Tierra arrasada

Doce años de kirchnerismo están dejando un país en crisis económica y con un serio deterioro institucional y social a la administración entrante de Mauricio Macri. Recesión, inflación, abultado déficit fiscal, deuda externa en default, pobreza en torno al treinta por ciento, presión fiscal récord, falta de reservas y cepo cambiario son algunos de los síntomas más conocidos. Que esto haya ocurrido en una década con elevados precios de commodities y exceso de dólares en el mundo pone de manifiesto el nivel de fracaso del llamado modelo k. Con una Argentina aislada del mundo, el kirchnerismo no puede excusar sus magros resultados alegando que el mundo se nos cayó encima. El kirchnerismo tiene muy pocos logros que mostrar, si es que tiene alguno.
El deterioro económico es tal que no se tiene certeza sobre la situación actual del Tesoro, del Banco Central y de la economía argentina en general. Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) no son confiables y los ministros actuales son reacios a compartir la información de sus carteras con los ministros entrantes, fiel muestra de lo que fue el estilo k desde los primeros días de Néstor Kirchner en el poder. Lo que el kirchnerismo está dejando a Macri es tierra arrasada. Se podría decir que, viendo las medidas tomadas en las últimas semanas, el kirchnerismo le deja también un campo minado. El comportamiento reciente del Frente para la Victoria no respalda la preocupación por el pueblo argentino que este movimiento dice tener como prioridad. Continuar leyendo

Shock o gradualismo

Llevar adelante reformas de manera gradual o mediante shock es un debate que va ganando presencia entre los candidatos presidenciales. Si bien ninguno es explícito sobre este tema, algunos candidatos hablan de, por ejemplo, quitar el cepo y eliminar la inflación rápidamente, otros, de tomarse varios meses o toda una gestión presidencial para bajar la inflación a un dígito. En síntesis: “shock” versus “gradualismo”.

La oposición a las políticas de shock suele basarse en que las mismas imponen un costo innecesario a la sociedad. Bajar el gasto público de golpe, por ejemplo, puede generar desempleo y desaceleración de la actividad económica. Por el otro lado, el gradualismo suele quedar a medio camino y las reformas, al quedar incompletas, son inconsistentes y nuevos problemas económicos aparecen en el mediano plazo. El gradualismo, por lo tanto, busca minimizar los costos sociales y económicos durante la transición. La crítica a las reformas en shock, sin embargo, obvia que las mismas también pueden hacerse con un plan de transición que hace justamente del gradualismo una opción innecesaria. Y dado que, de intentar hacer reformas de manera gradual, se corre el riesgo de que las mismas queden inconclusas, un shock bien planeado sería preferible al gradualismo. Continuar leyendo