Escribe Oberdán Rocamora, redactor estrella.
Como el final del ciclo del cristinismo (que a lo mejor se extiende), se extiende el final del peronismo vegetal (que se transforma sin dramatismo).
Hasta aquí -junio de 2015- el instrumento electoral, el Partido Justicialista, no registró el menor brote de reacción interior. Apenas un par de desprendimientos. En Córdoba, San Luis, La Pampa, Buenos Aires.
Pero los peronistas mayoritarios siguen adentro. Se ajustan a la patología del kirchnerismo. Y suscribieron, sin pudor, como si fueran documentos, los memorándums redactados por el antiperonista más célebre que los conduce. Carlos Zannini, El Cenador.
Pese a sus desastres seriales, en 2015 puede triunfar la versión cristinista, con el sorpresivo blend Scioli-Zannini. A partir de 2016 es el turno de la sumisión. La transformación total. Continuar leyendo


Durante sus mandatos, La Doctora no pudo disfrutar de la complacencia de la gran prensa que supo festejar a su marido. Aunque mantuviera, a su lado, en el arranque, a Alberto Fernández, El Poeta Impopular. La pobre enfrentó severas derrotas, se enroló en causas perdidas, pero registró sus propias recuperaciones. Hasta debió improvisarse para el rol de La Jefa.
En cuatro años, La Doctora supo mantener, como pudo, los trapos. Pero no supo sustituir el trípode de poder con que gobernó, como dueño, su marido. Junto a Hugo Moyano, El Charol, y Héctor Magnetto, El Beto. Suponer que con el sindicalismo adicto de Yasky y Caló, y con los buscapinas de Unidos y Organizados, podía suplir los servicios que le brindaba Moyano, es tan absurdo como suponer que con las publicaciones satelitales de Szpolski y Gvirtz, y con las escenografías de Grossman, podía suplirse el extinguido favoritismo que le dispensaba Magnetto. Y menos aún con Magnetto -o sea Clarín- en contra.
Con la iniciativa acaparada, La Doctora se dedica a envolver a los opositores envueltos con las construcciones épicas que sirven para simular el gran fracaso. Mientras se entrega a la seducción generacional de los jóvenes brillantes, que colaboran -junto al peronismo vegetal- para introducir el país en la ciénaga. Sin que se note, en exceso, las marcas del fango. Pero se ampara el negacionismo que indica que no existe el fango, como tampoco existe el default, ni el desacato, ni el estancamiento de la inflación.
Por si no bastara, La Doctora sabe que a sus espaldas prospera, entre los canallas que se colgaban del vestidito negro y dicen defenderla, otra interpretación.