El kirchnerismo borró de la memoria cómo es vivir en libertad

Tantos años de intervencionismo han generado tal grado de distorsión en la forma de pensar de la gente que hasta la propuesta económica más sencilla produce pánico en la gente.

A raíz de las declaraciones de Mauricio Macri de levantar el cepo cambiario hubo una catarata de tuits sobre el tema. Mi visión es que no solo se puede levantar el cepo sino que es necesario eliminarlo para poder crecer. Pero dicho esto de eliminar el cepo, inmediatamente surgían los que decían si había que devaluar. Mi visión es que no hay que devaluar porque ello implica llevar el tipo de cambio de un determinado nivel a otro que se supone de equilibrio. La realidad es que nadie tiene ese número mágico de equilibrio, por lo tanto la solución es dejar flotar libremente el tipo de cambio, lo que se llama una flotación limpia. Si esa flotación limpia se hace bajo un contexto de disciplina fiscal, es decir sin déficit, que lleva a la disciplina monetaria y, además, es implementando por un ministro de economía que genere confianza y sepa comunicarle a la gente el rumbo económico que se ha adoptado, no veo razón por la cual tenga que producirse una corrida cambiaria y financiera que haga estallar el país.

Distinto es si se elimina el cepo al estilo Duhalde 2002 con su devaluación sin un plan económico detrás. Lo único que hizo Duhalde fue devaluar, crear un fenomenal caos económico e institucional y licuar el gasto público con la llamarada inflacionaria y cambiaria que produjo. Me parece que en la memoria de la gente quedó grabada esa traumática experiencia y por eso, hasta colegas economistas, ven la salida del cepo como algo muy difícil de implemenar.

Sí creo que, aún con la confianza que pueda generarse, llevar a cabo las reformas estructurales llevará tiempo y, por lo tanto, el tipo de cambio tenderá a subir, tal vez hasta niveles cercanos al blue actual para luego bajar en la medida que se avance en la reformas estructurales y vayan ingresando capitales en el sector real de la economía. Queda claro que no es con una devaluación que se logra competitividad, sino con reformas estructurales. Los países que tienen economías sólidas y calidad institucional tienen monedas fuertes. Monedas que son respetadas en el mundo. Monedas de las que la gente no sale huyendo sino que las utiliza como refugio de valor. Monedas que permiten ahorrar y, por lo tanto, ofrecer crédito para la inversión y el consumo. Monedas que permitan hacer cálculo económico a la hora de evaluar una inversión. Como se ve, tener una moneda sólida no es contrario al crecimiento, por el contario, es condición necesaria para el crecimiento.

Las monedas que se devalúan permanentemente son las que pertenecen a países con desórdenes económicos en lo fiscal y monetario. El ahorro brilla por su ausencia y, en consecuencia, el crédito no existe. Los eternos devaluadores son los que no se animan a poner orden fiscal por el lado del gasto y optan por licuarlo transitoriamente con una llamarada inflacionaria y cambiaria al estilo Duhalde.

Otra de las preguntas que me formulaban por Twitter era: si el BCRA no interviene en el mercado de cambios, ¿quién le venderá dólares a los importadores? Tanto nos acostumbramos a que nos dirijan la vida que no nos damos cuenta que en un mercado libre una persona le puede vender dólares a otra. El importador le puede comprar dólares al exportador, y el exportador querrá vender dólares para hacer sus pagos en pesos en el mercado interno.

Algún colega economista ha afirmado que solo se podrá salir del cepo cambiario si hay confianza en diciembre. No comparto en absoluto esa propuesta. Salir del cepo habrá que salir sí o sí. Mientras exista el cepo no habrá forma de generar ingreso de divisas. Nadie entra a la cárcel, cierra la puerta con llave y luego la tira bien lejos. Nadie comete esa locura. En todo caso el cepo no es otra cosa que un parche a la desconfianza que ha generado siempre este gobierno, pero el parche no resuelve el problema. Simplemente lo tapa, en el mejor de los casos o lo termina agravando como es el caso del cepo. Quiso evitar la sangría de pérdida de reservas que tenía el Central por la desconfianza que generaba el gobierno que terminó creando tal restricción de reservas, al punto de aplicarse a la compra de insumos agravando la recesión.

Para el próximo gobierno, eliminar el cepo va a ser tan importante como en su momento era eliminar el corralito, obviamente era importante eliminar el corralito en forma bien hecha, no como lo hicieron. Pero para comparar solo digo que el cepo es tan letal a la economía como el corralito.

Lo relevante es que en el futuro la gente empiece a darse cuenta que se puede vivir en libertad y hacer transacciones sin las regulaciones del estado. Que, por el contrario, las regulaciones traban la economía, la hacen ineficiente, le quitan competitividad y malgastan la energía de la gente que tiene que estar volcada a producir eficientemente.

Me parece que el kirchnerismo se encargó de borrar de la memoria de la gente cómo era comprar y vender divisas libremente o intercambiar bienes y servicios sin que intervenga el secretario de Comercio. En definitiva, el kirchnerismo se encargó de borrar de la mente de la gente cómo es vivir y producir en libertad.

El artículo apareció originalmente en el portal Economía para todos.

Sobre el “escrache” a Kicillof

Los hijos de tantos argentinos que sufren por lo que les ocurre a sus padres merecen el mismo respeto que se reclama por los inocentes hijos de Kicillof.

Durante el fin de semana fueron escrachados Boudou en un acto público y Kicillof mientras volvía en Buquebus desde Uruguay. En rigor, no sé si la palabra escrache está bien utilizada. En Argentina se usa la palabra escrache, me parece, cuando un grupo de gente va a la casa de alguien a repudiarlo por alguna actitud, lo cual, mi juicio, está pésimo. Pero no fueron los casos de Boudou y Kicillof, porque la gente no fue a sus casas a hostigarlos, en todo caso los insultaron o abuchearon, en un caso en un acto público y en el otro en un viaje en Buquebus.

El caso de Kicillof fue el más debatido, porque al estar con sus hijos presentes algunos consideran que estuvo mal insultarlo.

Obviamente que la escalada de agresiones, por ahora verbales, no es lo que uno espera para su país, pero me parece que las reacciones de la gente hay que ponerlas en contexto.

En primer lugar la gente no lo insultó a Kicillof por lo que piensa, sino por lo que hace. El mismo Kicillof, justificando el cepo cambiario, dijo que los dólares no eran para gastar en lujos, pero apoya que se le pongan trabas a la gente para viajar al exterior mientras él venía de vacaciones de Colonia con su familia. Es ese comportamiento de Kicillof lo que enoja a la gente porque es un insulto a la población negarle la posibilidad de comprar dólares para viajar, y los mismos funcionarios que están a favor de esa prohibición resulta que terminan viajando al exterior en sus vacaciones.

Es cierto que sus hijos deben haber pasado un momento desagradable mientras insultaban a su padre, algo que como padre comprendo muy bien, pero quiero contar un par de casos personales. Un día viene uno de mis hijos y me dice: “papá, en el programa de Tognetti te dicen CHANTANOSKY”, y me mostró el video por internet que le había pasado un amigo. Mis hijos se pusieron mal porque en el ultrakirchnerista programa de Tognetti me decían CHANTANOSKY y se reían de mí por algo que había escrito en La Nación.

También recibí cuatro inspecciones de la AFIP en cinco años y mi familia no la pasó bien. Quisiera saber cuántos contribuyentes tienen tantas inspecciones en tan poco tiempo.

Salgo de mi caso particular y voy a uno peor. Cristina Fernández denunció públicamente a un empleado de una inmobiliaria por no haber presentado su declaración jurada por haber dicho que la actividad inmobiliaria estaba cayendo, lo cual, por cierto, era y es verdad. ¿Cómo se pudo sentir la familia de ese empleado de la inmobiliaria al ser denunciado en cadena? La familia de ese señor no tiene los mismos derechos que los hijos de Kicillof. Sin embargo Kicillof no salió a repudiar el escrache público de Cristina Fernández al empleado de la inmobiliaria. Como tampoco salió ningún funcionario público a solidarizarse con la familia de Graciela Bevacqua cuando fue expulsada del Indec por negarse a truchar los datos del IPC.

¿Qué funcionario público salió a repudiar los dichos de Hebe de Bonafini cuando dijo que los miembros de la Corte eran una corte de mierda y unos turros? Por el contrario, a pesar de agraviar a los miembros del tribunal, Cristina Fernández sigue sentando a Bonafini en primera fila en sus discursos en cadena y se dirige a ella con afecto. Como si semejante ataque a las instituciones no tuvieran importancia.

Justamente, una de las típicas tácticas de la presidente es tirarle algunos dardos a alguien que considera su enemigo pero sin nombrarlo. Acto seguido, la infaltable barra de La Cámpora comienza con sus cánticos descalificadores hacia quien la presidente tiró los dardos y ella, inmediatamente, jugando el papel de contemporizadora, pide que no se insulte. Ese truco ya lo vi varias veces por televisión y está demasiado trillado para ser creíble su actitud de contemporizadora.

La agresión, la descalificación y el atropello son una constante en este gobierno. Pero ellos descalifican, agreden y atropellan por lo que la gente piensa, no por lo que la gente hace. Por algo pedí en La Nación que se bloqueen los comentarios. Estaba harto de que mis hijos me dijeran los insultos de los ciberK que me dedicaban. En el caso de Kicilllof no fue agredido por su pensamiento, sino por lo que le hace a la gente el gobierno al que pertenece. En todo caso, es más grave utilizar el monopolio de la fuerza del Estado para agredir, perseguir y descalificar, que los insultos que pudo recibir Kicillof en el barco por lo que hace y no por lo que piensa.

Seguramente no se pueda justificar que Kicillof haya sido insultado delante de sus hijos, pero sí se puede explicar. La diferencia está en que las cosas no ocurren porque sí, tienen una explicación. Analizarlas fuera de contexto es lo mismo que analizar la historia fuera de contexto. La gente, justificada o injustificadamente, reacciona cuando es empujada, maltratada, descalificada, agredida de palabra. Cuando se le miente en la cara con los datos de la economía. Cuando se le quitan libertades.

Tal vez Kicillof, antes de subir al barco con sus hijos, debería haber pensado si su actitud de subir al Buquebus no era un acto de agresión a todos aquellos que, con el fruto de su trabajo, encuentran mil trabas para viajar al exterior.

Por último, y comprendiendo lo que pudieron haber sufrido los hijos de Kicillof al ver que su padre era insultado (ellos no son culpables de lo que hace el padre), pienso si Kicillof no debería pensar también en los hijos de tantas personas  que la están pasando muy mal en Argentina por los actos del gobierno, unos perseguidos directamente y otros indirectamente con los horrores económicos que comenten.

Los hijos de Kicillof deben ser intocables. Nadie puede hacerlos sufrir. Pero los hijos de tantos argentinos que sufren por lo que les ocurre a sus padres merecen el mismo respeto que se reclama por los inocentes hijos de Kicillof.

Y, para finalizar, los hijos de muchos argentinos tendrán que sufrir las consecuencias del destrozo económico institucional que están cometiendo con la Argentina, que requerirá el sacrificio de varias generaciones para recuperar un país que están hundiendo sin piedad.

Fuente: Economía para Todos