Campaña y zonas de confort

Termina la campaña de cara a las primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO) y, por el momento, el período preelectoral ha tenido dos períodos de ruido mediático más o menos estridente.

El primero de ellos afectó al precandidato de Cambiemos y líder del PRO, Mauricio Macri. Desde el relanzamiento de su postulación, la noche del ajustado triunfo electoral de Horacio Rodríguez Larreta en la ciudad de Buenos Aires, el jefe de Gobierno porteño estuvo en el centro de un fuerte debate público sobre sus opiniones acerca de las políticas que lleva adelante el Gobierno nacional. Si Macri había llevado adelante un “giro estatista” en su visión o si no lo había hecho, si sus asesores económicos plantean o no un “ajuste salvaje”, estuvo en el centro de la escena. Continuar leyendo

Campaña larga, campaña corta

El 10 de julio pasado comenzó de manera formal la campaña electoral de cara a las primarias del 9 de agosto. Es un mes en el que los principales postulantes deben reforzar sus perfiles y plantear ejes de debate que les permitan salir bien parados de un desafío que, en los hechos, más que para dirimir candidaturas, los partidos usan como “gran encuesta nacional”.

Se podría decir que eso es así desde el punto de vista formal y que la que culminará con la sucesión de Cristina Kirchner es una de las más largas de las que se tenga memoria. Sobre todo Daniel Scioli y Mauricio Macri hace mucho más de dos o tres años que tienen entre ceja y ceja 2015 como el año clave de sus carreras políticas.

De todos modos, es cierto que es a partir de ahora que los electores comenzarán a prestar más atención en la política y pensar o debatir a quién darle su voto. Continuar leyendo

La hegemonía imbatible de los oficialismos

Los oficialismos provinciales volvieron a mostrar en el “superdomingo” electoral que resulta muy difícil derrotarlos si es que la mayoría de las variables de la gobernabilidad local se encuentran bajo control. Así, en un día  en que votó el 20 por ciento del padrón nacional no hubo “batacazos” o grandes cambios de escenario o de “clima” electoral de todo el país.

En la Ciudad de Buenos Aires, el macrista Horacio Rodríguez Larreta se impuso con comodidad. Aunque no logró retener todos los votos PRO de las primarias, superó por 20 puntos a Martín Lousteau, con quien disputará el ballottage. No alcanzó la “proeza” de ganar en primera vuelta, algo con lo que algunas encuestadoras lo habían esperanzado en los últimos días. Pero está muy cerca de retener la Capital para el partido amarillo.

En Córdoba, Unión por Córdoba seguirá gobernando de la mano del ex gobernador y ex vicegobernador Juan Schiaretti. En La Rioja, Sergio Casas mantendrá la preeminencia histórica del justicialismo en el marco del Frente para la Victoria. Y también en Corrientes se impuso el oficialismo en los comicios legislativos. En las primarias de La Pampa, el kirchnerismo resultó derrotado y Carlos Verna será el candidato a gobernador, aunque el actual mandatario, Oscar Jorge, logró la postulación que buscaba, para la intendencia capitalina.

Los resultados provinciales no deben leerse linealmente en clave nacional. Sin embargo, las interpretaciones aparecen. Así, todos los precandidatos presidenciales buscaron mostrar que son competitivos electoralmente, pero ninguno de ellos pudo mostrar un enorme cambio de escenario con respecto al día anterior.

Por ejemplo, la alianza opositora que integra el PRO y que encabezó el radicalismo en La Rioja y en Córdoba no pudo hacer cambiar de signo a esas dos provincias a las que tiene entre ceja y ceja desde 2013 cuando estuvo a escasos votos de imponerse en comicios legislativos.

Hasta aquí, en las elecciones provinciales anticipadas sólo cambiaron de signo político Mendoza y Tierra del Fuego, una para la oposición nacional y otra para el oficialismo. Los restantes oficialismos locales, como se dijo, mostraron su fortaleza.

La relativa estabilidad de preferencias esperanza al Frente para la Victoria, que apuesta a que, con un piso de votos relativamente “alto” a nivel nacional y las variables económicas sin mostrar un ritmo de vértigo, pueda revalidar su presencia en la Casa Rosada. El actual oficialismo piensa que, como ocurre en las peleas por alguna Corona Mundial de box en Las Vegas o Nueva York, es el retador el que debe tratar de ganar por knock out para desbancar a quien detenta el título o mostrarse muy superior y con mucha claridad si es que quiere seducir a los siempre localistas jueces que se ubican en el ringisde.

Seguramente, a esta altura, Macri se lamentará no haber podido extender el dominio territorial del PRO más allá de la Avenida General Paz. Sobre todo cuando lleva a las urnas en todo el país a una fórmula netamente porteña. Estuvo muy cerca en las elecciones de Santa Fe, adónde el jefe de Gobierno porteño viajó varias veces y se mostró de la mano de Miguel Del Sel y del ahora candidato a gobernador Carlos Reutemann, pero finalmente sin éxito.

El oficialismo, por su parte, tendrá que seguir ajustando su discurso y sus gestos para mostrarse unido en la diversidad, ante un desafío electoral que no es menor. Es que, a diferencia de las últimas tres elecciones nacionales en las que fue ratificado al frente del Ejecutivo nacional, no llevará el apellido Kirchner en sus boletas presidenciales, con lo que se adentrará junto con el país en un terreno nuevo.

El escenario para la oposición

Voy a tratar de realizar algunos comentarios sobre el escenario político para la oposición, en especial para el líder del PRO, Mauricio Macri. Para eso, creo que conviene realizar primero algunos comentarios sobre el oficialismo. Veamos.

En la Argentina, durante tres cuartas partes del actual período democrático iniciado en 1983, han ejercido la Presidencia dirigentes que provienen del peronismo. El peronismo, sin embargo, puede perder elecciones; no es un partido hegemónico. Ocurrió en 1983 y en 1999, cuando comenzaron sus mandatos -que luego no terminaron- referentes de la UCR.

El actual oficialismo tiene, por estos antecedentes, una notoria ventaja, una carta más en el mazo. Como parte de ese escenario, el peronismo gobierna más provincias y municipios que la oposición y ha controlado el Senado desde que se recuperó la democracia, sin interrupciones. La mayoría de los sindicatos se alinean también con el peronismo.

El líder del PRO, Mauricio Macri, asegura que esa ventaja no prevalecerá, que ahora es él quien más posibilidades tiene de llegar a la Presidencia, porque “el 60 % de la gente quiere un cambio”. Continuar leyendo

Presidenciales: algunas rupturas y continuidades

Cerraron las listas, se larga la carrera presidencial “en serio” y conviene tener algunas cuestiones en cuenta para quien quiera saber cómo funciona una elección nacional en la Argentina.

Así, se podría destacar que, desde que funciona esta “nueva” democracia nacida en 1983  hasta aquí es la primera vez que:

  • Finaliza un gobierno, un proyecto político que supera los doce años en el poder.

  • Un presidente que lleva ocho años en el cargo y que ha atravesado situaciones políticas y económicas de “alto voltaje” finaliza el mandato con importantes niveles de aprobación en la ciudadanía y de capacidad de incidencia al interior de su partido.

  • Tras un gobierno peronista, la enorme mayoría de la dirigencia del PJ se encolumna detrás de la fórmula presidencial consagrada para competir en los comicios. Ahí están las voces de respaldo al binomio Daniel Scioli-Carlos Zannini entre los miembros del Consejo Nacional y del Congreso Nacional del Partido Justicialista. No ocurrió de esa forma cuando el justicialismo definió que Eduardo Duhalde compitiera por la Presidencia en 1999.

  • En este sentido, Cristina Kirchner podría protagonizar un momento único en la historia del peronismo: entregarle la banda y el bastón presidenciales a otro peronista. Eso ocurrió en el particular traspaso entre Néstor y Cristina Kirchner. Pero nunca con un dirigente con “otra” trayectoria política.

  • La propuesta no peronista con más posibilidades, el PRO, apuesta con Mauricio Macri y Gabriela Michetti por una fórmula “pura” para competir desde la oposición en los comicios nacionales (por ejemplo Hermes Binner-Norma Morandini provenían de partidos distintos en 2011; también Elisa Carrió y Rubén Giustiniani en 2007 o la exitosa Fernando de la Rúa-Carlos “Chacho” Alvarez en 1999).

  • Un gobernador bonaerense, como Daniel Scioli, tiene posibilidades serias de convertirse en presidente. Eduardo Duhalde intentó en 1999 romper el “maleficio” de los gobernadores de la Provincia, pero no lo logró. Llegó luego al sillón de Rivadavia, pero sin haber sido votado.

  • Finaliza un mandato largo y la economía se mantiene por el momento estable. No hay hiperinflación, como al final del mandato de Alfonsín, ni hiperendeudamiento e hiperdesocupación, como cuando Menem finalizó su gestión.

También hay continuidades:

  • El peronismo apuesta una vez más a ganar en primera vuelta. Se entusiasma con algunos elementos que le dan sustento a esa hipótesis. Con un peronismo unido y una economía estable, ese partido tiene un piso de votos “alto”. Hay que recordar que Eduardo Duhalde, en 1999, con un peronismo fragmentado y desgastado rozó el 40 por ciento de los votos. Y que la Constitución Nacional, pactada por Carlos Menem y Raúl Alfonsín, permite ganar en primera vuelta con el 45 por ciento de los votos o con el 40 por ciento y una diferencia de 10 puntos sobre el principal contendiente.

  • También se debe destacar que el mecanismo del balotaje nunca se utilizó desde que fue instaurado por la Constitución de 1994. Se pudo haber usado en la muy especial elección de 2003, pero finalmente no tuvo su debut.

  • La mayoría de los gobernadores e intendentes del PJ siguen teniendo una voz importante a la hora de las definiciones electorales en el oficialismo. Es sabido que los “responsables” de territorios se sentían más cómodos con una fórmula única -encabezada por Scioli- que con una interna que involucrara al contendiente Florencio Randazzo.

  • La principal propuesta opositora se juega con una fórmula de dos dirigentes que desarrollaron su carrera política en la Ciudad de Buenos Aires, como Macri y Michetti, tal como había ocurrido, por ejemplo, en el caso de De la Rúa y “Chacho” Alvarez.

  • La UCR vuelve a delegar el liderazgo nacional de la oposición y apuesta a ganar intendencias, gobernaciones y bancas legislativas. Ocurrió también en 2007, cuando llevó como candidato al peronista Roberto Lavagna.

Quizás los lectores encuentren más de estas rupturas y continuidades, sobre todo cuando la campaña comience oficialmente a desarrollarse.

Carrió, Carrió, gran conductor(a)

El gran ganador de las primarias porteñas del domingo pasado fue, sin dudas, el líder del PRO, Mauricio Macri. Su protegido, Horacio Rodríguez Larreta, se impuso como candidato y, al mismo tiempo, su fuerza política conservó el caudal de votos que había conseguido de su mano cuatro años antes.

Sin embargo, la gran conductora política en términos electorales en la Ciudad de Buenos Aires no fue otra que la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió. Si bien la diputada no apoyó al precandidato que obtuvo más votos -se inclinó formalmente por Martín Lousteau, aunque también realizó múltiples guiños a la derrotada en el PRO, Gabriela Michetti-, Carrió, como solía decir Juan Domingo Perón, “clavó una pica en Flandes” al promover con fuerza una oferta electoral que permitiera relegar a un tercer puesto a nivel local al Frente para la Victoria. Continuar leyendo

Recalculando el ciclo

El PRO, de Mauricio Macri, tiene a la palabra “cambiar” como su único eslogan en esta etapa previa al inicio formal de la campaña presidencial. La idea de que la clave del momento está en el “cambio” y que su postulación implica el anhelo de una mayoría electoral, en contra de las aspiraciones de “continuidad” del Frente para la Victoria viene siendo expresada desde hace tiempo por el jefe de Gobierno porteño.

Sin embargo, ese camino elegido por Macri ya encontró varios obstáculos. Sobre todo cuando el consenso actual en el sistema político es que la presidenta Cristina Kirchner conserva buenos niveles de aceptación en el tramo final de su mandato.

Recordemos lo que ocurría más de un año atrás. Luego de que el Frente para la Victoria fuera derrotado en 2013 por una alianza que el PRO integró en la provincia de Buenos Aires junto con el naciente Frente Renovador, Macri salió a decir que en el país se registra un “fin de ciclo” para los que “gobernaron los últimos 30 años”.

Hacia agosto del año pasado, cuando las variables económicas se encontraban todavía bastante agitadas, pudieron leerse expresiones del líder del PRO en las que afirmó que “los distintos candidatos del peronismo, con sus distintas virtudes, son los mismos que han gobernado” en los últimos “30 años”.  ”Nos han prometido de todo y han cumplido muy poco”, señaló. Ya a esta altura, la UCR había quedado afuera de las críticas de Macri, que preparaba un acercamiento a aquel partido.

Lo que se vio a partir de allí por parte de Macri más bien hace pensar que de la idea de un seguro “fin de ciclo” que auguraban los ideólogos se está “recalculando”.

Así, para marzo de este año, cuando Cristina Kirchner ya había enfrentado los momentos más difíciles del “caso Nisman” y recuperado su centralidad política, el líder del PRO dijo, por ejemplo, que de ser presidente, en el manejo de Aerolíneas Argentinas va a “buscar la mejor solución para que la gente tenga la mejor respuesta del Estado”. La idea de un “cambio completo” de una “reprivatización” parecía haber quedado atrás.

Ahora, el bloque del PRO en la Cámara de Diputados votó a favor de la estatización del sistema ferroviario impulsada por el Gobierno nacional.  “No nos molesta el Estado para nada”, afirmó Federico Pinedo en declaraciones a Radio del Plata, al explicar el movimiento de su partido que se opuso en su momento a la nacionalización de YPF y a la de Aerolíneas Argentinas.

Hay que decirlo, el PRO viene hace rato en esa búsqueda de un cierto “centro” político, que lo acerque a la posibilidad de convertir a Macri, un empresario que en su momento abrazó los postulados clásicos del neoliberalismo, en un candidato competitivo. El año pasado, Jaime Durán Barba abrió el paraguas al admitir que Cristina Kirchner mantiene niveles de aprobación más altos que los de muchos de sus colegas del continente.

Hace algunas semanas, el politólogo Andy Tow dio a conocer un trabajo que permite analizar desde otro punto de vista estos movimientos. A través de un gráfico interactivo, el especialista buscó mostrar las coincidencias entre bancadas en las votaciones en la Cámara de Diputados.

En el gráfico que observa que en 2014  el PRO se ubicó -muy cerca de la UCR- en el centro de una escena en el que de un lado está el Frente para la Victoria y en el otro extremo, en un planteo de rechazo a las iniciativas oficialistas se ubica el Frente Renovador, aunque también las distintas expresiones del peronismo disidente e incluso el Socialismo. En 2013, las diferencias del PRO con el oficialismo eran mayores que lo que ocurriò el año pasado en las votaciones legislativas. Y todavía lo fueron más en 2012, cuando el partido de Macri se ubicó casi en un extremo de rechazos -el lugar que ahora ocupa el partido de Sergio Massa-, sólo superado por la Coalición Cívica de su ahora aliada Elisa Carrió. El 2011 -justamente, también año de elecciones presidenciales- fue un tiempo menos virulento para la bancada amarilla -otra vez más bien en el centro, que en el extremo del rechazo-. Una parábola bastante extraña, si se verifica que en 2009, los diputados que respondían al liderazgo de Macri fueron los que más rechazaron iniciativas del Frente para la Victoria.

Claro que no todos creen en actual “nueva moderación” del PRO. El ministro de Economía, Axel Kicillof, machacó esta semana con el concepto de los “candidatos panqueque” que se opusieron a la mayoría de las iniciativas del oficialismo pero que ahora dicen que las mantendrán, en caso de llegar al gobierno.

En parte en este terreno se juegan los dilemas de la oposición, que varias veces apostó durante los últimos años a un seguro “fin de ciclo” y, por lo tanto, a un ataque frontal a las políticas públicas del oficialismo pero ahora, por lo que se ve, se preoocupa de calibrar con más justeza su estrategia.

Las palabras mágicas

“Esta elección está polarizada hace tiempo. Más allá de los nombres está polarizada entre continuidad y cambio”. El razonamiento lo expresó el precandidato presidencial y senador por la UCR Ernesto Sanz en declaraciones a una radio porteña este fin de semana.

De fondo, en el esquema planteado por Sanz está, por un lado, la justificación de la estrategia electoral de la UCR. En primer lugar, la alianza con el PRO, de Mauricio Macri, y la Coalición Cívica, de Elisa Carrió, como representación de un polo opositor competitivo. Este sería entonces el espacio del “cambio”, en contra de la idea de “continuidad” expresada por los precandidatos del Frente para la Victoria.

El segundo elemento que surge de las palabras de Sanz sería que la propuesta del Frente Renovador, de Sergio Massa, a la que la Convención Nacional de la UCR -por ahora- le cerró la puerta a nivel nacional se quedaría a “mitad de camino” entre el cambio y la continuidad y, por lo tanto, no tendría lugar en la propuesta radical.

La idea del polo del “cambio” contra el de la “continuidad” seduce a Macri, quien lanzó un sitio web con una serie de frases estilo “new age” muy en línea con la tradición de campaña del PRO porteño, pero en el que la única palabra que se resalta es “cambiar”.

Visto de esa forma, el escenario tampoco parece disgustar al oficialismo, que se siente más cómodo planteando claras diferencias con Macri, que las más difusas que muchas veces muestra con los intendentes del Gran Buenos Aires que aún se alinean con Massa, a varios de los que ya les entró la duda de si volver al Frente para la Victoria -lo que hizo el jefe comunal de Escobar, Sandro Guzmán- o pasarse a las filas de Mauricio Macri -la vía que tomó el radical de San Isidro, Gustavo Posse-.

De todos modos, lo que veremos desplegarse en los próximos meses es una operación llena de complejidades, como es dotar de contenido a qué significa en este momento en la Argentina “continuidad” y qué significa “cambio”. Cuánto y de qué forma cambiar o no las políticas públicas que funcionan desde hace algunos años en la Argentina.

En las más recientes elecciones presidenciales en la región, algunos candidatos opositores optaron por plantear una especie de “cambio moderado” o más bien un cambio que diera continuidad a varias políticas que contaban con apoyo social. Lo hizo con bastante buen desempeño Henrique Capriles en Venezuela -con su frase ”no soy la oposición sino la solución”. No tan buena suerte corrieron la brasileña Marina Silva y el uruguayo Luis Lacalle Pou -”Por la positiva” fue su slogan.

Así, hubo comicios en los que hubo una mayor polarización discursiva, como fue la última elección brasileña, donde la opción “moderada” de Silva quedó a un costado y el opositor Aécio Neves levantó con fuerza las banderas del “cambio”. Eso obligó a una muy fuerte revindicación de las políticas desplegadas por el Partido de los Trabajadores (PT) durante la última década, por parte de la presidenta Dilma Rousseff, pero también del líder partidario Lula Da Silva.

Por ahora, Macri hace un cierto equilibrio. Por ejemplo, dijo hace algún tiempo que está a favor de algunas banderas del Justicialismo y evitó pararse, al menos desde lo discursivo, en un rechazo frontal a las políticas de Cristina Kirchner.

Del lado del oficialismo la idea de optar por la “continuidad” aparece como más clara, pero no son pocas las señales que se ofrecen de que hay capacidad de cambiar de cara a algunos sectores sociales que exigen modificaciones de políticas. No es sólo la imagen de “moderación” que ofrece Daniel Scioli. También el ministro Florencio Randazzo con su énfasis en una gestión eficiente y cercana en el sistema de transporte y de la documentación personal.

Sin embargo, también la presidenta Cristina Kirchner mostró durante el mes que terminó varios guiños al “centro” del tablero político. Uno de esos gestos fue el acuerdo con la Federación Agraria Argentina (FAA) por compensaciones a productores, medida que de hecho partió a la Mesa de Enlace. Entre la batería de medidas que anunció pocos días atrás, también hubo lugar para el fomento al consumo de heladeras y un esquema de descuentos al consumo que entrarán en vigor con la tarjeta SUBE, junto con un plan de pagos generoso para morosos con la AFIP.

Para determinar el ritmo de este complejo baile entre cambio y continuidad será clave el contexto con el que se llegue al mes de octubre. En ese sentido, la velocidad con la que se desplieguen las variables económicas y el clima que se sienta en los hogares en cuanto al consumo no resultará un elemento menor para definir los discursos partidarios.

¡Es Sudamérica, estúpido!

Es apasionante seguir de cerca la campaña presidencial en Brasil. Allí se juega en las próximas semanas buena parte del futuro de Sudamérica, un territorio que en los últimos años protagonizó mejoras en sus índices económicos y sociales con una intensidad desconocida en 40 años.

Ningún país sudamericano es igual al otro. Pero algún elemento común hay. La mayor parte de los habitantes del subcontinente mejoraron en sus condiciones de vida durante administraciones que suelen tener más o menos grandes oposiciones “por derecha” -sector donde se ubican importantes sectores empresarios incluidos los mayores medios de comunicación- y pequeñas oposiciones “por izquierda”.

La oposición argentina elige cada tanto elogiar la marcha de países de la región que serían “distintos” a la Argentina por ser más “serios”. Históricamente, Chile y Uruguay. En 2011 precandidatos que competían contra Cristina Kirchner como el radical Ricardo Alfonsín mencionaban a Brasil. Intelectuales de centroderecha alaban incluso el crecimiento económico de Perú.

Para 2014 las cosas parecen haber cambiado un poco. El “enamoramiento” opositor local está ahora puesto no tanto en oficialismos vecinos sino en versiones también opositoras, como la que encarna la candidata Marina Silva en el vecino país.

Es muy interesante apreciar algunas situaciones durante la campaña electoral brasileña:

La primera tiene que ver con la similitud de algunos debates que se dan allí entre el oficialismo y la oposición con los que se registran en la Argentina. Por un lado, cuánto cambio y cuánta continuidad está reclamando la sociedad a sus dirigentes.

Algunas pistas: el eslogan de la presidenta Rousseff es “más cambios, más futuro”. Una forma clara de plantear que la demanda por modificaciones en la situación actual puede provenir del propio oficialismo.

A su vez, Marina Silva, como principal contendiente opositora discute con el Gobierno pero evita pararse en la idea del “puro cambio”. Asegura que espera generar una mezcla de las políticas de Fernando Henrique Cardoso y las de Lula Da Silva. Si se quiere, como planteó en su momento Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires “mantener lo bueno y cambiar lo malo”.

Además, Silva, al igual que hace aquí el PRO en la Argentina y ahora también Massa, que estrenó en un spot la palabra “distinto”, se presenta a sus electorers como “diferente”. Asegura que el PT y el PSDB vienen “peleando” hace 20 años y que se alejaron de los problemas de la gente.

Además -ya vivimos aquí esa polémica la semana pasada cuando Mauricio Macri prometió una eliminación de Ganancias par trabajadores- Silva hace promesas y Rousseff exige que la candidata opositora diga de dónde va a sacar el dinero para financiarlas.

También como acá hay peleas ideológicas de fondo. La presidenta brasileña cargó con dureza contra Silva por plantear la autonomía absoluta del Banco Central, la acusó de querer dejar así la autoridad monetaria en manos de los banqueros. Se sabe: los principales accionistas del Banco Itaú, la mayor entidad financiera privada de América Latina, tienen sus fichas puestas en Silva.

A seguir de cerca esta campaña porque allí se juega buena parte del futuro sudamericano y -seguramente- veremos los debates de mañana en Argentina expuestos hoy.

Cristina se mueve

En medio de un contexto inédito para todos los sectores políticos, a más de diez años de la llegada del actual oficialismo al poder, vale la pena repasar de qué forma se movió la presidenta Cristina Kirchner en lo que va de este mes de marzo.

Por un lado, estuvieron sus planteos ante la Asamblea Legislativa, el 1 de marzo. En ese discurso, la Presidenta trazó un mapa político del país. Definió a la UCR y al PRO como los dos principales actores de la oposición. Y, al mismo tiempo, a cada uno de ellos les tendió un puente de diálogo sobre temas puntuales. También mencionó, sin nombrarlo explícitamente al Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT), al que le cuestionó por realizar cortes de calles y rutas para reclamar contra un fallo judicial. Ni una palabra para el partido provincial que lidera Sergio Massa.

Apenas finalizado aquel discurso, Massa -detrás de quien aparecen notorios respaldos de sectores conservadores del peronismo, del centroderecha y de grandes grupos económicos nacionales y extranjeros- apuntó todos sus cañones contra el anteproyecto de Código Penal.

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