¿Boleta única electrónica o de papel?

Pablo Olivera Da Silva

Uno de los tres pilares de la reforma electoral que intentará llevar adelante el Gobierno nacional se centra en el instrumento de votación. Es de conocimiento público la declaración del secretario de Asuntos Políticos, Adrián Pérez, sobre la intención de pasar al sistema de boleta única, específicamente electrónica, por instrucción directa del Presidente de la nación.

Hace ya varias rondas electorales que se viene planteando la necesidad de pasar al sistema de boleta única. Ya lo habían pedido, no sólo Pérez como legislador, sino también la Cámara Nacional Electoral en diversas acordadas, desde 2008; organizaciones de la sociedad civil, como Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec); Poder Ciudadano; Construyendo Ciudadanía; Transparencia Electoral o la misma Red Ser Fiscal. Las razones son variadas y es indispensable enumerarlas.

¿Por qué hablamos de boleta única?

La boleta única evita una enorme variedad de irregularidades electorales, como ser la sustracción de boletas, la destrucción, el ocultamiento, la falsificación, el voto cadena o el voto calesita y otras variantes que siempre apuntan a eliminar de la oferta electoral una lista o un candidato, o varios de ellos. Estas “picardías”, como llaman algunos, aunque sean delitos penales tipificados en el artículo 129 del Código Electoral Nacional, continúan replicándose en todos los distritos del país y en todas las elecciones, sin importar si son nacionales o provinciales. Ejemplos flagrantes fueron sumamente visibles en las elecciones provinciales de La Rioja y Tucumán.

La debilidad de cualquier partido político hoy, durante un proceso electoral, es la fiscalización. Existe una notable deficiencia en la capacitación y la preparación de un verdadero ejército de fiscales que puedan garantizar que la opción electoral esté disponible y que además pueda ser repuesta en caso de faltante. Pero, además, el rol de un fiscal es asegurarse de que el escrutinio de cada mesa refleje los resultados objetivos y no permitir ninguna distorsión. La razón de semejante déficit se explica, fundamentalmente, en la crisis de representación y descrédito que tiene hoy la política en todo el mundo, no sólo en la Argentina. Sin dudas, una realidad que debemos todos intentar revertir mediante el fomento de la participación ciudadana, a partir de la educación.

Se le ha transferido a los partidos la obligación de garantizar la igualdad de elegir y ser elegido. Y, en la práctica, apenas los partidos de gobierno o las coaliciones políticas más exitosas, en cuanto a movilización ciudadana, están en condiciones de garantizarlo. A cualquier partido político con escasa representación se le hace imposible cubrir una elección con decenas de miles de fiscales que puedan garantizar que su boleta partidaria esté presente a lo largo de toda la jornada electoral. Es decir, la boleta única garantiza el derecho constitucional a elegir y ser elegido entre la oferta electoral disponible.

Si bien es fundamental que un sistema garantice estos derechos políticos, con el sistema actual eso no resulta posible. Los perjudicados son siempre aquellos partidos que no tienen estructura partidaria suficiente y, por supuesto, el elector que quiere elegirlos.

Sistema de partidos políticos y las PASO

He aquí otro enorme problema que tiene nuestro sistema de partidos políticos y que también tiene su génesis en la crisis de representación y el escaso interés por la participación de la ciudadanía en temas políticos y electorales: más de quinientos partidos políticos de diverso alcance jurisdiccional y 38 partidos nacionales.

Si resulta un caos encontrar la boleta partidaria de nuestra preferencia, en caso de ser puntanos, tucumanos o bonaerenses, por citar algunos ejemplos, para elecciones nacionales, cuando la oferta de precandidatos aumenta en las primarias, el caos se traduce en una verdadera amenaza para la propia democracia. Así es como aparece viable debatir acerca de la continuidad o no del sistema de Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO).

Sin embargo, esta proliferación de sellos de goma, micropymes electorales y negocios entre alianzas territoriales o la distorsión ontológica de los movimientos sociales transformados en brazos políticos de una alianza en particular, hace que intentar modificar el sistema de votación hacia la boleta única profundice varios problemas: menor espacio para la visibilidad de los candidatos y dilemas a la hora del diseño de la boleta única, ya sea de papel o electrónica.

La reforma política y electoral debe producir los cambios necesarios para concentrar la oferta electoral y mejorar las posibilidades de generar coaliciones, además de ser necesariamente estrictos a la hora de habilitar a participar de las elecciones a los sellos de goma y afines. Nuestro sistema de partidos debe confluir saludablemente hacia un multipartidismo moderado de naturaleza centrípeta y no el descalabro total que hoy padecemos.

¿Boleta única de papel o electrónica BUE?

En el país existen dos modelos de boleta única de papel: uno de paño único, donde en una enorme papeleta se encuentran todas las opciones electorales para cada tipo de cargo, organizados por columnas, tal es el caso utilizado en la provincia de Córdoba; y el de boletas por cargos con varias urnas, donde por cada una el elector tilda su opción entre todas las opciones disponibles. Es el sistema que propuso el diputado Pablo Javkin en la provincia de Santa Fe y que hoy se continúa utilizando.

De estos dos sistemas, cada uno ofrece ventajas y desventajas que pueden morigerarse o acentuarse, siempre dependiendo del esfuerzo político por involucrar a la ciudadanía en su participación y su control. La principal desventaja que algunos interesados políticos esgrimen es que en el sistema santafecino se elimina el efecto arrastre que tiene el sistema tradicional, donde un elector puede no cortar boleta y elegir una sola papeleta para todos los cargos. Situación que en el sistema cordobés es menor, dado que los tildes para cada cargo y partido pueden estar al mismo nivel de la boleta tamaño XL. Al revés, el sistema cordobés necesita de un mayor compromiso cívico para tildar cada opción por cada cargo, situación que se observó la primera vez que se utilizó por falta de capacitación ciudadana en el ejercicio del voto con boleta única, lo que arrojó un número muy elevado de voto en blanco para categorías menores inferiores al de gobernador, simplemente porque mucha gente omitía tildar una opción en las restantes columnas.

En ambos casos, la mayor desventaja que también se manifiesta en el sistema tradicional que usamos a nivel nacional es la falta de celeridad, la precisión en la carga y la comunicación de los resultados luego del escrutinio de mesa. El sistema santafecino implica mayor tiempo de escrutinio provisorio, dado que cada mesa tiene varias urnas a la vez. Por supuesto que la proliferación de la oferta electoral conspira contra cualquiera de estos sistemas.

La Boleta Única Electrónica (BUE), utilizada a nivel subnacional, primero en Salta y luego en la ciudad de Buenos Aires, además de varias intendencias de diversas provincias en todo el país, es un sistema mixto, ya que ofrece un comprobante auditable en papel junto al chip que registra la emisión del elector. El ciudadano hace la selección por pantallas por cargo y en una disposición aleatoria, pero que permite la opción de votar todos los cargos al mismo partido o alianza, o elegir el voto blanco para uno o todos los cargos. Esto hace mucho más difícil que se presenten votos nulos, salvo por anomalías técnicas que deben salvarse en la Junta Electoral como si fuesen recurridos o impugnados.

Pero no todo es color de rosa…

Si bien cada BUE tiene un código impreso, fraccionable, que queda parcialmente en manos de la autoridad de mesa y que garantizaría que no haya reemplazo para practicar un voto cadena, esta modalidad puede efectuarse de forma electrónica si es posible leer el chip a distancia. Al ser un dispositivo tipo RFID (identificador por radiofrecuencia), es posible “leer” cada voto si este no está encriptado o si la celda de Faraday que tapa el chip al doblarse la boleta no lleva un sistema de clip o serrucho para que impida su lectura hasta que sea recuperada de la urna en el momento del escrutinio electrónico. En criollo, en los sistemas utilizados al momento, el chip puede leerse y el secreto del voto, violado. Lo cual permite que un puntero 2.0 pueda leer con una antena amplificadora el voto de su cliente para garantizarse de que lo haya hecho; la versión tech del voto comprado, cadena, calesita, etcétera.

Otro supuesto beneficio que se presenta con el voto electrónico es que al contar con una impresión en papel, permite autocontrolar al elector su selección, pero, en la práctica, este control es escaso o nulo. Existen estudios en otros países, por ejemplo en Estados Unidos, que demuestran que la tendencia a controlar lo que el elector elige en pantalla con lo que está impreso es inferior al veinte por ciento. Por supuesto que nos vendría muy bien evaluar estos resultados en nuestro país, pero, más allá de todo resultado, el argumento pierde fuerza y la necesidad de educar al soberano es mayor, sin contar el peligro que significa para las comunidades vulnerables, desde el punto de vista tecnológico, este cambio y su efectiva participación, como ser los adultos mayores. Otra vez, la capacitación y la presencia del Estado para instrumentar los cambios a nivel nacional nos ponen en la disyuntiva real del gradualismo o el shock.

Al momento del conteo electrónico y su control en papel, resulta fundamental, para despejar cualquier sospecha de posible manipulación en la consolidación de los totales por mesa, circuito y distrito, que exista una obligatoria muestra aleatoria de conteo manual para contrastar los resultados y que estos no difieran en siquiera un voto. Así, se podría anular esa mesa o forzar a un nuevo recuento ampliado. Estamos hablando de abrir urnas sin importar si hay reclamos o no, tal cual lo exige el artículo 113 del Código Electoral Nacional. Dicho sea de paso, artículo a reformular, dado que hoy permite los errores más groseros entre el conteo manual de boletas y el volcado en las actas de escrutinio, lo que hace que casi no se abran siquiera el 3% de las urnas de todo el país, siempre bajo impugnación o errores garrafales, como los que implican anulación de la mesa y están en los distintos incisos del artículo 114 del Código Electoral Nacional.

Por último, el hecho de disponer de un software que controla a la computadora multipropósito que sirve como impresora nos obliga al debate acerca de la propiedad y el rol de un tercero privado que lleve adelante todo el proceso electoral, como lo sucedido hasta ahora con Magic Software S. A. Resultaría más confiable y responsable que todo el proceso electoral no esté en manos privadas ni tampoco se arguya sobre los derechos de propiedad intelectual a la hora de auditar el software en cualquier momento.

El debate está abierto. Que sea el mejor posible para celebrar nuestro bicentenario.