¿Si Brasil se cae, cae todo alrededor?

Martín Simonetta

La incertidumbre político-institucional que vive Brasil salpica su economía y la ha puesto en un escenario recesivo de profundidad con caídas del 3,8% anual para el 2015 y una previsión similar para el 2016, según datos del Fondo Monetario Internacional. Ante una inflación del vecino país superior al 9% anual y una profunda devaluación de su moneda —que mientras en el 2009 llegó a estar 1 a 1 respecto del dólar, hoy se encuentra a cerca de 3,5 reales por dólar— nos preguntamos cómo afecta y podrá afectar a nuestro país. Asimismo, nos planteamos qué estrategia debe adoptar la Argentina en este escenario.

El vínculo comercial con Brasil es muy potente: es el primer destino de exportaciones de la Argentina. Asimismo, uno de cada cinco dólares que nuestro país vende al mundo lo hace a este gigante. En este contexto, en el 2015 las exportaciones de nuestro país a Brasil cayeron en un 47,9%, es decir, a casi la mitad. Si ponemos el foco en las exportaciones industriales, vemos que uno de cada dos dólares exportados por nuestro país se dirige a Brasil (8 de cada 10 dólares del sector automotriz). Estos simples datos nos dan una idea de la relevancia de este vínculo comercial y su impacto en la economía nacional.

Diversos estudios específicos arriesgan la hipótesis de que por lo menos son necesarios dos años para que la economía brasileña se comience a recuperar, hipótesis basadas en muy complejas variables políticas. Pero, a pesar de los datos comentados, pensar que el destino de la Argentina está necesariamente ligado a lo que suceda en Brasil parece ser excesivamente determinista. ¿Podemos “inmunizarnos” de lo que suceda en el gigante sudamericano?

 

De un regionalismo cerrado a uno abierto

Uno de los desafíos que tiene la Argentina (además, por supuesto, de estabilizar su situación macroeconómica) es diversificar su dependencia económica. En un mundo global, todos los países —y las personas— dependen de muchos otros. Ya no hay un mundo bipolar, este-oeste, como en otras épocas de la historia. Hoy podemos elegir qué estrategia adoptar.

La crisis en Brasil es una oportunidad para que la Argentina deje de concentrar sus vínculos comerciales con sólo un par de países, como son Brasil y China, y pueda abrir sus mercados hacia otros países del mundo. Es fundamental concretar la flexibilización del Mercosur, demandada por Uruguay —uno de los países socios— desde hace tiempo. Esto implica mantener los aspectos que funcionan de este acuerdo (zona de libre comercio intrazona), pero permitir a los países miembros firmar acuerdos con terceros países del mundo, lo que cambiaría el actual regionalismo cerrado hacia un regionalismo abierto. Tal es el caso de la política comercial de Chile, país que —con menos de la mitad de los habitantes— exporta más que la Argentina y que tiene sus vínculos comerciales diversificados en decenas y decenas de países de los cuales importa y a los cuales exporta.

Mi admirado y querido amigo Carlos Escudé desarrolló el concepto de realismo periférico para describir la estrategia recomendable para los países con menor poder relativo. Señala que a los menos poderosos les resulta muy conveniente tener vínculos diversificados con otros países, porque evitan así apostar a un único actor internacional (es decir, a un único país poderoso). Dado que todos somos dependientes de los demás, recomienda tener esta dependencia diversificada. Como dice la vieja frase: “No poner todos los huevos en la misma canasta”, pues si se cae esa canasta, nos quedaríamos sin nada.

La diversificación del riesgo a nivel de los vínculos económicos globales es un paso necesario para desarrollar una mayor previsibilidad económica e institucional y poder contar con una economía que permita planificar a largo plazo sin temor de responder a la pregunta: “¿Qué le pasará a la Argentina si Brasil se cae?”.