La víctima 86

Martín Pittón

El fiscal Alberto Nisman apareció muerto en su departamento de Puerto Madero. La flamante historia oficial dice que se suicidó y los voceros del Gobierno, junto con el sistema paraestatal de medios, no dudaron tomar ese camino, haciendo hincapié que la puerta del departamento estaba cerrada por dentro y que era custodiado por diez policías. Les faltó decir que el caso estaba completamente esclarecido. La tesis del oficialismo se completaría con que Nisman tomó la decisión del suicidio porque no podría mantener sus acusaciones frente a los legisladores, que a juicio de la diputada Diana Conti iban a salir “con los tapones de punta”. La tesis es perversa pero es la que más le conviene al kirchnerismo.

El problema es que nadie cree que Nisman, si es que verdaderamente se suicidó, haya tomado esa decisión al menos libremente. La diputada Patricia Bullrich declaró que el sábado habló con el fiscal al menos en cuatro ocasiones y en todas ellas dialogaron de lo que iba a ser la presentación en el Congreso. Explicó que en esas comunicaciones lo percibió como un hombre que estaba trabajando.

Es difícil y casi inverosímil creer que Nisman se suicidó por razones personales y la conjetura más difundida es que lo “suicidaron”. Se llama suicidio inducido. La muerte de Nisman beneficia al Gobierno, a los iraníes y a determinados grupos de inteligencia que mantienen una disputa entre sí. Si efectivamente alguien tomó la decisión que Nisman debía morir, es evidente que entendió que era el “mal menor”. El objetivo era que no hablara frente a los diputados de la Comisión de Legislación Penal. Se trata de la confirmación que la investigación del fiscal tiene un enorme valor para deslindar responsabilidades en la nueva trama de encubrimiento para garantizar la impunidad de los iraníes y que tendría como principal responsable a Cristina Fernández de Kirchner. Ademá, implica la partida de defunción definitiva del vergonzoso memorándum con Irán.

No hay dudas que la muerte de Nisman fue producto de su investigación en la que reveló una trama secreta de encubrimientos, complicidades e impunidad. Esos tentáculos fueron los que terminaron acabando con su vida, independientemente de los medios empleados.

El Gobierno ahora debe actuar rápido para desentrañar qué pasó efectivamente con el fiscal. Sin embargo, luego de escuchar las declaraciones de Anibal Fernández, Sergio Berni y Jorge Capitanich, sería al menos ingenuo pensar que vayan a actuar como los franceses. Una vez más en la Argentina la oportuna muerte de una persona busca apuntalar y reforzar la impunidad. Este es el pensamiento generalizado. No es la primera vez que sucede. ¿Por qué debería pensarse que será la última?

Cristina Fernández de Kirchner dio a conocer una carta en su cuenta de Facebook en las primeras horas de la noche. Si como decía Marshall Mc Luhan “el medio es el mensaje”, Fernández de Kirchner entendió que la muerte del fiscal no ameritaba una cadena nacional. No es un tema lo suficientemente importante como para que le hablara directamente a la sociedad. En una administración que le asigna tanta importancia a las imágenes y a la comunicación no se trata de un detalle menor. Primera conclusión.

La lectura de la carta pone de manifiesto que la Presidente ha decidido vivir inmersa en su propio relato. Una vez más se puso en el centro de la escena como si no pudiera refrenar su instinto autorreferencial. Trató de ocupar el lugar de la víctima como lo hizo otras veces y, una vez más descalificó la investigación de Nisman tratando de sembrar dudas sobra la autoría del documento de más de 300 páginas donde el fiscal la tenía como imputada. Como es su costumbre, dobló la apuesta reivindicando el tratado firmado con Irán, que a juicio de Nisman era la finalización de un proceso de impunidad que había comenzado dos años antes y la tenía a ella misma como principal arquitecta. No es serio involucrar en esto también al Grupo Clarín.

La presidente Cristina Fernández de Kirchner demostró que no está a las alturas de las circunstancias. Decidió recorrer el camino opuesto al que transitó Fracoise Hollande luego del atentado contra Charlie Hebdo. Un camino que lleva a la oscuridad y a la impunidad.

La Justicia ahora debe encargarse de preservar a todo el equipo del fiscal Nisman y las pruebas que sustentan su investigación, principalmente contenidas en 330 discos donde están las escuchas. Si en la Argentina queda algo de institucionalidad, éste es el momento de demostrarlo poniendo al frente de la unidad especial AMIA a un fiscal independiente que siga adelante. Un militante de la agrupación Justicia Legítima sería un insulto.

Sofía Guterman, quien perdió a su hija Andrea en el atentado contra la AMIA, dijo que Nisman era la víctima 86. No se equivoca.