El misterio de las Seychelles

El informe de la Casa Militar de la Presidencia de la Nación, que depende de la Secretaría General de la Nación a cargo de Oscar Parrilli, detalla el itinerario completo de la gira presidencial que tuvo la sospechosa escala en las Islas Seychelles. En el documento, el organismo oficial informa que el viaje se hizo a bordo de una aeronave operada por la firma inglesa Chapman Freeborn matrícula D-AXTM. La matrícula informada por la Casa Militar pertenece a un Bombardier modelo BD-700-1A10 Global Express, que está matriculado en Alemania y presta servicios para la compañía FAI Rent-a- Jet con sede en Nüremberg; según informa su sitio web. Se recordará que en su momento, Cristina Fernández fue muy criticada por haber contratado a una empresa inglesa. Es probable que el gobierno se hubiera evitado la situación si alquilaba el avión a la firma alemana. Hoy, ya es un detalle menor.

En el sitio web de la FAI Rent-a-Jet se informa que el avión alquilado por Cristina Fernández de Kirchner en enero de este año entró en servicio en 2003 y puede llevar hasta tres pilotos para viajes muy largos. Desarrolla una velocidad de crucero de 900 kilómetros por hora. FAI Rent-a-Jet también informa que el Bombardier viene equipado con teléfonos satelitales, impresoras, bar, dos baños, sala de conferencias, televisión, DVD y espacio de trabajo y tiene un alcance de 11.140 kilómetros.

El diario británico The Sun informó en su edición del 3 de enero de 2013, que la Presidente argentina había alquilado un jet de lujo a una compañía inglesa Chapman Freeborn por 622.000 libras esterlinas, que equivalen a unos U$S 971.477 en la actualidad. Como se recordará, a principios de este año, la Fragata Libertad se encontraba retenida en el puerto de Ghana. Se justificó el alquiler del Bombardier ante la posibilidad que el Tango 01 fuera incautado por los “fondos buitres”.  El 7 de enero de 2013, la Secretaría General de la Presidencia informó a través de un comunicado de prensa: “Con fecha 26 de diciembre de 2012 la Dirección General de Consejería Legal del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto aconsejó a esta Secretaría General la no utilización del avión Presidencial T-01, para dicho viaje, en razón de la postura agresiva de los fondos buitre con la Nación Argentina ya que era altamente probable el intento de reclamos, medidas precautorias o de ejecución sobre dicha aeronave”. Lo curioso y contradictorio, es que en el comunicado de prensa que se dio a conocer a través de la cuenta de Twitter de la Casa Rosada se afirma: “El T-01 se encontraba fuera de servicio por inspecciones obligatorias”. Es decir que la postura del gobierno ahora se contradice con la explicación que dio el mismo gobierno en enero. En aquel entonces, Cristina Fernández no viajaba el Tango 01 por temor a que corriera la misma suerte que la Fragata Libertad y ocho meses más tarde se dice que el avión presidencial se encontraba en tierra sometiéndose a inspecciones obligatorias. No se sabe cuál de las dos versiones oficiales es la verdadera.

El gobierno también ha sostenido que la escala en Seychelles insumió trece horas y media, lo que en realidad no contradice a Jorge Lanata sino al propio Boletín Oficial, que daba cuenta que la Presidente estaría en las islas del 21 al 23 de enero en su edición del día 10 de ese mes. Por esta razón, tiene sentido que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Seychelles le preparara una lista de lugares turísticos para visitar, pero si iba a permanecer algo más de mediodía ello no era necesario. En realidad es un dato menor si Cristina Fernández estuvo trece horas o dos días en Seychelles. Por ejemplo si la parada se debió a la realización de algún trámite o a la participación en alguna reunión, perfectamente lo pudo haber hecho sin ningún inconveniente, teniendo en cuenta que partió del aeropuerto de Mahe a las 17.25 horas.

El gobierno, a lo largo de los comunicados que ha dado a conocer y al raid mediático de Oscar Parrilli -usualmente un funcionario un muy bajo perfil-, nada ha dicho sobre dónde se alojó la Presidente durante las trece horas y media que estuvo en Victoria, la capital de las Islas Seychelles. Si bien el avión Bombardier alquilado a la firma inglesa tiene 3 camas de una plaza y otras dos dobles, Cristina Fernández no permaneció a bordo. “No era una simple escala de carga de combustible, sino que había que permanecer un tiempo mínimo de descanso de los pilotos, que significaba que la Presidenta debía abandonar el avión y alojarse por un lapso de tiempo en dicho lugar”, afirma el comunicado del gobierno. Sólo eso. No se menciona absolutamente nada sobre dónde se hospedó la Presidente o si fue mínimamente a conocer el centro de la ciudad. No hay mención alguna en el informe de la Dirección de Ceremonial y Protocolo difundida por la Casa Rosada que difundió con detalle todas las actividades de la gira. Esas trece horas y media siguen siendo un misterio.

Es paradójico porque si el gobierno quería aclarar la situación, terminó aportando más confusión y haciéndole un flaco favor a la Presidente. Pero desde la Casa Rosada prefirieron atacar a Lanata en vez de aclarar las actividades de Cristina Fernández. El comunicado es por cierto virulento y pone en evidencia la bronca del gobierno; pero no aclara nada sobre esas trece horas y media que oficialmente se sostiene que la Presidente estuvo en Seychelles. Todo sigue siendo un misterio por obra y gracia del gobierno. Sin embargo, el gobierno tomó un camino que al parecer no abandonará y en vez de desmentir a Jorge Lanata prefiere agredirlo llamándolo sicario. Es probable que en el mundo de las comunicaciones no haya otro caso que desde un organismo se agreda de tal forma a un ciudadano que se gana la vida como periodista. Ni en el Watergate la Casa Blanca fustigó de manera semejante al Washington Post o a sus periodistas. Si el gobierno entiende que lo difundido por Canal 13 no es cierto, lo que tendría que hacer es desmentirlo con información clara y sólida. Sin embargo, optó por difundir información que presenta varios puntos inconsistentes y tomó el camino de la agresión institucionalizada. Es cierto, no es la primera vez y los ejemplos abundan. Pero, probablemente, lo que llame la atención es el grado de virulencia que exhibe en esta oportunidad. Además, pone de manifiesto que el gobierno se siente encerrado después de la contundente derrota que sufrió en las primarias. En este sentido, es muy difícil pensar que la estrategia de comunicación que se puso en marcha desde la Casa Rosada vaya a devolverle al Frente para la Victoria los votos perdidos. Mientras tanto la escala en las Islas Seychelles sigue siendo un misterio que el gobierno no ha sido capaz de aclarar.

La Presidente no entendió el mensaje

La presidente Cristina Fernández habló por segunda vez desde la contundente derrota que sufrió el domingo pasado. Se la vio enojada, crispada y con mucha bronca, poniendo en evidencia que el resultado adverso de las urnas caló hondo.

Acusó a los medios de ser artífices de su derrota y de desinformar porque no encontró en los diarios los resultados de la Antártida, donde se impuso el Frente para la Victoria. La comparación con Perico en la época del menemismo estalló de inmediato en las redes sociales. Parecía una parodia de la propia Cristina, sólo que no se trataba de Fátima Flóres la que ocupaba el atril de Tecnópolis.

“Quiero los titulares para discutir, no los suplentes que me ponen en las listas. Yo no soy suplente de nadie, soy presidenta de los 40 millones de argentinos, quiero discutir con la UIA, con los bancos, con los sindicatos, es un partido para titulares de intereses”, arremetió descalificando a la oposición y apelando como siempre a una conspiración pero también despreció a los millones de argentinos que no votaron al oficialismo. Una vez más la Presidente aplicó el doble estándar, el respaldo popular sólo es legítimo cuando los votos los recibe el partido de gobierno.

En su agresivo discurso Fernández de Kirchner también reveló su estrategia de campaña para el segundo capítulo de este proceso electoral: doblar la apuesta y profundizar el modelo. En definitiva, persistir en el fracaso. La Presidente no mostró ni el más mínimo rasgo de autocrítica y como siempre puso la responsabilidad afuera. Ninguna novedad. Para ella los dirigentes de la oposición son meros gerentes de poderes que se manejan en las sombras y que se propone desenmascarar. Desafortunadamente, la Presidente olvida que los bancos, la UIA y los sindicatos fueron aliados de su gobierno y del de Néstor Kirchner.

Fernàndez de Kirchner se enoja y en definitiva menosprecia a los argentinos que decidieron votar por una opción distinta. En ese modesto e inútil ejercicio cruzado por la bronca, no se pregunta por qué muchos de esos ciudadanos en el 2011 la votaron y fueron los artífices de su reelección. Se equivoca cuando menosprecia al pueblo pensando que los medios manejan a la sociedad. Es un claro síntoma de que Cristina ha comenzado a padecer el sindrome del Pato Rengo, ese fenómeno que sufren los presidentes norteamericanos cuando entran en el final de su segundo mandato. Lisa y llanamente se trata de la pérdida del poder político. No es una novedad en la Argentina, Carlos Menem bien puede dar cuenta de ello. Es una enfermedad que siempre es terminal.

La impotencia que Fernández de Kirchner demostró en su discurso se acrecienta como consecuencia de su propios dichos. Es cierto, ganó en la Antártida pero perdió en la estratégica Provincia de Buenos Aires. Allí puso el cuerpo y fue la verdadera candidata, Martín Insaurralde fue sólo un mero actor de reparto. Sería injusto cargarle la responsabilidad de la derrota. Pero además, la Presidente sabe que el domingo también terminó el sueño de la re reelección, al menos por el camino tradicional que marca la Constitución.

La Presidente está dispuesta a morir con las botas puestas, sin dar un paso atrás, como recitan, disciplinados, los integrantes de La Cámpora. Sin embargo, los jóvenes militantes no advirtieron que los poderosos intendentes del Conurbano bonaerense nunca se inmolan y mucho menos los sindicalistas. Es por ello que, en ese contexto, las palabras de Hugo Moyano describen con brutal precisión el ocaso que empieza a transitar Cristina Fernández. “Hay olor a cala“, dijo el camionero.

Es probable que los candidatos de la oposición, el equipo de suplentes, hayan celebrado al escuchar sus palabras porque saben que seguirán sumando votos en octubre.

La Presidente se equivoca pero lo más grave es que planea persistir en los errores que son la causa de su fracaso electoral, los mismos que la hicieron perder cuatro millones de votos en menos de dos años. Es claro que Cristina no entendió el mensaje de las urnas. El pueblo, ese mismo que tantas veces idolatró, es el que ahora le dice que debe corregir el rumbo.

Es paradójico que la Presidente proponga debatir cuando siempre fue ella la que no atrevió a discutir y a ignorar los problemas que requieren soluciones urgentes.

El domingo, con los resultados en la mano, Cristina Fernández se había mostrado más calmada; tal vez porque la derrota y sus consecuencias no se habían dimensionado en su totalidad. En esa ocasión dijo que la relación de fuerzas en el Congreso quedaría más o menos igual que ahora. Hoy es una verdad a medias, porque para hacer un análisis más riguroso habría que tener los resultados de octubre. Pero aun cuando en términos de cantidad de bancas las cosas quedaran igual, habrá que ver si los diputados y senadores del oficialismo siguen siendo soldados de la causa. El senador radical Ernesto Sanz lo dijo claramente en Contrapunto: “El principal cambio en el Congreso provendrá desde dentro del oficialismo“. Es probable que no se equivoque.

La Presidenta fue más violenta en Twitter. No se privó de atacar con una virulencia inusitada a Clarín, Perfil, La Nación e Infobae. Es una clara admisión de que el sistema multimediático oficialista carece de toda credibilidad. Pero se equivoca cuando le adjudica a los medios un poder que no tienen. “Tiene una enorme dificultad para asumir lo que pasó”, explica el ex Jefe de Gabinete Alberto Fernández cuando se le pregunta sobre la reacción presidencial. En la red social también se encargó de atacar a Sergio Massa, a quien caracterizó como una nueva versión de Eduardo Duhalde “con carita más joven. Si hasta tiene su “chiche”. Yo me acuerdo. Era Senadora”. No sólo es un ninguneo innecesario a Massa, pero también se trata de una falta de respeto a los tres millones de argentinos que lo votaron. Además, pone en evidencia que la Presidente ya no puede discutir desde las ideas, sólo confronta desde la descalificación y el agravio. Parece que dejó de creer en la política.

El fracaso del domingo es su responsabilidad y es lógico que así sea, es la consecuencia de una cadena de traspiés que tarde o temprano implica pagar un costo político. El fracaso del CEDIN, el cepo cambiario, la inflación alta que no cede, el control de precios, los casos de corrupción, la “democratización” de la justicia, los muertos en tragedias evitables como la de Once, la suba del mínimo no imponible y el General César Milani. Son sólo algunos ejemplos pero hay más.

No son los medios los responsables de la victoria de Sergio Massa en la Provincia de Buenos Aires o de Julio Cobos en Mendoza, quienes fueron los dirigentes de la oposición más votados del país y paradójicamente ambos estuvieron al lado de la Presidente.

La cuestión electoral, en todo caso, es un problema que deberá afrontar el Frente para la Victoria. El verdadero problema es que Cristina Fernández está decidida en seguir adelante con el rumbo que se ha trazado y profundizar el “modelo”, algo que en la actualidad es muy difícil de definir. Pero ello implica persistir en el error y ese camino sólo redundará en agudizar los problemas y, en este caso, los afectados son los cuarenta millones de argentinos.

La Presidente ha decidido doblar la apuesta como una demostración de fortaleza política, pero en rigor de verdad sólo se trata de la confirmación de su debilidad.

Todo resultado electoral lleva implícito un mensaje, en este caso se trató de un llamado de atención. Sin embargo, Cristina Fernández de Kirchner ha decidido ignorarlo y ser la principal consumidora de su propio relato.

Quema esa foto

La foto que la presidente Cristina Fernández y su candidato bonaerense, Martín Insaurralde, le “robaron” al Papa Francisco en Río de Janeiro ha generado una ola de indignación. Desafortunadamente, será una incógnita si “la foto” le sumó o le restó votos al candidato del oficialismo. La indignación por colgarse de la sotana del Papa es mayor aún que la que provocan las violaciones a la veda electoral que hizo la propia Presidenta con el eufemismo de “acompañar” inauguraciones. Ambas cuestiones ponen en evidencia una clara desproporción de recursos de todo tipo que coloca a la oposición en un terreno de desigualdad jamás visto, pero que como todo en el kirchnerismo, ya había sido utilizado.

Cristina Fernández está demostrando una vez más que en campaña no reconoce límite alguno, ni éticos, ni morales y mucho menos, legales. Antes de partir a Río de Janeiro con Insaurralde a cuestas, recordó una vez más el cáncer del que se recuperó su candidato y con toda la intimidad que pueden dar los 140 caracteres permitidos en la red social Twitter reveló que el intendente de Lomas de Zamora le había pedido llevar también a uno de sus hijos.

“No dejen que la esperanza se apague”, es la frase que se lee en la foto de Cristina Fernández e Insaurralde junto al Papa; convenientemente difundida por la agencia de Pepe Albistur, ex secretario de medios de Néstor Kirchner.

La foto deja en claro varias cosas. La candidata es Cristina Fernández, porque es ella la que se juega la madre de todas las batallas: la de la continuidad. Sin querer ser despreciativo, Martín Insaurralde no es más que un actor de reparto; que llegó a ese lugar como consecuencia de la inundación de La Plata que borró la candidatura de Alicia Kirchner y el choque de trenes en Castelar que lo dejó en la gatera al ministro Florencio Randazzo. Es claro que el riesgo de que la esperanza se apague lo corre ella, asimilando el concepto de esperanza a la continuidad del modelo y éste último a patria, tal como figura en el manual del relato oficial.

Es difícil saber si el Papa fue burlado en su buena fe al permitir la entrada de un candidato en un ámbito sólo reservado a jefes de estado o, si por el contrario, lo permitió desnudando una modesta y burda estrategia electoral que se basa en conseguir fotos para conseguir votos. La respuesta es un secreto bien guardado en los interiores del Vaticano. Sin embargo, es difícil pensar en la ingenuidad papal; especialmente tratándose de Cristina Fernández a quien Francisco conoce muy bien.

El Papa no quería ser usado en la campaña electoral y por esa razón fue que rompió una de las tradiciones de los Papas de viajar a su países de origen luego de ser electos. Es claro que el deseo papal no iba a interponerse en el deseo presidencial y Cristina Fernández partió a Brasil con su candidato a buscar “la foto”. El detalle es que la Presidente iba allí en su carácter de jefa de Estado, no en su rol de primera candidata a diputada por la Provincia de Buenos Aires y eso es grave. La foto desmiente a la locutora que en las cadenas oficiales anuncia que habla al país la Presidenta de los cuarenta millones de argentinos. Es evidente que Cristina Fernández eligió liderar solo a los votantes del Frente para la Victoria.

La foto muestra además dos personajes antagónicos que hablan distintos idiomas. Mientras el Papa une para reinar, Cristina Fernández divide para gobernar. Uno derrocha alegría y esperanza en cada discurso, la otra habla con el seño fruncido y siempre está enojada aun cuando se defina como una “presidenta exitosa”. Por cierto, la lista de diferencias podría continuar porque no tienen puntos en común, salvo su condición de argentinos.

Frente a la indignación que causó el uso electoral del Papa Francisco, se dejó trascender que el polémico afiche no había sido ideado por la Presidente. Una explicación no demasiado creíble sabiendo la forma egocéntrica que tiene de gobernar. Es un explicación que no convence a nadie porque conseguir “la foto” es la única razón que justifica el viaje de Insaurralde. En todo caso, si la Presidente no ideó la jugada, es claro que la permitió y al fin de cuentas termina siendo lo mismo.

La foto también tiene otro significado más profundo y tiene que ver con cierto desprecio por el pueblo, porque quien haya concebido ese afiche cree que a los argentinos se los puede arrear mansamente al redil del oficialismo con una simple imagen. Se utilizó el genuino sentimiento de alegría por la elección de un Papa argentino que se conecta con el pueblo, católico o no, con fines electoralistas y eso es lamentable. Sin lugar dudas, es una acción de campaña que termina por menospreciar a los argentinos, creyendo que sólo pueden consumir imágenes sin contenido alguno, porque la foto de la Presidente y Martín Insaurralde con el Papa es vacía e hipócrita.

Cristina Fernández sabe que la madre de todas las batallas se libra en la Provincia de Buenos Aires, y lo que suceda en otros distritos como Santa Fe, Córdoba, Mendoza, la Ciudad de Buenos Aires y hasta la propia Santa Cruz serán considerados -en todo caso- daños menores. El proceso electoral que atraviesa el país y que cerrará su primera etapa el próximo domingo, no es una elección común de medio término como sucede en otros lugares del mundo. Se juega la continuidad del modelo y la cuota de poder que ostentará la Presidente en los dos últimos años de mandato. Sin embargo, en los laboratorios del poder los ensayos para alumbrar una Cristina eterna siguen adelante porque ese es el objetivo de máxima. Por eso los movimientos que haga el gobierno serán muy importantes en el lapso que va desde las elecciones hasta la nueva conformación del Congreso.

Sergio Massa sigue liderando las encuestas, pero su ventaja frente a Martín Insaurralde se ha reducido. Su diferencia está entre los tres hasta los casi ocho puntos, dependiendo de la encuesta que se tenga a la vista. Dicen que Massa ahora prefiere ganar por un estrecho margen para que la tropa no baje los brazos en las elecciones de octubre. Lo que no se sabe es si esto es verdaderamente así o se trata de una justificación para explicar el acercamiento en la intención de voto del tándem Cristina/Insaurralde. Como sea, todas las encuestas muestran que el probable triunfo de Massa no será por un margen tan holgado como el que ostentaba antes de lanzarse, cuando alcanzaba una diferencia de entre diez y doce puntos. Cristina Fernández, Sergio Massa y Martín Insaurralde saben que las PASO no son más que un precalentamiento electoral, que la verdadera campaña empieza el día después y que el kirchnerismo obligará al tigrense a dejar cierta ambigüedad de la que hasta el momento sacó ventaja.

Es probable que el lunes próximo el gobierno explique el resultado con dos argumentos. El primero, que en número de votos fue el espacio político más votado y las distintas encuestas que circulan no lo desmentirán. El segundo es que en algunos distritos, aunque no haya ganado habrá mejorado su “performance” como puede ser en la Ciudad de Buenos Aires y en Santa Fe. Pero más allá de la argumentación, lo cierto es que empezará a quedar delineado el mapa de cara al lejano -pero cercano en términos políticos- 2015. Más allá de las diferencias en términos de votos, hoy el oficialismo araña un 30% en la Provincia de Buenos Aires y el kirchnerismo teme que la frase “fin de ciclo” se convierta en una realidad.

Fatiga de material

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner aparece cada vez más radicalizada en sus discursos, es un síntoma que se acabaron las ideas, hay escasez de victorias políticas y la billetera del poder ya no es lo que era.

El relato épico ya no convence y lo que muestra grandes debilidades es la misma gestión del gobierno. Guillermo Moreno es producto de estos tiempos de estrechez del cristinismo y su protagonismo es directamente proporcional al crispamiento de la Presidente. Moreno es el conductor del quinteto económico, un grupo que registra un balance de mayores derrotas que victorias. Moreno no es sólo Moreno, es el emergente de un gobierno cuyo margen de maniobra se estrecha.

El congelamiento de precios que se derrite, la inflación que se acelera, el CEDIN que no arranca, la derrota de la Reforma Judicial que desencadenó la guerra contra la Corte Suprema de Justicia, los trenes que se han convertido en una pesadilla, los casos de corrupción que se multiplican y pican cada vez más cerca de lo más alto del poder. A esta lista se suma el peligro de la reunificación de la CGT, el pan que se está convirtiendo en un artículo de lujo, YPF que mendiga fondos, las inversiones que no tienen a la Argentina como destino pero también los capitales que buscan otros horizontes, el cepo cambiario y el aumento de la desocupación. Éstos son algunos de los problemas a los que el gobierno se enfrenta pero que en sus discursos la Presidente se empeña en ignorar. Así, el gobierno que iba por todo puede terminar sin nada, pero luchará hasta el final. Martín Insaurralde y Guillermo Moreno son dos exponentes de la fatiga de material que hoy exhibe el cristinismo.

Martín Insaurralde, casi un perfecto desconocido  fuera de los límites de Lomas de Zamora, fue el Plan “C” de Cristina Fernández. La Presidenta se vio obligada  a descartar como candidatos a Alicia Kirchner, que fue arrasada por las inundaciones en La Plata y a Florencio Randazzo que dejó de ser una alternativa electoral luego de la tragedia de Castelar.

El bajo nivel de conocimiento de Insaurralde, aproximadamente del 57% según las primeras encuestas, obliga a la Presidente a convertirse en la verdadera candidata del Frente para la Victoria secundada por Daniel Scioli. Ella deberá cargar con la victoria pero también con la derrota, en unas elecciones que lo que está verdaderamente en juego es la continuidad del modelo que sólo será posible con la continuidad en el poder de Cristina Fernández. Es lo que en definitiva quiere decir la diputada Diana Conti cuando sostiene que “Cristina es imprescindible”.

El rol protagónico del Guillermo Moreno como el funcionario más importante del gobierno encuentra su explicación en el estilo de gobierno de Cristina Fernández. Es un soldado dispuesto a obedecer ciegamente y no llevar malas noticias a su jefa; esas malas noticias que la realidad se empeña en generar. La vigencia de Moreno demuestra un gobierno con serios problemas de management, un sistema que premian a los que obedecen sin importar su grado de eficacia en la resolución de los problemas. Es claro que el Secretario de Comercio no ha resuelto ninguno de los problemas que han pasado por su escritorio, en el mejor de los casos ha conseguido retrasar sus efectos que luego han sobrevenido con mayor potencia.

El gobierno de Cristina Fernández no es un gobierno de los mejores, sino de los más obedientes y Moreno es un claro exponente de este estilo de ejercer el poder. Por eso quienes forman parte de gabinete no son importantes porque su poder de decisión es casi siempre nulo o demasiado estrecho como para imprimir un estilo distinto del que no sea la obediencia ciega. Guillermo Moreno es parte de la fatiga de material de un gobierno conducido con mano de hierro y donde se permite el debate. Sería muy difícil imaginar que alguien de prestigio y con pensamiento propio se uniera a un gobierno que únicamente requiere soldados con fe ciega y vean la realidad como una conspiración.

En este contexto la radicalización de cristinismo es inexorable, independientemente del resultado de las elecciones. Si gana entenderá que el cheque en blanco que resultó el 54% de los votos con que Cristina Fernández se alzó con la reelección se habrá revalidado. Si pierde interpretará que habrá que redoblar la apuesta para garantizar la continuidad del modelo; al igual que lo hizo Néstor Kirchner después de la derrota del 2009 a manos de Francisco De Narvaéz. El escollo en uno y otro caso siempre será la Constitución y la Corte Suprema de Justicia, pero la radicalización de la Presidenta y sus seguidores está garantizada.

Es probable que una señal de esa radicalización que está por venir sea el ascenso del general César Milani como Jefe de Estado Mayor del Ejército. Por primera vez un oficial de inteligencia llega a la más alta jerarquía del arma más importante del país. En un país sin hipótesis de conflicto y con la prohibición de hacer inteligencia fronteras adentro, la inteligencia militar debería ser una especie en extinción. Sin embargo, cuenta con un presupuesto de algo más de $ 300 millones y trabajan en ella más de 700 personas. Es extraño y preocupante y no son pocos los que creen que la inteligencia del ejército pudiera utilizarse con fines internos. Tal vez un nuevo Proyecto X, que en su discurso por el Día de la Independencia la Presidente volvió a desmentir su existencia. La causa tramita en el juzgado de Norberto Oyarbide. El 9 de marzo de este año, Infobae informó que fuentes allegadas a la causa confirmaron la existencia de unos 500 documentos distribuidos en cinco discos obtenidos en un allanamiento al Centro de Reunión de Información de la Gendarmería en Campo de Mayo. A través del Proyecto X se habría espiado durante años a dirigentes sociales y políticos.

La preocupación de muchos dirigentes de la oposición es que ahora sea la inteligencia del Ejército la que se encargue de esos menesteres. Por eso, tuvieron mucha repercusión las palabras del General Milani cuando en el acto de juramento de las nuevas cúpulas militares dijo que quiere un ejército que acompañe el proyecto nacional. Todo esto no es una casualidad y también tiene que ver con un gobierno que exhibe fatiga de material y por lo tanto entiende que necesita endurecerse. No hay adversarios, hay enemigos que acechan.

La declaración de Milani es interesante porque  y también apuntaría a borrar una de las diferencias del modelo nacional y popular con el chavista. Hugo Chávez era militar y desde un primer momento las Fuerzas Armadas fueron su base de sustentación política, siempre fueron parte del modelo. En la Argentina no sucedió lo mismo. Primero fue necesario depurarlas de las secuelas de la dictadura pero diez años después ese trabajo parece estar terminado y Milani podría ser el jefe que las lleve a integrar el modelo.

El analista político Rosendo Fraga cree que ese proceso tuvo su primer paso en las inundaciones de La Plata donde efectivos del Ejército trabajaron codo a codo con los militantes de La Cámpora. Una especie de Operativo Dorrego de estas épocas.

Los próximos meses serán intensos y determinantes. El gobierno muestra, que después de diez años en el poder, padece de una fatiga de material que se demuestra en la falta de candidatos y de funcionarios capacitados para resolver los problemas. El único detalle es que Cristina Fernández de Kirchner cree que esos problemas no existen o que, en el mejor de los casos, son culpa de los conspiradores de siempre.