Máximo y el mensaje

Pablo Das Neves

Finalmente se develó el mito del heredero. Máximo Kirchner pronuncio sus primeras palabras en público y desató un tsunami de interpretaciones y comentarios. Al emerger finalmente de las sombras, Máximo K se enfrenta a su propia leyenda, a la construcción de la imagen que propios y extraños hicieron de su figura. Una apuesta de riesgo sin dudas. ¿Es un fino analista político, como lo definió su madre, o el oscuro administrador de consorcios familiares que mencionan los medios? ¿Es el creador de una fuerza política joven y leal, o es el pibe de la playstation, experto en el FIFA 2014?

Prima facie, el “joven” Máximo cuenta con el tono de voz, la gestualidad e incluso con pequeños errores de dicción que evocan la figura de su padre, el ex presidente Néstor Kirchner. Esto, que no debería sorprender dada la naturaleza de la herencia genética, despertó en el corazón del kirchnerismo duro los más profundos instintos neo-monárquicos. Presurosos, ante medios tradicionales y redes sociales, los referentes del kirchnerismo de paladar negro y del periodismo orgullosamente militante salieron a comparar al heredero de los Kirchner con su progenitor y -despreciando los principios republicanos- asegurar que la “sucesión” está garantizada.

La circunstancia de que MK sea hijo de dos Presidentes de por sí constituye una ventaja comparativa que lo exime de cualquier subestimación. Si bien es cierto que el Mariscal de Sajonia solía decir que su una mula lo acompañaba a numerosas batallas, pero no aprendía nada de estrategia, también es cierto que al menos por una suerte de osmosis, el hijo presidencial debe tener conocimiento de las cuestiones del poder y la política solo por escuchar y convivir con sus progenitores.

La supuesta juventud de MK, que suele mencionarse como una virtud, es un aspecto relativo. A los 37 años para considerar a una persona como joven en las lides del poder, esta debe poseer una foja de servicios acorde. A su edad, Máximo no puede exhibir ningún cargo de gestión ni el haber pasado por el fuego sagrado de los comicios, siquiera para concejal de su ciudad. Contrario sensu, sobran los ejemplos, tales como el de Sergio Massa, quien con solo un lustro más que MK puede exhibir en su curriculum el haber sido Diputado provincial, Diputado Nacional, Intendente en dos ocasiones y Jefe de Gabinete de Nación.

A la importante formación política in house de Máximo, hubiese sido interesante complementarla con una sólida formación académica. La carrera de abogacía, economía, ciencia política o ingeniería hubiesen sido alternativas interesantes para la preparación del heredero de los Kirchner para desempeñar cargos públicos. Nada de eso paso, y si bien la academia no es un elemento concluyente o resolutorio, la falta de compensación con una militancia intensa lo transforma en un déficit más notorio.

Independientemente de todo esto, no debe soslayarse que la política se alimenta -entre otras cosas- de la popularidad social. Si bien se conocen encuestas que le otorgan apenas un 6% de intención de voto para la intendencia de Rio Gallegos, MK puede esgrimir que nadie es profeta en su tierra y buscar un esquema de superestructura. La combinación del dedo elector de CFK junto con los instintos neo-monárquicos que anidan en los corazones ultrakirchneristas, pueden hacer de Máximo un Diputado Nacional en un bloque duro, preparado para atravesar el desierto a partir del 2015.

Pero más importante que Máximo y sus circunstancias es el mensaje que pronunció en su debut público. Es por ello que la exégesis política debe orientarse al contexto, al mensaje y sus destinatarios.

El contexto mostró que La Cámpora, más allá del relato oficial, se enfrenta al downsizing de su propia fuerza. Allá lejos quedó el lanzamiento de Unidos y Organizados, una confederación de agrupaciones políticas que respondían al mentado proyecto nacional y popular, en un rebosante estadio de Velez Sarfield, con capacidad para 49.000 personas, aprovechando el envión político del 53% de CFK. Hoy, a diferencia de aquella tarde, sin la presencia de peso de algunas figuras oficialistas como Daniel Scioli y otros Gobernadores y Ministros, La Cámpora se conformó con el más humilde estadio de Argentino Juniors, de capacidad de 24.000 personas, cubierto en un 70% gracias a la movilización de un peronista histórico como el intendente de La Matanza Fernando Espinoza, cuya lealtad no está en el kirchnerismo, sino en la doctrina del poder, también llamada PJ.

Cual será la dimensión real de La Cámpora una vez que sus líderes pierdan el poder de la lapicera es un interrogante que solo será develado en el tiempo. La experiencia histórica argentina muestra que ninguna fuerza de juventud se catapulta a sí misma a una posición evolucionada del poder. Pueden rastrearse los casos de la JP y Montoneros en la década del 70, “La coordinadora” alfonsinista en los 80 con el “coti” Nosiglia como emblema, la juventud cafierista, los “golden boys” menemistas, o más recientemente el “grupo sushi” delaruista. Todos tuvieron un desenlace similar: la disolución de la organización y la mutación de sus líderes en empresarios exitosos e influyentes.

Como dijimos, Máximo no será Charles De Gaulle, pero tampoco es el pibe de la play. Sin dudas, el mensaje del hijo presidencial conlleva la aprobación de su madre, ergo, la identificación ideológica y aval del mismo. ¿Alguien puede imaginarse que en una fuerza política extremadamente vertical puede enviarse un mensaje con semejante peso político sin el guiño de la compañera jefa? Allí radica la fuerza del mensaje.

En primer lugar, el acto y el mensaje surgen de las características políticas propias del kirchnerismo y de sus necesidades. Esto es, redoblar la apuesta, mostrarse vivos y activos, contener fugas y retener el poder -todo lo que se pueda- de cara a la inevitable finalización de ciclo en el 2015.

La propuesta – vestida de provocación – a la oposición de enfrentar a CFK pese a la imposibilidad constitucional no es fruto de la ignorancia o la locura del kirchnerismo. Si bien en la biblioteca de CFK los textos más consultados deben ser los de Laclau (aquel filosofo que opinaba de la pobreza latinoamericana cómodamente desde su catedra en Oxford), algún ejemplar de la Constitución Nacional debe haber. El desafío lanzado por Máximo y sus amigos está finamente planificado y tiene como intención plantar la semilla de la presunción de la invencibilidad de CFK. Después de todo, CFK siempre que enfrentó las urnas fue victoriosa (2007 y 2011), en tanto que en el 2009 la culpa fue del campo y en el 2013 de un mal candidato (Insaurralde, teléfono). Además, olvidando que en la génesis del kirchnerismo Néstor alcanzó apenas el 22% de los votos, el mensaje apunta a cuestionar la falta de legitimidad del próximo gobierno, ya decididamente opositor, por no haber enfrentado al mejor jugador del proyecto nac&pop.

Hacia adentro, el mensaje de Máximo deja muy en claro que no hay sucesores bendecidos. No resulta difícil imaginar que deben haber sentido el corporativo Scioli  y el prolijo Randazzo cuando fueron descalificados como herederos del proyecto kirchnerista. Estos candidatos, claros perdedores en el mensaje, deben estar replanteado sus estrategias políticas habida cuenta de la “soltada de mano” de la que fueron víctimas. No en vano el gobernador bonaerense señaló que él era el “punto de encuentro entre peronistas y oficialismo”, corriéndose un poco del oficialismo y admitiendo -quizás como un furcio- la falta de peronismo dentro del kirchnerismo.

En tanto que los opositores declarados, como Massa, Macri y la variada fauna de UNEN, se ven fortalecidos en su papel de alternativa, dejándolos pescar en la generosa laguna del no kirchnerismo.

No hay que descartar que el mensaje apunte también a consolidar un poco más el (nada) secreto “Plan Bachellet” de CFK, donde se tiende a fortalecer a Macri, un opositor de pobre gestión, para preparar el nostálgico regreso del kirchnerismo en el 2019.

También, como un efecto residual, el mensaje de Máximo distrae a la opinión pública de los temas trascendentales como el aumento déficit presupuestario, la constante inflación, la pobreza disimulada estadísticamente y las mini devaluaciones diarias.

Así, Máximo debutó públicamente y fijó -al menos por unos días- la agenda política. No es poco…