin prestarle tanta atención a los lobbies internos, que casi siempre terminan condicionando la política exterior del país más poderoso de la Tierra en función de la defensa de sus intereses particulares. Por eso Obama finalmente ahora desmantela Guantánamo, sin preocuparse demasiado de los agoreros de adentro, se reconcilia con Irán, desatendiendo los planteos del lobby pro Israel y ahora avanza en la construcción de puentes con La Habana, sin importarle el voto de los Cuban-Americans de la Florida, cuyo castigo por la entrega por parte de Clinton del pequeño balserito Elían González, le costara a Al Gore la presidencia en el año 2000.

A este particular momento de la Administración Obama, se le suma la malaria económica y financiera del eje Caracas-La Habana, que funcionara muy exitosamente en los primeros años del chavismo y que se desmoronara como consecuencia de la caída de los precios del petróleo y de las enormes deficiencias del “socialismo del siglo XXI”, que se hunde en su propia corrupción e ineficiencia. Venezuela con problemas de sobrevivencia interna, sin poder casi atender y hasta alimentar a sus propios habitantes,  dejó de sostener a sus mentores ideológicos caribeños, por lo que los Castro, sobrevivientes eternos y hábiles camaleones de la política internacional,  maniobraron el portaaviones insular con rumbo hacia el Norte. En una especie de contrapunto del bueno y del malo, al hermano Raúl, no le quedó otra que aceptar el arreglo y la apertura hacia los EEUU, hasta contradiciendo los mandatos y enseñanzas del propio Fidel.

Pero todo esto no hubiera sido posible sin la participación casi milagrosa del argentino más famoso de todos los tiempos: el Papa Francisco. Como buen jesuita, estratega de poder y jugador del largo plazo de la política internacional, el sucesor de Pedro tuvo un rol más que trascendente en esta acercamiento. Para el Jefe de la Iglesia Católica, la organización espiritual más importante del mundo occidental, no le es indiferente el desafío que vive toda nuestra civilización. Quien hasta hace tres años fuera Mario Bergoglio, se ha propuesto claramente ejercer el liderazgo espiritual de esta parte del mundo. Tiene una hoja de ruta que va poniendo en práctica casi sin desvíos. Para el Papa, más allá de acercar dos pueblos enemistados y alejar las nubes de la tormenta de la guerra y el enfrentamiento, muy poco probable en estos tiempos, la superación de los roces y desentendimientos entre los EEUU y Cuba, adquiere un carácter netamente civilizatorio. Como un anacronismo propio de otras épocas, esa mala relación servía de pretexto y constituía un escollo para la normalización de las relaciones entre el sur y el norte de nuestro continente americano, dos de los tres componentes básicos de lo que se conoce como Civilización Occidental, a la que hay que sumarle la Unión Europea. Si esta parte del mundo, quiere seguir dirigiendo al planeta tiene que ampliar sus fronteras y oxigenar su set de valores y principios, ya algo decadentes. Con los EEUU y Europa no alcanza, hace falta la impronta de la América Latina, con sus particularidades,  con su sangre joven y pasional. Por eso esta reconciliación era imprescindible.

Obama luego de Cuba sigue hacia el fin del mundo. Casualmente a esta tierra de la que proviene su amigo y admirado Francisco. Los argentinos deberíamos estar muy orgullosos y atentos para saber aprovechar al máximo esta oportunidad y más allá de marcar un punto de inflexión en la relación bilateral, de significar un fuerte respaldo al nuevo gobierno de Macri, de revertir años de estériles desacuerdos entres ambos países y de utilizarla para crear las condiciones necesarias para la llegada de las tan necesarias inversiones norteamericanas, deberíamos también ubicar este viaje en aquella otra dimensión. El Presidente de los EEUU uniendo, en el Air Force One, Washington con La Habana y Buenos Aires, manda una señal inequívoca. Tal vez coincidiendo con la hoja de ruta papal, se ha propuesto expandir las fronteras del bloque civilizatorio que dirige desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Marcar que, en los nuevos tiempos, América Latina surge imprescindible. Los argentinos de repente tenemos la posibilidad de hacernos cargo de ese enorme desafío. Ojalá estemos a la altura.

El debate del domingo puede definir nuestro futuro

Increíble paradoja del destino: los argentinos, que nunca tuvimos un debate presidencial en serio, probablemente este domingo definiremos con uno nuestro futuro, al menos por los próximos cuatro años.

Las democracias más establecidas, en sociedades acostumbradas a estas prácticas, saben la importancia que pueden tener estos retos televisivos frente a grandes audiencias, especialmente si la elección está con pronóstico reservado.

Si bien en los últimos días, y después del golpe que significara el triunfo de la David, María Eugenia Vidal, sobre el Goliat, Aníbal Fernández, el clima preelectoral parecería favorecer a Mauricio Macri, los errores reiterados en las previsiones y en las encuestas a lo largo de todo este año nos dejan algo escépticos al respecto. Los votantes andan muy fluctuantes y un porcentaje relativamente pequeño de ellos, aunque suficiente para dar vuelta comicios tan ajustados, se está decidiendo realmente a último momento. Lo que pasó en las horas de la veda de la primera vuelta de hace unas semanas sólo se explica por un cambio repentino de entre el 2% o el 3% de los argentinos que eligió migrar su voto; algunos desde el propio Frente para la Victoria hacia el PRO, sin escalas.

Por eso, qué mejor que este verdadero casting que el destino nos ha regalado justo a una semana del día D. Continuar leyendo

Massa y el equilibrio democrático

“La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”, como bien nos dice Rubén Blades con su marcado acento caribeño. Hace unos días nadie en su sano juicio podía prever un escenario poselectoral como el que la ciudadanía decidió este domingo. Ni los unos ni los otros imaginaban tener que estar en una situación en que cualquier resultado de ballotage es posible, aunque por esos avatares propios de la política el momentum claramente favorece a Mauricio Macri.

Ambos contrincantes tienen que salir a seducir a amplios segmentos de votantes que decidieron por otras opciones tanto en las PASO como en la primera vuelta. Obviamente, la parte del león se la lleva el más del 21% que obtuviera la coalición de Sergio Massa con José Manuel de la Sota.

Más allá del hecho cierto de que nadie es dueño de sus propios votos, la existencia de un caudal tan grande a conquistar necesariamente obliga a los dos competidores del ballotage a tener que hacer una serie de ajustes y cambios no sólo de maquillaje y marketing.

Massa consiguió mantenerse vivo y fuerte contra viento y marea por haber protagonizado una campaña muy atípica y singular, llena de propuestas, equipos y contenidos. Sus votantes lo eligieron principalmente por esa razón. Esto provocará, sin dudas, que en la caza de voluntades massistas tanto Daniel Scioli como Mauricio Macri se esmeren mucho. Algo muy bueno per se para la claridad del mandato que se está gestando para los próximos años, pero que además puede contribuir a la superación de dilemas existenciales, de los frenos y los techos que ambas candidaturas principales atacan a la hora de tener que sumar la mitad más uno de los votos el 22 de noviembre. Continuar leyendo