A la derecha le falta poesía

Ni la derecha ni la izquierda son en sí progresistas, revolucionarias o conservadoras. Por definición ser progresista es buscar el progreso y ser conservador es dejar las cosas como están. Parece imposible de pensar en la Argentina de la batalla cultural anti derecha, pero si la izquierda no funciona la revolución será la derecha así como los conservadores serán los militantes de izquierda.

Hoy el concepto de “ojo por ojo diente por diente” puede atrasar, pero cuando se escribió hace casi 4000 años la Ley del Talión fue totalmente revolucionaria y progresista. En un mundo donde por robar una manzana te podían empalar o crucificar, la idea de un castigo semejante al crimen cometido fue lo más parecido al garantismo de Zaffaroni.

La derecha en sí no atrasa ni progresa, lo que le hace falta es poesía, un relato épico que la defina como lo revolucionario, lo que se viene en un país rico administrado como país pobre.

La lucha por la libertad no necesita ser únicamente el grito final de Mel Gibson en Corazón Valiente. Tampoco el capricho de niños ricos que se quejan de los impuestos y piden universidades aranceladas para tirar a la basura las bases de la vanguardia educativa que asentó Sarmiento durante la presidencia de Julio Argentino Roca.

La derecha es la propiedad privada y la libertad de hacer con ella lo que queramos. En la época en la que vivimos, eso es una revolución.

Con un relato adecuado se podría explicar que ser de derecha no es estar en contra de los pobres, sino todo lo contrario. Es modificar el sistema impositivo morboso que tenemos hoy donde se paga el mismo IVA en una villa que en Recoleta, para que paguen más los que más tienen y se termine con el curro de los planes sociales entregados por punteros a cambio de presencia en actos y votos.

No se trata de achicar el Estado al mínimo, pero sí de despojarlo de lo que no necesita. Hoy 40% de los chicos no tienen la capacidad de comprender lo que leen. Si el Estado cree que financiar al fútbol de Grondona y a los programas espantosos de ATC (la Teklevisión Pública) es más importante que la excelencia académica, definitivamente no deberían administrar nuestro dinero.

Con una estrategia bien calculada y ejecutada lograron que el estatismo inoperante y corrupto se convierta en el héroe de una lucha épica y, por el contrario, las ideas de pagar menos impuestos, de justicia independiente, de libertad de prensa y del uso libre de la propiedad privada se volvieron el demonio del Neoliberalismo.

La lucha en la Argentina que se viene tiene que arrancar por la batalla cultural. Apelando al sentido común de la gente, no debería ser tan difícil revertirlo.

Menem, el culpable de Aerolíneas

De todos los males que nos dejó el gobierno de Menem, uno en particular nos sigue afectando y probablemente, sin él haberlo querido, sólo va a empeorar.

Difícilmente pueda funcionar una propuesta enteramente liberal en una sociedad como la nuestra, con esta clase política, con estos sindicatos y con estos empresarios. En un mercado sin reglas ni controles, en un sálvese quien pueda, terminaríamos literalmente así, salvándose quien pueda.

El vaciamiento del rol del Estado menemista en el desarrollo de la economía, en el control de las importaciones y sobre todo en la redistribución de la riqueza, sumados a las nefastas privatizaciones terminaron por demonizar lo que conocemos despectivamente como “neoliberalismo”.

De esta forma, sin quererlo y sin buscarlo, Menem condenó a la gran mayoría de la gente a creer que todas las privatizaciones son malas y que todas las estatizaciones son buenas. Ya sean de las jubilaciones con las AFJP aunque sus fondos se dilapiden en campañas políticas, hasta empresas indefendibles como Ciccone, que no fue más que una maniobra para licuar las pruebas en la causa de corrupción de Boudou.

Incluso llegamos a la contradicción de que, aunque la mayoría de los argentinos estuviesen convencidos de la corrupción y de la falta de idoneidad de La Cámpora para gestionar, un 80% apoyó la estatización de YPF, sin importar las terribles consecuencias a mediano y largo plazo.

Algo similar está pasando con Aerolíneas. Todos compraron el discurso de que tenemos que tener una aerolínea de bandera. Esa primera excusa ya no sirve en casi ningún lugar del mundo. Está probado que la mejor forma de mantener costos bajos en los vuelos internos es abriendo la oferta para tener 100 empresas con el mismo servicio y la competencia se haría cargo del resto.

Eso pasó con LAN. Ofreció los mismos viajes internos que Aerolíneas a un menor costo y con un servicio muy superior. Aerolíneas se vio obligada a bajar los precios de esos vuelos. Ese costo, sumado a la locura de poner al frente de esta empresa a un tipo que su única experiencia previa fue repartir volantes en su facultad, devino en un déficit de más de 5 millones de pesos diarios que pagamos nosotros con nuestros impuestos.

Así llegamos a la locura de tener que analizar que los qom cuando compran leche y pagan IVA están subsidiando a los porteños que viajan a Bariloche en invierno.

La respuesta de estos supuestos dueños de la verdad, de los nacionales y populares que cobran tres sueldos por casi un millón de pesos anuales, es echar a LAN del país para tener el monopolio y cobrar así lo que se les cante, como hacían antes.

La consecuencia es que una empresa como LAN, que en nuestro país solo contrata argentinos, que ofrece un servicio de calidad y al mejor precio del mercado, se vea obligada a irse para no dejar en evidencia la inutilidad de este grupo de personas autoritarias, sin preparación, que sólo buscan llenarse los bolsillo para discutir su revolución imaginaria en sus pisos de Recoleta.

Las estatizaciones o privatizaciones dependen de muchos factores y tienen que definirse una por una en el contexto que les corresponde, pero lo que no varía, la constante en estos últimos diez años, es que siempre que una estatización implique que una empresa pase a ser dirigida por Moreno, o por De Vido, o D’Elía, o Kicillof, o Schoklender o Recalde, podemos estar seguros de que va a estar siempre mal.