Una tragedia que nos involucra a todos

Marcos Alan Ferreira

En 6 de abril de 1994 el mundo vivía pero poco actuaba en la peor masacre del período de post Guerra Fria: el genocidio en Ruanda. Fueron cien días en que aproximadamente 800.000 tutsis murieron en condiciones brutales cuando los hutus vengaron el misterioso asesinato, hasta hoy no esclarecido, del presidente Juvénal Habyarimana. Más que hacer una reconstitución de lo que fue aquel triste capítulo de la historia contemporánea, es momento de reflexionar sobre lo que aprendimos y lo que podemos aprender con aquel trágico evento.

Uno de los más importantes avances en el escenario internacional fue el mayor rol de las organizaciones no gubernamentales e instituciones académicas en el entendimiento de los conflictos internacionales. No necesariamente por consecuencia del conflicto de Ruanda, pero igualmente importante, estas organizaciones han permitido una visión más realista de los problemas que vivimos y donde los Estados y organizaciones internacionales deben actuar. Más que eso, algunas de ellas hacen la importante tarea de decir al mundo donde podremos desafortunadamente tener una nueva Ruanda. Uppsala Conflict Data Program, Heidelberg Institute for International Conflict, United to End Genocide y Enough Project son solo algunas de las instituciones con un rol importante en comprender conflictos y actuar en ellos.

Pero el mayor problema es que justamente las instituciones internacionales han avanzado lentamente para mejorar la respuesta a las violaciones masivas al derecho a la vida; las grandes potencias aún no llegaron a la conclusión que evitar lo que pasó en Ruanda es de interés para la seguridad de toda la humanidad. Hace dos semanas, en una charla para estudiantes de la Universidad de Uppsala, un alto funcionario del Departamento de Operaciones de Paz de las Naciones Unidas admitió que por razones políticas la previsión para que los cascos azules puedan llegar y actuar en República Centro Africana puede ser de hasta seis meses. Un calculo que nos hace esperar desafortunadamente lo peor para ese país.

Hoy en día tenemos varios escenarios preocupantes que demuestran que lo que pasó en el país africano en 1994 no puede ser olvidado. Miles de muertos en Siria y Darfur, matanza masiva de musulmanes en Republica Centro Africana, amenazas del gobierno de Irán contra los bahais creando un ambiente de odio y violencia latente y, por fin, una Republica Democratica del Congo con decenas de grupos insurgentes luchando violentamente entre ellos y contra el gobierno.

La triste fecha de 6 de abril debe ser acordada para que las violaciones a los derechos humanos que han permanecido en distintos sitios del planeta reciban la atención para que no tengamos otra tragedia. Y esto es un rol colectivo de la humanidad que involucra a todos: académicos, ONGs, gobiernos y instituciones internacionales. Porqué cuando hablamos de superación de ese tipo de violencia, hablamos también de lo cuanto evolucionamos como seres humanos.