Fragata Libertad: aprender antes que festejar

Ricardo Romano

El despliegue “artístico-político” montado en ocasión del regreso de la Fragata Libertad es directamente proporcional a la impericia exhibida con anterioridad. Hace falta mucha bambolla para tapar tanta ineptitud.

Y aunque todavía resta trabajo por hacer para la reversión de un fallo contrario al país -el de Griesa ordenando el pago a los holdouts- que fue resultado exclusivamente del irreflexivo declaracionismo de sus funcionarios, con total impudicia el Gobierno se dispone a festejar el regreso de la nave embargada cuando lo que debería hacer es reflexionar y aprender de ese error. Una de las enseñanzas es que la soberanía no se defiende con discursos, sino con una política de Estado cuya aplicación debe estar indelegablemente en manos de los que saben.

Sólo habría algo para festejar si finalmente se hubiera aprendido que la ideología o el entusiasmo militante no pueden sustituir la formación profesional, la pericia o la experiencia, ya que fueron los diplomáticos de carrera los que resolvieron el problema aplicando un conocimiento que es acervo del país, que es parte de su historia y de su patrimonio, y que como tal debiera ser respetado y tenido en cuenta por quienes circunstancialmente ocupan la administración.

Pero del mismo modo que en su incurable populismo el gobierno divorcia y muchas veces enfrenta sus intereses más particulares con los del Estado y la Nación, en su patrioterismo estético convierte en fiesta nacional lo que fue un acto de desidia e irresponsabilidad. Primero dejó embargar la Fragata por imprevisión y ahora quiere festejar su regreso, cuando lo que correspondería es disculparse por haber permitido que se mancille “el nombre” de una nave insignia de la argentinidad.

Por otra parte, y en conocimiento de que la política exterior de un país es la transmisión fronteras afuera de su política interior, nos restamos autoridad para exigir las correspondientes garantías jurídicas a la comunidad internacional, cuando en un sistema republicano de gobierno no sólo no respetamos nosotros primero la división de poderes que fija la Constitución Nacional, sino que incluso uno de ellos (el Ejecutivo) avasalla, descalifica y estigmatiza permanentemente la competencia de los demás. O cuando “festejamos” el otorgamiento de la residencia y el conchabo por el Congreso de un juez extranjero (Garzón) que recurrentemente intentó desconocer la soberanía jurídica del Estado Nacional. Poniendo peligrosamente en evidencia a través de este hecho simbólico que puede haber leyes superiores a las de la República Argentina, porque este señor se quiso arrogar competencia para juzgar a ciudadanos argentinos por hechos cometidos en nuestro país.

En el contexto de la comunidad mundial, no se puede aspirar a un respeto que no seamos capaces de  practicar primero entre nosotros mismos. Por ello es necesario salir perentoriamente del adolescente consignismo demagógico que le permitió incluso a la Presidente del país decir “se pueden quedar con la Fragata pero no se van a quedar con nuestra dignidad…”, como si el bien patrimonial pudiera divorciarse de la soberanía nacional. Y poner definitivamente al frente de la defensa de nuestros intereses nacionales a los hombres más probos profesionalmente para el cumplimento de este objeto, que como hemos visto fueron los que facilitaron el regreso de la Fragata Libertad a nuestra Patria.

La defensa de la Patria no puede hacerse con beneficio de inventario. Por eso cuesta encontrar patriotismo en quienes dejaron morir en prisión al oficial que recuperó las Malvinas y descolgaron el cuadro del primer soldado argentino caído en el desembarco. En la misma ciudad (Mar del Plata) en la que  organizan el “festejo”.