La marginalidad está peor que en 2001

Piedra libre para la destrucción en La Revolución Imaginaria.

escribe Carolina Mantegari

Los cristinistas se enojan cuando se confirma, desde aquí, que “la marginalidad en Argentina está hoy peor que en 2001”.
Y se agrega: “excitada por el narcotráfico y franeleada con el cuento de la inclusión social”.
En realidad, lo que sociológicamente espanta, aún no se entiende, es el significado explícito del 2001. Donde la marginalidad muy poco tuvo que ver.
Lo que estalló, en aquel final ardiente del año, fue la paciencia colmada de sectores maltratados de las capas medias.

Madres del Banco de Galicia

En el primer año del siglo, la desesperación encegueció al pequeño burgués clásico (para decirlo en la superada terminología marxista).
Fue al descubrir que sus fondos depositados en dólares repentinamente se habían diluido. Cuando se ponía el plástico en el cajero automático y no aparecían los billetes apaciguadores. Detonante principal de las bulliciosas protestas que derivaban en actos próximos a la barbarie. Encabezadas, por entonces, por las Madres del Banco de Galicia (según la acertada concepción del pensador Ignacio Zuleta).

Se registró, en la práctica, la transferencia de recursos más letal. Desde el patrimonio de las hipersensibles capas medias hacia la picaresca de los endeudados en dólares. Fueron los que supieron aprovechar los beneficios posteriores de la pesificación asimétrica, indiferentes al tendal que dejaron al descubierto. Dispuestos, en adelante, a acumular rencores y desconfianzas.
En cambio, lo que se reconoce como “marginalidad” quedó entonces mayoritariamente empatada. Casi a mano. Porque era muy poco o nada lo que aquel marginal de 2001 tenía para perder. A lo sumo se distanciaba mucho más del casi extinguido proceso de estratificación social. Es decir, la posibilidad del ascenso de clase, un fenómeno que sigue aún -aceptémoslo- casi vedado. Reducido apenas al territorio de la utopía o del braguetazo.
Con lo cual se asiste, además, al fracaso estrepitoso de un gobierno de procedencia básicamente peronista, como el que se padece y termina, sin relevos que hasta ahora entusiasmen.
El peronismo -que todo lo abarca- supo caracterizarse también por presentarse como una máquina reproductora de clase media. A los efectos de facilitar el traspaso. Desde la marginalidad del desposeído hacia las sutiles contradicciones de una clase media, primero, baja. Pero con posibilidades de acceso hacia la educación, que sistematizaba la realidad del progreso y que hoy es víctima de la misma decadencia.

La identidad resquebrajada

2001 representó, en principio, un contundente empobrecimiento de las capas medias que protagonizaron creativos escenarios de barbarie acotada. Y la consolidación simultánea de una marginalidad cada vez más alejada de una posible integración al proceso productivo.
Después de la magnífica transferencia de recursos, desde las capas medias hacia la especulación triunfal de los beneficiarios, comenzó con Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas) el ciclo de crecimiento (que iban a desperdiciar sus dos sucesores).
Claro que se crecía con la dupla Duhalde-Lavagna, pero desde la ventaja comparativa que ofrecía la gran decepción de estar en la lona.
Desde abajo, en general, suele ser más factible el logro de incorporarse un poco.
Y aquellos sectores medios que perdieron, paulatinamente iban a recuperar -merced al crecimiento- partes considerables de lo transferido. Y volverían, más resignados que vencidos, a ponerla en los bancos.

Es precisamente a partir de 2003, a través de la Revolución Imaginaria que impulsa el kirchnerismo, cuando se reciben los réditos de la recuperación que se inicia con Duhalde. Y cuando comienza el despliegue de desaciertos presentados como méritos, que se las ingenia para desperdiciar imperdonablemente la etapa de prosperidad más extraordinaria. Merced a la prepotencia ascendente del commodity principal. El poroto subestimado que aún nos sostiene.
Aquel desperdicio histórico concluye con la impúdica marginalidad de hoy. Con los abyectos desmanes del domingo que sólo pueden sorprender a los distraídos y que pudieron contemplarse grotescamente por televisión. Cuando los violentos marginales salieron de sus refugios normales para banalizar penosamente el saludable acto de gratitud. El reconocimiento que “la sociedad blanca” ofrendaba a la selección nacional de fútbol, que consiguió el meritorio segundo puesto en el torneo Mundial de Brasil. Mucho más, en cierto modo, de lo que se merecía. Y de lo que se esperaba de ella.
Aparte, “la sociedad blanca” aprovechaba también para homenajearse a sí misma, en los alrededores del Obelisco. Lo necesitaba. Como si se complementara con los sectores más osados que se desplazaron hacia Brasil, para pintarrajearse, conmoverse, gastar a los brasileros y simular que pertenecían a una barra brava elegante. Porque gracias a un conjunto de futbolistas regulares podían consolidar ciertos aspectos de la identidad resquebrajada.

Piedra libre

Aquí también se dijo que explicar los escatológicos incidentes del domingo, a través de la derrota, es ingresar por la puerta equivocada. Porque el vandalismo estaba garantizado. Aunque Higuaín o Palacios hubieran acertado con su puntería y se les ganara a los alemanes.
El acontecimiento del fútbol producía la legitimidad de la aglomeración. De ningún modo el violento marginal podía desaprovecharlo. Algo siempre puede robarse y destruirse.
Aparte, no hay fundamentaciones para sorprenderse. Cualquiera sabía que la ciudad no se encontraba siquiera preparada para soportar el autodenominado día del hincha de fútbol. Derivó en violencias devastadoras similares a las del domingo. Y en el mismo escenario.
Como balance -y aunque se enojen- el cristinismo produjo efectos catastróficos en las tres grandes franjas sociales. En trazo grueso, arriba, en el medio, pero sobre todo abajo.
En los márgenes. Donde el narcotráfico cometió su turno prioritario para el estrago. Y donde se subsidió a la bartola y sin el menor objetivo de contención. A través del excitante cuento de la inclusión social, basamento teórico de los logros supuestos de la Revolución Imaginaria, y en una atmósfera de permisividad más irresponsable aún. Con una idea prejuiciosa, casi culposa, del derecho del Estado a ejercer la represión. Recurso entendido, por los progresistas de ocasión, como una patología.
Piedra libre, entonces, para el robo y la destrucción. Es gratis.

Franja de Massa o Milagro-Scioli

sobre informe de Consultora Oximoron
Redacción final Carolina Mantegari

Introducción
Combate de resistencia

Al cierre del Informe, los tres protagonistas exclusivos de la consagrada miniserie se encuentran casi a la par.
Queda Mauricio un poco más replegado, aunque con posibilidades difusas de sorprender. Bastante remotas, eso sí.
Se aleja la perspectiva de aliarse con el esqueleto de los radicales.
Aparte, Oximoron registra que se pontifica, en exceso, sobre el (engañoso) agotamiento del peronismo.
Para la plácida visión, el peronismo emerge como el culpable genérico de la mayor parte de los males.
Entonces se enuncia voluntariamente que se viene el turno del “no peronismo” (más engañoso aún).
Pero con estos valores en juego, se concluye que es imposible. Con la sumatoria de los postulantes ejemplares del Frente Unen, con exponentes que atraviesan el jardín luminoso que contiene a la ética y la estética, difícilmente podrán imponerse sobre alguno de los dos peronistas principales del escenario.
Sea Sergio o sea Daniel. Franja de Massa o Milagro-Scioli.
Si las elecciones nacionales transcurrieran el próximo domingo, los excitados no peronistas -para Oximoron- volverán a quedarse afuera. Con la moralidad servida de la oposición.
Significa confirmar que hoy la batalla electoral se dirime en una suerte de interna peronista. Entre La Franja y El Milagro.
Por suerte, faltan aún diecisiete meses para la tranquila inutilidad de las primarias abiertas y obligatorias. Las PASO.
El combate que se viene es de resistencia. Sin respiros, pausas ni relajaciones en la política swinger. Aunque se venga el Mundial de fútbol que genera esperanzas vanas de olvido. Sobre todo para los damnificados de la etapa lazarista del cristinismo.
Para esta pelea de resistencia, aparte de armarse, los tres protagonistas de la miniserie deben cuidar el aire.
Comparten, los tres, severos dilemas de oxígeno.

Osiris Alonso D’Amomio
Director/ Consultora Oximoron
———————————————————————————————————————————–

El Milagro Scioli

Así como el mensaje es el medio, o viceversa, aquí el Milagro es Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol. Un desafío para analistas y académicos.
Por más que La Doctora lo disuelva entre la sopa espesa de una de las cuantiosas vicepresidencias inútiles del Partido Justicialista Vegetal (PJV). Por más que quede diseminado entre otros potenciales presidenciables, el positivista muestra con “fe, esperanzas y siempre para adelante” que va a quedarse para la conversación final.
A valores de hoy, en una disputa con Sergio Massa, Aire y Sol II, titular de la Franja de Massa.
Sin una gestión que nadie le reconozca, y ni siquiera le ponderen, Scioli sale de shopping por las provincias. Supone fortalecerse con la adhesión de los “gobernadores atragantados” que en su mayor parte no tienen reelección. Y tampoco le garantizan victorias territoriales. Pero le permiten exhibir un grupo presentable y compacto, que recibe también sin reparos al desafiante principal en el plano interno. Sergio Urribarri, El Padre del Marcador de Punta.
El vegetalismo peronista permite mostrar la apariencia de un esqueleto bien armado. Con huesos gastados, aún en condiciones de uso.
El Milagro-Scioli persiste entre menoscabos extraordinarios, y subestimaciones sin originalidad. Pero se le incorporan, a diario, los valiosos buscapinas que comienzan a creer, con seriedad y sin nada para perder, que están ante la evidencia del milagro. De verdad.

Massa y su circunstancia

De los tres protagonistas, Sergio, El Renovador de la Permanencia, es quien parece divertirse más con la centralidad.
Crece, se estanca, y vuelve a crecer. En medio de la ordenada desorganización que gira a su alrededor. Como si fuera un atributo.
Para Oximoron, el massismo parece convertirse en un fenómeno “orteguiano”. Pero por el filósofo español Ortega y Gasset, y no por Palito, el tucumano, que supo ser uno de los mentores de Sergio.
“Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Lo dijo Ortega y Gasset.
Aquí, en cambio, es Massa y su circunstancia.
Porque La Franja de Massa está donde está Massa. Y es, en el fondo, sólo aquello que hace, o dice Massa. Palabra de Sergio.
“Tenemos la estampita y los fieles. Sólo nos faltan los buenos pastores”. Lo confirma un massista extraño, para colmo de los más racionales. Al que le cuesta ubicarse en la desorganización que a Sergio, llamativamente, lo estimula. Y la goza.
Al mejor estilo Menem, el orteguiano Massa cree cargar consigo la buena estrella del César. Con la cual los protege a los protagonistas plausibles de una comedia de malentendidos.
Al tenso Martín Redrado y al eficiente Miguel Peirano. A la formada señora Graciela Camaño, La Negra, y al experto intendente Gilberto Alegre, de Villegas, hoy transformado en legislador.
Y a la serie entrañable de los “renovados”. Como De Mendiguren, Felipe Solá, Tito Lusiardo, alias Juanjo, el poeta Alberto Fernández, el Chupete Manzano, el conde polaco Eduardo Amadeo, al aportante espiritual Jorge Brito y su lugarteniente Rodríguez, El Corcho. Sin olvidarse nunca de Pierri, El Muñeco, o de los “renovados” más formidables. Como Reutemann, Romero o los Rodríguez Saa.
También hay protección para todos aquellos que se jactan de tener ciertas influencias sobre el titular de la Franja. Sergio finge escucharlos con atención, aunque siempre para hacer, o decir, lo que se le cante.

Consuelos del macricaputismo

Para Mauricio, El Niño Cincuentón, Sergio llegó para complicarle la carrera política. Transformarse en su obstáculo.
La animadversión política hacia Massa es también un valor que la acerca a La Doctora (aparte de los aspectos puntuales de fuerte incidencia económica. Inmobiliarios, como el traspaso de la Esma, o de relativa espiritualidad).

En PRO -expresión institucional del macri-caputismo- se consuelan con una creencia que en el fondo los justifica.
Indica que, si la señora Gabriela Michetti, La Princesa de Laprida, le hubiera hecho caso a Mauricio, y aceptaba jugar en Buenos Aires, La Inviable, Massa se quedaba en el molde. Perdido entre las vueltas de la rotonda. No hubiera “jugado”.
Por lo tanto, con Michetti activa en Buenos Aires, en el escenario de 2013, la Franja de Massa nunca hubiera existido.
Tarde para lamentaciones contra-fácticas. Porque La Franja de Massa existe y hoy encabeza cualquier encuesta.
Ocurre que Sergio le arrebató a Mauricio hasta la cucarda de la juventud. Es trece años más joven y le disputa el mismo mercado.
Pero la popular Michetti prefirió quedarse en el Artificio Autónomo de la Capital. Para beneficio indirecto de Massa, y para la complicación ostensible de Horacio Rodríguez Larreta, El Carismático de Pompeya.
Horacito no escatima recursos para convertirse en el sucesor de Mauricio. Con la venia, en apariencia, del inmanente Nicky, y del propio Mauricio, quien ni se inmuta ante el entusiasmo de los innumerables que descubren la ventajita de enfrentar a El Carismático.
Como los Peronistas Originarios. Diego Santilli, El Colorado, y Cristian Ritondo, El Potro. Desde el interior del macricaputismo.
O como Martín Lousteau, Sir Alfred Douglas, el crédito del amontonamiento de Unen.

Noción de tagliaferrismo

Por la colonización siempre pendiente de Buenos Aires, La Inviable, Mauricio decidió suplir, a la reticente Michetti, por la obediente señora María Eugenia Vidal, La Chica del Flores de Carriego.
A los efectos de librarse de otra eventual competidora, Horacito, El Carismático de Pompeya, apoyó la idea de desplazarla con curioso apasionamiento.
Le prometía lo que fuera -con tal que se fuera-, a María Eugenia Vidal. Para que se lanzara, como Roca, a la conquista del desierto.
Lo extravagante y divertido del Pro es que se trata, en el fondo, de un partidito urbano, tan gerencial como hogareño. Donde los episodios domésticos suelen adquirir cierta trascendencia política.
Ya se registró algún alentado divorcio que favoreció, incluso, la proyección política de un gran cuadro macricaputista.
Trasciende que La Chica de Flores tuvo ciertas dificultades para financiar la colonización bonaerense. Las trabas nunca deben ser atribuidas a Jorge Macri, El Primo (que era) Pobre, su competidor interno.
Al contrario, los problemas de recursos se agravaron, según nuestras fuentes, por las ambiciones predominantes del máximo cuadro del tagliaferrismo (movimiento que paulatinamente se extiende por los suburbios).
Es Ramiro Tagliaferro, El Neo Nancy, para colmo fiel esposo de La Chica de Flores. Un impulsivo concejal de Morón, gracias a la alianza olvidada con la Franja de Massa. La que con suerte ínfima intentan reeditar Ramón Puerta y Diego Guelar.
El dilema se resolvió con el alejamiento del numen del tagliaferrismo. El abandono de Ramiro del comando de la campaña de la conquistadora Vidal.
En algún momento se especuló, incluso, con el salto en garrocha de Tagliaferro hacia el massismo. Desplazamiento que, según nuestras fuentes, deseaban varios macricaputistas.
“Mejor, que se lo lleve Massa”, confirma la Garganta.
Lo importante, para El Carismático de Pompeya, es que La Chica del Flores de Carriego no suspenda la colonización. Y que no decida marcar, de nuevo, altiva presencia en el Artificio Porteño.