¿Destruyendo se construye?

Hubo un tiempo en que a los ancianos de la tribu se los veneraba, y a los hombres que dejaban un legado se los recordaba con admiración. Su memoria perduraba a través de las generaciones. Se daba su nombre a una plaza o alguna placa los recordaba. Y si lo que se quería recordar era de gran importancia, o se quería condecorar a un grupo de personas, se construía un monumento.

Así nacieron tantos monumentos que honran no sólo a quienes representan, sino también a quienes los idearon y construyeron.

Es el caso de los monumentos del Centenario: seis grandes conjuntos escultóricos y otros más pequeños, ubicados en las avenidas Alem y del Libertador, en el bajo de la ciudad de Buenos Aires.

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Son testigos de la inmensa afluencia de inmigrantes que dieron origen a la Argentina, pues gracias a ellos llegó a ser el país que fue. Estos monumentos, donados en homenaje a nuestro país, quedaron allí en memoria de nuestros inmigrantes y forman parte del paisaje ciudadano.
Un caso particular lo constituye el de los italianos —con sus 15 estatuas ciclópeas y otras esculturas, construido en mármol de Carrara—, que se ubicó en la plaza Colón, frente a la Casa de Gobierno.

En este caso, fueron los propios habitantes del país, nacidos en el extranjero, quienes pagaron de su bolsillo este homenaje a la nación. Pero tal parece que no merecen ser recordados.

En marzo de 2014, el Gobierno nacional se comprometió, mediante un convenio con la ciudad, a reconstruirlo en el espigón frente a Aeroparque. Ha pasado ya un año y medio, y no construyeron nada de lo que prometieron. De hecho, jamás se iniciaron los trabajos de reconstrucción. Por lo cual, la idea inicial de trasladarlo ha quedado en el olvido. Continuar leyendo

Cuando la memoria solo recuerda lo que le conviene

Después de la inauguración del Sitio de Memoria, en el ex Casino de Oficiales de la ESMA (19/5/15), donde la memoria que se recuerda es la correspondiente a un período concreto de nuestra historia, cabe preguntarnos: ¿sólo recordamos lo que nos conviene?

Pues la memoria de la Argentina se compone de muchas más contribuciones que las de quienes se jugaron por una idea o ideología determinada, y si sólo los recordamos a ellos, estaríamos dejando de lado un gran número de vidas que también se sacrificaron por una nación grande y próspera, justa y con igualdad de oportunidades.

La Presidente dijo en su discurso: “En el museo se guardan las piezas del pasado, en los sitios de la memoria se guarda la memoria, la justicia y la verdad”. Y agregó: ”¿Pero saben por qué? Porque hay mucha vida, porque la memoria no es pasado, para tener memoria hay que estar vivo en el presente, y para tener vida en el futuro hay que saber lo que nos pasó.”

En un país donde la inmensa mayoría de los ciudadanos proviene -a través de algún abuelo o bisabuelo- del Viejo Mundo, podríamos preguntarnos dónde quedó esa memoria, la de quienes vinieron como extranjeros, y terminaron convirtiéndose en ciudadanos que con su empuje y constancia, no dudaron en generar para sus hijos las condiciones que ellos no pudieron encontrar, ni en su tierra natal, ni en su tierra de adopción.  

Había que construir todo, y en cada pueblo del país se formó alguna asociación, alguna Sociedad de Socorros Mutuos -española o italiana las más de las veces-, de las que aún hoy conservamos edificios e instalaciones, testigos mudos de aquella efervescencia.Y la participación de los “venidos de Europa” no comenzó ahí: en la Primera Junta de mayo de 1810, había tanto inmigrantes como hijos de inmigrantes ¿Es que ya no lo recordamos?

Entonces nos preguntamos: ¿Acaso no quedó nada de tanto fervor y dedicación?  ¿Hubo algún reconocimiento a todos esos inmigrantes -nuestros ‘abuelos’- que poblaron y construyeron este país?

La respuesta es que sí, quedó constancia: los famosos monumentos esparcidos al pie de la barranca de la antigua Buenos Aires, donde antaño terminaba la ciudad junto al río, quedaron como Memoria de esos inmigrantes.  Todos estos monumentos se construyeron en la ciudad que en 1910 estaba “ganando tierras al río”, en la línea que forman las avenidas Paseo Colón, Leandro Alem y Av. del Libertador.

Los seis grandes Monumentos del Centenario -la Torre de los ingleses, el Monumento de los españoles, Francia a la Argentina, la “Fuente alemana”, el de los suizos en Av. Dorrego cerca de Av. del Libertador, y el de los italianos, en la plaza Colón y dedicado ‘a Colón’-, son la constancia viva de esa Memoria.

Casualmente, la plaza donde se erigió el Monumento de los italianos se llamaba Plaza Colón desde 1894, cuando se demolió la Aduana Taylor. Así homenajeó la Nación a quien conectó formalmente ambos mundos. Pero era una plaza sin estatua.

Cuando Antonio Devoto propuso en 1907 que el Monumento de los italianos inmigrantes estuviera allí, lo más lógico fue que una de las quince figuras humanas que lo componen fuera la del propio navegante, el cual no era italiano, pero había nacido en una tierra de marineros: la República de Génova.

Obviamente la figura del navegante representa los mejores valores de la cultura de esa época, y es por ello que está ahí.  No representa a los estilos comerciales o conquistadores de la época -Colón no se dedicaba a eso-, sino al genio descubridor, al “plus ultra” de quien va más allá de sus posibilidades.  Y por ello es recordado, y es símbolo de quienes hicieron lo mismo con sus propias vidas: los que vinieron a trabajar y morir en suelo argentino.

El monumento de los italianos inmigrantes finalmente se inauguró en 1921, cuando la Plaza Colón ya tenía casi 30 años.  Se realizó con el aporte monetario de cantidad de inmigrantes que colaboraron en las dos colectas al efecto, muchos de ellos trabajadores de origen humilde, según consta en los registros, y también de nacionalidades dispares, pues hay aportes de españoles y de otros orígenes.

Además, no se trata de una estatua que recuerda a una persona, sino que como todo monumento es memoria de quienes lo construyeron: de ahí la importancia de conservarlo en su sitio histórico: su recuerdo está íntimamente vinculado al lugar en que fue erigido.

Ésta es nuestra memoria, la del país que conocemos, y la que nos une más allá de todas las diferencias que podamos tener en el día a día.  Por esto es tan valiosa: pertenece a aquellos recuerdos que nos unen en un pasado común, y debe ser respetada como nos fue dada: en el sitio histórico a que pertenece.  En este caso, el monumento se construyó en el sitio de la refundación de la ciudad, en la barranca del antiguo fuerte español.

Me decidí a escribir estas líneas, porque quienes nos dirigen y nos representan -a nivel nacional y a nivel de la ciudad- tienden a olvidar, y no respetan nuestros sitios históricos y la historia que nos recuerdan: quienes deben velar por nuestra memoria, sólo consideran sus propios intereses.

Como es de público y notorio conocimiento, el Monumento ha sido demolido por orden directa del Gobierno Nacional. Dicha decisión contó con la posterior aquiescencia del Gobierno de la Ciudad.

En estos días trascendió a los medios la noticia de que la Presidente de la Nación habría ordenado apurar el desalojo de los despojos del Monumento de la Plaza: este último viernes ingresó una grúa de gran porte al predio ocupado desde hace siete años -el cual según un Convenio vigente entre Nación y Ciudad debería ser de libre acceso al público, a lo que el Gobierno Nacional, ante la pasividad del de la Ciudad, ha hecho caso omiso-, y comenzó el operativo del traslado de las piezas desde la Plaza Colón hacia quién sabe dónde, dado que aún no comenzaron los trabajos en el Espigón Puerto Argentino, en la Costanera Norte.

Hay quienes especulan en torno a la intencionalidad política de esta decisión: mostrar al jefe de Gobierno, en el marco de la campaña electoral nacional, como un sujeto débil o incapaz de frenar un atropello perpetrado delante de sus mismas narices. Toda una pretendida advertencia hacia el futuro, señalando qué podría suceder en el caso que el ingeniero Macri resulte elegido Presidente.

Sea correcta o incorrecta dicha interpretación, no puede dudarse que el desalojo de las piezas del Monumento del lugar en donde estuvo desde hace cien años, constituye un mensaje pleno de significados. Compete a nosotros, los ciudadanos, decodificarlo y asignar las consiguientes responsabilidades.

Pero lejos de cualquier especulación política, lo cierto es que a despecho de lo que funcionarios de ambos Gobiernos han deslizado en los medios, la cuestión no está cerrada desde el punto de vista judicial ni mucho menos. La misma terminará siendo decidida por la Corte Suprema de Justicia de la Nación y por el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad.

Además, se encuentra en trámite una causa penal en la Justicia Federal en la cual se solicitó, entre otras cosas, que se investigue el manejo de los fondos involucrados en la supuesta restauración y traslado del Monumento. Quizás sea por todo esto que, al inaugurar el Museo de la Memoria el 19 de mayo último, la Presidente aclaró: “La memoria, la verdad y la justicia no pueden quedar en manos de un presidente ni de un Parlamento ni de un Poder Judicial… ”

Con motivo de este 25 de mayo que acabamos de celebrar, si queremos recordar, recordemos a todos los que dejaron su vida por esta tierra, la de nuestra Patria. Hagámoslo en el sitio histórico donde han dejado su memoria plasmada: la plaza Colón en la antigua barranca al río.

El artículo fue escrito con la colaboración de Alejandro Marrocco, integrante del Comité ítalo-argentino y adherentes ‘Colón en su lugar’ (colonensulugar@gmail.com)