La deuda de los Estados Unidos con Irak

María Belén Chapur

En el año 2003 los Estados Unidos, bajo la administración Bush decide invadir Irak y derrocar a su dictador Saddam Hussein, con la excusa de que el país poseía armas de destrucción masiva, las que finalmente nunca fueron halladas. Luego de años de lucha e intervención norteamericana, sin un plan posterior para encaminar en la democracia a un país que poco conocía de ella,  todo aquel esfuerzo resultó en vano. Se logró poco y se perdió mucho. La opinión pública norteamericana, al igual que como sucediera en la guerra de Vietnam, desalentada por los pocos resultados obtenidos y los muchos soldados muertos en tierras lejanas, que no hacen a los intereses norteamericanos, presionó para que el Presidente Obama finalmente retirara las tropas de Irak a finales de 2011. Casi tres años más tarde Irak se encuentra en una situación de caos total, con una sociedad presa del odio y las divisiones y un gobierno corrupto y tiránico que se dedicó a perseguir, torturar y encarcelar, sin ningún aval de la justicia, a toda minoría que no fuera chiíta, haciendo especial foco en los sunitas. El Ejército Islámico (EI), una de las facciones yihadistas más sanguinarias, avanza sobre su territorio queriendo formar un Califato Islámico, decapitando y aniquilando mujeres, niños y ancianos que no profesen su fe.

Lamentablemente Nuri al Maliki, primer ministro iraquí a cargo de las nuevas atrocidades, llegó al gobierno con el apoyo de los Estados Unidos en el año 2006. Era hasta ese momento un ilustre desconocido que aportó poco de bueno y mucho de malo. Abrió el camino para que el Ejército Islámico avance sin piedad sobre su territorio aprovechando todas las tensiones sectarias y el caos generalizado. Estados Unidos fue socio del gobierno iraquí en el silencio. Quizás ésta sea una de las razones que llevó a Obama a tomar hace una semana la decisión de  bombardear enclaves del Ejército Islámico para impedir que siga avanzando hacia Kurdistán y evitar que continúe masacrando a quienes no comulgan con el islam. Fue el gobierno iraquí el que frente al desborde y paralización de sus milicias requirió ayuda al gobierno estadounidense. A cambio los norteamericanos exigieron que se forme de inmediato un nuevo gobierno de unidad, inclusivo de todas las facciones (chiíta, sunita y kurda) y sin Maliki como condición indeclinable para seguir colaborando.

En abril de este año, se llevaron a cabo elecciones democráticas en Irak. Fuad Masum, de origen  kurdo, se transformó en el nuevo presidente iraquí asumiendo su cargo el 24 de julio. Su importancia radica en que es quien debe designar al nuevo primer ministro. Lamentablemente se tomó demasiado tiempo. Ni los ataques de junio del Ejército Islámico sobre la ciudad de Mosul, con su posterior toma, hicieron que acelerara una designación tan necesaria. Maliki, quien presionaba para ejercer un tercer período, finalmente fue reemplazado este lunes por un miembro de su mismo partido chiíta islamista Dawa, Haider al Abadi. Nuevamente todo esto con el aval de los Estados Unidos, que presionaron para sacar a Maliki de su puesto por verlo como el origen de todos los males de Irak. Esperemos que no se equivoquen nuevamente y hayan estudiado mejor la historia, cultura e idiosincrasia iraquí, junto con los antecedentes del nuevo premier.  Abadi tendrá 30 días para formar un gobierno de coalición con las facciones sunitas y kurdas. Durante este período Maliki quedará a cargo de las fuerzas de seguridad iraquíes, las cuales esperemos no use a su favor, ocasionando desmanes para mantenerse en el poder. Aparentemente, según sus últimas declaraciones, no usaría la fuerza sino el camino legal para retomar el poder. Habrá que verlo.

Según dice su biografía, Haider al -Abadi vivió en el exilio en Londres durante el gobierno de Saddam Hussein regresando a Irak en el año 2003. Fue consejero de Maliki. En el 2007, cuando el presidente Bush quiso enviar más tropas a Irak, Abadi se opuso considerando que no era necesario. Estudió Ingeniería electrónica en Manchester. La esperanza norteamericana radica en que una vez que Abadi forme un gobierno de coalición integrando a los sunitas, éstos dejen de simpatizar con los fundamentalistas sunitas del Ejército Islámico restándoles apoyo y así debilitándolos.

Zaid al-Ali, uno de los analistas políticos iraquíes más influyentes, consejero legal para Naciones Unidas en Irak desde el 2005 al 2010 y autor del libro The Struggle for Iraq’s Future: How Corruption, Incompetence and Sectarianism Have Undermined Democracy (La pelea por el futuro de Irak: como la corrupción , la incompetencia y el sectarismo han erosionado la Democracia) sostiene en una editorial publicada esta semana en el New York Times que creer que el problema de Irak se soluciona con un gobierno de coalición que incluya todas las facciones es un error de cálculo. Señala que la situación actual en Irak es desesperante. Dice que lo que la hace peor aún es que tanto la clase política iraquí como oficiales norteamericanos empujan hacia la solución equivocada. Cualquier influencia norteamericana se debe focalizar en reconstruir la confianza en las instituciones nacionales. Se debe atacar la corrupción y lograr un gobierno con mayor credibilidad y confianza por parte de los ciudadanos. Zaid al-Ali asegura que el problema no es económico, ya que gracias al petróleo a Irak le sobran recursos, ni religioso sino político. Los políticos iraquíes en su mayoría son corruptos y no gobiernan para favorecer al pueblo sino a sí mismos. Al terminar sus mandatos, de no ser reelectos, dejan Irak y se van a vivir al exterior. En tanto esto no cambie, Irak seguirá transitando por aguas turbulentas.