Hay que terminar con ganancias en los salarios

En el discurso de inauguración de las sesiones legislativas en el Congreso Nacional, el presidente Mauricio Macri se jactó de haber aumentado un 160% el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias. Se trata de un embauque. Fue un aumento muy por debajo de lo que corresponde por la inflación acumulada desde 2001. Alcanzará de inmediato a 220 mil asalariados y a 110 mil jubilados más. La falta de actualización de las escalas hace que, en un cuadro inflacionario y con paritarias de por medio, la distancia entre pagar el 9% o pagar el 35% se recorra rápidamente. Por último, los monotributistas —muchas veces asalariados precarizados— pagan desde los siete mil pesos.

La confiscación salarial que implica el impuesto a las ganancias es —una parte de— la otra cara de la eximición de pago de retenciones a las mineras y al capital agrario. Los trabajadores estamos financiando los beneficios que recibieron los exportadores. Más aún, el impuesto al salario forma parte de la garantía de las condiciones de pago que Macri ofrece a los acreedores internacionales para el acuerdo con los fondos buitre y el ingreso a un nuevo ciclo de endeudamiento, la piedra fundamental de su Gobierno.

En este sentido, la lucha contra el impuesto al salario es clave para enfrentar toda la política macrista. Justamente por eso, las centrales sindicales, en línea con el acuerdo al que han llegado con el Gobierno, dijeron que sus diputados “buscarán retocar el impuesto en el Congreso”. Un acto de absoluta adaptación y una sutileza para dejar en claro que no organizarán ninguna medida de lucha del movimiento obrero que ponga en jaque los planes del macrismo. Continuar leyendo

Rodrigazo en marcha

El martes 22 un conjunto de organizaciones sindicales combativas y de organizaciones sociales marcharemos a Plaza de Mayo (desde Belgrano y 9 de Julio) para reclamar un bono de fin de año o doble aguinaldo para trabajadores y jubilados, para efectivos y precarizados.

La convocatoria lleva el reclamo, generalizado en innumerables fábricas y gremios, de las palabras a los hechos. Se trata de la primera movilización obrera importante con un reclamo de conjunto al Gobierno de Mauricio Macri, puesto que un día antes marcharán los obreros de Cresta Roja, pero por la continuidad de los puestos de trabajo, otra cara de la moneda del ajuste.

La marcha del 22 es un frente único de lucha, constituido en horas, donde se destacan la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) Autónoma, la Federación Aceitera, la Coordinadora Sindical Clasista-Partido Obrero, la seccional oeste de la Unión Ferroviaria y distintas organizaciones sociales que agrupan a los trabajadores precarizados de cooperativas del plan Argentina Trabaja y otras, como Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), Polo Obrero, Teresa Vive, Frente Darío Santillán y Barrios de Pie. Continuar leyendo

Cocinan un pacto social del ajuste

Daniel Scioli plantea una política de ingresos, eufemismo para indicar un acuerdo o pacto social que, mencionado por su nombre, no es más que un cepo al salario. Su propósito de fondo sería imponer un acuerdo salarial por un período prolongado -por ejemplo, tres años- por un aumento del orden del 20 % bajo la promesa de metas de inflación decreciente. La modalidad sería un acuerdo marco tripartito que comprende a las cámaras empresarias, al Gobierno y a la burocracia sindical. En la mesa, la burocracia reclamará como prenda al rescate estatal de las obras sociales, algo que ya les ha prometido Scioli.

Este tipo de acuerdo tiene enormes implicancias. Se trata de la virtual suspensión de las paritarias, que son, por esencia, la libre discusión salarial entre obreros y patrones. Pero además implica cláusulas de paz social que están destinadas a impedir -y a su turno, deslegitimar, represaliar y reprimir- las luchas fabriles.

Esas luchas fabriles no se plantearán solo por salarios. Ya tenemos hoy la ocupación de fábrica de los obreros de Petinari, como tuvimos la huelga de la línea 60 y el conflicto de Cresta Roja, contra despidos y cierres. Algo que la crisis metalmecánica traduce en suspensiones hoy y se proyectaría en despidos hacia fin de año. Continuar leyendo

La provincia de Buenos Aires, una batalla crucial

La inclusión de los macristas en las listas de Sergio Massa resultó una tabla de salvación para los intendentes de ese palo e indica que, cruzando la General Paz, el macrismo no existe. Pero Macri fue hasta el final: “Si fuera de provincia, voto a Sergio, con quien hice un acuerdo”, dijo. Para Darío Giustozzi, que se disgustó con estos dichos, el aliado porteño habló demasiado.

Massa se declara de “origen” peronista y plantea una campaña “desideologizada, en función de la gestión y las demandas de la gente”. Busca vender la imagen de “político moderno y transversal” que le sopla su asesor peruano (Sergio Bendixen), una réplica del macrismo. Más allá del “franciscano” Giustozzi, el reagrupamiento de intendentes de Massa ha sido de derechistas consumados. Pablo Bruera, que integraba ese núcleo inicial, fue guardado bajo la alfombra luego de las inundaciones que dejaron 70 víctimas fatales. Ahora, como cadáver político, sólo encontró lugar en el kirchnerismo.

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