Perón y Evita en la pluma de Gabriel García Márquez

¡Y Gabo partió! Artículos periodísticos, cuentos y novelas dan cuenta de su genio y su gran aporte a las letras latinoamericanas a días de su fallecimiento. Nada de la realidad del continente quedo fuera de su mirada, ni siquiera la pareja presidencial argentina más famosa del siglo XX. Indiscreciones de modistería, una nota de abril de 1951, trató sobre la calificación negativa de famosos modistos británicos sobre el vestuario de Rita Hayworth y Evita.

Al respecto satirizó que “a los numerosísismos admiradores de la Hayworth, a ella misma y, sobre todo, a su fabuloso marido el príncipe Ali Khan, seguramente le importará muy poco que un grupo de costureros haya resuelto considerar a Rita como una mujer recargada en el vestir. El presidente Perón, en cambio, por razones conocidas , no vacilará en tomar medidas para que los modistos cambien de opinión con respecto a la primera dama. Al presidente argentino le quedan dos caminos: o se pone de acuerdo con los modistos y renueva el ajuar de su esposa,o se pone en desacuerdo con ellos y rompe relaciones con el mundo de las tijeras profesionales”.

Ironía con prejuicio, al margen que la misma Eva tuvo juicio propio y carácter suficiente para opinar sin necesitar a su marido en cuestiones estéticas, Gabo le prestó más atención a Perón. Al punto de escribir un punzante artículo, a fines de julio de 1952, titulado El Viudo. Original en cuanto a ver la circunstancia de la muerte de Evita desde el punto de vista del deudo:

“En medio de la gran catástrofe nacional, de la tromba humana que irrumpió desde hace cuatro días en la Casa Rosada y de los episodios de dolor y locura que se registran en las calles y en los hogares de Buenos Aires, nadie parece acordarse de la tragedia doméstica del ciudadano Juan Domingo Perón, un señor que tal vez haya hecho cosas más importantes que otro cualquiera de sus compatriotas contemporáneos, pero que en cambio ha tenido que padecer la dura experiencia de que el dolor público ignore, arrincone y descalifique su dolor privado. Casi una semana después de muerta su esposa, es un viudo a quien nadie ha dado la oportunidad de parecerlo. (…)

“La circunstancia de que el señor Perón se hubiera casado con Eva Duarte, una actriz sin porvenir –al menos en el teatro y en el cine– demuestra que él no andaba buscando nada extraordinario, sino sencillamente una buena esposa para un ministro con aspiraciones, y que se propuso encontrarla, así fuera en los camerinos. Debió ser él mismo el más perplejo de todos, pocos años después de casado, al descubrir que el matrimonio le salió premiado como los bombones de lotería, o como esas maravillosas cajas de sorpresas que fabricaban en el Japón.

“De allí en adelante el problema fue para el presidente y su dama. Y para la Argentina. Pero para el señor Perón y su esposa fue una prolongada y embriagante luna de miel que como todas las situaciones amables de la vida merecía un final diferente de este que ha tenido. Fue un matrimonio de gente ocupada. Tal vez en ninguna casa se ha trabajado tanto como en ésa, ni han concurrido a las íntimas conversaciones del hogar tantas preocupaciones, tantas alegrías y sobresaltos”.

Años después, en su artículo Señora Presidenta de 1955 sobre la primera dama de Panamá ponderó, a su estilo, la figura de Evita: “Es difícil saber hasta donde es presidenta de la República la primera dama de una nación. Evita Perón hizo todo lo posible por serlo, tratando de parecerlo, y a fuerza de empeño, de inteligencia y también de un poco de maternal demagogia, terminó por ser la hermosa presidenta de la Argentina, si no elegida por el voto al menos por el aplauso popular”.

Sus encuentros y amistad con Leopoldo Marechal quizás hayan brindado nuevas perspectivas al fenómeno peronista. Uno nunca sabe, pero lo cierto es que las referencias periodísticas a Juan Perón y Evita mermaron –aunque uno estaría tentado en ver en El otoño del patriarca alguna referencia en cuanto al pedido de santificación de la madre del dictador– salvo en los reportajes para Alternativa, de Bogotá, a Alberto Camps, sobreviviente de la masacre de Trelew e integrante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, luego fusionadas en Montoneros, posteriormente asesinado en un enfrentamiento el 16 de agosto de 1977, en Lomas de Zamora; de Mario Eduardo Firmenich, comandante de Montoneros, ambos entre 1975 y 1976; en una nota sobre la revolución Cubana y el comandante Fidel Castro, en la revista Casa de las Américas, de La Habana, por enero de 1977; y en su artículo Portugal, territorio libre de Europa, dividido en tres partes, sobre la revolución de los Claveles, donde en un teatro de Lisboa “… se montó una sátira irreverente y feroz sobre el cadáver errante de Eva Perón, y el gobierno argentino (de Isabel Perón) amenazó con suspender los envíos de carne si la presentación continuaba. Era una amenaza grave, porque Argentina manda el sesenta por ciento de la carne que se consume en Portugal. Sin embargo, el gobierno no prohibió la obra…”

Y con respecto al cadáver de Evita, fue más que conocida su relación con el escritor argentino Tomás Eloy Martínez, y su admiración por sus obras La novela de Perón y Santa Evita, así como su señalamiento sobre la cuestión de necrofilia argentina.

Valen estos apuntes sobre Perón y Evita para resaltar la mirada de García Márquez, mordaz, punzante y de gran estilo literario, sobre personajes, estilos y cultura de una Latinoamérica que intenta dejar de ser Macondo para consolidarse como Patria Grande.