Rodrigazo vs Kirchnerazo

Hace ya algún tiempo que se habla sobre si es posible o no tener un segundo Rodrigazo o un Kirchnerazo. Si bien es cierto que las comparaciones pueden ser tramposas, no es menos cierto que son ilustrativas. ¿Qué similitudes hay con el Rodrigazo de 1975? ¿Qué fue el Rodrigazo y cómo se gestó? ¿Se puede repetir?

A nivel general las similitudes entre los años previos al Rodrigazo y la actualidad son notables. Para producir un Rodrigazo hay que llevar adelante dos pasos: primero emita dinero a la par que impide que se ajusten los precios. Llámelo precios cuidados, limitar la tensión de precios, combatir la puja distributiva, tarifas sociales, etc. Luego, cuando la situación es impostergable, nombre un nuevo ministro de Economía que deba destapar la olla a presión que se ha recalentado durante tanto tiempo y use su nombre para describir las inevitables consecuencias del problema heredado. Es importante que no se relacionen las inevitables consecuencias sociales de la pobre política económica con su gobierno. Quizás sería más preciso, y justo, hablar de Gerardazo o Peronazo en lugar de Rodrigazo.

El Rodrigazo de 1975 no fue otra cosa que el resultado de una mala política económica y monetaria. Entre 1967 y 1972 (gobierno militar) la inflación anual equivalente fue del 25,6%. Nivel anual similar al que tenemos desde el 2007 (con excepción del 2009.) Cuando Hector Cámpora asume como presidente lo trae a José Gelbard (vinculado al Partido Comunista) como ministro de Economía, quien decide combatir la inflación “cuidando” los precios. Pocas veces tan aplicable la frase “cualquier parecido con la realidad es pura casualidad”. El problema de los controles de precios es que no eliminan la inflación, sino que acumulan presión inflacionaria sobre los precios. Sin control de precios los ajustes se dan a medida que la emisión monetaria llega al mercado. Con controles de precios, los aumentos que se hubiesen realizado paulatinamente se hacen de golpe una vez que se eliminan los controles. Una cosa es dominar la inflación (exceso monetario), muy distinto es eliminar el termómetro que la mide (nivel de precios). Si los precios no surgen de operaciones libres en el mercado, entonces son precios mentirosos que poco informan sobre las necesidades y desequilibrios del mercado.

Luego de la renuncia de Gelbard en 1974, y tras un corto reemplazo por parte de Alfredo Gómez Morales, Celestino Rodrigo asume como ministro de Economía teniendo que hacerse cargo de liberar los precios. Se podrá discutir si el método que Rodrigo eligió para intentar solucionar el problema era el correcto y si estuvo bien implementado; es sin embargo un acto de negación ignorar la imposible herencia que le dejaron.

Los efectos del Rodrigazo pueden resumirse en cuatro puntos:

  • Aumento del 100% de lso costos de servicios y transporte público (tarifas)
  • Devaluación del 150% frente al dólar comercial (había un tipo de cambio diferenciado para el sector financiero)
  • Aumento de hasta el 180% en los combustibles.
  • “Salariazo”

Entre 1876 y 1983 la inflación equivalente anual fue del 166,4%, más de cinco veces la del período 1967-1972 que licuó el “salariazo” disminuyendo el salario real. La CGT reaccionó con la primer huelga general en el gobierno de Perón. El deterioro económico y social fue tal que algunos llegan a sostener que la inflación del 35% mensual que siguió al Rodrigazo fue un factor importante en el golpe militar de 1976.

¿Cómo sería un Kirchnerazo si una medida similar se aplicase mañana? ¿Será Kicillof el próximo Celestino Rodrigo, o quizás el próximo fugaz Gómez Morales?

Entre el 2001 y el 2013 la inflación acumulada fue del 681% mientras que las tarifas aumentaron “sólo” un 144%. Esto quiere decir que las tarifas deben aumentar otro 373% para equiparar el 681% de inflación acumulada. Un valor holgadamente superior al 100% del Rodrigazo. La alta inflación aparentemente reconocida por el nuevo IPC y la política de cuidar precios van en la dirección de aumentar esta brecha.

En cuanto al tipo de cambio, si asumimos en números redondos que 12 pesos por dólar es el tipo de cambio de equilibrio, entonces es necesario devaluar un 50% para llevar el tipo de cambio de 8ARS/1USD a 12ARS/1USD. No es accidente que se haya acelerado el ritmo de devaluación cuando cambió el equipo económico, ni que se haya dejado saltar al tipo de cambio de 6,50 a 8,00 en enero. Que no se levante el cepo cambiario muestra que el nuevo tipo de cambio aún se queda corto respecto a su valor de equilibrio (que seguirá aumentando en la medida que el BCRA emitiendo dinero).

En término tarifarios, entonces, el kirchnerismo estaría generando una situación notablemente más delicada que la del Rodrigazo. En términos de devaluación, el gobierno se encuentra en una mejor situación debido a que viene reconociéndola a un ritmo mayor del que lo hizo con las tarifas de servicios públicos. Es importante tener presente, sin embargo, que solucionar un problema no corrige el otro. Cerrar la brecha cambiaria, por ejemplo, no hace desaparecer el atraso tarifario.

Es muy difícil predecir qué podría suceder de darse un Kirchnerazo de golpe dado que el desenlace depende de qué otras medidas se tomen en paralelo. Por ejemplo, ¿se devalúa y ajustan tarifas y además se levanta el cepo cambiario o se deja el cepo cambiario? ¿Se aumentan los impuestos y expropiaciones o se da marcha atrás con los avances sobre los derechos de propiedad? ¿Cómo se maneja desde el gobierno el inevitable descontento social? Y, no menos importante para el largo plazo, ¿qué explicación se va a dar a la población de la abultada tarifa que se le acaba de pasar? ¿Será culpa del “vil mercado y los poderes internacionales” o en un ataque de honestidad cívica la clase política hará un mea culpa sobre los costos del populismo? Etcétera…

Cuando distintos economistas ofrecemos nuestra opinión de manera cruda y objetiva sin la necesidad de tener que ganar votos, el objetivo no es ser destituyente ni golpista. Al contrario, es motivado por un genuino interés en que la clase política acuse recibo de los serios problemas de los que ellos mismos son causa. Nada agradaría más que explicar las bondades y solidez de la economía Argentina, pero hacer la vista gorda a serios problemas económicos es como el médico que oculta una terrible enfermedad a su paciente porque sólo gusta de dar buenas pero irrelevantes noticias.

Lo que no se discute del anuncio de Capitanich y Kicillof

Los últimos días han mostrado una gran intensidad por parte del gobierno. Desde un intento de aumento de impuestos a los bienes personales que duró menos de 24 horas, pasando por la contramarcha en la importación de tomates hasta el anuncio de la flexibilización del cepo para el atesoramiento de dólares a las pocas horas de comunicar que sólo se podían realizar hasta dos compras online en el exterior para cuidar las reservas. Que el cepo vaya a ser flexibilizado aún está por verse. Si hay algo que la experiencia del kirchnerismo muestra es que lo único que se hizo fue dar la libertad de ser rechazado por la AFIP, que no es lo mismo que liberar el cepo. Si bien el problema del tipo de cambio y reservas apremian, y los anuncios y contra-anuncios se han vuelto casi moneda corriente, una expresión particular del anuncio que hizo Capitanich con Kicillof es muestra clara de la falta de republicanismo en la que ha caído el país.

Según Capitanich y Kicillof el viernes pasado, el gobierno ha decidido “autorizar” la compra de dólares para atesoramiento. Este acto fallido denota un serio problema. ¿Desde cuándo en una república es el gobierno de turno quién decide qué es lo que el pueblo (el soberano) puede y no puede comprar? El kirchnerismo está profundamente confundido si cree que las libertades individuales son concesiones del Estado. Hace tiempo que esta concepción medieval fue dejada de lado. Las restricciones a las importaciones y la compra de dólares son sólo dos de las manifestaciones de esta confusión conceptual. Por eso algunos tanto insistimos con la importancia de las instituciones. Hoy esta confusión institucional se traduce en cierre de importaciones y cepo a la compra de dólares, mañana puede ser cualquier otra cosa. Límites a los bienes personales que se puede tener, limite a la tenencia de propiedades, etcétera. Basta darse una vuelta por los países populistas para ver que la falta de republicanismo puede manifestarse de varias maneras distintas. Creer que las libertades son una concesión del Estado, y no un derecho de las personas que impone límites al Estado es, en el fondo, más grave que cualquier cepo.

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Mirando el balance del BCRA

El BCRA ha sido noticia en los últimos meses del 2013. Motivos no faltan: viene perdiendo reservas a un ritmo acelerado, ha incrementado el ritmo de devaluación del tipo de cambio oficial y posee una dudosa política de adelantos transitorios al tesoro que alientan la alta inflación que el gobierno insiste en negar. ¿Qué se observa si miramos el balance del BCRA, no sólo los últimos meses, sino enfocándonos en todo el período K? ¿Cuál es el monto de reservas “propias” y qué otras cosas nos deja ver el balance del BCRA?

Las reservas

Hay dos maneras de ver las reservas que hay en el BCRA. Las reservas totales y las reservas netas de deudas. Es decir, cuántos de los dólares que posee el BCRA no son deuda de terceros. En mi billetera puedo tener en total unos $150 dólares, $50 de los cuáles son préstamo de un tercero. ¿Cuántos dólares (reservas) tengo, $150 o $100? Al 15 de diciembre, el BCRA tenía unos 30.509 millones de reservas totales. Las reservas netas, luego de descontar los depósitos en dólares (y los Cedines) que el sistema financiero tiene depositado en el BCRA, quedan unos 20.000 millones en reservas. Si además se descuentan otros pasivos como deudas multilaterales y depósitos del gobierno, las reservas netas quedan en unos 16.560 millones (un monto levemente superior al 50% del total de reservas). Este número se reduce a 4.560 millones si se asume que el BCRA seguirá pagando la deuda del Tesoro (12.000 millones de dólares en el 2014) como lo ha hecho en los últimos tiempos (aquí un breve comentario de Guidotti y Nuemeyer.) La fuerte aceleración de la devaluación del tipo de cambio oficial y las medidas para seguir apretando el cepo no son casuales.

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Tres problemas con el cepo cambiario

La acelerada pérdida de reservas por parte del BCRA ha puesto en el centro del escenario el problema del cepo cambiario. Si bien queda poco para que termine el 2013, en lo que va del año el BCRA ya perdió más reservas que el 2011 y el 2012 juntos. Incluso se estima que terminará el año perdiendo alrededor de 12.000 millones. Estos números pueden ser peores si además se tienen en cuenta préstamos que recibe el BCRA que hacen “ver” que las reservas propias son más que las reales. Ni hablar del patrimonio en el balance del BCRA si se toman las letras intransferibles del Tesoro al nulo valor de mercado en lugar de valor libro. ¿Cuál es el punto de tener un cepo cambiario si el BCRA es incapaz de controlar sus propias reservas?

El problema del cepo es que no soluciona el problema de fondo. El dólar oficial se encuentra artificialmente barato, lo que hace que su oferta (por exportaciones, etcétera) sea menor y que su demanda (para importaciones, atesoramiento, etcétera) sea mayor. El desequilibrio es la pérdida de reservas resultante. Parte importante de este problema es la precaria situación energética a la que se ha llegado luego de diez años de kirchnerismo. Ante este panorama, la pregunta de si se puede salir del cepo y cómo hacerlo se ha escuchado con mayor frecuencia en los últimos días. Una política para salir del cepo tiene que hacer frente a por lo menos tres problemas.

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Tres décadas y un problema llamado déficit fiscal

Tras tres décadas desde la vuelta a la democracia, el kirchnerismo se asoma al fin de su período con una situación económica con serias complicaciones e incluso con la posibilidad de terminar con otro default internacional. De hecho, las tres décadas democráticas estuvieron signadas por serios problemas económicos como la hiperinflación de fines del 80, la crisis del 2001 y los actuales desequilibrios monetarios. Sin embargo no hay nada nuevo bajo el sol en lo que concierne al origen de los problemas económicos de las últimas tres décadas, que estuvieron marcadas por el mismo problema: déficit fiscal, déficit fiscal y déficit fiscal…

Analizar el caso argentino con énfasis en políticas públicas sin poner la lupa en el problema del déficit fiscal es pasar por alto el problema de fondo. Es como sostener que el problema del adicto al alcohol son los síntomas, o la marca que consume, pero no la adicción al gasto público. El problema de errar en el diagnóstico es que fácilmente puede llevar a proponer solución aquello mismo que produce el problema en primer lugar. Una nueva ronda de tragos para combatir la resaca no es una solución de largo plazo. Ciertamente, tener déficit fiscal algún que otro año no es un problema serio, como no lo es tomarse una copa de vino durante la cena, el problema es la acumulación de déficits fiscales a niveles insostenibles. El problema no es la copa de vino, es la sumatoria. Expandir el gasto público para combatir las secuelas de una crisis de origen fiscal difícilmente lleven a buen puerto.

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