De los 60 km prometidos, a los 60 días sin subte

María José Lubertino

Macri inicia su sexto año como jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires haciéndose cargo, a medias, del subte. Desde el 2007, cuando en plena campaña acusaba de “inútiles” a quienes no construían a un ritmo de diez kilómetros por año, dado que en aquel entonces mencionaba que los recursos estaban y sólo faltaba gestión, hasta este 2013, Macri nos viene  entreteniendo con distintas excusas y victimizaciones, con tal de no cumplir con una de sus principales promesas electorales.

Hoy asistimos a otro show del Pro, el cual busca hacer una puesta en escena del retrasado traspaso. No nos dio ni un sólo kilómetro de los prometidos -60 serían ya en este año-, aumentó el boleto un 127 %, y  nos deja 60 días sin el servicio de la línea A. Deja a los/as usuarios/as sin transporte, a los/as comerciantes sin ingresos, todo para que “se note” que ahora es él quien administra el subte, aunque los nuevos vagones los haya comprado el Gobierno de la Nación.

Lo que podría hacerse en apenas unos días, se hará en dos meses, o tal vez lo terminen haciendo en menos tiempo, para venirnos con el cuento de que son más eficientes de lo que creíamos.

Directivos de Metrovías, el ingeniero Raúl Ávila -inspector de Higiene e ingeniero civil de Subterráneos de Buenos Aires (Sbase)-, Miguel Bonilla Ruiz -auditor catalán-, Alejandro Nazar Anchorena y Edgardo Kutner -ex presidentes de Sbase- y los metrodelegados -quienes presentaron un plan alternativo- han manifestado que en ningún caso es necesario suspender completamente el servicio de la línea A por ese plazo. Estos especialistas evaluaron que el tiempo necesario para cambiar la flota sería sólo de unos pocos días.

En diversas ocasiones se han realizado grandes obras sin discontinuar el servicio. La Secretaría de Transporte de la Nación ejecutó en la línea A la renovación de 17 km de vías, reemplazó en su totalidad la instalación eléctrica, haciendo nuevas estaciones transformadoras y un sistema de señalamiento de última generación, y el subte siguió funcionando como siempre. Cuando la línea B renovó sus coches Metropolitan-Cammell y Siemens FM, por los Mitsubishi que habían sido comprados al metro de Tokio, se les modificó la altura, se les adicionó suplementos laterales para completar el gálibo y retornear las ruedas. Estas tareas se llevaron a cabo por la noche entre el Ferrocarril Urquiza y en la propia línea B. La rampa de Federico Lacroze fue el lugar elegido para dichas tareas y para el posterior recambio total de la flota, sin que existiera ningún túnel para almacenar las formaciones. A pesar de estos contratiempos nunca cerró la línea.

En este caso, la Línea A será dotada de coches SATCo, que no pueden probarse en esta línea porque existe una incompatibilidad de tensión entre trenes belgas y chinos, imposibilitando que ambos convivan bajo tierra al mismo tiempo. Pero ello se podría solucionar mediante pruebas nocturnas en las líneas C, D y E.

El subte debe ser la columna vertebral del transporte porteño, se debe terminar  la línea H, prolongar la C y la E, fijar plazos y metas para la construcción de la I, la F y la G, pero tenemos un jefe de Gobierno que ni siquiera puede inaugurar las estaciones hechas por las gestiones anteriores.

La Ciudad de Buenos Aires fue pionera en pensarse a sí misma como una gran ciudad. En 1913, fue la primera de Latinoamérica en tener subte; esa historia es parte del patrimonio de  los/as porteños/as y debemos resguárdalo. Las estaciones, los vagones “La Brugeoise”, son reliquias que debemos preservar. Buenos Aires debe modernizarse, pero también hay que conservar nuestra historia. En Budapest, otra ciudad pionera en el transporte subterráneo, se conserva parte de sus viejos vagones como atractivo turístico, siendo ese uno de los paseos más pintorescos de la ciudad.

Aquí podríamos hacer lo mismo, “La Brugeoise” podrían funcionar los domingos y los feriados, cuando la necesidad de transporte es muy inferior, y ofrecerlo como un atractivo más de nuestra Ciudad. En este sentido, he presentado un proyecto en la Legislatura demandando protección patrimonial para la flota, la cual es única en el mundo, y cada unos de sus vagones tiene un valor de 500 mil dólares.

Es evidente que Macri y sus funcionarios/as desconocen esto, ya que pretendían realizar un asado con estos valiosos vagones. También es claro que ninguno de ellos/as es usuario/a de este servicio, ni tiene un comercio en la Línea A, con el cual mantener a sus familias, de lo contrario, no cerrarían innecesariamente por dos meses.

Las obras hay que hacerlas, la Ciudad debe modernizarse, pero debe hacerse con responsabilidad. Si cierra la A, debe ser el menor tiempo posible, debe combinarse con más frecuencias en las Líneas B y E, que son las paralelas; debe acordarse con las líneas de colectivos para que pongan más coches mientras dure el cierre, debe ofrecerse una solución a los/as comerciantes, en definitiva, debe gobernarse con responsabilidad y no pensando en sacar un rédito político, menoscabando la calidad de vida de los/as porteños/as.

He presentado pedidos de cautelares en protección de los/as usuarios/as y pequeños/as comerciantes para que no se interrumpa el servicio, y también para la protección de los antiguos vagones, para que no los terminen desguazando.

El análisis superficial de la Justicia conduce a que el encaprichado se salga momentáneamente con su berrinche y hoy pueda interrumpir el servicio, pero esto, en modo alguno implica que la cuestión termine allí.