La industria de la subrogancia

Sobre el control de la Justicia y la cuchara de la política.

sobre informe de Consultora Oximoron,
Redacción final Carolina Mantegari.

Introducción
Profanos del Derecho

“Juez que jura, juez que a la larga te traiciona”, confirma la Garganta en el Informe Oximoron.
Aquí se alude a legitimidad de “la industria de la subrogancia”.
A los abogados honorables y a los juristas inquietos les cuesta conmover a la sociedad con la problemática de los jueces subrogantes. Tema instrumental. Recurso técnico que, de ser excepcional, pasó a ser habitual en el universo de la justicia. Es el escenario principal de la guerra que emprende la patología del cristinismo.
Entre los profanos portadores del orgánico defecto de desconocer el derecho, los subrogantes despiertan una densa indiferencia. Saben -y les basta- que el tema sirve para oponerse al cristinismo, que quiere llevarse puesta la Justicia como una bufanda.
Sirve, además, para atender las invocaciones lúcidas del doctor Fargosi, y para aplaudir al venerable doctor Recondo.
De todos modos, en el Portal se llegó a la conclusión que la problemática de la subrogancia necesita ser explicada. Por lo tanto se le encargó a Consultora Oximoron la producción del siguiente informe de referencia.

Osiris Alonso D’Amomio
Director Consultora Oximoron

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La cuchara

Antes del Pacto de Olivos, y de la benemérita Convención Constituyente de Santa Fe de 1994, el Poder Ejecutivo proponía la designación de los jueces casi a canilla libre. Un trámite que complementaba el Senado de la Nación. Pasaban, en general, los jueces, como por un tubo. Al menos, el presidente Menem mezclaba una lisa y luego una rayada. Intercalaba juristas inapelables con impresentables de compromiso. Introducía, para ser expresivos, la cuchara de la política.
Pero el ex presidente Alfonsín, como estaba afuera, era algo más recatado. Y en aquel fabuloso intercambio de reelección por concesiones, asesorado por socialdemócratas de prestigio, se impone “la corroboración de la idoneidad por concurso”. Por intermedio del Consejo de la Magistratura, el sublime artefacto a crearse.
Aunque también, para que la corporación no se agrandara tanto, ni se creyera independiente de verdad, Alfonsín les impone también la cuchara. Con legisladores que forman parte del artefacto.
Idoneidad y solvencia judicial, pero también cuchara política. Aunque se trate, ahora, de una cucharita de consomé. Ningún cucharón.

La transparencia es lenta

Pero la transparencia es lenta. Los concursos suelen tardar años en resolverse. La preparación de las listas. La indagación y revisión de los antecedentes. Las respectivas impugnaciones que demoran. Las recomendaciones, los paracaidistas. La tranquila facilitación del paso del tiempo, siempre muy cruel.

Para colmo, primero con Menem y después con Kirchner, los jueces se acostumbraron a cobrar buenos sueldos. Por derecha. En blanco, sin necesidad de subastar las sentencias. Y extrañamente en la era del sildenafil, vulgarmente llamado el viagra, los jueces se jubilan -si quieren- a los 60 años. Y con el 82 por ciento del salario, depositado en la cuenta. Una ventaja para nada menor. Circunstancia que permite que juristas espléndidos como potros, en excelente estado físico, de 61 años, puedan dedicarse al tenis, o a las trampas del placer. Algarabías que, a los efectos del informe, producen el fenómeno de la sobreproducción de vacantes. Por las demoras descriptas en los concursos, las vacantes pasan a ser cubiertas por los llamados jueces subrogantes. Son jueces y no son, y en cualquier momento pueden volver al banco de suplentes.

La estrategia ideal

Es precisamente en este tramo donde brota la gran cuchara política.
La sobrevaloración del subrogante, que habilita a pensar, sin gran malicia, que se trata, más bien, de la subrogancia como estrategia ideal para controlar a la justicia.
¿Para qué designar a un nuevo juez, con atributos de eternidad, cuando se puede disponer de uno transitorio?
“Juez que jura es un juez que a la larga te traiciona”, confirma la Garganta.
Mejor entonces es mantener jueces subrogantes porque están pendientes de un hilo. Se cuelgan del pincel y difícilmente traicionan a quien los catapulta.
Aunque algunos pueden, incluso, llegar como K. Pero, por la dinámica del desgaste, dejan paulatinamente de ser K. Con el riesgo de votar en contra de los intereses del gobierno acosado por culpas infinitas.

La 26376

Entre mayo y junio, en Senado y Diputados, el cristinismo impuso la Ley 26376.
“Para la designación de jueces subrogantes, en caso de recusación, excusación, licencia, vacancia u otro impedimento de los jueces de Primera Instancia y de integrantes de las Cámaras de Casación, Apelación etc”.
Los designa el Consejo. O “por sorteo, entre la lista de conjueces confeccionada por el Poder Ejecutivo…”.
Y es exactamente en la lista de conjueces donde se mezclan otra vez los inapelables, los que figuran para disimular, con los impresentables que emergen como incondicionales, dispuestos a apoyar cualquier catástrofe del gobierno.
Son vocacionales cancerberos del despojo. Florecen sobre todo en un momento en que el cristinismo mantiene sobrados litigios delictivos. Herencia, en general, del kirchnerismo. Por la centralidad recaudatoria del primer tramo de la patología. La registrada entre 2003 y 2010, que se paga en el segundo tramo, desde 2010 hasta aquí, cuando ya no hay recaudación centralizada y emerge el esporádico cuentapropismo.
El despojo, en primer lugar. Pero también son los horrores de la mala praxis.
El bartolerismo geopolítico de La Doctora, en la plenitud pragmática del cristinismo. Derivó en el acuerdo alucinante con Irán. Y que Irán, para colmo, por pudor persa de siglos, ni siquiera le convalidó.

Cabral

Entonces el dilema no reside en la barbaridad desplegada en el cambio desprolijo del doctor Cabral.
Un subrogante en Casación. Jurista de excelente nivel, que podría ser juez en cualquier país mucho más serio.
En apariencias Cabral se disponía -trasciende- a declarar inconstitucional el boceto del acuerdo que nunca se firmó con Irán. Por lo tanto no hay daño. Pero debe reprocharse la improvisación y la mala praxis de los irresponsables que gobiernan. Y tal vez, dentro de algún tiempo, porque la impunidad nunca es definitiva, la muerte del fiscal Nisman. El impertinente que, por el cambio, se quedó anclado en el rincón geopolítico anterior.
El problema reside, más bien, en quién lo reemplaza a Cabral.
Un abogado probablemente correcto que responde a Julián Álvarez, El Soberbio de Lanús. Sin reconocimiento ni experiencia en la materia. Sin antecedentes que pasan, entre tanta patología, inadvertidos. Pero con el atributo seguro de la incondicionalidad.

Meter mano en la Justicia

Sobre Informe de Consultora Oximoron
Redacción final Carolina Mantegari

Introducción
La advertencia del Viejo Saadi

“Son lógicas diferentes”, reflexiona La Garganta (calificada). Mientras la oposición se entretiene con planteos electorales, el cristinismo pragmático se moviliza con planteos de poder.
Ganar una elección nunca basta para conquistar el poder.
Y de poder, La Doctora entiende. No sólo por una cuestión de herencia.
Cualquier observador hoy registra las lícitas preocupaciones en el ámbito sobrio de la justicia. Trasciende que La Doctora, para su próximo rol de jefa de la oposición, y para cumplir con el “mito bacheletiano”, necesita contar con la mayor cantidad posible de diputados leales. Pero también necesita asegurarse la posición más inapelable con los jueces propios. Aunque los llamen conjueces.
Poder concreto. Deriva del dominio ilusorio en los juzgados. Como si continuaran con las enseñanzas magistrales de Vicente Saadi, catamarqueño sabio.
“Nunca te olvides que los jueces que creíste tuyos son los que siempre te c….”. Un consejo que otra Garganta, menos académica, le atribuye también a Saadi.
El lugar común alude a que los jueces tienden a despegarse de quien los designó. O los ayudó a llegar.
La lealtad sólo se garantiza mientras se mantienen cuotas de poder. O perspectivas fuertes de recuperarlo.
La advertencia del viejo Saadi no desanima a los cristinistas que se proponen cubrir las 290 vacantes, de la justicia nacional y federal, con “tropa propia”.
Junto a Carlos Zannini, El Cenador, La Doctora instruye a Julián Álvarez, El Soberbio de Lanús, vice ministro de Justicia. Y al diputado Eduardo de Pedro, El Wado.
 Ante el retroceso de Los Profesionales Tardíos, hoy El Soberbio y El Wado son los operadores principales del Ejecutivo en el Judicial. Ambos son accionistas de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora. Integran el artificio del Consejo de la Magistratura y se encargan de instrumentar el copamiento de los 290 despachos vacantes. De los 900 que existen. Aunque no dispongan, en realidad, de postulantes capacitados para cubrirlos. Aunque sepan leer y escribir y dispongan del título reciente de abogado.

Osiris Alonso D’Amomio
DirectorConsultora Oximoron

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La mano en la Corte

Resulta casi imposible, en 2014, meter mano en la Suprema Corte.
Aún son siete los miembros. Según la innovación tendrían que ser, en adelante, sólo cinco. Entonces para meter mano en la Corte hace falta matemáticamente que partan más de dos. Sólo con la partida del tercero el cristinismo podrá meter la mano.
De los siete, trasciende que alguno se encuentra en la sala de embarque. Con el equipaje despachado. Con la tarjeta en la mano para emprender viaje final.
Otro, El Profesor de Derecho Político, colega de cátedra de Silvio Frondizi, persiste en la antesala del centenario. Va por los 97 y no les va a dar fácilmente el gusto de cesar. Por más desplantes que La Doctora le dedique, con mal gusto y por cadena nacional.
Otros dos, en cambio, amenazan con jubilarse. A más tardar, según Oximoron, hacia final del año. Ambos cumplen los 75.
Zaffaroni, El Garantista del Frepaso, cada mes muestra menos pasión por el trabajo. Cuentan que acude a su despacho, apenas, una vez a la semana. Y brinda dilatados cursos por el mundo. Trató de polarizar con Sergio Massa, Aire y Sol II, que de pico y de pícaro le volteó la invención del Código. Para algunos maliciosos, El Garantista polarizó con El Enemigo Massa con la esperanza de seducir a La Doctora. Para que lo tuviera presente en sus oraciones, como posible candidato. Pero por el lado del cristinismo, según nuestras fuentes, llegaron a la conclusión que El Garantista ya les sirve para muy poco.
“Mejor dejar que se jubile”, confirma otra Garganta. “Ni resuelve los problemas que provoca”.
La que también quiere rajarse, por las derivaciones de su corazón sensible, es la doctora Argibay. Demasiados años de prestigio accesible en los foros internacionales para aferrarse a un buen empleo de ministro decana. Cuentan que está surcada por una intransferible decepción.
De los siete, según nuestras fuentes, sólo están fuertes tres. Lorenzetti, el Presidente, el Pelado Pescia del Derecho. Y Maqueda, el Pato Cordobés, de reconocida chapa política. Y la doctora Highton de Nolasco, cada vez más asediada por abogados que sólo pretenden encontrar la atracción de su hija.
Por lo tanto, sólo dos de los cuatro que parten -o que partirían- podrían ser suplantados por elementos más confiables para el cristinismo. Juristas que sepan representar los intereses de La Doctora. Sobre todo cuando se atraviesa “la etapa lazarista” (por la vigencia maldita de Lázaro, El Resucitado). Y cuando la “capacidad ambulatoria”, alias La libertad, peligra. Aunque no debiera preocuparse. Ninguno de los sucesores de la grilla mantiene el menor interés de encerrarla. Por más que los jueces, a veces, suelen fanatizarse con esa altiva cuestión de la independencia.

Los Girados

En 2015, en cambio, meter mano en la Corte es una aventura viable.
Aunque en un año electoral -según Oximoron- les va a resultar difícil imponer un postulante que supere los dos tercios del Senado.
Que lo aprueben 48 de los 72 venerables. En la actualidad, el cristinismo cuenta con la mayoría simple. Tiene asegurados los 37. Y con los aliados -de acuerdo a la evaluación de Oximoron- puede llegar a los 41. Faltan siete venerables. La persuasión de la Banelco siempre emerge como una alternativa al arte sutil de la negociación.
Ya comienzan a girarse los nombres para saltar hacia la Corte. Dos baluartes de Justicia Legítima. Alejandro Slokar, El Versado, juez de la Cámara de Casación Penal, por quien suspiran ciento dos secretarias, y Alejandra Gils Carbó, La Jurista de la Minifalda, una dama turbulenta que acumula más de veinte denuncias en su contra. Gils Carbó es la instrumentadora de los “fiscales ad hoc”. Mal llamados, en el ambiente, “los fiscales truchos”.
“Olvídense, ninguno de los dos pasa por el filtro del Senado”.
Aunque sean competentes. Los contadores de porotos del Senado sostienen que Slokar y Gils Carbó podrían repetir la experiencia de Reposo.
Resultaría más factible llegar a un acuerdo (sin Banelco) con los radicales. La aprobación pasaría (como por un tubo) si se lo propone a León Arslanián, o a Gil Lavedra, aunque haya irritado como opositor. Mantienen la estampilla original de juristas jugados por los derechos humanos.
El penúltimo nombre que se baraja para acceder a la Corte es de un efectismo inquietante. Se lo menciona sólo para constar en actas. Es Carlos Zannini, El Cenador que ensaya inadmisibles discursos de barricada, como si fuera el mismo maoista desorientado. Ocurre que El Cenador anda necesitado de fueros. Para cuando esté afuera. En el llano.
A propósito, “el llano es mucho peor que la traición”. Lo consignó Mazón, El Chueco, filósofo positivista que hoy arma, con cama adentro, algún diseño para Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol.

El Artificio de la Magistratura

El venerable artificio del Consejo de la Magistratura se merece un informe aparte (Oximoron lo tiene en carpeta).
Aquí apenas se subraya que, de los 13 miembros del artificio, son 7 los que responden al cristinismo y su modelo de inclusión. Y mantiene 6 opositores.
Para tener la mayoría, los dos tercios, se necesitan 9. Les faltan 2.
De la tarea ablandadora se encarga El Soberbio de Lanús, el pibe Álvarez. Conste que tiene menos poder que De Pedro, El Wado. Pero cuenta con mayor capacidad expresiva.
Ambos camporistas hasta suelen quedar como chicos simpáticos cuando se los compara con la pesadez de Marcelo Fuentes, El Duro. O con la astucia enfática de Moreno, El Cuto, que mantiene el atributo de hacer quedar siempre al interlocutor como si fuera un idiota.
En el artificio -para Oximoron- brilla el academicismo platense de Urriza. Y ya hasta es notoria la ostensible recomposición de Fera. El pobre venía algo deprimido desde que le soplaron la presidencia. La que hoy ocupa Sánchez Freites, El Cordobés.
Estos siete baluartes del cristinismo tienen que lidiar en las tensiones del artificio con los seis antagónicos. Ostropolsky, Cimadevila, Aguad, Radicales de Ética Republicana. Como Recondo, Piojo Conducción, o Fargosi, la espada prioritaria del macricaputismo.
Se explica entonces que cueste tanto hacer funcionar al Consejo. Persiste el riesgo latente de la paralización, que obstaculiza la presentación de las ternas que deben ser sometidas a la consideración dirigida de La Doctora. Para cubrir los 290 juzgados vacantes, con leales, tropa propia.
Aunque la propia tropa sea, según la regla, la que “te mande en cana”. Siempre.

Continuará