Axel, el volteador de muñecos

Escribe Oberdán Rocamora – Redactor Estrella, especial para JorgeAsísDigital

Despojado De Vido. Despachado Moreno. Eliminado Fábrega. Sólo queda Echegaray.

El primer gran muñeco que Axel Kicillof -El Gótico- volteó fue Julio De Vido.

Al Ex Superministro lo convirtió, con el aval de La Doctora, en un secretario calificado. Un tío bonachón, sexagenario e inofensivo. Un peronista despojado, amante de los tangos de Julio Sosa, apenas útil por el caudal de información acumulada.

De Vido representa la memoria del kirchnerismo. Como en menor medida José López, El Neolopecito, quien también tallaba en aquellos tiempos nostálgicos del IDUV. Santa Cruz. Como muñeco, El Neolopecito aún no molesta (como tampoco molesta demasiado Alicita, La Fotocopia). Continuar leyendo

El General y el Cardenal

escribe Carolina Mantegari
Editora del AsísCultural

“…la experiencia de nuestra época demuestra que los príncipes que han hecho grandes cosas no se han esforzado en cumplir su palabra…” Denis Jeambar e Yves Roucaute, de “Elogio de la traición”

Para el universo sorprendido es Francisco, El Papa providencial. Es el austero predicador de la paz, gestor del reencuentro indispensable de las grandes religiones monoteístas. El estadista que envía lazos generosamente históricos hacia China, a través de Ricardo Romano, el pensador que -acaso- mejor lo interpreta.
Para la sorprendida Argentina, país de cultura peronista, instalado en el “fin del mundo”, Francisco adquiere la magnitud de Juan Domingo Perón. Más aún, lo supera.
Así como Perón, en 1973, dejó colgados del pincel a los abnegados jóvenes de la Tendencia que arriesgaron la vida por la causa del regreso, Francisco, en 2014, deja colgados del pincel a los fervorosos antikirchneristas que lo sostuvieron durante la otra resistencia.

Pero aclaremos: ni Perón traicionó a los montoneros (que lo utilizaron de canal), ni Francisco traiciona hoy a los críticos implacables del kirchnerismo (que desanimados creen que Francisco les pertenecía).
Son contingencias lógicas de la política clásica. Ya tratadas con lucidez en “Elogio de la traición”, texto medular de dos -cuando no- ensayistas franceses. Denis Jeambar e Ives Roucaute.
Sin embargo no hace falta ningún rigor académico para abordar los atributos de la traición en la historia del peronismo, entendido como sinónimo de sistema político.
El Exégeta justifica y legitima:
“Perón era un grande, y en su ocaso le interesó unir a la Argentina. Pero no pudo lograrlo. Le faltó tiempo. Como estadista tomó la acertada decisión de despojarse de quienes pretendían acelerar una revolución que no sentía. Aunque quebrara dolorosamente las ilusiones de muchos militantes que lo acompañaron, con el supuesto falso de creer que Perón volvía para construir el socialismo”.

“Del liderazgo de El General se pasó al liderazgo de El Cardenal”.

La sentencia se publicó en el portal, en 2006. Cuando Jorge Bergoglio, El Cardenal -el futuro Francisco- derrumbó con firmeza espiritual el proyecto de permanencia de Néstor Kirchner, El Furia. En Misiones. Cuando El Cardenal autorizó, al extinto Obispo Piña, a ampararse en San Miguel Arcángel y luchar contra el mal, que en aquella instancia consistía en oponerse en el plebiscito destinado a permitir la continuidad de Carlos Rovira, el discípulo de Ramón Puerta.
Detrás del pretexto Rovira, El Cardenal había advertido que se encontraba la ambiciosa maniobra de El Furia. Para “santacrucificar” la Argentina entera.
Por entonces El Furia mantenía la hegemonía del país en el bolsillo. Sin decirlo, aspiraba a la reelección permanente. Nadie se la podía negar, el empresariado ganaba dinero y estaba a sus pies, mientras la oposición se derruía ante la impotencia generalizada.
Al voltear El Cardenal el ensayo Rovira, nace la candidatura presidencial de La Doctora.
En adelante, El Cardenal pasó a ser el enemigo fundamental de El Furia. O sea del kirchnerismo que se encontraba en pleno esplendor.
Para evitar la voz de El Cardenal, los reclamos tácitos de su presencia inmaculada, La Doctora y El Furia optaron por los senderos del grotesco. Hasta trasladar los festejos del 25 de mayo hacia dispares provincias. Para no escucharlo. Aunque los fastos del 25 aludían al acontecimiento municipal. De Buenos Aires.

Así como El General, en la mítica resistencia, contó con el apoyo de las “formaciones especiales”, que tenían su propia agenda y le facilitaban la utopía del regreso, El Cardenal, en la resistencia del olvido, encontró el apoyo interesado de los peronistas disidentes sueltos. A quienes se les sumaba el gorilismo de ocasión. A los efectos relativamente republicanos de soportar los desbordes ninguneadores del matrimonio poderoso que se disponía a permanecer, en un democrático “cuatro por cuatro”. Cuatro para La Doctora y próximos cuatro para El Furia, al que también le iba a faltar el tiempo. Como al General.
Para colmo, con loas, astucias y mangos, La Doctora y El Furia supieron captaron el apoyo generacional de los sobrevivientes. Los que se sintieron desechados (por El General) en los 70. Los incorporaron, junto a sus descendencias, y con los descendientes de las víctimas, al redituable “relato” de los dos mil.
Por su parte, los peronistas disidentes, desparramados pero con capacidad de daño, se las ingeniaron para tajear la impostura de la frágil argumentación Kirchner-cristinista, que traficaba las desgracias selectivas, utilitarias, con los muertos puntuales que les convenía. Hasta que los disidentes los provocaron con cierta habilidad, con la celebración de José Rucci, otro muerto, pero que al kirchnerismo le convenía olvidar. Dirigente sindical asesinado -pero nunca reconocido- por los Montoneros caricaturales que volvían a tallar.
La misa que se celebró por la memoria de Rucci, en 2007, transcurrió en la Catedral de Buenos Aires. La casa de El Cardenal.

Plano doméstico

Pasada la conmoción, en el plano doméstico, la transformación de El Cardenal en el Papa Francisco, en 2013, pudo ser equiparable al regreso de El General, en 1973.
Dos Jefes del peronismo. Pronto, con algún desenfado, el portal calificó al Vaticano como la nueva Puerta de Hierro (por el nombre de la residencia de El General, en Madrid).
La comparación hoy ya es un lugar común. Se la utiliza para aludir a una instancia superior.
Ya con El Furia extinto, La Doctora debió tragarse la píldora amarga de la nominación del enemigo como Papa. Golpe intenso que se recibió como un “cross a la mandíbula”, como solía afirmar un inspirado novelista. Mientras ensayaba un monólogo en la colorida kermesse de Tecnópolis.
El desconcierto tormentoso sólo se aplacó, según nuestras fuentes, cuando Eduardo Valdés -próximamente El Nuncio Móvil- logró persuadirla, con un recurso típico de peronismo explícito, acerca de la necesidad política de iniciar una nueva relación con el enemigo. Que era, ahora, el Papa. Y podía llevársela puesta como un echarpe.
Pero lo que menos iba a querer el Papa era pelearse de entrada con la Presidente del país de origen. Como mensaje de garantía, El Nuncio Móvil le propuso a La Doctora que incluyera en su comitiva, para la consagración, a una queridísima amiga del Papa. Una de las tres grandes amigas que tiene. De la magnitud, por ejemplo, de la audaz periodista que había sido ardiente y bella, hoy una dama bien casada. O de la dulce abogada, conductora del influyente “adrianismo”, viuda de un entrañable sindicalista. Y otra eficaz abogada, muy amiga del próximo Nuncio Móvil, que se había jugado por El Cardenal cuando lo atacaba frontalmente el periodista más destructivo. Don Horacio ya le había dedicado un par de libros y demasiadas columnas de domingo. Lo estampaba con la peor imagen. Como un cura colaboracionista. Un exceso.

La contención

Entonces, desde que La Doctora le llevó aquel desubicado mate de regalo, se inició una admirable relación con Francisco. El Nuncio Móvil había acertado.
Francisco comenzó la faena de contener a La Doctora, quien disminuida solía ponerse nerviosa ante la imponencia de Su Santidad. La pobre muchacha sexagenaria de Tolosa no sabía cómo comportarse. Se veía torpe. Dependía, en adelante, del enemigo dispuesto a olvidar. Se la hacía fácil.
Los anticristinistas suelen ser, en general, bastante más irascibles e insoportables que los propios cristinistas. Al principio entendían, de mala gana, que el Papa debía mantener una relación amable con la máxima autoridad del gobierno de su país.
Sin embargo pasaban los meses, transcurrían los escarpines de Brasil, los almuerzos de contención en Santa Marta se repetían, se multiplicaban los diálogos telefónicos, y la relación Doctora-Francisco evolucionaba favorablemente. Parecía que hasta acordaban en cuestiones estratégicas. Francisco se transformaba en su pilar sustancial.
“Cuiden a Cristina”, les decía Francisco a los peronistas desopilantes que iban a visitarlo, a los empresarios que iban a sacarse una foto, así fuera en la tanda colectiva de los miércoles. Se volvían con el mismo consejo. “Cuídenla”. Saboreaban, también espiritualmente contenidos, el caramelo de madera, sin siquiera con azúcar impalpable.
Cada día les costaba más aceptar la nueva situación. Pero los anticristinistas virulentos aún interpretaban que el Papa quería ayudarla a llegar, sin aproximarle en ningún momento la línea de llegada. Con su aire espiritual debía llegar a diciembre de 2015.

Último viaje

De todos modos, el desconcierto de los anticristinistas sobrepasó el límite de la desconfianza con las postales cristinistas del último viaje.
Cuando se lo vio a Francisco bastante más gordito pero muy feliz, como un abuelito en navidad. Sonreía con orgullosa ternura, entre la camiseta de La Cámpora, que le obsequiaba el sensible Larroque que enternecía, y los tentadores salamines de Mercedes que le entregaba El Wado, el que se jacta de manejar jueces, como Julián, El Soberbio de Lanús.
Con los ojos iluminados de amor, Francisco recibía los regalos. Al cierre del despacho, aún no le llegó dedicado ningún libro de don Horacio.
Mientras tanto, cualquier mortal, creyente o no, ya comprendía que el trabajo de Papa es, en cierto modo, espiritualmente insalubre. Al extremo de tener que escuchar, con el rostro absorto y sereno, que a La Doctora la habían amenazado los terroristas del Estado Islámico. Que los jihadistas tenían deseos de cubrirla con un batón naranja, para arrodillarla, como si fuera una sciolista del montón para ser decapitada.
La cuestión que Francisco estaba cómodo entre tanta euforia cristinista. Para espanto de los anticristinistas que recordaban, en cierto modo, a los nostálgicos muchachos de la Tendencia. Los que sentían, en la Plaza de Mayo de los setenta, que el General los expulsaba por imberbes. Porque le reprochaban, con pucheritos y reclamaciones, que estaba “lleno de gorilas el gobierno popular”.

En adelante, la parábola de El Cardenal y El General puede perfeccionarla el analista más reposado.
Para sintetizar, El Cardenal, con los antikirchneristas que lo sostuvieron, hace algo similar a lo que hizo El General con los montoneros.
Pasarlos al cuarto. Contingencias lícitas de la política. Consagrar el derecho del príncipe a modificarse. Como lo estudiaron Jeambar y Roucaute, en “Elogio de la traición”. Y sin adherir a la idea del Octavo Círculo del Dante, reservado a los traidores en La Divina Comedia.
El Exégeta remata la crónica:
“Aquí no hay espacio para ninguna traición. Francisco es un grande que está más allá, y sólo quiere, como lo quiso El General, el bien de la Argentina. Es el gran estadista que tiene el mundo entre sus competencias, pero que pugna para que el gobierno del país de origen concluya su ciclo con normalidad”.

La Doctora y Menem, epílogos paralelos

Final de ciclos peronistas. Similitudes y diferencias.

Escribe Oberdán Rocamora, Redactor Estrella, especial para JorgeAsísDigital

Para el desenlace de la historia sólo resta saber si el Scioli de 2015, en volumen político, va a superar al Duhalde de 1999.

En versión casi grotesca, quince años después se reitera otro final de ciclo peronista. Con el respectivo gobernador de la provincia de Buenos Aires, La Inviable, entregado al proyecto sucesorio.

Aquel Duhalde de 1999 mantuvo un clavado epílogo de derrota. Confirmó el maleficio esotérico de la gobernación. La condición de destino final, y no de mera escala intermedia, para una conquista de envergadura superior. Aunque ser un aceptable gobernador de Buenos Aires es tan dificultoso como ser un presidente eficaz.

Hoy Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol, apuesta otra vez por la anulación de aquel designio que adquiere el carácter de fundamentada superstición. Con el objetivo de perforarlo. Sin repetir, en lo posible, el mal interrumpido de Antonio Cafiero, Oscar Alende, el propio Eduardo Duhalde, y tantos gobernadores que se propusieron después saltar hacia la presidencia. Para quedar colgado de los cables.

Sólo Duhalde, en cierto modo, alcanzó a quebrar el citado maleficio. Pero de un modo ultra-excepcional. Accidente previsible del sistema democrático.

 

Estilos imperiales

Acontece que aquel Menem del 99, o La Doctora de 2015, más allá de sus circunstancias, distaron de caracterizarse por producir continuidad.

Antes de destacarse como el Piloto de Tormentas (generadas), Duhalde logró imponer su candidatura. A pesar del escaso interés del presidente Menem, que invariablemente se iba.

Del mismo modo hoy Scioli, con suerte bastante relativa, trata de imponer la suya. A pesar del esmerilamiento cotidiano que le aplica La Doctora que -invariablemente- debe irse.

Consecuencia absoluta del estilo imperial para el ejercicio del poder. Típica del caudillismo peronista.

En la patología, el comportamiento de Menem parece unificarse con el que comparten Kirchner, El Furia, y La Doctora. Situados en las antípodas, en materia de ideología impostada. Del rumbo que, cada uno de ellos, le dio al peronismo, adaptable hasta el pragmatismo.

Por la inacción de sus conductores, el peronismo dejó de ser un Movimiento para transformarse, en los distintos periodos históricos, en un complemento apenas partidario. Un instrumento vacío para sacarlo a relucir en las vísperas de la competencia electoral.

Este Scioli de 2014 se muestra mucho más aferrado, en cierto modo, a los lineamientos compulsivos que baja La Doctora. Mientras aquel Duhalde, ya en 1998, plantaba diferenciaciones erróneas con el modo de empleo que bajaba Menem. Lujos que le facilitaron, en definitiva, la derrota.

En la previa de la campaña, Duhalde manifestaba claras disidencias con la política medular de Menem. Entonces pasaba por la Convertibilidad.

En cambio Scioli hoy se diferencia de La Doctora sobre todo en el estilo. En las formas que pulverizan el todo. Tiende más al consenso, a la cohesión, que a la confrontación, fenómeno que dejó de ser redituable.

Lo que atormenta a La Doctora, como lo atormentaba también a El Furia, en vida.

Sin embargo, al menos exteriormente, Scioli respalda cada una de las catastróficas políticas implementadas por el cristinismo que declina. Aún así, Scioli debe someterse a una especie de examen rutinario donde en general es aplazado. Con retos descalificatorios para cualquier dirigente normal. Pero que el personaje de la referencia ni los registra.

Como si las agresiones le resbalaran, el Milagro Scioli continúa, como si nada, con el atletismo positivista del Aire y del Sol.

 

Disolución en varias candidaturas

Otra diferencia sustancial de La Doctora de 2014 con aquel Menem de 1998 consiste en la perversidad de estimular precandidaturas, a los efectos de atenuar la postulación del gobernador de La Inviable Buenos Aires. Por peso prepotente de provincia, el gobernador siempre suele considerarse el candidato natural.

En algún momento Menem supo alentar al popular Palito Ortega (que fue rápidamente absorbido por Duhalde, que lo estampilló de vice). Y también hasta estableció alguna breve complicidad, a mediados de 1999, con la ambición recatada de Adolfo Rodríguez Saa, en una fórmula de literatura pendiente con Jorge Asís. Pero no pasó, por suerte, del amague.

En cambio La Doctora alienta la instalación de otras cuatro precandidaturas que sirven, en el fondo, para disolver con vaselina la postulación del gobernador de La Inviable.

Sergio Urribarri, El Padre del Marcador de Punta, catapultado por la potencia estructural de la Tía Doris. Domínguez, El Lindo Julián, con su tráfico admisible de francisquismo. O Florencio Randazzo, El Loco de la Florería. Cuesta mencionar también la carta de intención de Agustín Rossi, El Pollo de Milani.

Por lo que trasciende, semejante pluralidad que convoca a la abundancia de la oferta, no termina de conformar a muchos de los kirchneristas desasosegados de paladar negro. Los que más presienten la proximidad del final. Son los incondicionales que apostaron por la revolución imaginaria, que exhiben la conformidad hacia “las políticas públicas”.

Son los kirchneristas que no contiene Scioli. Los que renuevan las imágenes de la angustiosa soledad de aquellos menemistas que tampoco Duhalde podía contener.

 

Para salvar los trapos

“Nos vamos mal, no tenemos ningún candidato que nos represente”, confirma la Garganta K.

Como si se enfrentara, de pronto, a la desolación del fracaso prematuro.

Sin continuadores confiables, el kirchner-cristinismo se desvanece con celeridad. Persiste la tierra arrasada, y a los adeptos incondicionales les queda el consuelo de dedicarse a una suerte de resistencia, a los efectos de lograr el regreso triunfal de La Doctora. En 2019. El regreso que Menem no pudo consolidar en 2003.

Se explica que La Doctora, antes de partir, planifique ilusoriamente el regreso con gloria. Para aproximarse a semejante objetivo, La Doctora impone que los presidenciables del diluido Frente para La Victoria lleven la misma lista de diputados. Seleccionados, por supuesto, por ella. Por la próxima jefa de la oposición. Para oponerse a Macri, El Niño Cincuentón, o a Sergio Massa, El Renovador de la Permanencia. Y también, por qué no, para oponerse, llegado el caso, a Milagro Scioli. Si no consigue desmoronarlo antes. Con estampillas y condicionamientos.

Los kirchneristas huérfanos de paladar negro también saben que, a medida que pasen los meses, y que se acorte el duro momento de la despedida, a La Doctora le será más difícil asegurarse el rol de la conducción. Y como ni los contiene Urribarri, que se dispone frontalmente a comprar -llave en mano- el kirchnerismo, en su versión cristinista, en el estado (piadoso) en que se encuentra. A pesar de la magnitud desgastante de Lázaro, El Resucitado, y del clavel inerte de Boudou, El Descuidista.

Urribarri compra la mercadería en bloque y en pie. Pero no logra entusiasmarlos.

Tampoco, hasta hoy, los contiene Domínguez, El Lindo Julián. Ayudado, en su caso, con su densidad espiritual, y por saberse depositario de la esperanza de determinados kirchneristas históricos como Eduardo Valdés, cada vez más privilegiado por La Doctora, por Carlos Kunkel, El Bataclano, Pepe Albistur y sus cartelones. Por su parte Rossi aún no encuentra ningún perfil y mantiene el discurso extraviado. Tampoco los contiene Randazzo, aunque suene, en este caso, a obcecación que deriva en injusticia. Como con Scioli, que bancó la totalidad de los arrebatos y aún no lo aprueban.

La última esperanza que les queda a los nostálgicos peronistas de la izquierda, que se encuadraron en el kirchnerismo, como a tantos buscapinas independientes que se referencian en Unidos y Organizados, es que se presente la candidatura de Jorge Taiana, El Inadvertido. Aunque sea meramente testimonial. “Para salvar los trapos”.

 

Soledades comparadas

La soledad de Menem, en el último año del poder, después de haberse desvanecido el intento equivocado de la re/reelección, contuvo la mansedumbre lenta y triste de alguien resignado, que no quería despedirse. Fue menos patética, en realidad, que la soledad de La Doctora. Después de haberse derrumbado el sueño de la Cristina Eterna. La pedantería del “ir por todo”.

La Doctora contempla el universo como si la humanidad siempre estuviera en deuda con la magnitud de su obra. Hostiga cuando puede a Scioli, ya de manera casi deportiva, como si fuera un comodín. La pobre cada vez habla con menos elegidos. La mayoría de sus funcionarios pueden verla para aplaudirla en los actos ya menos convincentes. Y su mecanismo de consulta y de toma de decisiones se encuentra cada vez más acotado.

Sobre el final, Menem pasaba largas horas de golf. O pensativo, solo, en Olivos, mientras tal vez Alberto Kohan, Jorge Rodríguez y Carlos Corach se encargaban de las tareas administrativamente rutinarias del gobierno que partía.

En cambio, en la plena crueldad de la etapa lazarista, La Doctora inicia sus consultas con Máximo, En El Nombre del Hijo, para terminarlas, según nuestras fuentes, en el propio Máximo.

Entre ambas terminales pasa el inmanente Carlos Zannini, El Cenador, acaso el próximo integrante de la Corte Suprema, a los efectos de encargarse de atajarle los penales posibles que se vendrán desde el lado de la Justicia. En medio de la peste de transparencia, de la epidemia de moralidad que vaticina el portal, de los bacilos de decencia que irreparablemente van a apoderarse de la Argentina.

Después de Zannini es el turno de De Pedro, El Wado, el instrumentador discreto y de criterio, que hizo un curso acelerado de resolución de problemas. Después probablemente, la consulta roce a Kicillof, El Gótico, al que considera genial y casi la arrastra, con desenfado y cierta jactancia, hacia el pantano. Para concluir el ciclo decisorio exactamente donde se inició. En Máximo. Sin que ningún exponente de la sociedad pueda imaginar, siquiera, el motivo. Para ocupar semejante rol, el muchacho debe ser necesariamente idóneo, certeramente eficaz. De una sabiduría conmovedora. La sociedad merecería descubrir, acaso, las claves secretas de tan invalorables atributos.

Oberdán Rocamora

para JorgeAsisDigital.com

Detrás de La Doctora y de la Franja de Massa

CHARLA EN SEVRES (III): Vidas paralelas. Daniel Scioli y Mauricio Macri.
por Jorge Asís
(Desgrabación de Claudine Pons-Grévy)

Sevres, París

Mireille de C… – Dos dudas, o tres, entre tantas. Primero, usted asegura que Cristina -La Doctora, como la llama- no tiene la menor posibilidad de ser reelecta. Pero no lo veo del todo convencido. ¿O me parece?
Dos ¿cree que La Doctora puede elegirlo a Scioli como sucesor? Se lo pregunto porque yo estoy segura de que no.
Tres, en su historia, ¿cómo queda Macri? ¿Está más afuera?

La Doctora atraviesa un momento ideal para inspirar literatura. Final -si no sólo de ciclo-, de novela latinoamericana. Del tipo de Yo el supremo, de Roa Bastos, o La fiesta del chivo, de Vargas Llosa, descendencias del Tirano Banderas de Valle Inclán. La imagino en Olivos, a las diez de la noche y frente al televisor, con C5N. Con recuerdos que incitan al balance. Pero muy rencorosa, vengativa, casi humillada. La figura poco original alude al mito de la soledad del poder. Ella está obsesionada con la guerra errónea desatada contra el Grupo Clarín. La que declaró su esposo sólo cuando dejó de ser el presidente. Ya que, mientras El Furia lo fue, lo mantuvo a Magnetto, siempre al portador, disponible. El enfrentamiento ahora viene complementado por otra guerra absurda. Consecuencia de la derrota anunciada de la anterior. Contra la Justicia. Contra la Suprema Corte que fue el motivo inicial del “orgullo kirchnerista”. Y contra Clarín que fue el socio, junto a Hugo Moyano, El Charol, para consolidar la hegemonía conquistada. De manera que la solitaria, poderosamente desesperada, se enfrenta con los grandes medios de comunicación y con la justicia. Cuenta con una economía inflacionaria y con las excelencias de una soja que apenas le alcanza para dilatar el deslizamiento en el precipicio cercano, al que lo conduce la falta de energía. Acompañada por un equipo piadoso, casi para cultivar el ejercicio de la compasión, y con una militancia desenfrenada que supone participar de la epopeya de una Revolución (aunque Imaginaria). Con todo ese morral que arrastra, La Doctora tiene que ser la protagonista excluyente de una elección legislativa donde, antes aún de ponerse en campaña, ya sabe que pierde. Por lo menos en cuatro o cinco de los distritos principales. Si les parece, luego los analizamos.
Por lo tanto no puede perder un solo voto más en la provincia (inviable) de Buenos Aires. Que es, exactamente, donde se le abrió una fracción. La Franja de Massa. Cisura profunda en su fuerza, que el infantilismo expresivo de Francisco de Narváez, El Caudillo Popular, cree que es simulada.
Para colmo La Doctora tiene que aceptar el auxilio recíprocamente interesado de Scioli, al que -por ingrata- no respeta. Al que atacó con virulencia oral, y rigor presupuestario, hasta vaciarlo. Se comió hasta las migas de la panera y no le cedió un miserable candidato en la lista.
De todos modos, vaciado, denigrado, devaluado, La Doctora tiene que depender del Líder de la Línea Aire y Sol. Casi tanto como de la chequera infatigable de De Vido. Y de la fascinante caravana de buscas que medran con el cuento del arte comprometido. O de la comunicación propia-tropa.
Si Scioli saltaba, como inconscientemente La Doctora quería, ya asistíamos al verdadero final.
Pero Scioli sabe hacerse el polaco recién desembarcado. El misterio de la presencia ausente. Nada ganaba con saltar.
Prefirió quedarse, despojado, con cuero insensible en la piel. Pero cerca de la marca del Partido Justicialista.
Significa confirmar que La Doctora no es la única dependiente. Es la caravana de buscas del Frente de la Victoria que hoy vergonzosamente depende de él, aunque también lo desprecien. Lo consideran “la derecha”. Para consolidarse, acaso, en la ilusión de ser de izquierda. Cuando a lo sumo adhieren a la ideología a la carta del peronismo.
Pero si quiere seguir en este oficio, en el que no le fue tan mal, Scioli tiene que ofrendarse por Insaurralde (el que “armaba” con Bossio para cambiarlo por Boudou). Y por La Doctora, que lo ridiculizó delante de sus pares.
Debe ofrendarse por la vertical señora Di Tulio y hasta por Cuto Moreno y la señora Conti. Pero conste que no es por generosidad espiritual, sino para evitar el ascenso de la Franja de Massa.
Ya que Massa, La Rata del Tigre, hoy es el adversario de los dos. De La Doctora y, sobre todo, de Scioli.
Y si me apuran le diría, Mireille, que Massa también es el competidor de Macri, que va en la Franja. Chupado, como se dice en el automovilismo deportivo, detrás. Porque, si Massa le gana en agosto a Insaurralde, puedo asegurarle que no se va a ver el cielo, de tantas garrochas que sobrevolarán hacia el Tigre. Clavadas desde cualquier sección electoral de la provincia. En el aire del suburbio y con las medialunas enarboladas.

Ahora, si La Doctora y Scioli, con el mascarón de proa de Insaurralde, lo sacan del escenario a Massa con una derrota contundente, intuyo que va a existir el riesgo de querer quedarse. Que los gurkas de La Doctora, que nada tienen para perder, además de la libertad, quieran reformar inmediatamente la Constitución. A los efectos de eternizarla.
Pero según mis números, Mireille, no le va a alcanzar. Y conste que no me refiero sólo a las dificultades reglamentarias. Es la política.
Porque La Doctora y sus Buscas de la Victoria retroceden en Capital. Se apelotonan en Córdoba. Se quedan cortos en Santa Fe y son goleados en Mendoza. Les falta sólo estrellarse en Buenos Aires. Y asoman, en el horizonte, turbulencias. La Franja de Massa les presenta un desafío territorial.
La Rata, mientras daba vueltas en la rotonda, la armó bien. Y llego a la cumbre cuando consiguió que lo acompañara De Mendiguren. Es un ídolo popular de La Matanza, que logra suspiros entre las compañeras de la Tercera y Primera Sección Electoral. Sin hablar de las masas bonaerenses que siguen fieles a Felipe Solá, el que, reitero, es el máximo cuadro del felipismo. También hay que tener en cuenta a Adrián Pérez. El Jean Paul Belmondo en versión pobre. Con De Mendiguren, Felipe y el Belmondo Pobre, la Franja de Massa vuelca la elección.
(Risas, generalizadas carcajadas en la Casa de Sevres)
Ahora, para ser franco, Mireille, coincido con usted. Por más que transitoriamente sea Scioli-dependiente, no creo para nada que La Doctora vaya finalmente a optar por Scioli como su sucesor.
Sería -cómo decirle- la constatación del fracaso personal.

M.- ¿Nada más de Macri?
En cuanto a Macri, El Niño Cincuentón, figura principal del macricaputismo, percibo que la tiene casi tan difícil como Scioli. Vidas paralelas.
Tuvo mala suerte en su intención de proyectarse en la inviable Buenos Aires. Hasta decidir ir, aunque bastante diluido, detrás de La Franja de Massa. Como Scioli detrás de La Doctora. Un negocio extraño.
Porque Scioli se aferra a La Doctora, alguien que se va. Pero Macri no puede aferrarse a alguien como Massa, que se encuentra en la plenitud del crecimiento. Cuesta entenderlo. Porque, en simultáneo, lo que se le complica a Macri es el distrito que tiene escriturado, la Capital.
Su oferta es buena, pero carece de innovaciones y sorpresas. Parece un acto de resignación por no haber formalizado su alianza, de máxima, con Lavagna, o de mínima con Lousteau.
Si se le complica a Macri el distrito no es por el gobierno. El cristinismo insiste, en Capital, con su batallón destartalado de perdedores vocacionales. Tienen menos atractivo que el bife de hígado con puré, durante los siete días de la semana, para almuerzo y cena.
Las complicaciones le vienen, a mi criterio, por el lado del centro-izquierda, que la supieron hacer. Del radicalismo rebosado de progresismo, al que Macri le supo birlar oportunamente los votos, para festejar con globos y danzas amarillas.
El que se imponga en la interna progresista de agosto va a llegar, a mi criterio, mucho más fortalecido para confrontar con la señora Michetti, el Colo Santilli y el Padre Bergman.
Entre Solanas, el Dirigente Universitario, bastante conocido en París, que se larga secundado por la señora Carrió. Con Prat Gay, el cuadro repentinamente revolucionario, que va con Victoria Donda, la Transgresora de Barrio (y el Gil Lavedra como diputado). Y con el eterno Rodolfo Terragno, que suele contemplar con paternal regocijo a su discípulo, Martín Lousteau, el Personaje de Wilde.
Reitero que Macri lleva una oferta digna con Michetti y Santilli, pero tiene un cierto sabor a frustración. Por no haber podido cerrar con Roberto Lavagna, La Esfinge, la gran decepción para esta campaña de la que hablo aquí por última vez.
Lavagna fue capaz de negociar el canje de la deuda, acompañado del Flaco Guillermo Nielsen, y no supo negociar con Macri una senaduría que la tenía en bandeja.
La inquietud, y termino, a Macri le viene del radicalismo rebozado de progresistas. Más que de la postulación moyanista de Julio Bárbaro, con Piumato, armada a las apuradas. Tampoco de ningún modo lo asusta a Macri “La Revista Dislocada” que le presenta Alberto Rodríguez Saa, para entretener a la audiencia con seis cautivadoras listas de aspirantes diputados con la medialuna enarbolada.
Aunque pienso que el macricaputismo debería interesarse en desbaratar, desde ya, la temible presentación de la señora Alicia Oliveira. Es del Partido Unipersonal del Momo Venegas, que se llama Fe. Ocurre que Oliveira, una de las mejores discípulas de Eduardo Valdés, llega acompañada de Archibaldo Lanús, que tiene una inapelable penetración social en Mataderos, Soldatti, Parque Patricios y Flores Sur.

Bruno, El Cordobés – ¿Y a De la Sota? ¿Le parece que Cavallo lo perjudica?

(Desgrabación de Claudine Pons-Grévy)