Argentina 2050: energías 100% renovables

Pino Solanas

El cambio climático global es una de las mayores amenazas que enfrenta el futuro de la humanidad. A pesar de las últimas cumbres ambientales, la Tierra se sigue recalentando y va camino al punto límite de dos grados que conllevaría una catástrofe irreparable para la vida en el planeta.

Durante diciembre participaré de la 21.ª Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 21) que se realiza en París y tiene una propuesta superadora en materia ambiental: Argentina en el año 2050 tiene que tener su matriz energética 100% renovable.

Para ello, presenté en el Senado Nacional un proyecto de ley que establece la obligatoriedad para la República Argentina de incorporar progresivamente, con plazos intermedios e incentivos económicos, las energías renovables hasta el plazo límite del año 2050, donde se prohibirá en todo el territorio la utilización de energías no renovables. Esto no es sólo posible técnica y económicamente, sino que es necesario y vital.

Este compromiso que llevamos intenta compensar la pobrísima propuesta del Gobierno argentino, que sólo propone reducir sus emisiones en un 15% a 2030 (respecto de los niveles de 2005) y que, además, ni siquiera cuenta las enormes emisiones de gases de efecto invernadero que produce el fracking en su proceso extractivo (y, obviamente, también en la quema del combustible fósil).

Nuestra ambiciosa propuesta está vinculada con la intensa labor que realicé al asumir la Presidencia de la Comisión de Ambiente del Senado Nacional. En este carácter, a principios del año, participé de la Cumbre “Proteger la Tierra, dignificar la humanidad”, organizada por la Academia Pontificias de Ciencias Sociales del Vaticano, invitado espacialmente por el papa Francisco. Fue la cumbre previa y preparatoria de Laudato si’, la encíclica verde que realiza un diagnóstico preciso sobre el calentamiento global, con un dramático llamamiento del papa Francisco a pensar esta tragedia.

En este sentido, resulta fundamental trabajar un plan mundial que haga más lento el cambio climático, controlar las emisiones de gases de efecto invernadero, promover tecnologías que no perjudiquen el clima, adaptar los territorios y sensibilizar a los ciudadanos para la cooperación en una conciencia colectiva para enfrentar este tema. Hay que promover un cambio cultural profundo que permita transformar los hábitos de consumo y replantear las necesidades básicas que aseguren vivir con dignidad y en armonía con la naturaleza.

Esta cumbre de París es un llamado a tener el coraje de empezar a frenar en esas maquinarias de desarrollo. Es un grito a la conciencia solidaria para que la humanidad entera se movilice en favor de la vida y la naturaleza. Es también una denuncia feroz al modelo civilizatorio que busca sólo rentas y que convierte a la naturaleza en un mero objeto de mercantilización.

El colonialismo extractivista domina nuestras legislaciones, nuestros parlamentos y se lleva de manera salvaje materias primas que nos pertenecen. Nuestros países son tomados como territorios y pueblos de sacrificio, donde las transnacionales explotan y degradan la tierra con toda impunidad. El cambio climático se ha venido agravando porque las previsiones y los topes que se habían fijado en los anteriores encuentros ambientales fueron sobrepasados. La lucha contra la contaminación y el saqueo resultan inseparables de la lucha contra el neocolonialismo, ahora materializado por el extractivismo transnacional.

Por mi parte, llevaré a París un proyecto que venimos impulsando hace varios años junto con Adolfo Pérez Esquivel, el fiscal federal Gustavo Gómez, entre otros: los delitos ambientales deben ser considerados delitos de lesa humanidad, porque dañan a poblaciones enteras y urge crear un tribunal internacional que los juzgue.

Los impactos asociados al calentamiento global en Argentina son significativos: la variabilidad de las lluvias y sus resultados reflejados en las inundaciones, la expansión de la frontera agropecuaria, la reducción de los glaciares y la deforestación, entre otros. Nuestro país debe adaptarse ya mismo a esta nueva realidad.

Esta es una causa fundamental para la Argentina, para el ser humano y la naturaleza. Es irresponsable darle la espalda a un tema que pone en juego la salud, la vida y el futuro de comunidades enteras.