Hay 95 planes sociales pero ni uno solo de seguridad

La carnicería de lo inmediato hace que estemos afilando el cuchillo cada día esperando a carnear a la víctima de la semana. Ivo Kutzarida se abraza al motochorro. El motochorro, que para unos es una víctima del sistema y para otros hay que crucificarlo ya se perfila como participante del próximo Bailando por un sueño. El Padre Juan Carlos Molina, titular de la SeDroNar, opina que hay que despenalizar todas las drogas. El Padre Pepe le achaca que desconoce la realidad de los barrios y que el Papa no estaría de acuerdo con esto; el Padre Molina dice que sí estaría. Continuar leyendo

No llamemos a Harry Potter

Corre, limpia, barre. No es un consejo del Señor Miyagui, es la forma en que generaciones enteras conocieron al servicio militar obligatorio, más popularmente llamado “Colimba”.

El kirchnerismo ha intentado apropiarse sistemáticamente de las ideas de redistribución e inclusión social a lo largo de esta década que pasó. Al margen de las consideraciones específicas y relativas que se puedan hacer sobre ello, que diez años después surja desde sus referentes más extremistas la idea de que vuelva el servicio militar obligatorio figura mínimamente como una contradicción. Una contradicción que en el peor de los casos no sería tan grave si fuera acompañada de experiencias públicas y un contexto delimitado estadísticamente que pudiera sugerir la necesidad de generar una discusión alrededor del tema. No, fue una contradicción donde se mojaron el dedo, vieron para donde soplaba el viento y la tiraron.

A veces, algunos actores políticos, intentan construir la sensación de que el modelo kirchnerista está agotado por problemas económicos. Esos mismos que cuando hay una recuperación piensan que hay que enfrentarlos en la calle y caen en las posiciones más extremas para diferenciarse. El modelo kirchnerista está agotado, no por los problemas económicos o financieros que puede atravesar cualquier país del mundo. Está agotado porque su “matriz diversificada con inclusión social” se convirtió en una matriz incapaz de incluir, que quedó obsoleta, a la que no le alcanza ni con la asignación universal por hijos, ni con el plan Progresar.

Si en la agenda pública y los esfuerzos del Estado sólo importa la redistribución antes que la generación de riqueza, se está frente a un problema axiomático, porque la generación de riqueza implica mucho más que esfuerzos o medidas económicas. Es por esto que quedó obsoleto el modelo en el que se entiende el problema de la marginalidad como un problema de plata, y los más de 90 planes sociales que tiene el Gobierno Nacional son una muestra de que confunde redistribución de riqueza con redistribución de pobreza. Para ellos, lo pequeño, lo individual y lo grupal no existen. Para el gobierno nacional existe lo grande, lo enorme, lo magnífico, el gran relato, la gran teoría, la gran conspiración, los grandes grupos económicos. Las grandes explicaciones que sirven como justificación de sus fracasos.

A esto se agrega el enorme deterioro de la calidad educativa que dejó a nuestro país en los últimos lugares de las mediciones PISA. El kirchnerismo, en este último mandato presidencial ha depositado mayor importancia al fallido intento de reforma constitucional, a la ley de medios y a la reforma del sistema judicial, que a la consideración de un debate entre las distintas fuerzas políticas nacionales para llegar a un consenso sobre una reforma educativa que tenga en vista una revolución en la calidad de la enseñanza.

El próximo Presidente posiblemente tenga como principal desafío darle un giro de tuerca a esta matriz de inclusión, así como pensar en el trabajo como factor de redistribución cuando la riqueza pierde valor.

Corre, limpia y barre. Eso es lo que deberíamos hacer con la generación de políticos que no se da cuenta que con las recetas mágicas de Harry Potter los argentinos no ingresamos al futuro.