El escenario para la oposición

Voy a tratar de realizar algunos comentarios sobre el escenario político para la oposición, en especial para el líder del PRO, Mauricio Macri. Para eso, creo que conviene realizar primero algunos comentarios sobre el oficialismo. Veamos.

En la Argentina, durante tres cuartas partes del actual período democrático iniciado en 1983, han ejercido la Presidencia dirigentes que provienen del peronismo. El peronismo, sin embargo, puede perder elecciones; no es un partido hegemónico. Ocurrió en 1983 y en 1999, cuando comenzaron sus mandatos -que luego no terminaron- referentes de la UCR.

El actual oficialismo tiene, por estos antecedentes, una notoria ventaja, una carta más en el mazo. Como parte de ese escenario, el peronismo gobierna más provincias y municipios que la oposición y ha controlado el Senado desde que se recuperó la democracia, sin interrupciones. La mayoría de los sindicatos se alinean también con el peronismo.

El líder del PRO, Mauricio Macri, asegura que esa ventaja no prevalecerá, que ahora es él quien más posibilidades tiene de llegar a la Presidencia, porque “el 60 % de la gente quiere un cambio”. Continuar leyendo

Presidenciales: algunas rupturas y continuidades

Cerraron las listas, se larga la carrera presidencial “en serio” y conviene tener algunas cuestiones en cuenta para quien quiera saber cómo funciona una elección nacional en la Argentina.

Así, se podría destacar que, desde que funciona esta “nueva” democracia nacida en 1983  hasta aquí es la primera vez que:

  • Finaliza un gobierno, un proyecto político que supera los doce años en el poder.

  • Un presidente que lleva ocho años en el cargo y que ha atravesado situaciones políticas y económicas de “alto voltaje” finaliza el mandato con importantes niveles de aprobación en la ciudadanía y de capacidad de incidencia al interior de su partido.

  • Tras un gobierno peronista, la enorme mayoría de la dirigencia del PJ se encolumna detrás de la fórmula presidencial consagrada para competir en los comicios. Ahí están las voces de respaldo al binomio Daniel Scioli-Carlos Zannini entre los miembros del Consejo Nacional y del Congreso Nacional del Partido Justicialista. No ocurrió de esa forma cuando el justicialismo definió que Eduardo Duhalde compitiera por la Presidencia en 1999.

  • En este sentido, Cristina Kirchner podría protagonizar un momento único en la historia del peronismo: entregarle la banda y el bastón presidenciales a otro peronista. Eso ocurrió en el particular traspaso entre Néstor y Cristina Kirchner. Pero nunca con un dirigente con “otra” trayectoria política.

  • La propuesta no peronista con más posibilidades, el PRO, apuesta con Mauricio Macri y Gabriela Michetti por una fórmula “pura” para competir desde la oposición en los comicios nacionales (por ejemplo Hermes Binner-Norma Morandini provenían de partidos distintos en 2011; también Elisa Carrió y Rubén Giustiniani en 2007 o la exitosa Fernando de la Rúa-Carlos “Chacho” Alvarez en 1999).

  • Un gobernador bonaerense, como Daniel Scioli, tiene posibilidades serias de convertirse en presidente. Eduardo Duhalde intentó en 1999 romper el “maleficio” de los gobernadores de la Provincia, pero no lo logró. Llegó luego al sillón de Rivadavia, pero sin haber sido votado.

  • Finaliza un mandato largo y la economía se mantiene por el momento estable. No hay hiperinflación, como al final del mandato de Alfonsín, ni hiperendeudamiento e hiperdesocupación, como cuando Menem finalizó su gestión.

También hay continuidades:

  • El peronismo apuesta una vez más a ganar en primera vuelta. Se entusiasma con algunos elementos que le dan sustento a esa hipótesis. Con un peronismo unido y una economía estable, ese partido tiene un piso de votos “alto”. Hay que recordar que Eduardo Duhalde, en 1999, con un peronismo fragmentado y desgastado rozó el 40 por ciento de los votos. Y que la Constitución Nacional, pactada por Carlos Menem y Raúl Alfonsín, permite ganar en primera vuelta con el 45 por ciento de los votos o con el 40 por ciento y una diferencia de 10 puntos sobre el principal contendiente.

  • También se debe destacar que el mecanismo del balotaje nunca se utilizó desde que fue instaurado por la Constitución de 1994. Se pudo haber usado en la muy especial elección de 2003, pero finalmente no tuvo su debut.

  • La mayoría de los gobernadores e intendentes del PJ siguen teniendo una voz importante a la hora de las definiciones electorales en el oficialismo. Es sabido que los “responsables” de territorios se sentían más cómodos con una fórmula única -encabezada por Scioli- que con una interna que involucrara al contendiente Florencio Randazzo.

  • La principal propuesta opositora se juega con una fórmula de dos dirigentes que desarrollaron su carrera política en la Ciudad de Buenos Aires, como Macri y Michetti, tal como había ocurrido, por ejemplo, en el caso de De la Rúa y “Chacho” Alvarez.

  • La UCR vuelve a delegar el liderazgo nacional de la oposición y apuesta a ganar intendencias, gobernaciones y bancas legislativas. Ocurrió también en 2007, cuando llevó como candidato al peronista Roberto Lavagna.

Quizás los lectores encuentren más de estas rupturas y continuidades, sobre todo cuando la campaña comience oficialmente a desarrollarse.

Urbi et orbi

“Yo aquí hago de Padre Eterno. Los bendigo a todos Urbi et Orbi. Recibo a todos. A algunos que me gustaría darles una patada tengo que abrazarlos”. La frase, palabras más o menos fue repetida infinidad de veces en entrevistas y cartas con colaboradores por Juan Domingo Perón.

Quizás allí resida en parte el secreto del arte de la conducción en el peronismo, un movimiento que siempre -aún cuando la derecha argentina lo ha considerado en no pocas oportunidades como revolucionario y subversivo- ha sido policlasista, reformista, federal e integrador de intereses de sectores empresarios y de trabajadores.

De más está decir que con esa dinámica en mente, Perón se mantuvo hasta el último minuto de su vida al frente del movimiento político que fundó, si bien no estuvo exento de vaivenes y hasta de agrios momentos en que distintos sectores -Augusto Timoteo Vandor alguna vez, las “formaciones especiales” juveniles en otras ocasiones- coquetearon con la idea de desafiar su liderazgo.

Si vamos más aquí en el tiempo, la presidenta Cristina Kirchner lidera al oficialismo y, por lo que se ve hasta el momento, parece escuchar el eco de las palabras del General. Por un lado, se mostró durante el último mes en varias ocasiones con dos de los principales precandidatos de su partido, el gobernador Daniel Scioli y el ministro Florencio Randazzo. Ambos, así como los restantes precandidatos del Frente para la Victoria, dependen de un buen desempeño del Gobierno nacional hasta el último minuto del actual mandato, como precondición para tener buenas chances en los comicios de octubre.

La jefa de Estado no hace guiños por el momento ni hacia uno ni hacia otro lado e incluso la Casa Rosada salió a poner “paños fríos” en la disputa interna, cuando desde las trincheras sciolistas y randazzistas las críticas cruzadas se pusieron más punzantes. Por encima de las internas, la voz de Cristina suena “Urbi et Orbi”.

La Presidenta conserva buenos niveles de respaldo a su gestión -distintos consultores asumen que bien por encima del 40 por ciento- en tanto que los índices económicos internos, a diferencia de lo ocurrido el año pasado, no son para nada desalentadores. La inflación se desaceleró, el salario real tiene un ritmo ascendente, según confirmó un informe del centro de estudios sindical CIFRA-CTA y el consumo interno no aparece en mala forma. El Indice de Confianza del Consumidor difundido por la Universidad Torcuato Di Tella acumuló una suba del 45,3 por ciento en un año. Se ubica así en niveles similares a los que mostraba a fines de 2011.

Los últimos anuncios para dar más impulso al consumo interno que la Presidenta realizó por cadena nacional desde la Casa Rosada, en presencia de varios precandidatos del oficialismo parece nechar por tierra también una hipótesis que analistas opositores han repetido hasta el hartazgo en shows televisivos y columnas de diarios y sitios web: que el principal objetivo de la primera mandataria sería entregarle la banda presidencial a un dirigente opositor, preferentemente Mauricio Macri, como una forma de desairar a sus posibles sucesores al interior del peronismo.

En ese contexto, el PRO, se verá durante todo el mes próximo inmerso en la sabrosa interna entre Horacio Rodríguez Larreta y Gabriela Michetti, primera parada en la sucesión que probablemente beneficie al actual oficialismo porteño.

Y Sergio Massa, quien en algún momento parecía un “número puesto” para la oposición, pasa sus horas tratando de retomar algún eje discursivo que lo ubique en el centro de la escena, mientras trata de mantener a sus seguidores unidos detrás de su postulación.

En los hechos, el año electoral recién comienza, pero ya puede decirse que algunas definiciones comienzan a asomar.

Una cosa que empieza con P… ¿Partido?

El diputado oficialista Carlos Kunkel planteó en una nota publicada hace pocos días una posición, un debate, que me parece muy fructífero e interesante. La crisis de los partidos políticos que terminó de detonar con la crisis de 2001 ¿sigue vigente? ¿En qué medida afecta a unas u otras fuerzas políticas?

Kunkel tiene una tesis. Falta un camino por recorrer en la “plena recuperación y consolidación de los partidos políticos”. Pero afirma que en ese contexto el peronismo alcanzó “una institucionalidad con plena participación democrática de todos los peronistas identificados con los postulados doctrinarios, políticos, ideológicos y programáticos del peronismo fundacional, adaptado a los requerimientos sociales de los tiempos que corren”. Continuar leyendo

Después del Mundial

En una columna de mayo pasado hablamos aquí de las perspectivas que se abren “después del Mundial”.

El momento está llegando y los planteos y perspectivas en el oficialismo y la oposición parecen más o menos claras.

Del lado del Gobierno nacional, si es por el peso que le da a cada cuestión en la agenda pública, habría que pensar que el punto de vista es este:

  • La prioridad es mantener la estabilidad económica y social de cara al año electoral y la transición política que tendrá lugar el año próximo.

  • Sostener la capacidad de compra de los asalariados formales, completando el ciclo de paritarias -hasta el combativo gremio de Camioneros cerró sin demasiados problemas sus negociaciones- aparece como un punto de apoyo inicial. A eso se sumaron actualizaciones en las asignaciones para trabajadores y desocupados, un nuevo programa social para jóvenes que no completaron estudios y una renovada moratoria previsional. El segundo aumento del año para jubilados será también clave, luego de una primera actualización que resultó insuficiente.

  • Fortalecer el programa “Precios Cuidados” y un nivel inflacionario bajo control será también, al igual que en el primer semestre, una prioridad en lo que resta del año.

  • La desocupación mostró un aumento en la última medición: no descuidar esa variable es una de las claves que marcará el desempeño político del oficialismo.

  • Buena parte del trabajo del Gobierno por estos días tiene que ver con fortalecer las cuentas públicas. La negociación por la deuda en default en Estados Unidos y los vínculos cada vez más cercanos con Rusia y China en busca de inversiones concretas parecen apuntar en esa dirección.

  • El otro paso relevante fue mantener la unidad al interior del PJ. Más aún cuando la oposición se muestra todavía fragmentada. Pero cómo se procesarán las diferencias al interior del Frente para la Victoria de cara a las primarias del año próximo -si de manera ordenada o con más ruido político- también será relevante a la hora de las evaluaciones.

Las cartas de la oposición para “después del Mundial”:

  • Por lo que se ve, apuntar a amplificar las acusaciones que la Justicia realiza contra el vicepresidente Amado Boudou le llevará buena parte de sus esfuerzos. Cuánto rédito electoral concreto le otorgará este caso todavía es una incógnita.

  • Seguramente habrá sectores que apuntarán a dar difusión a nuevos “escándalos” que se conozcan a través de la prensa: en los pasados años electorales siempre hubo resonantes “casos” dando vueltas: Skanska y la “valija” de Antonini Wilson en 2007 y los desmanejos de Sergio Schoklender en 2011.

  • Estrechar lazos con sectores del empresariado -no hubo precandidato que no se mostrara en los últimos meses con hombres de negocios- como una forma de dar a entender que habrá más inversiones en un hipotético mandato opositor.

  • Respaldar protestas sociales o medidas de fuerza que puedan impulsar sectores del gremialismo enfrentados con el Gobierno.

  • Con respecto a conflictos como el de los fondos buitre, los caminos se bifurcan: están los referentes opositores que respaldan la actual estrategia del Gobierno y otros que la cuestionan.

  • Entre los precandidatos presidenciales también parece haber distintas expectativas sobre el futuro económico y social: al peronismo opositor de Sergio Massa seguramente no le disguste que el Gobierno encuentre obstáculos en ese terreno. Después de todo, a los justicialistas siempre se los ha convocado como “pilotos de tormentas”. Distinto es el caso del Frente Amplio Unen (FAU): garantizar la “gobernabilidad económica” sigue siendo una cuenta pendiente histórica del radicalismo y sus aliados.

Como sea, todo lo que la dirigencia fue dejando para “después del Mundial” ya mismo comienza a develarse.