Basta de hipocresía, ¿dónde está la gente real?

Roberto Funes Ugarte

Todos tenemos pretensiones, pero ¿quién en definitiva dice la verdad? Hoy intentaré contarles algunos de los absurdos y pocos creíbles conceptos de la pseudosociedad porteña actual.

Desde que me inicié en la comunicación, primero como periodista gráfico y luego en la televisión, he sido testigo del deterioro de un grupo de personajes que aún no saben que esto “ya pasó”. Insisten en defender a una elite que desde hace décadas se deslució y en la que sólo quedan vestigios de lo que alguna vez fue rancio. Fiestas fastuosas, aunque no todas, algunas con buen camuflaje, donde siempre se repite el mismo patrón: invitados que esperan la llegada de la soirée para no gastar y comer gratis, fingiendo estar recién llegados de Saint Tropez cuando la realidad es que no salieron de sus casas por dos semanas para no levantar sospecha. Los relacionistas públicos, qué fauna poco elegante. Muchos hasta han perdido su memoria y rechazan su humilde pasado creando de sí mismos individuos difíciles de digerir. No entiendo, cuánto mejor es asumir el esfuerzo y valorar el lugar alcanzado. Falsos asesores de imagen que hasta inventan su propio monograma en su vajilla y ropa blanca, adosándose a modelos o chicas con ansias de pertenecer. Ambos polos se unen en la cruzada de no perderse los eventos en los cuales se juntan millas para la próxima función. Señoras  abocadas a la beneficencia intentado evadirse de su situación puertas adentro con maridos infieles e hijos ausentes. Ni mencionar a estos empresarios que buscan saciar sus bajos instintos con ninfas frescas, divorciados o solteros, con un fotógrafo a mano que retrate su carrera de don juan para elevar su hándicap entre las postulantes. Las termitas, infaltables. Son un reducido grupo pero en asombroso crecimiento que hurtando las invitaciones del departamento de su vecino, brindan nombres falsos en el hall de entrada y hacen efectiva su entrada a la recepción.  Les aseguro que se reproducen con aterradora rapidez.

A esta lista la coronamos nosotros, los periodistas que reflejamos esta frivolidad, que, claro, asumo llevarla en una admisible cuota como todos los mortales. Nos convocan para ilustrar páginas de revistas, minutos de aire y secciones de periódicos. Algunos más persuasibles que otros aceptan un viaje al exterior con todo pago, una linda corbata Hermes o una invitación a comer a un restaurant donde la cuenta suma varios ceros, para darle espacio a una oruga que quiere ser mariposa y figurar. Sí, ese el trueque o la moneda en que se reconoce nuestros servicios a veces. Algunos lo toman como un sueldo extra y otros preferimos no asumir este compromiso que no tiene vuelta y nos acotamos al contenido que puede sumar una nota o reportaje. Inventamos y alimentamos fieras, la diferencia es sutil y lo divertido es que estas después se devoran entre ellas mismas.

Somos todos buenos, somos todos solidarios, somos todos falsos. Les cuento una infidencia, hace un mes una de estas damas me convocó para ir a su fiesta anual solidaria. Me pidió que convenciera a dos mujeres divinas, en todos los órdenes, para que asistieran junto a mí a su comida de gala y le otorgaran la cuota de glam de la que carecía su festejo. Las invitadas solicitadas estaban fuera del país y yo jamás recibí la confirmación y menos la tarjeta. Como la causa era buena decidí participar y ayudar desde mi lugar con la cobertura, ya que además de la partida -en teoría según esta novata benefactora- acudirían el conductor número uno de la tv vernácula y varias figuras o celebrities -horrible palabra esta última. Arribamos al hall y fue tal el maltrato hacia la prensa, la poca educación y la ridícula actitud de la anfitriona, que varios de los comunicadores decidimos levantar campamento. Un par de obsecuentes se colaron en las mesas de los figurantes de turno, esos poderosos que compran un espacio y cogotean a ver si un flash los retrata. El circo montado en un salón de un hotel en la zona de Retiro fue un fiasco, por lo que me comentaron, y hasta tuvo un show grotesco como broche de oro.

Este es sólo un capítulo más de lo que se vende en ciertas revistas y que la mayoría sólo ve las fotos y lee los epígrafes. En breve habrá otro de estos encuentros sociales y les relataré si este tópico se vuelve a repetir.

Ustedes me darán su propia visión y acepto sugerencias y críticas, buenas o terribles, para eso estamos los que informamos.