No hay soluciones mágicas

Mariano Carpineti

La Argentina viene sufriendo en los últimos años los efectos adversos de un viejo problema que el mundo solucionó con éxito. Digo viejo problema porque durante los años ochenta la economía argentina sufrió una fuerte exposición a la hiperinflación que terminó en la salida del entonces presidente, Raúl Alfonsín. Con la sucesión de Gobiernos, el problema se mantuvo en niveles bajos y pasó a ser un mal menor de la economía nacional. El problema al que me refiero es la inflación.

Semanas atrás, cuando el objetivo era la salida del cepo cambiario, todo el mundo me consultaba acerca de cuál era el tipo de cambio de equilibrio y cómo se iba a lograr la tan ansiada salida. Ante la consulta, la respuesta fue siempre la misma: “No miren el tipo de cambio, miren la inflación”. Porque si yo mañana llevo el dólar a 20 y la inflación galopa al mismo tiempo y con la misma velocidad, en un corto tiempo estamos hablando de un nuevo tipo de cambio de referencia y volvemos a discutir otra corrección.

Entonces, ¿qué se puede esperar de la inflación para los próximos años? Como el título de la nota lo indica, no hay soluciones mágicas para controlar la inflación. Esto no se va a solucionar de la noche a la mañana y va a llevar un tiempo normalizar esta situación.

El primer paso, y uno de los más importantes, es frenar la emisión monetaria que se registra fuertemente en el país desde hace años. Para decirlo en criollo, con la finalización de la emisión monetaria, hay menos pesos en la calle y, con esto, menos inflación. La emisión de pesos se da como consecuencia de un déficit fiscal alto que se registra en los últimos años y que es de casi seis puntos del PBI en el 2016. Los pesos emitidos, por lo tanto, son necesarios para financiar dicho déficit.

El primer punto importante es reducir el déficit fiscal a cero o en su entorno y volver a ser ordenados en los números, equilibrados en las cuentas, es decir, no gastar más de lo que se recauda. En este aspecto, el Gobierno planea bajar el déficit fiscal desde los seis puntos del PBI en el corriente año hasta el entorno del 1% en el 2019, con una inflación en el rango del 2 por ciento.

Ahora, en el mientras tanto (período 2016-2019), hay que ser extremadamente proactivo y cuidadoso en el manejo de la política monetaria y en el financiamiento del déficit fiscal. En este sentido, el Banco Central (BCRA) colocó esta semana letras (bonos a corto plazo) por un monto de 13 mil millones de pesos, con una tasa de 30,5 por ciento. La finalidad de esta colocación es la de reducir la base monetaria (reducción de la base monetaria por esta colocación: 2,3%), alinearla al objetivo buscado y así contener la inflación.

Al mismo tiempo, se negocia con los holdouts. El acuerdo debería llegar a más tardar antes de junio y así reducir la emisión monetaria y pasar a financiar el déficit fiscal por esta vía, que es menos nociva que la emisión de pesos. En este sentido, el Gobierno presentó una propuesta para pagar 6.500 millones de dólares en caso de una aceptación completa de los tenedores.

 

Desafío por delante

Sin lugar a duda, se acerca el desafío más importante para este plan y son las paritarias que se llevarán a cabo en los próximos meses. Paritarias totalmente necesarias y justificadas con la finalidad de recomponer el poder adquisitivo de los trabajadores.

Si se logra un incremento moderado en los salarios, que recomponga el poder adquisitivo pero que no exprese incrementos desmesurados, se podrá sostener el plan. Hay que ver las expectativas de un lado y otro y cómo estas llegan a un punto en común. Hoy, la base planteada por el lado sindical está en el orden del 30% y del lado del Gobierno hablan de veinte puntos porcentuales. Este, sin duda, es el mayor peligro que el Gobierno tiene respecto a su plan antiinflacionario.

La recomposición del equilibrio fiscal es imperiosa para contener la inflación; sólo así, con equilibrio fiscal y sin emisión monetaria, se podrá bajar la inflación a niveles aceptables para una economía dinámica. Alcanzar el objetivo del equilibrio fiscal es imposible por un aumento en los impuestos, ya que la presión fiscal sobre los contribuyentes es enorme. Entonces, hay que hacerlo por el lado de la reducción de los gastos.

Esto se comenzó a hacer en las últimas semanas mediante la reducción de los subsidios y por la readecuación de las tarifas de servicios públicos.