Cobos y Scioli, almas gemelas

El vice de La Doctora y el vice de El Furia.

escribe Serenella Cottani

“Al final, vamos a quedar los dos” –dijo uno de los dos, Cobos o Scioli.
Fue en la cena secreta de diciembre de 2012, en Villa La Ñata, que tanto enojó a los cristinistas salvajes.

Julio Cobos, El No Positivo, y Daniel Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol I, mantienen un pasado llamativamente común. Los unifica.
Ex vicepresidentes que padecieron las condenas respectivas de los dos presidentes que les correspondieron.
Scioli lo tuvo que aguantar a Kirchner, El Furia. Mal, aceptémoslo, no le fue.
Cobos debió soportar a Cristina, La Doctora. Y al salvajismo. Fue un calvario.

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Los que ponen votos y los que ponen versos

DANIEL, MAURICIO Y SERGIO II: El conflicto que desangra al cristinismo en retirada.
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella

“Si adentro hay nada más que 60 mil, es fácil, te ponés 30 en un bolsillo y 30 en el otro y te vas. ¿Para qué vas a llevarte la caja?”.
La Doctora, según nuestras fuentes, ilustraba a los testigos perplejos. Todos “titulares”. Aludía, con indiscreta confidencialidad, al extraño robo filmado en la residencia de Sergio Massa, La Rata del Tigre, Aire y Sol II.
El robo a Massa es casi tan inexplicable como el misterio del crimen de El Lauchón. Ampliaremos.

El episodio tratado de la caja transcurrió en la reunión “cerrada” del Hotel Patagonia, en Río Gallegos, ex Tierra Santa. Después que la santidad territorial se desplazara, oportunamente, hacia el Tigre.
Alude a la idea de la presunta abundancia. Reflejo de la prosperidad, en materia de expectativas.
Calibra la actualidad política en la provincia (inviable). Buenos Aires.

Los Sin Techo

Basta con confirmar que determinado empresario, de relativo primer nivel, buscaba, sin suerte, durante la semana anterior, una manera directa de llegar a Sergio. Mantenía el saludable propósito de acudir en auxilio solidario del vencedor.
“Mirá que no quiero pedirle nada”, advirtió el empresario, según nuestras fuentes, al canal confiable que podía intermediar.
Al contrario, “es para ponerle”.

El muchacho, en semejante aspecto, “está muy dulce”. Le sobra. Como para no preocuparse, en exceso, por el contenido de la caja extrañamente robada. De manera tan visible. Como estaba visible la “carta robada” del cuento de Edgar Allan Poe.
Trasciende que, a esta altura, por la demanda, cuesta obtener cinco minutos con Sergio.
Significa confirmar que Aire y Sol II, el actual propietario de la centralidad, casi no tiene espacio para recibir a la totalidad de los garrocheros que sobrevuelan a su alrededor. Y procuran aterrizar en Tigre, Tierra Santa.
Con la metafórica garrocha en la mano, los abnegados también hacen antesala, durante horas, en la puerta del edificio de Cerrito y Juncal. Es donde se habilitó un piso entero, “para el armado político”.
Llegan los audaces para postularse como referentes del “massismo”. Desde los puntos más alucinantes del país.
Aunque el muchacho -Sergio- deba prepararse, apenas, para las iniciales legislativas de octubre.
Proliferan los “sin techo” que llegan con la medialuna enarbolada. Pretenden, ansiosamente, los medialuneros, “cerrar algo”. Asegurarse un techo, estar “adentro”. Ahora, ya. Los profesionales no quieren llegar tarde. Ni “quedarse afuera”.

Lo difícil de explicar

Para colmo, la escuadra de Francisco de Narváez, El Caudillo Popular, el vencedor de 2009, pasa a convertirse en un aeropuerto que registra exclusivamente las partidas. Sin ningún arribo.
A esta altura, y con suerte, sólo le quedan votos para reservar una banca.

Con semejante perspectiva, el cristinismo se desdibuja. Solo. Se cuece en la tinta de sus contradicciones.

“El kirchnerismo es un fenómeno difícil de explicar”, dijo La Doctora, al estimable periodista de la casa. Propia tropa.
Dolorosamente altiva ante la derrota, La Doctora no puede explicar la admirable construcción del poder kirchnerista.
Menos puede interpretar, entonces, la abrupta declinación del cristinismo.
Del 54% al 29 actual, en menos de dos años.

Con el tiempo, cuando pasen las turbulencias y los divisorios rencores, podrá estudiarse -en seminarios privados como los del portal- tanto la construcción kirchnerista como el desmoronamiento cristinista.
Partes del mismo fenómeno “difícil” -para La Doctora- de “explicar”.

Votos y versos

Aquí tratamos, en exceso, el apoyo de las otras dos patas fundamentales de “El Trípode”.
De Hugo Moyano, El Charol, y de Héctor Magnetto, El Beto. Es el poder real que se intentó superar.
Hoy se asiste al desvanecimiento de la alianza tácita entre lo que queda. Los peronistas que ponen los votos y los progresistas que aportan los versos.
Es el resultado de la insuficiencia catastrófica del frepasismo tardío.
Lo supo diseñar Carlos Zannini, El Gran Consumidor de Pescado (Podrido). Es el antiperonista que alcanzó la proeza de conducir un gobierno de matriz peronista.
Al fin y al cabo, para La Doctora, los “buscapinas” de Unidos y Organizados resultaron aún menos útiles que los ambiciosos cobradores de sueldos de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora.

En el intermedio de las derrotas, el conflicto hoy se da entre los que ponen los votos, que sienten peligrar el control de sus feudos, y los que ponen los versos. Los que perciben su anulación porque espantan, con sus brillantes ideas, justamente a los votos.

Las diferencias estallan, para colmo, en la delicada problemática de la inseguridad, que de pronto adquiere existencia.
Y no se trata, apenas, de recurrir a los servicios abusivos de la “Gendarmería para la Victoria”. De los miles de gendarmes que dejan las fronteras libradas a la suerte, para evitar los crímenes multiplicados del conurbano bonaerense.
Los que aportan el verso progresista ya no se conforman con la dignidad de los juicios, ni de los presos.
Se les esfuma, de repente, también la hegemonía argumental.
Hoy los verseros tienen que soportar la jura, como Ministro de Seguridad, del mini-gobernador de Ezeiza, Alejandro Granados, El Mangrullo.
Es el aportador de votos que supo alardear, incluso, hasta por su penosa “mala puntería”, que le impidió cargarse dos o tres delincuentes desesperados.
A quienes, según los que aportan los versos -a cambio de ejemplar humanismo y presos sin importancia-, debe tratarse con mayor consideración. Con firmes garantías básicas. Sin gatillos explicablemente temperamentales.

“Tanto pedir por la cabeza de Casal y ahora tienen que bancarse alguien que es mucho peor que Casal. Más duro aún, como Granados”, confirma la Garganta.
Es -Granados- el peronista clásico de colección. Readaptable al distinto tenor de las jefaturas que desfilaron, mientras consolidaba el dominio en su feudo. Ezeiza.

Desplazamiento de la responsabilidad

Pero ánimo, no todo está perdido. El retroceso del progresismo inspira una idea casi genial, apenas positiva para constar en actas.
Significa el desplazamiento de la responsabilidad por la próxima derrota.
La victoria abrumadora de Sergio, Aire y Sol II, que se aguarda para octubre, pasa a ser, en adelante, la exclusiva responsabilidad de Daniel, el Líder de la Línea Aire y Sol I.
En defensa propia, Scioli se pone al frente de la causa perdida. Una campaña compuesta por hombres especialmente seleccionados para la tarea de aislarlo. Cuando La Doctora ya carecía de brújula, estrategia. Sobre todo de buena información. Y la surtían de pescado que olía muy mal. Podrido.

La última alquimia consiste en transferir la responsabilidad de la derrota a Daniel.  A los efectos de atenuar los calamitosos errores de la dupla, de La Doctora y Zannini, que amparan a los aportadores de versos, y que hoy se encuentran en retroceso y en banda.
Son los máximos responsables del descalabro institucional que se viene. Y que permite aludir a la necesaria indulgencia de los vencedores. Como de los oportunistas que quieren sangre. O producir caídas dramáticas, situaciones límites. Imaginan renunciamientos. Ampliaremos.

Al cierre del capítulo de la flamante miniserie se registra, según Consultora Oximoron, en la Buenos Aires inviable, una diferencia de 14 puntos. En favor de Sergio. Sobre el buenito de Martín Insaurralde, El Barrilete de Plomo.
Para Oximoron, la próxima derrota de octubre produce un inapelable desplazamiento institucional del poder.
La alarmante fragilidad del Ejecutivo determina la próxima centralidad en el Legislativo, que a partir de diciembre tendrá no menos de cinco candidatos presidenciales.
Tres en la cámara mayorista, o sea Diputados.
Massa, Julio Cobos, El No Positivo, y Hermes Binner, el John Wayne de El Hombre Quieto.
Y dos, hasta hoy, en la pasiva selectividad del Senado.
Ernesto Sanz, La Esperanza Blanca, el Reutemann de los radicales. Y Adolfo Rodríguez Saa, del Estado Libre Asociado de San Luis. Siempre y cuando, después del último papelón, El Hermano Alberto dé un paso atrás, como en el tango. Para dedicarse a la pintura, que lo reclama, como el teatro. O a los placeres del ocio, la gratificación del amor.

Oberdán Rocamora
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El cristinismo es mejor cuando miente

Oscar Wilde, Celedonio Flores, Alfred Hitchcock y Mikis Theodorakis.


escribe Carolina Mantegari
Editora del AsísCultural,

“Cuando bajas de tu pedestal dejas de resultar interesante”.
Lo dice angelicalmente Sir Alfred Douglas, el noble joven, bello y perverso, al desmoronado Oscar Wilde. En De profundis.
Sin honor ni moral, a Wilde lo aguardaba el encierro en la cárcel de Reading.
Entonces, ¿para qué bajarse del pedestal?

Montado sobre el pedestal del relato, el cristinismo -como Wilde- resulta también más interesante.
Cuando se sincera, asoma abruptamente la vulgaridad. Se muestra previsible, humano. Ordinario.
Entonces, ¿para qué demonios sincerarse?

El cristinismo es mejor cuando miente.
Conserva la identidad superior cuando baja, hacia el semejante, el verso colectivo.
Cuando los propagadores, con astucia relativa, recitan la caravana inagotable de logros imaginarios.
Y cuentan descaradamente “las hazañas” diseñadas. Como aquel guapo del tango “As de Cartón”.
El que “de grupo” se “hizo cartel”. Engrupía “a los giles”. Pero se creía, con convicción, el propio cuento.

Salvar el verso

Al aproximarse a la verdad, invariablemente el cristinismo se autodestruye.
Como se autodestruían, al ser escuchadas, las grabaciones de los films de espionaje, en blanco y negro. Con Dana Andrews o Victor Mature.
O como en la superior “Intriga Internacional”. Con Cary Grant, James Mason y el suspenso de Alfred Hitchcock.

Decepciona, sin suspenso, tanta verdad. De repente. Sin anestesia.
Por ejemplo, de nada sirve que Miguel Galuccio, acaso el empleado jerárquico más aventajado que responde a la Tía Doris, confiese, muy suelto de cuerpo, que la “situación energética es grave”. Delicada. Lo sabe cualquier atento a la ceremonia cotidiana de la dilapidación.
Estimulaba más Julio De Vido. Cuando solía castigar, por fracasados, a los antiguos Secretarios de Energía.
Una manga de infelices que sostenían lo mismo que Galuccio sostiene hoy. Que Argentina se dirigía derechito a la peor crisis energética. Pero los pobres quedaban como profetas de la negatividad. Superados que atentaban, con la impotencia de las malas ondas, contra el vigente “modelo de desarrollo, con inclusión social”. Una receta original.

Un “modelo” exitoso y por lo tanto envidiable. Generó ocho millones de puestos de trabajo. Diez millones de flamantes jubilaciones.
Devolvió la dignidad, la Aerolínea de Bandera, eliminó en la década la pobreza extrema.
Y cuidó, como no supo cuidar nadie, celosamente, la mesa -y sobre todo la deuda- de los argentinos.

La razón de la realidad deriva en el concepto meramente académico que a nadie, en definitiva, le importa.
Datos para el olvido estricto de la indiferente posteridad.

Lo importante es ganar, con el verso, la parada en el momento.
Sólo vale salir airoso en el presente.
Cuando la debacle se avecine se encontrará, en todo caso, a quien culpar.
O se hará lo imposible para que le caiga, la ceremonia del ajuste, a otro. Y responsabilizarlo.
Lo primero que debe salvarse, del aluvión adverso, es la fantasía.

Odiar la verdad

“Odiar a la verdad es lo más recomendable”, sentencia Teodoro CF, hondo filósofo de Córdoba.

Martín Insaurralde, El Barrilete de Plomo, también fomenta, sorpresivamente, el culto a la decepción que tanto retrasa.
Para ser convincente, a los efectos de remontar su barrilete imposible, Insaurralde confirma que tampoco cree en lo que no cree nadie.
En el expresionismo de las estadísticas dibujadas. En los números truchos del INDEC.
A Insaurralde se lo privilegió con la candidatura para competir con su amigo Sergio Massa, Aire y Sol II.
De ningún modo para que intente aproximarse a la verdad. La categoría que debe odiarse.
Corresponde negarla. Como si fuera la inflación.

Tampoco sirve que el doctor-teniente coronel Sergio Berni, El Licenciado Serial, después de tantas omisiones en la magia de los cuentos, admita que la inseguridad existe.
Que no se trata del artilugio sensacional del señor Blumberg.
Menos sirve que deba discutirse la imputabilidad de los feroces delincuentes de 7 años para abajo.

Pasar de un “castillo al otro”, como en aquel texto de Louis-Ferdinand Celine, es aún menos aconsejable que dejarse arrastrar por la catarsis sincera.
Del castillo de Marcelo Saín -o de León Arslanián- se pasa, en el cristinismo, al castillo de Alejandro Granados, El Mangrullo.
De las argumentaciones presentablemente progresistas, sin la menor explicación, se salta hacia la dureza implacable de la “mala puntería”.
Para pesar de Verbitsky asoma, otra vez, la influencia ostensiblemente intelectual de Carlitos Ruckauf.

Viejo smoking, Tango

“Basta de realidades, lo que queremos es más promesas”.
Lo sostuvo el mejor J.M. Vernet. Otro positivista inspirado que pugnó, oportunamente, por reivindicar la invalorable fantasía.
Como aquel trastornado que interpretó Carlos Carella, en “El Acompañamiento”, pequeña gran obra de Carlos Gorostiza.
Alucinado, el personaje de Carella se había encerrado en una pieza para ensayar como cantante de tangos. Mientras su amigo, Ulyses Dumont, pretendía regresarlo a la realidad. Sin suerte.
Cantan después los dos, Carella y Dumont, desentonados pero a dúo. “Viejo Smoking”.
Es el tango de Celedonio Flores que contiene versos que resumen la peripecia nacional.

“Yo no siento la tristeza de saberme derrotado/
ni me amargan los recuerdos de mi pasado esplendor”.