La agenda del desarrollo

Miguel Braun

En 2033, la Argentina cumplirá 50 años de democracia ininterrumpida. Seremos entonces cerca de 50 millones de argentinos. Si logramos crecer al 4,5% anual durante los próximos 20 años, nuestro PBI per cápita será similar al de España y otros países desarrollados. Pese a su crisis actual, en España se vive mejor que en la Argentina, es un objetivo deseable y posible.

Pero no va a suceder solo. El crecimiento de la última década se debió sobre todo a la recuperación de la peor crisis de nuestra historia reciente, al crecimiento de la demanda global por nuestros productos y al aumento en los precios de nuestras exportaciones, sobre todo la soja. El crecimiento generó algo de inversión para cubrir la demanda creciente, tanto externa como local, pero salvo en el agro, donde la revolución tecnológica permitió multiplicar la producción, en el resto de la economía no hemos visto un cambio significativo en la productividad. Como muestran acá los economistas de Cippec Eduardo Levy Yeyati y Lucio Castro, tampoco hemos profundizado el grado de industrialización comparado con los malditos noventa. Es simple: sin aumento en la productividad por trabajador, no se pueden sostener aumentos en los ingresos de todos, y el aumento en la productividad por trabajador requiere más capital y mejor tecnología.

Paul Romer, economista de Stanford que pronto va a ganar el premio Nóbel por sus investigaciones sobre desarrollo tecnológico y crecimiento económico, imagina la tecnología como los planos de una casa o una receta. Si tenés los planos y los materiales podés construir la casa, y con la receta y los ingredientes podés preparar el plato, estés donde estés. La tecnología es un poco así, e internet hace que hoy un chico en Tucumán tenga más información en su smartphone de la que tenía Bill Clinton cuando era presidente de EEUU. Si los argentinos, que somos apenas el 0,6% de la población mundial, nos organizamos, podemos aprovechar la tecnología que hay en el mundo para convertirnos en un país rico, seguro y justo. Pasada una década signada por la suerte económica apropiada por el Estado y repartida para potenciar el consumo y ganar elecciones, tenemos que pensar cómo atraemos capital y tecnología para seguir creciendo y vivir mejor.

El kirchnerismo cree que se logra con más intervención estatal, nosotros creemos que hace falta una mejor intervención, más inteligente. Una intervención que genere la infraestructura que necesitan los emprendedores para desarrollar sus proyectos con éxito. Esta infraestructura es en parte física (caminos, trenes, puertos, fibra óptica) y en parte de conocimiento. El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires muestra un camino posible: creó un distrito tecnológico donde ya se radicaron más de cien empresas de tecnología, desarrolló un programa de incubación de nuevas empresas tecnológicas que les brinda apoyo a los nuevos emprendedores, y llevó a un grupo a Silicon Valley para que hagan contactos y consigan financiamiento para sus proyectos.

Todos vamos a vivir mejor cuando las políticas nacionales se orienten a que más emprendedores quieran empezar y hacer crecer sus proyectos en la Argentina, porque sin emprendedores no hay inversión ni desarrollo tecnológico.