La guerra argentina por el petróleo

Pablo Das Neves

No hay dudas que una de las cosas más difíciles en política es mantener la coherencia entre el pensamiento y la acción a lo largo del tiempo. Cuando un dirigente político logra mantenerse en el tiempo tarde o temprano se enfrenta a sus propias contradicciones. Sobran los ejemplos en la política vernácula; por caso el actual Secretario General de la Presidencia. Oscar Parrilli, quien oficiaba de miembro informante como Diputado nacional de la privatización de YPF durante las vituperada década del 90, para luego inflar el pecho patriota con la expropiación de la misma compañía.

De igual manera, de lo individual a lo colectivo, una fuerza política que se mantenga en el poder durante varios periodos sin dudas no resistirá un archivo. Algo así parece suceder en el kirchnerismo gobernante, donde su versión cristinista cada día se aleja más -tanto en lo ideológico como en lo metodológico- de la versión originaria nestorista.

Esta semana comenzará una sórdida lucha entre la Nación y las provincias por el recurso estratégico más importante que tiene el país. La propiedad y la renta de los hidrocarburos no convencionales que, más allá de lo grandilocuente del relato efectivamente constituyen una oportunidad inigualable para el país, serán el botín por el que lucharán el gobierno nacional con las provincias.

En 1994, al momento de la reforma constitucional, se estableció en el art. 124 que la propiedad de los recursos naturales pertenecía a las provincias. Esta disposición constitucional se plasmó en la legislación interna -a partir de la voluntad política del entonces Presidente Nestor Kirchner junto con los gobernadores de la OFEPHI- con la sanción de la Ley 26.197, que transfería el dominio de los yacimientos de hidrocarburos líquidos y gaseosos al patrimonio de las provincias donde se encontraran. Esta decisión política permitió que las provincias establecieran su propia política energética, percibieran mayores regalías, y aumentara el bienestar general de su población.

Hoy, mientras se frotan las manos pensando en los recursos que podrían recibir, el triunvirato unitario integrado por el marxista de café Tortoni Axel Kicillof, el voraz Miguel Galuccio, y nuestro Talleyrand maoísta Carlos Zannini recibirá a los devaluados gobernadores de las provincias integrantes de la OFEPHI para ofrecerles/imponerles un acuerdo que le permita al Estado nacional fijar las pautas regulatorias de los esos apetitosos yacimientos no convencionales.

La propuesta elaborada por el Secretario Legal y Técnico Zannini circuló en calidad de borrador por algunos selectos escritorios, donde se encendieron algunas alertas. El primer esbozo señalaba la necesidad de ceder ciertas potestades al gobierno de la Mación, facultando a este a establecer una alícuota reducida para estos yacimientos, con plazos de concesión más largos, menor carga impositiva nacional y nula provincial, y la exclusión de las empresas provinciales en la explotación del negocio petrolero. Así, las provincias solo recibirían una mínima porción de las regalías que le corresponden, cero tributos, y el negocio petrolero de los hidrocarburos no convencionales solo quedaría en manos del capital privado sin participación estatal provincial.

En principio, Oscar Parrilli ya marcó la cancha señalando que “no hay provincia si no hay Nación” (Oscar, mi amigo, manoteá una Constitución, por lo de los pactos prexistentes) y el aún más temerario “Eso de que los recursos eran de las provincias o de la Nación… yo rescato la Constitución del 49 que establecía en su artículo 39 que los recursos naturales eran de la Nación con participación de las provincias”

De concretarse, el gobierno estaría borrando con el codo lo que escribió con la mano en su más flagrante contradicción. Néstor Kirchner, durante su presidencia, respetó el federalismo y -más allá de vehementes discusiones que mantenía con los gobernadores- generalmente priorizaba el llegar a un acuerdo con los mandatarios provinciales. La pendular relación que mantenía con el PJ y su politburó no llego a presentar grandes fisuras por donde se podría colar un descolgado grupo unido y organizado. Actualmente, en la versión cristinista, en el gobierno existe una suerte de reedición light del “entrismo” setentista que experimento el último gobierno de Perón. Claro está que esta suerte de izquierdismo tardío, que conjuga exponentes vetustos como nuestro Zannini y Kicillof, solo apunta a la concentración de la decisión política y económica como materialización del dogma de la planificación centralizada de los medios de producción. Quedará en el cristinismo y en sus exponentes el justificar el avance sobre las provincias. Quizás Ricardo Forster, en su flamante puesto a cargo de la policía del pensamiento pueda elaborar algunas líneas sobre esto.

Para evitar esta expoliación a las provincias, la OFEPHI presentara a su tridente ofensivo que, lejos de integrarse con Messi, Agüero e Higuain, presenta una formación algo más pobre con Sapag, Pérez, y Buzzi. A prima facie, existen más chances que Irán nos meta cuatro antes que los gobernadores petroleros puedan defender sus recursos naturales.

Francisco “Paco” Pérez, gobernador de Mendoza, se encuentra presionado por la UCR y el Partido Demócrata quienes le exigen se ponga los pantalones largos para defender los intereses provinciales. Paco, quien siente la respiración en la nuca de su vice Carlos Ciurca (Mendoza siempre con esta historia de los vices rebeldes), no está en condiciones de perder el apoyo (hoy moral más que económico) del gobierno nacional.

El voluble gobernador chubutense Martín Buzzi, quien ostenta el dudoso mérito de ser el gobernador con mayor imagen negativa del país, no se caracteriza por ser un férreo defensor de los intereses provinciales frente al gobierno nacional: después que su Ministro Coordinador Garitano señalara que “Chubut administra con soberanía los recursos petroleros y eso le molesta al gobierno nacional”, salió raudo a desmentir a su propio ministro y bajar el tono de la polémica, para afirmar en un timorato tono que “hay mucho dialogo con Galuccio y Nación”… Claro, no vaya a ser cosa que se enojen (aun mas) con él en Balcarce 50.

El gobernador de Neuquén Sapag parece ser el escollo a vencer por parte del gobierno nacional. Con el oficio del poder y la titularidad del yacimiento no convencional más importante de la Argentina, el neuquino tiene mucho más para perder que para ganar. Políticamente su provincia no le ofrece grandes frentes de batalla y, con la quinta ordenada, los hermanos Parrilli no presentan una oposición seria. Este contexto le permitiría enfrentarse más cómodamente a los intereses del gobierno nacional.

Así, con una urgencia que no se condice con una gestión que deja el poder en 18 meses, el gobierno nacional encara una reforma tan profunda y económicamente significativa que requiere una gran gestión política. Es que, como se ve, parece que la Vaca Muerta en realidad está muy viva