El camino de Isabel

Sobre la formidable vocación por el suicidio institucional

Escribe Oberdán Rocamora . Redactor Estrella, especial para JorgeAsísDigital

“¿No quiere que Cristina vaya presa? ¿Se hizo kirchnerista?”

Dama Indignada de Recoleta

En 1976 la señora María Estela Martínez de Perón, Isabel, fue presa. Cinco años en El Messidor, Villa La Angostura, paraíso de Neuquén.

Transcurrida la Dictadura Militar, los generales-presidentes, todos, fueron alternativamente presos.

El extinto Jorge Rafael Videla (murió en la prisión de Marcos Paz). El extinto Roberto Eduardo Viola, “administrador de silencios” (liberado por el indulto de 1990), el extinto “majestuoso” Leopoldo Fortunato Galtieri (idem 1990). Sólo sobrevive -preso- el general Reynaldo Benito Bignone, 87 años.

En plena democracia, Carlos Menem también fue preso. Seis meses en la Quinta de Gostanián, Don Torcuato. 2001. Continuar leyendo

Evitar otro fracaso de la virtud

Macri, el bronce, y las ilusiones de la Argentina blanca

escribe Carolina Mantegari

Macri -o El Mauri- va razonablemente por el bronce.
Confirma que quiere “gobernar para todos”. En especial “para los que menos tienen”. Se impone creerle.
Sin embargo, entre los fastos puntuales del traspaso, pudo percibirse que el corte es transversal.
Es social, es económico, pero sobre todo es cultural (entonces el director le encarga el artículo de sociología cotidiana a esta cronista).

Gente linda, contenta y blanca

Toda gente linda. “Gente como uno”. Tanto adentro como afuera.
Movilizada por sus propios medios. Sin necesidad de alquilar micros. Sin distribución de choripanes.
Gente en general bien vestida, contenta y blanca.
Sin presencias de pobres. De desposeídos. Sin un morochito -siquiera- para disimular. Revisar material gráfico y filmografías.

Los cristinistas se enojaron cuando se les dijo, desde aquí, que un gobierno no podía sostenerse con el apoyo exclusivo de los que sacan.
Y enfrentado, para colmo, a los que ponen. Los sutiles ciudadanos silenciosos que pagan impuestos, terapias, consumen pasajes, prepagas, y mueven la economía. Aunque no inviertan. Por desconfianza.
Son los entusiastas que protagonizaron las ceremonias colectivas de los cacerolazos. En España, con mucha menos concentración de multitudes, sus promotores crearon Podemos. Hoy disputan el poder. Aquí, en cambio, sus promotores, los ingeniosos programadores de la improvisación, consiguieron, a lo sumo, empleos como prenseros. Y fatigan las redes sociales.
Hoy todo cambió. El mecanismo es a la inversa. Gobierna la algarabía de los que ponen, y a lo mejor por la confianza en Mauri pueden invertir alguna parte, aunque sea ínfima, del “canuto”. A pesar que El Mauri, en su tránsito hacia el bronce, mantiene intenciones de favorecer a los que sacan. Cambiarles la vida para que no necesiten sacar más.
Ripioso camino el del bronce. Con precipicios a los costados.

Lo importante es que la Argentina blanca disfruta de su fiesta postergada. De su “esperanza”. Del contagioso optimismo que se transmite, en circuito cerrado. Del reencuentro con las ilusiones que se suponían irrecuperablemente extraviadas.
Por la certeza de disponer de un gobierno que la representa. Y que se propone trascender (es la idea fija del bronce).
Con la incorporación del desplazado a la alegría colectiva. Para que aparezca, al menos de refilón, en la foto actual.

El fracaso de la virtud

Eufóricos transgresores blancos se fotografiaron burlonamente con “las patas en la fuente” de una plaza. No fue en la Plaza de Mayo. Como en la evocación del poema de Alfredo Carlino. O de Leónidas Lamborghini.
Pero el efecto buscado se logra: consiste en burlarse del peronismo -por fin- vencido.

Abundan los leñadores de árboles caídos. Como otros transgresores que prefieren discutir si La Doctora se vuelve a Santa Cruz en clase turística, o en exclusiva. O si el pasaje entero estuvo reservado para la militancia, para evitar sorpresas, abucheos. Como el abucheo que se divulga con más entusiasmo. Es un video de 30 segundos, donde se puede ver a osados vecinos de Recoleta, honorablemente irritados, bien curtidos con experiencias en aquellos cacerolazos.
Le gritan a coro “¡Chorra, chorra!”.
Conste que fueron años de rencor sigilosamente acumulado.
La presencia de La Doctora, en aquel rincón elegante de Juncal, ya no es bienvenida. Como cuando la aceptaban.
Entonces La Doctora criticaba a Menem en los canales de cable. Y las señoras que viajaban a Miami sin visa se encontraban oportunamente hartas de la cultura menemista. Ya “no garpaba”. Coincidían esos sentimientos con las posiciones de La Doctora. Por lo tanto era una peronista perdonable, presentable, hasta simpática. Como Bárbaro lo es hoy. Un peronista perdonablemente pintoresco que entretiene.

Los venerables vecinos, inoculados por la pasión del neogorilismo, liberan el resentimiento contenido. Pero desconocen, en simultáneo, la importancia energética que transfieren. La representación del Mal.
Y aquí se equivocan los vecinos enfurecidos porque el Mal, a la larga, atrae. Sobre todo porque lo que siempre fracasó, en la Argentina, es la virtud.
No sin razón, en la más ajustada de sus versiones, el peronismo es catalogado como el “fenómeno maldito del país burgués”. John William Cooke. Alguien para colmo muy leído, en los 70, por Jaime Durán Barba.

Cierto intelectual, un desaprensivo “ideólogo de la barbarie”, después del nuevo fracaso de los virtuosos, dijo:
“¿Qué m… pasa en este país para que nosotros, que somos lo peor que hay -repito, lo peor que hay- tengamos la obligación moral de resolver todos los problemas de esta sociedad?”.
El gran drama en la Argentina no lo produce la presencia del Mal. Sí suele producirlo el fracaso de la Virtud. El verdadero desafío de Macri y sus gerentes consiste en evitar otro fracaso de la virtud.

Aceleraciones, excitaciones

Los kirchneristas también se enojan cuando se les dice, desde aquí, que instalaron una Revolución Imaginaria. Que pese a la recitación de los adelantos sociales, la marginalidad es más grave que en el 2001 (cliquear).
Para colmo la marginalidad también está acelerada. Excitada por la fantasía de la inclusión. Por la creencia que el gobierno (popular) les pertenecía.
Una marginalidad franeleada por la fábula de la inclusión. Mientras, en la práctica, se los excluye. O a lo sumo sólo se los contiene.
Por lo tanto los pobres, los morenitos, los desposeídos, nada tienen que celebrar entre los fastos del cambio.
Los excitados de hoy son también aquellos caceroleros virtuosos. Los que creen disponer del gobierno que les pertenece.
Curiosamente es más fuerte el deseo de denostar aquello que se va que exponer la bienaventuranza de lo que posiblemente viene.
Sostenido, sobre todo, por el hartazgo que produjo el que se va.

Evitar otro fracaso de la virtudLa intolerancia minoritaria de los caceroleros sensibles -los precipitados de decepción fácil- amaga con convertirse en un obstáculo para la cercana estrategia del nuevo presidente. El Mauri que llega para conquistar el bronce. Para hacerle una muesca a la historia. Y gobernar para todos. En especial -nunca olvidarlo- para los que menos tienen.
Los que hoy desaparecen transitoriamente de la pantalla del festejo. Son muchísimos, y sin embargo esperan.

En coche al muere

Entregan a Scioli, en 2015. Como a Duhalde, en 1999.

sobre informe de Consultora Oximoron,
Redacción final Carolina Mantegari

Introducción
Cada 16 años

Cada 16 años se lo vence electoralmente al peronismo.
En 1983 renace la democracia con el peronismo agotado, necesitado de “renovación”. Vencido por el radical Alfonsín.
En 1999 se agota la versión menemista del peronismo. Vencido por otro radical, De la Rúa, con una venerable comparsa de centroizquierda.
En 2015 es Macri quien se propone para vencer, junto a los radicales, al peronismo agotado, en la versión kirchnerista.
Desde aquí se advirtió, una semana atrás, que el peronismo vegetal, sin ideas ni jefe, se encontraba en condiciones de vencer a la oposición dividida.
Pero hoy, aquí mismo, después de la primera ronda electoral, debe advertirse que la oposición liderada por Macri, con el guión simple y más insustancial, puede producir la matemática derrota electoral del peronismo. La tercera.
Una cada 16 años.

Osiris Alonso D’Amomio
Director Consultora Oximoron

——————————————————————————————————————————–

Menem y La Doctora

1999 y 2015 presentan similitudes llamativas y diferencias notables. Para discutirlas.
En su agotamiento de los 90, Menem supo ser más precavido, y acaso más inteligente que La Doctora, en el agotamiento actual.
Era bastante escaso el respeto que Menem le tenía a Duhalde. Como es escaso el respeto que La Doctora le dispensa a Scioli.
Pero Menem y Duhalde, enemigos íntimos, acordaron, ante el ventarrón de la adversidad, salvar la provincia de Buenos Aires, La Inviable.
La provincia fundamental que La Doctora y Scioli, en 2015 no pudieron -ni supieron- salvar.
Aparte, como candidato presidencial y simultáneo gobernador de la provincia, Duhalde mantenía un sentido trágico de la existencia. Y del destino.
En cambio Scioli, también candidato y simultáneo gobernador, se muestra como el eterno portador del optimismo agradablemente insalubre.
Pero en algo coinciden. El Scioli de 2015 se encuentra entregado, librado al sacrificio. Como aquel Duhalde de 1999.

Salvar la provincia

Menem sabía que Duhalde perdía (y Duhalde lo sabía también). Sin siquiera hablarse, acordaron salvar a la provincia.
El postulante a la gobernación de 1999 era el porteño Carlos Ruckauf, entonces vicepresidente de Menem (como lo fue Duhalde). Ocurre que Menem inició la moda de convertir a los vicepresidentes en gobernadores de Buenos Aires. Lo hizo primero con Duhalde y luego con Ruckauf. Pero lo imitó Kirchner, al convertirlo en gobernador al porteño Scioli, su vice. La moda se cortó con La Doctora por el incendio prematuro de su vice personal, Boudou.
A pesar de la excelente imagen positiva que lo hacía reinar en las encuestas, Ruckauf amenazaba ser vencido por una dama digna. Ella portaba una historia que conmovía. La señora Graciela Fernández Meijide.
Y en 2015, el candidato del peronismo, al contrario de Ruckauf, arrastraba una imagen negativa. Aníbal, el Premier de La Doctora, estaba acosado por otra dama digna. La señora María Eugenia Vidal.
Tanto Fernández Meijide como Vidal estaban aliados con radicales. En 1999, para ganar, los radicales se inclinaron hacia la izquierda, a través del Frente Grande. En 2015, para sobrevivir, los radicales se inclinaron hacia lo que todos presentaban como la derecha, a través de PRO.
Del centro izquierda los radicales pasaban al centro derecha. Con una extravagante curiosidad. Después del colapso de 2001 los radicales le dejaron al peronismo un obsequio de la casa. El Frente Grande, lo que quedaba. Para fundirse con el peronismo insaciable que llegaba para hacerse -como siempre- cargo.

Como “el general Quiroga que va en coche al muere”, del magistral poema de Borges, aquel Duhalde marchaba, en 1999, hacia la derrota. Pero para salvar la provincia se recurrió a quien entonces era el tercero en la cuestión. Domingo Cavallo, el ex superministro, hoy unánimemente impugnado. Cavallo tenía una Mutual que le servía para lanzarse a la presidencia.
(Y a Néstor Kirchner, gobernador de la época, de los mejores aplicadores de las recetas de Cavallo, se le ocurrió la brillante idea de bajarlo a Palito Ortega, el compañero de fórmula de Duhalde. Para colocar ahí a Cavallo.
“No nos conviene a ninguno de los dos”, le dijo Cavallo).
Como ya no podía salvarse el poder nacional, un Menem bien aconsejado prefirió, en el retroceso, salvar el poder provincial. Que Ruckauf fuera como gobernador de los dos postulantes presidenciales, Duhalde y Cavallo. Con la anuencia de Duhalde, que aceptaba ir “al muere”. Pero Buenos Aires quedó para el peronismo.

Vidal

En 2015 La Doctora, llamativamente menos precavida, creyó que la provincia no contenía riesgos mayores. Y la mujer, Vidal, se quedó sorpresivamente con la provincia para cambiar de manera rotunda el mapa y la atmósfera política del país.
Aníbal fue derrotado y hoy es Scioli el general Quiroga que va “al muere”. Al sacrificio. Entregado a Macri. Como aquel Duhalde a De la Rúa. Pero con la provincia perdida.
Scioli va “en coche al muere” entre senderos completos de multiplicados hermanitos Reynafé, que lo aguardan en los recodos.
Pero tal vez se equivocan los que creen que Scioli no está para ser “tapado con diarios”.
En todo caso debe destacarse que Scioli va al sacrificio “con fe, con esperanzas, siempre para adelante”.

Gobernabilidad

Gracias al triunfo revolucionario de Vidal sobre Aníbal, es Macri quien se eleva para ser el tercer verdugo democrático del peronismo.
16 años después de De la Rúa y 32 años después de Alfonsín.
Ante el entusiasmo cultural de los sofocados. Los hartos de la versión kirchnerista. Y con el simultáneo temor que les cuesta, en el fondo, reconocer.
Por la gobernabilidad. Por la fragilidad del guión. Por las experiencias -casi extorsivas- de la historia.

Duelo de celebridades

ensayo de Bernardo Maldonado-Kohen

Los dos primeros agotamientos de los ciclos peronistas fueron horriblemente resueltos por los militares que debieron hacerse cargo. Fracasaron.
En 1955, fueron al frente los usados generales descartables Eduardo Lonardi y Pedro Aramburu, con el complemento marino del almirante Isaac Rojas, que aportaba la cuota indispensable de fealdad.
Y en 1976 fueron el general Jorge Videla y el almirante Emilio Massera, con el complemento aeronáutico del casi anónimo brigadier Agosti.
Representación de los devastadores desubicados que se equivocaron mayoritariamente en la implementación activa del verbo.
Porque se dedicaron a matar, cuando, lo que correspondía, era robar. Se estrellaron patológicamente en Malvinas.

Como consecuencia del primer agotamiento, surgió el mito aún vigente de la resistencia peronista. Con los ejemplos abnegados de heroísmo, que sirven de escudo para legitimar la pasión recaudatoria de la actualidad. Y con la peripecia estratégica del General, el gran creador del peronismo como género literario.
Aquella apagada mística subsiste como sustento retórico para encarar la desteñida epopeya del presente. Con el desafío de renovar la piel para mantenerse, y de transformarse a sí mismo. O de volver -por qué no- al jubileo del núcleo original, en un país desgastado por la desesperación (por salvarse), y por la falsedad del contexto.
18 años después del desalojo, de la expulsión humillante en la cañonera paraguaya, el peronismo volvió a imponerse en el conflictivo 1973. Con su triunfo personal, el General consolidaba la venganza política, mientras signaba, en simultáneo, el fracaso colectivo que paralizaría a las próximas generaciones.

Entre Cámpora y Kirchner

(A propósito, 42 años después del regreso sin gloria, abundan los que vaticinan que, en caso de triunfar en 2015, Daniel Scioli podrá seguir el penoso ejemplo del infortunado Héctor Cámpora.
Por la idea instalada de concluir abruptamente con la cantilena positivista de la “fe y la esperanza”, a más tardar en 45 días. Como ocurrió con Héctor Cámpora. El dentista del apellido que se convirtió en una marca, celebrada por la homónima Agencia de Colocaciones.
Es el sentido secreto del cartel “Zannini para la Victoria”.
Otra conjetura, en cambio, lo asocia a Scioli con la receta letal de Néstor Kirchner.
Consiste en que Scioli le estampe, a La Doctora, el corte de manga que Kirchner le aplicó a Eduardo Duhalde.
Una apuesta inmadura, en todo caso, hacia la traición).

1983. Alfonsín

En cambio, como consecuencia de la caída de 1976 -y después del fracaso espléndido de los sanguinarios que se equivocaron de verbo-, el peronismo no alcanzó a recuperarse. Fue fulminado por la primera derrota electoral de su historia.
Significa confirmar que el peronismo experimentó la tercera caída. Y no fue consecuencia fácil del incendio de ningún ataúd artificial.
En la flamante versión institucional iniciada en 1983, con la consagración del radical Raúl Alfonsín, se asistía al primer agotamiento anticipado del peronismo.
Pero llamativamente el peronismo se renueva a partir de los lineamientos renovadores que le estampa aquel líder que lo venció.
Acelerado en el impulso, Alfonsín intentó colonizar al peronismo, a los efectos de acabar de una buena vez con el jactancioso “fenómeno maldito” que había descripto John William Cooke. Para fundirlo en el Tercer Movimiento Histórico. Utopía que derivó, apenas, en la gestación de un discurso brillante. Pero inútil para evitar el inexorable naufragio.

Con algún maquillaje en la renovada piel, el peronismo volvió al poder en 1989. Para sorprender, ahora, con la renovada adscripción al capitalismo que jamás se atrevieron a encarar los liberales, aunque tuvieran a los militares a su merced.
Se coincidía históricamente con el desmoronamiento del universo bipolar. Con el derrumbe de la Unión Soviética que desde París había anticipado Hélène Carrère d’Encausse. Y con la certeza inimpugnable del exclusivo modo único de acumulación.
Por las transformaciones económicas y culturales -y sobre todo a pesar de ellas- la etapa de Carlos Menem produce el penúltimo agotamiento del ciclo peronista. Que cae, esta vez, por el oportuno entendimiento del viejo radicalismo vencido, que aún respondía a Alfonsín, con la izquierda relativa del Frente Grande en ascenso. Un socio en decadencia del extinguido Frepaso que sucumbe en la justicia del olvido.

1999. De la Rúa

En 1999, el imbatible Fernando De la Rúa doblega, por cuarta vez, al peronismo. Le estampa la segunda derrota electoral.
Pero De la Rúa comete el gigantesco error de imponer alguna cuota de racionalidad en el déficit público y fiscal, que se extendía desde hacía décadas. En vez de lanzar, como correspondía, la pelota del déficit para adelante. Hacia el horizonte donde habitaba Mongo. Sin embargo, muy mal asesorado, se puso como un torpe a recortar y a ajustar. Sin percatarse que construía, conscientemente, su repentina declinación.

Dos años más tarde, en el inicio del nuevo siglo peor que el anterior, aquel peronismo que había derrotado volvía a hacerse cargo de los desastres acumulativos. A los que se agregaba, también, el desastre personal legado por De la Rúa, junto a los izquierdistas inmortales. Ganadores de sueldos sin culpa, que jamás se responsabilizan por ningún error. Cobran siempre como si la humanidad estuviera con ellos, siempre, en eterna deuda.
En el barullo de 2002 transcurre la antesala del nuevo regreso peronista, que se prolonga hasta la actualidad.
Se instala con la piel renovada del estatista que descalifica el periodo de las privatizaciones que el mismo peronismo protagonizó. Y con la mochila al hombro de los progresistas que acompañaron a De la Rúa hasta las puertas de la caída, pero que se frenaron a tiempo para continuar con los sueldos que después les abonaba Duhalde, primero, y luego, sobre todo, Kirchner. Y continuado por La Doctora, con el aporte del poder conyugal que heredaba. Para generar, junto con los peronistas vegetales, el frepasismo tardío. Inspirado en la cantinela humanitaria que permitía simular la encendida pasión recaudadora.

Es el turno del último agotamiento del peronismo, aunque para resolverlo ya no estén aquellos militares, hoy institucionalmente alejados en el plano suntuario. Arrepentidos por haber matado más de lo necesario y de haber robado menos de lo que podían.
Sin embargo tampoco quedaron los radicales de la magnitud de Alfonsín, tan sobrevalorado en su vejez. Y con el mito enriquecido a partir de su muerte. Tampoco les queda un ganador serial de elecciones como De la Rúa, al que los oportunistas de la coyuntura descalifican de manera unánime, sin la menor piedad. Como si nadie jamás hubiera creído que se trataba del político más imbatible de su generación.
Entre tanta debilidad brota la potencia del radicalismo actual. Moja gobernaciones, intendencias a paladas, legisladores múltiples que le permiten imaginar un futuro próximo, con mayor ventura.

2015. Macri-Scioli. Celebridades

A falta de un líder de la dimensión de Alfonsín, o de un candidato imbatible como De la Rúa, quien emerge es Mauricio Macri. Una celebridad. Con la capacidad transitoria para absorber el radicalismo que, en simultáneo, se fortalece.
Macri es el político que más creció desde la aparente “no política”. El Ángel Exterminador aprende, se macera y se forma. A través del PRO, partidito urbano y vecinal, se extendió admirablemente. Lo suficiente como para cargarse, en su condición de esponja, a la centenaria Unión Cívica Radical.
Gracias a la absorción, los radicales logran situarse, al menos, cerca del electorado tradicional (que Macri les aspiró).
Brota entonces Macri como el único elegido para explotar el cíclico agotamiento estructural del peronismo. Para generarle la tercera derrota generacional.
Una cada 16 años. Una caída por cada generación.
De 1983, de 1999, y -si Macri tiene suerte- 2015. Debe lograr el objetivo combinado. Conseguir el ballotage, para después vencerlo. Es altamente improbable pero no imposible.
La martingala tiene la ventaja de encontrarse con el peronismo que presenta una excelente celebridad como candidato -Scioli-, pero que carece de un jefe. De ningún modo lo es La Doctora, por carencia de vocación para serlo. Denominarla Jefa es un acto generoso del lenguaje, útil para la ficción ideal de creer que el Jefe, no obstante, existe.
Sin la magnitud de alguno de los tres jefes que el peronismo tuvo en sus 70 años de historia, con los respectivos cambios de piel.
Nadie que pueda equipararse, en materia de liderazgo, al principal extinto, el General. O al deslegitimado Menem, que aguarda la reparación histórica que nunca, acaso, va a ocurrir. O al último jefe, también extinto, Kirchner.
Persisten, apenas, algunos gobernadores aferrados a las macetas del peronismo vegetal. Los que elevan a Scioli, la otra celebridad, para la aventura entusiasta -típica de la cultura peronista- de sucederse a sí mismo.
A los efectos de quedarse con el manejo de las cajas y evitar la tercera derrota electoral. Pese al agotamiento que puede, aún, ser perforado. O simplemente prolongado en el tiempo. O no ser, en definitiva, ningún agotamiento ni un c… Apenas un módico retroceso crítico. Por cansancio, por la “fatiga del metal” que caracteriza a los viejos aviadores. O acaso se trate de la antesala -digamos- de otro cambio de piel. Conjetural. Para seguir con los mismos peronistas de siempre al frente, sólo vagamente distintos, con otra piel, en reinvención permanente.

El triunfo etnocéntrico de los unitarios

El poder se decide en Buenos Aires. 

Sobre informe de Consultora Oximoron, Redacción final Carolina Mantegari, especial para JorgeAsísDigital

Descartado Julio Cobos en Gualeguaychú, los exponentes del llamado “interior”, que aún se desgastan en la pelea grande, son dos. José Manuel de la Sota, de Córdoba, y Ernesto Sanz, de Mendoza.

En cierto modo queda también la señora Elisa Carrió, que es oriunda de Chaco. Aunque ella resolvió la conflictiva ecuación cultural. Se hizo porteña. Como el cordobés Fernando de la Rúa.

Ambos -Sanz y De la Sota- se encuentran aceptablemente distantes del objetivo explícito de conquistar la presidencia. Pegan cartelones. Declaran con frecuencia. Pero lamentablemente no prenden en las encuestas mezquinas.

Algo pasa en la Argentina que ya no emerge el riojano de los 90, como Carlos Menem. O mismo el patagónico de los dos mil, Néstor Kirchner, a quien Eduardo Duhalde le entregó el poder servido, en bandeja de tragamonedas.

Aún persisten tres exponentes del “interior profundo” que se proyectaron oportunamente como presidenciables. Continuar leyendo

Alfonsín y el camino de Frondizi

escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial

Ironía sutil del destino. A cinco años de su muerte, Raúl Alfonsín sigue el camino histórico de Arturo Frondizi. El de la previsible idealización nacional.
En general, en la Argentina, el que se muere pierde.
Pero en los casos de Frondizi y Alfonsín la muerte, en cambio, dignifica. Agiganta. Mejora. Enaltece. Hasta consolidar la magnitud de estadistas.
Una categoría que a ambos -en vida- les costó que les reconocieran.

Difusas veleidades del oportunismo interpretativo.
Resulta que ahora se reivindica en exceso a don Arturo Frondizi
Se valoran las tesis del desarrollismo, que en su momento se descalificaron.
Lo rescata desde Eduardo Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas), hasta Mauricio Macri, El Niño Cincuentón. O Roberto Lavagna, La Esfinge.
A la hora de buscar un ejemplo memorable se recurre, para salir del paso, al pobre Frondizi. Pero en el podio de los rescatados ya se encuentra también don Raúl Alfonsín.
En el país donde siempre se finge hablar en serio, la unanimidad en el elogio comienza a ser sospechosa.

Transformadores

El Frondizi transformador que hoy se mitifica es aquel que, en alianza con el peronismo proscripto, y con la franja del radicalismo intransigente, gana las elecciones de 1958. Junto a Alejandro Gómez, venció a don Ricardo Balbín, un prócer venerable pero menos valorado. Destacado por la actitud de un salto. Del abrazo con Perón y del discurso sentido (el “viejo adversario” despedía “a un amigo”).
Aludir a Frondizi implica homenajear también al influyente Rogelio Frigerio, El Tapir.
Pero los desarrollistas fueron desalojados del gobierno en marzo de 1962, a los empujones. Después de haber padecido la intolerancia estúpida de 23 planteos militares. La sortija del cargo presidencial, sin el menor poder, iba a quedar para el olvidable José María Guido. Una suerte de Raúl Lastiri de los sesenta. Un anticipatorio Bordaberry local.
Siempre con el peronismo proscripto, en 1963 triunfó el radicalismo “del pueblo” con Arturo Illia. Con apenas el 22 por ciento de los votos. Guarismo que repetiría Néstor Kirchner, El Furia, otro repentino desarrollista. 40 años después.
Sin embargo el Frondizi que fervorosamente suele rescatarse como estadista visionario cierra el esplendor de su vida pública en 1962. Aunque el pobre no se murió ese año, como le hubiera convenido. Cuando tenía 54. Al contrario, don Arturo decidió sobrevivir 33 años más. A los efectos de cesar recién en 1995, a los 87.
Son 33 años de vida que los idealizadores contemporáneos, para no complicarse, prefieren no registrar.

Por más que Frondizi apoyó con Frigerio al Perón que retorna triunfalmente en 1973, el ingrato General decidió no entregarle a los desarrollistas el manejo de la economía. Optó por José Ber Gelbard, El Soviético.
Y por más que en 1976 ambos (Frondizi y Frigerio) aguardaban, con resignada complacencia, la irrupción irremediable del facto, los militares -también ingratos- tampoco tomaron en serio las recetas milagrosas del desarrollismo, para sacarnos del estancamiento. Optaron por don José Martínez de Hoz. Para facilidad conceptual de los analistas maniqueos de la izquierda, que en su indolencia aún interpretan que el golpe de marzo de 1976 se efectuó para implantar un modelo económico neoliberal.
Macanas. Los facciosos providenciales (que se entregaban a la prioridad de la carnicería) llegaban con el cuento de “achicar el estado para agrandar la Nación”. Pero no achicaron un pepino. Al contrario.
La transformación de la economía transcurrió exitosamente durante el facto de Chile. Pero no tuvo el menor lugar durante el facto argentino.
Otra prueba que acentúa las diferencias entre los procesos de Argentina y de Chile. Distancias que aquí no la certifican los demócratas. La brindan los golpistas.
En Chile se mató con énfasis, pero se ordenó la economía. En la Argentina sólo se mató, a canilla libre, pero destruyeron también la credibilidad y la economía se fue al descenso.
La transformación (que hoy se descalifica) debió encararla Carlos Menem. Desde las dificultades de la democracia, junto a Domingo Cavallo, su Frigerio personal.
(Es de esperar que en un par de décadas, y a partir de la dinámica patológica, Menem sea también otro idealizado. Para seguir el camino tardío de Frondizi y de Alfonsín).

Paradojas

Después del derrocamiento, los desarrollistas sólo quedaron vinculados al manejo del poder como consecuencia del manejo ideológico del diario Clarín. Cuando Clarín aún no era ningún Grupo (Ver, al respecto, “Diario de la Argentina”, novela maldita del director del Portal).
En los setenta, los aventureros de los otros partidos les tributaban alguna importancia a la dupla Frondizi-Frigerio sólo para aparecer entre las páginas de Clarín.
Hasta que Héctor Magnetto, el destacado “tenedor de libros”, a los 35 años, no tuvo reparos en asumir pragmáticamente la ética de la traición (a Frigerio). Para entusiasmar a la señora directora Ernestina con la perspectiva de sacarse de encima a los desarrollistas molestos. Se imponía expulsar a los fastidiosos. Por entonces todos creían que Clarín era el diario del desarrollismo cuando ocurría, en realidad, lo contrario. Si el desarrollismo mantenía alguna remota vigencia era por manejar las páginas de Clarín.
En cuanto Ernestina, de memoria, en un discurso de aniversario dijo que “Clarín no tenía más amigos privilegiados”, las ideas desarrollistas se fueron al precipicio. Quedaron depositadas en la marginalidad minoritaria de la lona.
Pero aún transcurría 1981 y aún ni Frigerio ni Frondizi proyectaban morirse. A don Arturo le quedaban 14 años que es preferible olvidarlos. Descartarlos para tranquilidad de los idealizadores de entrecasa. Y a don Rogelio le quedaban 25 años más.
Debe aceptarse que ninguno de los dos la pasó nada bien durante el gobierno del doctor Alfonsín. En el tramo de “la democracia recuperada”. Peor aún, puede asegurarse que, cuando se lo quería hacer engranar al “Gallego Alfonsín”, bastaba con compararlo con Frondizi. Quien completaba, a esa altura, la parábola que envolvió su vida como una paradoja. Y que incita a sospechar que el ejercicio de la política es letal para los intelectuales de vanguardia. Aunque tuvieran -como Frondizi- una arquitectura superior.
Porque aquel Frondizi progresista que en los sesenta pretendía modernizar se había convertido en los ochenta en un viejo reaccionario, que se recostaba sobre la derecha menos racional, manifestaba contra el divorcio y era, para los periodistas especializados (como el que escribe), la mejor fuente para tratar el latente tema militar. En voz baja, como en susurros. Sobre todo a partir de las ceremonias rupturistas de los carapintadas que generaron aquella semana santa de 1987. Con el epílogo que resultó fatal para la credibilidad del gobierno alfonsinista. Y para las ambiciones de permanencia. De implantar el Tercer Movimiento Histórico que se diseñaba desde el Grupo Esmeralda. A los efectos de superar al imposible peronismo que -en otra paradoja- se renovaba. A partir del modelo alfonsinista que culturalmente lo colonizaba.
Desprestigiado, debajo del olvido, don Arturo murió finalmente en 1995. En la plenitud del menemismo que se reelegía, justamente, gracias a la indulgencia interesada de Alfonsín. Que facilitó, como gran estadista, el Pacto de Olivos que deja algunos puntos más enigmáticos que oscuros, para tratar entre la perversidad de otro despacho (consultar al respecto a Luis Barrionuevo, Coti Nosiglia, Carlos Corach, Gabriel Romero y Hugo Anzorregui).

Alfonsín, modo de empleo

Ironías de la historia. Hoy Alfonsín se encuentra en el mismo camino de la canonización que lo estampilló a Frondizi como el gran estadista incomprendido.
No hay quien deje de rescatar al “padre de la democracia” y hasta el prolífico escritor Eduardo Duhalde lo hizo protagonista de su último libro.
El cristinismo se propone absorber lo más redituable de Alfonsín con una multiplicidad de homenajes que comenzaron en vida. Cuando don Raúl, para ser exactos, ya era un opositor inofensivo que mostraba las huellas implacables del deterioro físico. Y cuando La Doctora, delante de las cámaras de la cadena nacional, le tomaba la cabeza, con una sobreactuación de maternal ternura, mientras inauguraban un busto que ni siquiera -pobre- se le parecía.
Hasta en el campeonato de Fútbol se disputa la copa Raúl Alfonsín. Modo de Empleo, para todos y todas.

El candidato ideal

“Daniel, Mauricio y Sergio” Segunda época. 1

Lo conforman Massa, Scioli y Macri. Sumados, mezclados. Imposiblemente fundidos en uno

escribe Oberdán Rocamora

Trago largo

Juntar el carisma, la astucia, la audacia y la simpatía de Sergio Massa, La Rata del Tigre, Aire y Sol II.
Agregarlo al empuje, la perseverancia, la capacidad de resistencia y confianza en sí mismo que emerge de Daniel Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol I.
Mezclar ambas vibraciones personales con la imagen serena de futuro pendiente, de raciocinio y modernidad occidental que depara -acaso a su pesar- Mauricio Macri, El Niño Cincuentón.
Revuélvase. Agítese. Unas gotas de limón. Otras de tabasco, a discreción. Hojas de menta.
Sírvase con frialdad. Consumir sin moderación.

Osiris Alonso D Amomio
Director Consultora Oximoron

* * * * *

Continuar leyendo

Ascochinga en Olivos

Por el miserable dolor de cabeza La Doctora interrumpe la epopeya de “duhaldizar” a Scioli y “delarruizar” a Macri.

escribe Oberdán Rocamora

Hasta que aceptó convertirse en otra paciente de la clínica de Favaloro, La Doctora movilizaba personalmente una epopeya tan explícita como memorable.
La receta audaz de “duhaldizar” a Daniel Scioli, el líder de la Línea Aire y Sol I. A los efectos de encarar “la Gran Menem”.
El proyecto de hacer de Scioli -y de todo lo inquietante que representa en materia de diferenciación- una adaptación de la perversidad que se le atribuye a Carlos Menem.
Conste que se trata del Menem terminal del 99, cuando operaba a través de algún ministro bastante inteligente.
Aunque la historia sea, en el fondo, fantasiosa e inexacta. Pero quedó instalada de esa forma y casi se la oficializa como cierta.
“La gran Menem” consistió en recortar las ambiciones presidenciales de Eduardo Duhalde, el futuro Piloto de Tormentas (generadas). A través del impulso tácito de Fernando de la Rúa.
Si existió, la epopeya concluyó, de todos modos, en un fracaso.

Continuar leyendo

Franquicias del peronismo

Ante el riesgo de la derrota, como en 1983 y 1999.

sobre Informe de Consultora Oximoron
Redacción final Carolina Mantegari

Introducción
Calas políticas

¿Y ahora? ¿Cómo se sigue?
Cuesta, en adelante, ante el aroma penetrante de las calas políticas, sostener las imposturas de La Doctora. La trivialidad de sus desmesuras.
Acosada -la pobre- entre la derrota de agosto, que no empieza a aceptar, y la derrota más grave, que se perfila en octubre.
Cuesta también recurrir a la indulgencia democrática de ayudarla. Para que “el gobierno termine lo mejor posible”.
O mejor, simplemente, para que termine. Para que se llegue a 2015 con reservas de aire. Y alguna dignidad.

Continuar leyendo

Tigre, Tierra Santa

Por la mini-gobernación. Y por Villa La Ñata.

escribe Oberdán Rocamora.

Aire y Sol I, Daniel Scioli, y Aire y Sol II, Sergio Massa.
Por prepotencia de encuestas, por persistencia y suerte de los protagonistas, Tigre pasa a ser, en adelante, la transitoria Tierra Santa.
Como lo fue Anillaco, en La Rioja. O Río Gallegos, en Santa Cruz.
Mientras tanto, la civilización kirchner-cristinista paulatinamente se extingue. Se asiste al cambio abrupto de santidad geográfica.
Consecuencia lógica de la fatídica caravana de errores. Y de los “escándalos y soledades” (novela homónima de Beatriz Guido).

Continuar leyendo