La Presidenta evita los verdaderos problemas de los argentinos

Como en cada oportunidad que la Presidenta se dirige a los argentinos, presté especial atención a su discurso. En este caso, en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso ante la Asamblea Legislativa y último de su mandato. Lamentablemente y pese a mis expectativas, el último no fue diferente a los demás. La Presidenta continuó con su costumbre de hacer caso omiso a las cuestiones que le preocupan a la gran mayoría de los ciudadanos e intentó exponer solo los temas de su propia agenda. 

Si bien no le quito importancia a los anuncios efectuados  sobre la estatización de los ferrocarriles o los proyectos vinculados a la industria, sí me resultó insólito que haya planteado que “ningún miembro del Poder Judicial enjuició jamás a los que se llevaron todo”, siendo ella la cabeza de un Gobierno en la que la mayoría de sus miembros con mayor responsabilidad no pueden explicar su patrimonio y en el que amigos de la misma familia presidencial son acusados de lavar dinero en el exterior.

Me parece más trascendente aún la ausencia absoluta en el discurso a referencias hacia cuestiones vitales que siguen esperando una respuesta satisfactoria de parte de la gestión oficialista. Por ejemplo, una discusión sobre la Asignación Universal por Hijo, para que ésta sea más equitativa y una verdadera ayuda pero para todos los necesitados y no solo una parte.

También se hace urgente pensar en la educación que el Estado le está dando a nuestros hijos. Y en ese aspecto, con maestros en estado de huelga en varias provincias del país, la Presidenta ni mencionó la posibilidad de hacer crecer ese presupuesto educativo que debe cimentar el futuro de nuestra Argentina.

Lo mismo puede decirse de la salud pública, con hospitales a los que le faltan los insumos básicos y con instalaciones precarias, antiguas e insuficientes en la mayoría de los casos.

Y para el final, quiero decir que la Presidenta ni mencione entre sus palabras la palabra “inseguridad”, no es más que una prueba de la incapacidad que han mostrado para al menos intentar paliar tanto delito y violencia. Que el sufrimiento de todos los argentinos cada vez que salen a la calle para ir a sus trabajos y deban mirar a cada esquina temiendo por su seguridad no sea un tema de la agenda presidencial me resulta indignante. 

Lo mismo me sucede cuando los problemas severos que aún sufren los jubilados en nuestra sociedad no tengan un reflexión de parte de nuestra mandataria. Sólo estamos esperando un PAMI más profesional  con servicios  de calidad  y sin  interrupción  de prestaciones.

No podemos encarar este año legislativo y último de la gestión kirchnerista – con todos los problemas estructurales que ésta le dejará al nuevo Presidente que asuma – sin siquiera intentar un llamamiento a la tolerancia entre todos los habitantes de nuestra tierra. Solo respetando la opinión del otro, sin llenarlo de adjetivos para descalificarlo si no dice lo mismo que yo, lograremos una país con una democracia más plena, en la que cada ciudadano sienta que se respetan todos sus derechos. 

Con los abuelos, no

Durante los últimos años en la República Argentina, la violencia o agresividad con que los delincuentes cometen los delitos ha crecido de manera abrumante, y más aún cuando las víctimas son aquellos grupos vulnerables de la sociedad entre los que se encuentran, claramente, los adultos mayores. A continuación quisiera reflexionar sobre la situación y características de este colectivo social, sobre el que  mucho hablamos pero que siempre resulta insuficiente el volumen de cosas que hacemos por él.

Son grupos vulnerables quienes por sus características de desventaja requieren un esfuerzo adicional para incorporarse al desarrollo y la convivencia. Por ello, son más propensos a sufrir algún tipo de maltrato a sus derechos humanos, siendo el deber indiscutible de las políticas públicas impulsar acciones tendientes a su protección. Vayan entonces algunos datos que hemos podido colectar como muestra de lo dramático de la situación.

Las estadísticas a las que tenemos acceso demuestran que, en la actualidad, las principales víctimas de delitos son los adultos mayores. Son quienes suelen ser más confiados por no haber sufrido tantas estafas durante el pasado y creen que tampoco ahora las sufrirán, actuando en función de las experiencias vividas.

Generalmente los delincuentes utilizan maneras afectuosas de persuadirlos. Esto es debido a que los adultos mayores son mucho más susceptibles a experimentar emociones intensas, sobre todo si están relacionadas a perder algo querido dado que, en la mayoría de los casos, su principal sostén y su vida giran en torno a ello (un familiar, el cobro de una jubilación o pensión, recuerdos preciados, etc.).

A modo de ejemplo, los últimos datos arrojados por la Procuración Bonaerense informan que en el año 2012 hubo 1196 crímenes dolosos en la Provincia de Buenos Aires, de los cuales el 7.5 % fueron cometidos a adultos mayores. De igual manera, el último informe publicado por el Ministerio de Seguridad, arroja que durante el 2013 se registraron 1268 hechos y un 8% tuvo como víctima a adultos mayores de 65 años (nótese el claro aumento de porcentajes verificado de un año al otro).

Asimismo, dichos crímenes  fueron efectuados en un 64 % mediante armas, un 5% mediante objetos contundentes, un 22% mediante armas blancas y un 9% por otros medios.

Entre este último porcentaje se podría ubicar aquella agresión efectuada mediante la propinación de golpes de puños, que es, en muchas oportunidades, debido a la debilidad física e imposibilidad de defensa, la manera de amedrentar o maltratar a los adultos mayores durante la comisión de los delitos.

Otros datos a destacar arrojan que el 26 % de los crímenes son efectuados en casas particulares y el 52% en la vía pública.  Una práctica común de este grupo etario producto de las costumbres que tenían de más jóvenes, cuando las estadísticas de delincuencia eran mucho más bajas, es el guardado del dinero y objetos preciados dentro de sus propias viviendas, lo que incentiva a los delincuentes a ingresar a sus casas, mediante el engaño o a la fuerza, y maltratarlos hasta que logran la entrega de dichos valores. Durante este año, los últimos  casos conocidos fueron efectuados con esta metodología delictual.

También es destacable el informe elaborado por la Corte Suprema de Justicia, de donde se desprende que en el ámbito de la Capital Federal y el Conurbano Bonaerense asesinaron en un año a 55 adultos mayores -a un promedio de uno cada 159 horas- y que un adulto mayor es asesinado cada 96 horas en el resto del país.

Dentro de todos estos casos, que son objeto de estadísticas, sería dable mencionar aquellos que no son tomados en cuenta como tal,  produciéndose la muerte de los adultos mayores víctimas de la agresión días y hasta meses más tarde a causa de los golpes o sumergidos en un estado depresivo y de temor que finalmente les afecta físicamente.

En consecuencia de todo lo expresado anteriormente, y teniendo especial consideración a la importancia del desarrollo de políticas públicas de protección social destinados a los grupos vulnerables de la sociedad, es que se exhorta a que los organismos públicos con competencia específica en el abordaje de las temáticas de personas mayores, disponga las acciones que resulte menester para mitigar la grave situación imperante en la actualidad.

Palabras mas o menos estos han sido los fundamentos con los que he presentado un proyecto de Resolución en la Cámara de Diputados de la Nación solicitándole al Poder Ejecutivo Nacional  que, a través del Organismo Competente, o sea el Ministerio de Seguridad, y con la colaboración de entes como la Administración Nacional de Seguridad Social (Anses ) y Pami, se articulen acciones preventivas para mitigar esta ola delictiva que asola a toda la ciudadania  y particularmente a nuestros mayores.

Un granito de arena y  un pequeño aporte para ocuparnos de quienes tanto dieron por el futuro de nuestra patria y, que en su vejez  y con sus magras jubilaciones, no puedan ni siquiera tener la tranquilidad de pasear con sus familiares, llevar nietos a su colegios o seguir integrados de alguna manera a los quehaceres cotidianos fuera del hogar.

No me acostumbraré y hago votos a que la sociedad no se acostumbre a estas realidades. Trabajaré sin descanso para revertir junto a mis pares estas penurias sociales, empezando por uno mismo, demostrando que siempre es posible hacer algo por el prójimo y en especial  si ellos han dado tanto por nuestro futuro.