El Estado Islámico declara su guerra al mundo

Mientras la ciudad luz se ensombrece y sus calles se bañan en sangre y dolor por los terribles hechos ocurridos horas atrás en uno de los barrios más populares de París, los yihadistas suníes del Estado Islámico (ISIS) festejan su nuevo triunfo sembrando el terror y alzando sus banderas negras, desafiando así a todo país que decida enfrentarlos. El Califato, asentado en parte de Irak y de Siria, mostró una vez más al mundo que está dispuesto a todo y que cuenta con los medios para hacerlo, tanto logísticos como financieros. Para no dejar dudas de esto, puso en marcha una serie inédita de atentados en cadena que comenzaron una semana atrás con la explosión de un avión comercial ruso sobre el Sinaí, Egipto, donde murieron 200 personas, continuando este jueves con el atentado en un barrio chiita de Beirut, Líbano, contra targets de Hezbollah, grupo terrorista aliado de Irán, donde hubo más de 40 víctimas fatales y cerrando la semana el viernes 13 por la noche con los trágicos atentados en París que dejaron como resultado 127 muertos y más de 300 heridos de los cuales 80 se encuentran en grave estado.

Todo salió como estaba planeado. Una guerra que hasta el viernes seguía contenida y limitada a Medio Oriente pero que a partir de hoy se ha extendido hacia Europa con todos los riesgos que ello significa. El Estado Islámico, criatura engendrada por las guerras de Irak y Siria muestra al mundo lo que más temíamos, una guerra no convencional basada en actos terroristas con bases y simpatizantes a lo largo y ancho del mundo. Su lucha ya no conoce límites ni fronteras. Continuar leyendo

Un año después, Medio Oriente sigue en llamas

Hace poco menos de un año, al regresar de un intenso viaje por Israel y Palestina, escribí que veía imposible el que ambos países pudieran llegar a un acuerdo de paz. Y desgraciadamente no me equivoqué. En aquel momento, recién se iniciaban las negociaciones encausadas por el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, quien parecía ser el único que podía lograr semejante hazaña debido a su buena relación personal tanto con el premier israelí, Benjamín Netanyahu, como con Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina.

Se fijó un período de nueve meses para negociar, que llegó a su fin de la peor manera. Israel no cumplió en liberar en tiempo y forma a presos palestinos como habían acordado; Abbas, en represalia, decidió como primera medida adherirse a convenios internacionales, transgrediendo así una prohibición que tenía, al menos durante el tiempo que duraran las negociaciones. Pocos días después fue aun más allá, desafiando todo lo imaginable y sellando un acuerdo de unificación con Hamas, grupo que gobierna la Franja de Gaza y que es considerado un grupo terrorista enemigo acérrimo de Israel. Más tarde llegó el secuestro de los tres jóvenes israelíes con su trágico y brutal final en manos palestinas de Hamas. Esto fue el principio del final de tiempos de relativa calma para los habitantes de ambos lares. Inmediatamente llegaría la venganza, con la muerte de otro joven inocente, esta vez palestino, en manos de israelíes.

Aquel agosto del 2013, estando en Jerusalén, escuché a un ex alto mando de los servicios secretos israelíes decir que todas las conversaciones de paz pendían de un hilo, ya que bastaría con que Hamas tirara un misil  para que las mismas concluyeran precipitadamente. Y lo temido sucedió, aunque no fue un misil. En tanto el odio, la sinrazón y violencia de quienes lideran Gaza no cese  y sean finalmente dominados por los moderados de Fatah, que sí quieren la paz junto con los miles de civiles palestinos que están cansados de morir inútilmente, esto será un camino sin fin. Palestina necesita paz para poder empezar a crecer económicamente, recibir ayuda y sacar así a su pueblo de la miseria en la que se encuentra inmersa. Israel, por el contrario, es un vergel, con una economía pujante y un poderoso ejército. Pero aún así, una guerra no favorece a nadie, sólo trae muertes y destrucción.

Es increíble pensar que tanto odio rodea a Tierra Santa, un lugar tan sagrado y venerado por las distintas religiones como habitantes del mundo. Si en Jerusalén  conviven pacíficamente musulmanes, judíos , cristianos y ortodoxos, ¿por qué fuera de sus muros tiene que correr tanta sangre? Seguramente muchos de los llantos que se escuchan al acercarse al Muro de los Lamentos y que conmueven hasta lo más profundo del alma tengan que ver con esto, con pérdidas de seres queridos de la forma más inútil.

Se sabe como comenzó, no cuándo ni cómo acabará. Algunos temen que se produzca una tercera Intifada, lo cual sería no sólo una tragedia por las muertes que traería, sino también porque mostraría al mundo entero la incapacidad de los organismos internacionales -que fueron creados después de dos grandes guerras con esta finalidad- para evitar conflictos de esta escala. Evidentemente, hay algo -o mucho- que las Naciones Unidas no está haciendo bien. Sería bueno revisar su estructura, modernizarla y adecuarla a los nuevos tiempos y desafíos. Ya es hora de hacerlo y corregir su mal funcionamiento.

Mientras tanto, en Siria, la guerra continúa. Ya lleva tres años y un saldo de 170 mil vidas. Esto es el equivalente a 155 muertes por día de manera constante. Como premio, y en unas elecciones poco transparentes, Bashar al-Assad nuevamente ganó y va por más. Entregó las armas químicas -según lo acordado en Ginebra- y las mismas están siendo destruidas en alta mar por rusos y norteamericanos. La pregunta del millón es si las habrá entregado todas o tendrá más escondidas. ¿Quién monitorea eso? ¿Serán los mismos que dijeron que en Irak había armas de destrucción masiva? Assad tuvo el tiempo suficiente para esconder parte de ellas -o hasta quizás pasárselas a su aliado Irán para que las tenga en custodia.

El  EIIS, Estado Islámico de Irak y Siria, quienes comenzaron peleando contra Al Assad junto a los rebeldes y Al Qaeda, hoy han tomado fuerza propia y pelean su propia guerra en Irak. Se proponen avanzar y recomponer lo que alguna vez fuera el Imperio Otomano y convertirlo en un Califato Islámico, locura sin fin de un grupo armado hasta los dientes que no conoce límites y actúa con total brutalidad, como si vivieran en tiempos medievales. Ya no se trata de sunitas y chiítas sino de un grupo de fundamentalistas islámicos que hacen avergonzar al propio islamismo y que interpretan el Corán según les plazca.

Misiles vuelan de un lado a otro a modo de fuegos artificiales y poblaciones tienen que someterse y acostumbrarse a ello, viendo morir a sus jóvenes por culpa de un grupo de enajenados y algunos líderes que no están a la altura de las circunstancias. Irán, frente a todo este desborde regional, pasó a un segundo plano. Rohani seguramente sacará provecho de la situación, y seguirá jugando con su buena voluntad y diplomacia mientras el enriquecimiento de uranio sigue su curso.

Una región que vive en el pasado y el odio, guerrera por naturaleza, donde pareciera ser que el conflicto y la violencia no pueden ser reemplazados por la cordura y el sentido de la vida. Habrá que esperar muchos años más para que las nuevas generaciones, por haber nacido y sufrido las guerras, finalmente anhelen tanto la paz que trabajen incansablemente para obtenerla.

Medio Oriente: incendiarios y bomberos

Con este título apareció en la edición de ayer del New York Times una columna de Thomas L. Friedman, periodista a quien sigo habitualmente y con quien comparto mucho de sus pensamientos. Comienza preguntándose cuál es la pelea real en Medio Oriente hoy. ¿Es sectaria (sunitas versus chiítas) y nacional (israelíes versus palestinos y árabes versus persas)? ¿ O es algo más profundo? La respuesta en este caso se la da Nader Mousavizadeh, un ex oficial senior de Naciones Unidas y co-fundador de Macro Advisory Partners, una firma de consultoría geopolítica, quien responde que la lucha real en la región es entre incendiarios y bomberos. Aquellos que quieren sembrar el caos y aquellos que quieren la paz.  Son los líderes los que establecen las pautas y los pueblos los que sufren las consecuencias.

Friedman adhiere en que hay mucho de cierto en esto. Los fuegos sectarios y nacionalistas que vemos en Medio Oriente no son naturales e inevitables como una gran mayoría podría pensar. Según Mousavizadeh, estos son producto de incendios maliciosos provocados por líderes en estos países para avanzar en objetivos políticos, económicos y de seguridad de escasa y estrecha visión. En Occidente, como consecuencia de una mezcla de fatiga y fatalismo, reducen peligrosamente a la creación de una narrativa irreversible de conflicto sunita-chiíta . Esto es históricamente falso y libera a su vez a los líderes de la región de ejercer el poder de manera legítima y responsable. Agrega que las divisiones sectarias son reales, pero las erupciones provocadas por estas pueden ser evitables. Son los incendiarios quienes prenden las llamas en estos sectarios que por sí solos se extinguirían  fácilmente. Son los líderes los que se encargan de azuzar el fuego, echando combustible y dando más aire para propio beneficio.

¿Cómo funciona esto? Bashar al-Assad, presidente de Siria, es un incendiario. Cuando se vio confrontado a una protesta pacífica contra su gobierno tiránico, abrió fuego contra los manifestantes, esperando provocar que la mayoría sunita en Siria respondiera con violencia a su minoría alawita- chiíta gobernante. Funcionó y ahora Assad se presenta como el defensor de una Siria secular contra fanáticos sunitas.

El primer ministro Iraquí, Nuri Kamal al-Maliki, es otro incendiario. En el mismo minuto que las tropas estadounidenses se retiraron de Irak, Maliki deliberadamente arrestó a líderes sunitas, los privó de sus presupuestos y dejo de pagarles a las tribus sunitas que se levantaron contra Al Qaeda. Con esto logró que los sunitas respondieran con violencia. Finalmente, Maliki se presentó en las últimas elecciones como el defensor de la mayoría chiíta  frente a los “terroristas” sunitas. La estrategia había funcionado.

El general Abdel Fattah el-Sisi en Egipto, lanzó una violenta campaña contra los Hermanos Musulmanes, matando, hiriendo y arrestando a cientos de sus miembros. Tiempo más tarde se presentó como candidato a la presidencia como el defensor de Egipto contra los “terroristas” de dicha fuerza política y ganó.

Los extremistas palestinos que recientemente secuestraron a tres jóvenes israelíes son también incendiarios. Su intención fue terminar con el intento de recomenzar las charlas de paz entre palestinos e israelíes y avergonzar a los palestinos moderados. Algunos radicales judíos en el gabinete gubernamental Israelí como Naftali Bennet y el ministro de vivienda Uri Ariel también son incendiarios. Ariel deliberadamente anunció planes de construir 700 nuevas unidades de viviendas para judíos en el Este Árabe de Jerusalén, torpedeando así la negociación diplomática llevada adelante por el secretario de Estado estadounidense, John Kerry. Y lo lograron.

También hay bomberos en todos estos lugares que quieren la paz. Personas como Tzipi Livni y Shimon Peres en Israel, el ex primer ministro palestino, Salam Fayyad, Mohammad Javad Zarif en Irán y el Ayatollah Ali al-Sistani en Irak, pero que hoy se ven abrumados por las pasiones desatadas por los incendiarios.

Es difícil para aquellos que no han vivido en el mundo árabe comprender que chiítas y sunitas en lugares como Irak, Líbano y Bahrain, se casan entre sí sin importar el grupo al que pertenecen. Se los llama “sushi” (por mezcla de sunitas y shiites en su pronunciación en inglés ). Las masacres sectarias no son la regla. Una encuesta recientemente publicada por Zogby Research Services, llevada a cabo en siete países árabe , muestra que  una gran mayoría de personas en estos países está a favor de políticas estadounidenses que apoyen una solución pacifica al conflicto en Siria, conjuntamente con más apoyo a los refugiados sirios.  La mayoría también se opone a cualquier tipo de intervención militar por parte de los Estados Unidos en la región o al apoyo armamentístico de los grupos opositores.

Con el liderazgo adecuado, los habitantes de esta región pueden salir adelante y convivir pacíficamente entre sí.  La división de Irak en tres partes no es la elección del pueblo.

De seguro, la armonía entre las diferentes sectas requiere de orden, pero este no debe ser impuesto por una mano de hierro. Los iraquíes en abril pasado tuvieron elecciones justas llevadas adelante por sí solos. Quedó probado que lo pueden hacer. Estas sociedades necesitan pasar de ser gobernadas por “mano de hierro” a tener instituciones de hierro que sean legítimas, inclusivas, responsables y lo suficientemente fuertes como para enmarcar y sostener a la sociedad en conjunto, asegura Mousavizadeh.

Esto requiere del liderazgo adecuado. Entonces, cuando estos líderes vayan a Washington a pedir intervención, ayuda económica o armamentos, la pregunta que deben hacerles los políticos estadounidenses es: ¿Ustedes son incendiarios o bomberos? De acuerdo a la respuesta, accionar.

ONU: Siria, otro claro fracaso en la resolución de conflictos internacionales

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue fundada en San Francisco, California , en octubre de 1945 , al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Vino a reemplazar a la Sociedad de Naciones (SDN), fundada en 1919, ya que dicha organización había fallado en su propósito de evitar otro conflicto internacional.

Sus objetivos han sido facilitar a nivel global la cooperación en asuntos como el Derecho internacional, la paz y seguridad internacional, el desarrollo económico y social, los asuntos humanitarios y los derechos humanos. Desde su creación hasta la actualidad se han sucedido distintas guerras alrededor del mundo, sin que este organismo tenga mayor incidencia ni logre buenos resultados en la resolución de las mismas. Sería hora de rever su constitución, en especial la composición de su Consejo de Seguridad, con sus cinco miembros permanentes con derecho a veto que paralizan constantemente cualquier tipo de decisión o avance en la resolución de los conflictos armados alrededor del mundo. La guerra en Siria es un claro ejemplo de su ineficiencia donde ni siquiera puede hacer llegar ayuda humanitaria siendo esto un papelón con mayúsculas.

El Consejo de Seguridad esta formado por 15 países, de los cuales 5 son miembros permanentes con derecho a veto. Estos son: EEUU, Francia, Reino Unido, China y Rusia. Cualquier resolución emitida por el Consejo puede ser vetada por cualquiera de estos miembros. Los 10 asientos restantes son rotativos y se cambian cada dos años por votación entre los 193 países miembros de la organización. Los tiempos cambian y las instituciones deben readaptarse efectuando las modificaciones necesarias para cumplir de manera más eficiente y eficaz con los fines para los que han sido creadas.

Desde comienzo de año, el Consejo de Seguridad ha discutido no menos de 18 veces el tema de la guerra en Siria, y ha dedicado otras 13 sesiones a los sucesos recientes en Ucrania. Esto ha sido el máximo logro, discutir y hablar sin resolver nada. No ha aportado una hoja de ruta para ayudar a resolver los conflictos.

En el caso de Siria, Rusia ha vetado tres resoluciones en tres años, que condenaban al régimen sirio de Bashar Al Assad, por ser este un protegido del presidente ruso Vladimir Putin. Recién en febrero del 2014 el Consejo logra aprobar la resolución de ayuda humanitaria a Siria con el apoyo de Rusia y China. Para este entonces Rusia vio conveniente ceder ya que enfrentaba un conflicto en Ucrania donde su aliado y presidente, Víctor Yanukovich, estaba siendo acorralado por las revueltas . Esto demuestra que al final todo es una cuestión de conveniencias, de tira y afloje entre las grandes cinco potencias con poder de veto, mientras los demás pagan el pato.

La guerra civil en Siria lleva ya más de tres años, con un escalofriante saldo de 150.000 muertos, según datos difundidos por el Observatorio Sirio de Derecho Humanos (OSDH). De este total de muertos, 51.212 son civiles y 7.985 son niños. El resto son soldados y combatientes de uno y otro bando. Yo me pregunto ¿ quién está velando por los derechos humanos de estos inocentes? ¿ Cuántos más van a tener que morir para que algo cambie? Seguramente el pueblo sirio entero se debe estar preguntando que pasa en el mundo que se han olvidado de ellos.

En la resolución aprobada, el Consejo de Seguridad exige a todas las partes, en particular a las autoridades sirias, que permitan el acceso al país, en forma rápida y segura, de las agencias humanitarias de la ONU y sus colaboradores a través de las líneas de batalla y de las fronteras. De no permitirlo, el Consejo de seguridad promete tomar ” medidas adicionales”. En el escrito se condenan los excesos de ambas partes involucradas en el conflicto sirio y se exige el cese del uso de armas contra zonas pobladas, incluido uso de artillería, bombardeos aéreos y el uso de barriles cargados de explosivos. Todos estos métodos son los que han sido utilizados en forma abusiva por el régimen de Bashar Al Assad en los últimos meses.  Esto deja en evidencia nuevamente las fallas que expone esta estructura: la resolución está, pero no se cumple.

La dimisión presentada esta semana por el mediador de la ONU, el diplomático argelino Ladjar Brahimi, frente a la falta de progresos en las negociaciones para poner fin a la guerra, pone de manifiesto una vez más el fracaso del arbitraje político por parte de la ONU. Dos años antes, en el 2012, quien renunciaría sería Kofi Annan. Brahimi intentó en vano reunir en mesa de diálogo tanto a la oposición como al régimen sirio. Sólo logró una semana de alto el fuego en Homs y dos rondas de negociaciones en Ginebra. Su renuncia está directamente relacionada con la candidatura presentada por Al Assad para participar como candidato en las elecciones del próximo 3 de junio, donde se cree con firmeza que ganará cómodamente un tercer mandato por los próximos siete años. Bashar Al Assad no sólo no perdió poder sino que lo acrecentó. En los últimos tiempos el régimen sirio afianzó su control sobre las ciudades más importantes y carreteras estratégicas, relegando a los rebeldes a las zonas fronterizas.

Hoy la mediación política en Siria pierde aún más fuerza por el desinterés demostrado por los Estados Unidos , cuya prioridad número uno es Ucrania.

El Consejo de Seguridad ha padecido de una inutilidad para resolver conflictos precisamente por el poder de veto, otorgado en su creación a sus miembros permanentes. Los mismos lo han utilizado para bloquear cualquier medida a conveniencia o para proteger a sus aliados. La parálisis con respecto a Siria marca un nuevo nivel de disfunción, dando impulso a todos aquellos que claman por una reforma en la composición del Consejo y la implementación del poder de veto. No solo ha fracasado en detener la guerra civil en Siria, sino lo que es peor aún, ha sido incapaz de proveer ayuda humanitaria a los más de 9 millones de necesitados sirios.

Desde 1990, Estados Unidos ha usado su poder de veto 16 veces y Rusia 11. Francia por su lado propone limitar el uso del veto, pero ningún otro miembro se ha hecho eco públicamente. Existen numerosas propuestas para expandir el número de miembros del Consejo, reflejando así los cambios de la dinámica del poder global desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Pero aún no se han generado ninguno de estos cambios.

Los abusos a los derechos humanos en Siria continúan, sin señal alguna de llegar a un acuerdo entre los miembros del Consejo sobre si referir o no el tema a la Corte Internacional de Justicia. También ha fallado en señalar una nueva crisis que demanda, según la Organización Mundial de la Salud, de una acción inmediata conjunta: el rebrote de polio. Camiones con trigo, antibióticos y mantas están varados en la frontera de Siria sin poder entrar. El Reino Unido ha decidido proveer con fondos a agencias no gubernamentales que puedan entrar sin el consentimiento del régimen sirio, en lugar de  dárselos a los grupos pertenecientes a la ONU.

Es hora de dejar de hablar y empezar a actuar. Es de necesidad y urgencia una reforma  de este importante organismo internacional que ha quedado anacrónico e incumple con las funciones para las cuales ha sido creado.