2013: final para la política de reparación del salario docente

Mariano Narodowski

La primer medida de gobierno del presidente Néstor Kirchner, a dos días de asumir su cargo, fue la de concurrir personalmente a la Provincia de Entre Ríos para llevar los recursos que permitieron pagar sueldos muy atrasados, aumentarlos y así encauzar un conflicto que llevaba semanas de huelga docente en 2003 pero que arrastraba una década  de salarios docentes muy bajos, congelados, pagados con bonos provinciales, en negro, etc. Fue una medida reparatoria con un alto contenido simbólico: el mismísimo Presidente de la República, en persona, poniendo el cuerpo, solucionando un conflicto educativo y llevando alivio a los educadores.

Este gesto, además, se contraponía al maltrato económico y pedagógico que muchos docentes percibieron de las políticas del menemismo y de la Alianza: es verdad que muchos funcionarios menemistas y de la Alianza estaban ocupando altos cargos en el gobierno kirchnerista pero eso parecía no importar: el gesto del Presidente constituía claramente una reparación al daño hecho al sector de los educadores. Así, los salarios docentes que venían de niveles bajísimos tuvieron aumentos reales desde 2003.

El problema es que esa temprana estrategia basada en la reparación se mantuvo en el tiempo y desde la política educativa no se implementó una estrategia superadora que involucre reparación pero que contenga medidas que beneficien a los docentes pero también, y no solo indirectamente, a toda la educación. Por ejemplo, en otros países latinoamericanos, la negociación salarial docente incluyó cuestiones pedagógicas y administrativas vinculadas a sus condiciones de trabajo. En la Argentina, no. En 2008, el entonces ministro de Educación Juan Tedesco propuso un  cambio en este sentido, separando las carreras del docente a cargo de alumnos respecto del personal directivo. Pero a pesar de contar con el apoyo de todas las provincias, el proyecto no pudo ser incluido en la negociación salarial y nunca más se supo de él.

En conclusión, en la época de crecimiento económico la política educativa perdió una enorme oportunidad para traducir ese crecimiento y ese gesto reparatorio en una política consistente, que fuera más lejos y que mejore los muy pobres indicadores educacionales que se observan.

A esto se debe agregar otro problema: el federalismo educativo. La Paritaria Nacional Docente constituyó un importante avance pero que no contribuye a resolver las heterogéneas situaciones de los 24 distritos educativos.

Para colmo, a partir del aumento de la inflación y la pérdida del poder adquisitivo de los salarios, la política de reparación empieza a complicarse; ya no hay aumentos salariales en sentido estricto sino, apenas, actualizaciones inflacionarias casi siempre insuficientes. Para peor, una parte de esas actualizaciones por inflación se la come el impuesto a las ganancias.

En 2012 ya no hubo acuerdo en la paritaria nacional (con un paro  nacional en la segunda semana de clases) y ya en 2013, el cierre unilateral de las negociaciones con los sindicatos docentes nacionales por parte del Gobierno Nacional, ofreciendo un aumento salarial efectivo diez puntos por debajo de la inflación, parece marcar el final de la etapa de reparación salarial a los docentes.

Con el adiós a esta etapa reparatoria, también queda demostrado que la estrategia política de aumento presupuestario contenido en la Ley de Financiamiento Educativo (que lleva la inversión en educación al 6% del PBI) sirve solamente cuando el ciclo económico es favorable. Como advertimos, casi en soledad, al momento de su debate, esta política habría de presentar enormes problemas en momentos económicos desfavorables. Aquí llegamos.

Así y todo, lamentablemente hay un problema aún mayor a todos los aquí plateados: los paros docentes se realizan en escuelas públicas y muy poco, casi nada, en escuelas privadas. Según las investigaciones que preguntan a las familias por qué mandan a sus hijos a escuelas privadas, los días perdidos por paros está en lo más alto de sus explicaciones.

Mientras estas discusiones salariales ocurren, el brutal aumento de la matrícula en escuelas privada y la pérdida de alumnos en escuelas públicas post 2003 constituyen un dato inédito en la historia escolar argentina.