El gobierno quiere importar tomates de Brasil para luchar contra la sensación de inflación, vacunando al relato kircherista en las verdulerías, los supermercados y en los bares donde venden ensaladas.
Si mi tía va al súper y el tomate está carísimo, todo pasa a estar carísimo para ella. En la instancia de compra, el tomate se elige con cuidado y eso hace que el precio se note.
Metiendo al tomate en la lista de productos escondidos en las góndolas, el kirchnerismo pelea contra la inflación en el plano de la percepción y no de la política económica.
Para eso están dispuestos a traer tomates de Brasil más caros que lo que cuesta producirlos en Argentina. Dijo Capitanich: “trataremos de importar a precios inferiores al mercado local”. Ya sabemos lo que significa -”trataremos”- en el idioma de los funcionarios.
El tomate en góndola en Brasil cuesta en general un poco más que en la Argentina (el equivalente de 14 pesos argentinos contra trece pesos acá), estamos en meses de tomate barato en el mercado local, sumando los costos de flete, no parece haber margen para que el tomate brasilero cueste más barato que el argentino.
La importación de tomates de Brasil es un ejemplo más del kirchnerismo cortina de humo, esta vez pizza napolitana, ensalada mixta.