Messi, Máxima, Francisco y la ley de género

Pedro Robledo

A medida que nuestra sociedad se vuelve más compleja y la diversidad más patente y visible, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad supone redefiniciones, reparaciones, adaptaciones.

En efecto, el tránsito hacia una sociedad moderna que reconoce su complejidad y diversidad rara vez es sencillo, y por eso cada progreso es considerado conquista.

Una de estas conquistas, inmensa por la lucha de los grupos activistas que la impulsaron y por su carácter inédito a nivel mundial, cumplió el jueves pasado un año. Me refiero a la ley de identidad género que desde mayo de 2012 permite a las personas trans (travestis, transexuales y transgéneros) ser inscriptas en sus documentos personales con el nombre y el sexo de elección. Es la única ley de identidad de género que no patologiza la condición trans, pues en ningún caso es requisito acreditar intervención quirúrgica, terapias hormonales u otro tratamiento psicológico o médico. Además, ordena que todos los tratamientos médicos de adecuación a la expresión de género sean prestados por el Estado nacional.

En Argentina, la comunidad travesti, transexual y transgénero es una de las poblaciones más vulneradas históricamente, objeto de persecución, exclusión y marginación. No gozan de igualdad de oportunidades y de trato en ningún ámbito de la vida social e institucional; la mayoría vive en la extrema pobreza, y son pocas las personas que logran terminar su educación o acceder a un empleo.

En este sentido, la ley es un poderoso medio hacia el empoderamiento de la comunidad trans; es decir, hacia el aumento de su fortaleza espiritual, política, social y económica para impulsar cambios positivos de las situaciones en que viven. Esto es así pues reconoce y privilegia a la identidad producto de la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, corresponda o no con el sexo asignado al momento del nacimiento.

En el último año, alrededor de 3000 personas trans accedieron al reconocimiento de su identidad, que ya ninguna norma, reglamentación o procedimiento podrá limitar, restringir, excluir o suprimir. Se ha avanzado en materia de educación y empleo, aunque el acceso a la salud integral sigue siendo el aspecto que más retraso presenta en todo el país, pues está pendiente aún la reglamentación del Ministerio de Salud de la Nación que garantice el derecho en todo el país, y no solamente en algunas provincias y municipios, como ocurre en la actualidad.

Esto último confirma que un país maduro, moderno e inclusivo es una construcción permanente, con avances y retrocesos, con cuestiones pendientes, con nuevos desafíos. Nuestra misión como ciudadanos es sostener siempre y ante todo los valores de la diversidad, la libertad, la justicia, el respeto y el amor al prójimo. Por sobre Messi, Máxima y Franciso, ése debe ser nuestro orgullo.