La igualdad de derechos se lleva en la sangre

Sebastián y Francisco se aman. Tanto, que decidieron casarse y pasar el resto de sus vidas juntos. Desbordados de felicidad, quisieron más. Adoptaron a Joaquín, de cuatro años, para darle un hogar, una familia y una oportunidad de crecer rodeado de cariño y oportunidades. Los dos trabajan incansablemente: quieren, desde el anonimato del esfuerzo diario, dejarle un país hermoso a su nuevo hijo.

Pero Sebastián, una noche de lluvia, tiene un accidente con el auto. Francisco desesperado llega al hospital. Dejó a Joaquín con su hermana. Sebastián perdió mucha sangre. Lo van a tener que operar porque en el choque rompió su pierna derecha. El doctor le dice a Francisco que necesitan dadores de sangre.

Continuar leyendo