La última genialidad del Maestro

Se retira del máximo Tribunal de Justicia del país mucho más que uno de sus ministros. Se va a su casa, a gozar de su merecido descanso, un acérrimo defensor de la República, un titán de la lucha contra el autoritarismo y el poder deslegitimado.

Se retira el Doctor Carlos Santiago Fayt en el otoño de su vida. A sus jóvenes 97 años. Se retira cuando él decidió hacerlo y no cuando un gobierno -que interpreta el poder como exclusivamente propio- pretendió expulsarlo de la Corte Suprema de la Nación con argumentos ofensivos y ridículos.

Se retira un señor del Derecho. Un jurista cabal. Un hombre que supo contestar cada agravio recibido con una inteligencia de otro planeta. Con la serenidad de un monje tibetano y con la astucia del mejor de los abogados.

Se retira el juez supremo que deja para la posteridad un inmenso legado. Una obra inigualable. Un ejemplo a seguir. Una valentía admirable.

Se retira el hombre que, ante el insulto y la desconsideración, ante las operaciones políticas de baja estofa, dignas de garitos o burdeles, contestó con una genial ironía: él se va, sí… pero un día después de los que se creyeron eternos e inmortales.

Ojalá esta última genialidad del Maestro haga reflexionar a muchos respecto de la finitud del poder; del efímero ejercicio de la autoridad; de la trascendencia de la República y de las instituciones.

Ojalá el ejemplo de Fayt sirva para recuperar los valores republicanos, que hoy han sido ocultados en el arcón de los recuerdos.

¡Hasta siempre, Maestro Carlos Fayt!

Gracias por todo.

El país entero está de luto

Cuando muere un fiscal, alguien deja de hacer preguntas molestas. Alguien deja de investigar.

Cuando muere un fiscal, alguien deja de reclamar, buscar y encontrar Justicia.

Cuendo muere un fiscal, alguien deja de desatender familia, afectos y amigos para desentrañar un enigma… Para encontrar la verdad.

Cuando muere un fiscal, la Sociedad pierde a uno de sus representantes en el marco de un proceso judicial por un crímen que la agravió.

Cuando muere un fiscal, la República llora. Porque uno de los individuos que integraba sus pilares ya no está, y el cimiento, se debilita.

Cuando muere un fiscal, alguien debe reemplazarlo inmediatamente, para su obra perdure y su desaparición física no sea en vano.

Cuando muere un fiscal, el país entero está de luto.