La Cámpora, de Marx al Tío Sam

Durante la revolución industrial de la segunda mitad del siglo XIX, entre tantas cosas que pasaban, dos grandes hechos ocurrían en simultáneo y tal vez uno a causa del otro. Por esa época Carlos Marx desarrollaba su teoría comunista mientras escribía su célebre obra El capital. Mientras tanto Rockefeller creaba de cero uno de los imperios petroleros más grandes de la historia, famoso por su capitalismo salvaje.

Marx hablaba de la lucha de clases. Criticaba la plusvalía y a los empresarios que lucraban con el trabajo de los obreros. Creía que los trabajadores organizados tenían que gobernar y socializar las riquezas generadas.

Mientras, Rockefeller cerraba empresas dejando decenas de miles de empleados en la calle sin ningún tipo de derecho laboral, seguro de desempleo o indemnización, sólo para vencer rivales y destruir competidores.

Doscientos años después, el gobierno nacional y popular subasta el yacimiento de Vaca Muerta a la empresa de Rockefeller, antes Standard Oil, ahora Chevron.

Axel Kicillof, confeso marxista y líder de la deplorable política energética, dice, y cito: “es una enorme muestra de soberanía”. La misma empresa que promueve las guerras del país del norte por el petróleo en Asia oriental ahora resulta que es la promotora de la soberanía nacional. Se les fue la mano con eso de los monopolios buenos.

Lo que el kirchnerismo no está diciendo es que el fracking hoy destruye el ambiente. El proceso consiste la extracción de petróleo mediante la fractura de piedras con una fuerte presión de agua y químicos. Esa agua contaminada termina por contaminar el resto del agua del lugar. Los químicos son tan malos que, así como la receta de la Coca Cola, nadie sabe su fórmula. La guardan bajo llave los tipos que inventaron y patentaron este proceso.

Lo otro que no dice es que la empresa más irresponsable del mundo en materia ambiental es hoy Chevron, que fue condenada a pagar 19.000 millones de dólares por daño ambiental efectuado en la Amazonia ecuatoriana.

La única forma de explicar este ridículo decreto llamado “de soberanía hidrocarfurífera” es la desesperación que habrá tenido Kicillof al no encontrar inversores para explotar Vaca Muerta. La desesperación por no sumar otra derrota como Aerolíneas o el cepo al dólar.

Si dejaran de asesorarse por adolescentes de 40 años, militantes poco preparados, poco leídos y demasiado engreídos para escuchar a los que saben, habrían advertido que expropiar una empresa como Repsol y después no pagar esa adquisición de acciones no era la propuesta más tentadora para salir a buscar inversiones en el extranjero.

También habrían entendido que YPF no tiene ni la plata ni la tecnología necesaria para extraer el shale oil y gas de Vaca Muerta.

Pero como somos víctimas de la inoperancia, de la inexperiencia y sobre todo de la prepotencia de un grupo de jóvenes que nos hunden en la desinversión, la no gestión y el pago constante de sobreprecios en cada compra que realizan, ya nos acostumbramos.

Nos acostumbramos a escuchar a la misma presidenta defender la privatización de YPF en los noventa, después criticarla y luego estatizarla. Aunque los fondos de la privatización nunca aparecieron.

Nos acostumbramos a escuchar al ministro de Economía de facto negar la inflación, defender el blanqueo de capitales corruptos y del narcotráfico. Lo escuchamos criticar a los que ahorraban en dólares y después llorar para que compráramos sus dólares falsos porque el peso no servía.

En 10 años nos acostumbramos a muchas cosas. Lo que nunca imaginamos era que nos iban a acostumbrar a que a partir de ahora el Tío Sam fuera peronista, los monopolios estadounidenses fueran nacionales y populares y los empresarios del petróleo militantes comprometidos con la causa nacional.

El sueño argentino de ser ricos sin trabajar

Explicarle a Cristina los riesgos ambientales de la explotación del petróleo no convencional de Vaca Muerta es como mostrarle una hamburguesa a un hambriento mientras le explicás los riesgos cardíacos de la mala alimentación.

Ya habíamos advertido sobre el inminente fin de la producción de petróleo y la necesidad de medidas drásticas para bajar el uso de combustibles fósiles en la idea de prohibir los autos.

Ahora, para bien y para mal, la cosa pasa por otro lado. Descubrieron cómo sacar petróleo de las piedras, con un proceso llamado fracking para la extracción de petróleo y gas no convencional o, como se lo conoce normalmente, shale oil y shale gas.

También descubrieron que después de Estados Unidos y China, Argentina tiene las reservas de shale más grandes del mundo, la mitad que Arabia Saudita y unas 73 veces lo que nos queda de petróleo en este momento.

Se viene un siglo de energía barata y se viene el siglo de la Argentina. Ni toda la inoperancia sumada de la gestión K es capaz de frenar la inminente explotación de Vaca Muerta. Por suerte ese proceso se ve detenido por la brutal incapacidad del dueño de nuestras finanzas Kicillof para encontrar un inversor que confíe en nuestro país con buena gente.

Para 2050 vamos a ser unas 10 mil millones de personas. Vamos a ser el granero y la estación de servicio del mundo. YPF va a ser una de las petroleras más grandes del planeta,  y las políticas populistas, repartidoras de planes y firmadoras de cheques van a poder sobrevivir muchos años más.

El problema es como siempre ambiental. Todavía no existe una tecnología que nos permita sacar este petróleo sin destruir completamente las zonas donde se extrae.

Monos con navaja, al kirchnerismo se le hace agua la boca con la entrada ilimitada de petrodólares y el sueño de repetir el modelo chavista de destrucción de la democracia financiada por el oro negro.

Pero ¿qué nos va a quedar después de este siglo de energía barata? En principio vamos a tener varias provincias inhabitables. Pero no sólo nos afecta la explotación, sino también el consumo descontrolado de petróleo que está arruinando el clima mundial, y las pocas políticas para combatirlo se dan no en países conscientes sino en países sin petróleo. En cuanto aparezca la nafta barata, van a dejar de invertir en energías limpias.

Pero ésta no es una batalla entre los gordos petroleros y Greenpeace. Acá hay un gris, y hay que trabajar para encontrarlo.

Al final, el shale oil se va a explotar. Argentina se va a llenar de petrodólares, y el mundo va a seguir dependiendo del petróleo cual respirador artificial de la economía mundial. Una vez más quedamos atados a la esperanza de que en dos años, cuando finalmente finalice la era kirchnerista, nos gobierne un grupo de personas con sentido común y criterio. Gente que entienda que Vaca Muerta es una oportunidad, pero que no se puede tratar así nomás. Gente que entienda que las decisiones de hoy nos van a afectar en los próximos cien años y que sepa que nos jugamos la supervivencia de la raza humana.

Una vez más, nos queda esperar a que se vayan para empezar al menos a soñar y a debatir el futuro de la Argentina, y no sólo a terminar la guerra por quién nos cuenta la historia del pasado, de la cual sinceramente, estamos todos hinchados las pelotas.

Volantear en la UBA no te hace ministro

Con la vuelta a la democracia en 1983, nace una nueva generación de dirigentes a la que podemos conocer como la Generación NBA, por los egresados del Nacional Buenos Aires. El histórico semillero de la política porteña y nacional deberá un día hacerse cargo de esta generación y de sus saqueos.

El mismo colegio que educó a gigantes como Carlos Mugica, Carlos Pellegrini, Saavedra Lamas, José Ingenieros, Belgrano, Moreno y Varsky, hoy se tiene que hacer cargo de Aníbal Ibarra, el Cuervo Larroque, Kicillof y gran parte de sus segundas líneas, responsables y cómplices del descontrol de sobreprecios en fondos públicos y de la inoperancia que terminó por destruir la política de transporte y energética.

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