Una década ganada por la violencia

Pablo Pérez Paladino

Hace un par de semanas que volvió el fútbol a la Argentina y lo que debería haber sido una alegría para muchos, terminó siendo un espectáculo al que sólo algunos pudieron acudir. Millones de argentinos vivimos este deporte con enorme pasión y esperamos el fin de semana para ir a la cancha. Lamentablemente, por decisión del Comité Ejecutivo de la AFA, estas semanas nos vimos impedidos de hacerlo.

La medida implementada por la AFA, con el visto bueno del Gobierno Nacional, prohíbe el ingreso del público visitante en todas las categorías del fútbol argentino, permitiendo solamente la presencia del público local.

Sin lugar a dudas, este tipo de medidas terminan siendo un “parche” que no solamente no resuelven el tema de la violencia en las canchas sino que dejan al descubierto la incapacidad de los organismos de seguridad de atacar las verdaderas causas. Hace muchos años los clubes se vieron obligados a hacer grandes inversiones en materia de seguridad, como por ejemplo la instalación de cámaras de video dentro y fuera de los estadios o el costoso pago de todos los domingos por los operativos policiales.

En los últimos años, esta presión aumentó significativamente. El pago de los adicionales asfixia las economías de las instituciones, y aunque los clubes contraten operativos policiales cada vez más grandes, no terminan siendo efectivos en la prevención de los hechos de violencia y su rol muchas veces se circunscribe a proteger a los barras en sus traslados. A esto tenemos que agregar el fracaso de la AFA Plus. Se gastaron millones de pesos tratando de comunicar e implementar este nuevo sistema de empadronamiento para los hinchas pero debido a la imposibilidad de aplicarlo tuvieron que postergar su fecha de inicio pautada para este torneo. Igualmente, es difícil creer que los violentos vayan a empadronarse como cualquier hincha, ¿no?

Y ni hablar de la incongruencia de la AFA a la hora de sancionar a los clubes. Se maneja bajo parámetros absolutamente inentendibles y arbitrarios. Es más grave apagar la luz de un estadio que un asesinato en una tribuna. Algo insólito.

A todo este embrollo, se agrega una nueva categoría de público que asiste a los estadios: los “neutrales”. En muchos partidos jugados en el interior del país los clubes locales decidieron poner a la venta entradas para público neutral ya que sus economías se apoyan fuertemente en el ingreso que puede generar un partido contra un equipo grande. Acá no solamente queda al descubierto la improvisación de la medida, sino también la falta de criterio y la capacidad para controlar.

Que la decisión de no permitir público visitante en los estadios se tome ante el temor a incidentes en medio de una campaña electoral en curso, habla a las claras de la constante improvisación que hay en esta materia. El Gobierno nacional no quería ningún conflicto antes de las primarias y la salida más rápida y fácil que encontró fue poner en práctica esta prohibición.

Este año se cumplen 10 años de gestión del gobierno kirchnerista y la maquinaría propagandista se encargó de instalar con mucha fuerza la marca de la “Década Ganada”. Para los que amamos el fútbol y nos gusta acompañar a nuestros equipos a todos lados, estos 10 años los tomamos como una década ganada por la violencia, ganada por delincuentes que lucran y matan con una camiseta puesta. Los perjudicados somos los hinchas genuinos que tenemos como único interés ver a nuestro equipo ganar.

Algo tiene que cambiar. Esto es esconder la basura debajo de la alfombra, mientras ellos, los violentos, van a seguir estando ahí. Entendamos que tapar el problema por un tiempo o publicitar una campaña para que la familia vuelva al fútbol no va a sacar a los violentos de las canchas. Hace falta mucho más que eso. El gobierno, los dirigentes, e incluso los hinchas tienen que entender que así no se puede seguir. Es hora de que se tomen medidas de fondo…