La mochila con piedras que lleva Scioli

María Julia Oliván

Primero la información me llegó por dos fuentes: una del sciolismo y otra del denarvaízmo. El gobernador de Buenos Aires habría apoyado fuertemente el primer tramo de la campaña de Francisco De Narváez, el principal opositor del oficialismo nacional en la Provincia de Buenos Aires.

Note el lector que en ese primer tramo del año el diputado Francisco de Narváez acusaba a Nación por la falta de envío de fondos a provincia y Pepe Scioli decía que los kirchneristas buscaban sacar del poder a su hermano gobernador. La semana pasada, el dato me lo contó un massista: a través de José Maria Olazagasti, mano derecha de Julio De Vido, Nación también se sumó a la cruzada “todos por el colorado” y estaría respaldando la campaña de De Narváez, cuya gráfica polariza con la presidenta Cristina Kirchner pero en su discurso intenta acorralar a Sergio Massa (la gráfica se hizo antes de que el intendente se anote de candidato y antes del acuerdo con Nación) y casi no meterse con Scioli.

Al final, la decisión es unánime: pegarle a Massa. De Narváez le pide que se defina; Scioli y sus salieres dicen que Tigre es el peor distrito de la Provincia y que si algo se hizo allí fue con fondos que le mandó el gobierno provincial.

Massa es, en esta campaña, lo que De Narváez fue en 2009. Todos se pelean por pelearse con él. Eso es un buen síntoma para el Frente Renovador. Recordemos que a de Narváez, ser el enemigo elegido por Néstor Kirchner en esa elección fue lo que lo llevó a la enérgica victoria.

Si bien, las primeras encuestas (IPSOS-Mora y Araujo) le daban al de Tigre una ventaja de 11 puntos sobre Insaurralde y en dos semanas esa brecha bajó a 8; el sciolismo todavía observa con preocupación esa ventaja. Por eso, muy a pesar de sí y de lo que desearía (y por lo bajo le recrimina) su propia militancia, Scioli le rema la campaña al intendente de Lomas de Zamora; algo que es ciertamente humillante para un político de su poder y su trayectoria. Porque lo nivela para abajo, junto con el coro de sí-cristinistas bendecidos por la lapicera que arma las listas.

Lo que prioriza Scioli en esta apuesta no es tanto que a Insaurralde le vaya bien; sino que a Massa no le vaya demasiado mejor. Es que la diferencia sobre el segundo que consiga el ganador en las PASO es la clave de las elecciones de octubre. Porque como dice el dicho, el pejota corre presuroso detrás del vencedor y lo mismo sucederá con el electorado que quiera ponerle un límite al gobierno nacional.

La pregunta es cómo Scioli logrará salir ileso del asunto y seguir haciendo crecer su proyecto presidencial que por ahora sólo se menciona en las reuniones partidarias de la DOS y la Descartes, sus usinas de militancia y es la palabra prohibida en las entrevistas. Y es lo que de verdad entusiasma a los sciolistas que no pueden ni ver a los cristinistas más puros.

Guay que alguno se anime a decir en voz alta lo que repiten ahí adentro: ¡los matan! Se pusieron de acuerdo en decirlo, pero con otras palabras: “estamos en el mismo proyecto que la semana pasada” (Scioli presidente), dijo Karina Rabolini sorprendiendo a todos en una reunión de gabinete ampliado el lunes posterior al cierre de listas y después lo repitieron ministros y funcionarios de segunda línea de Provincia. Pero ¿qué le va a pasar a ese proyecto, tras la decisión de lealtad a un espacio que atraviesa su fin de ciclo y que sigue teniendo desconfianza al político menos confrontativo del país?

Scioli empezó a hablar más seguido con los medios. Massa se cayó un poco en su nivel de exposición, según un relevamiento de la participación mediática de los candidatos elaborado por la Consultora Identidad. El gobernador se cargó la campaña de Insaurralde al hombro, ¿será una mochila de piedra o una transición hacia su objetivo?

Cada vez falta menos para conocer la respuesta. El countdown empezó a rodar.