Ausencia presidencial en la Cumbre del G-20

Roberto García Moritán

La participación de la Presidente en la décima cumbre del G-20 en Antalya (Turquía) hubiera sido una oportunidad para mostrar al mundo que la Argentina, independientemente de quién gane el ballotage, es un actor comprometido y responsable en la búsqueda de soluciones a los problemas más apremiantes que hacen a la gobernanza global. Una delegación conformada por funcionarios y referentes de la oposición hubiera tenido de por sí un impacto de particular significación diplomática. Ni siquiera hubiera sido necesario adoptar una posición temática común. La mera presencia integrada hubiera sido suficiente.

Es desilusionante que el Gobierno no haya considerado esa opción y no contribuya mejor a la transición. La designación solitaria, en cambio, del ministro de Economía y del actual canciller en una cumbre de jefes de Estado cuyas decisiones tendrán principio de ejecución después del 10 de diciembre no parece una medida muy seria. Ninguno podrá hablar del futuro. Tampoco augura una participación muy destacada ni que despierte mayor interés tanto en términos nacionales o en lo que hace al Mercosur.

Argentina y Brasil son hoy las dos economías más cerradas al comercio exterior del G-20. Un estudio de la Cámara Mundial de Comercio (ICC) señala que Argentina y Brasil recibieron la más baja puntuación (2,5 y 2,3, respectivamente). Este dato muestra una de las razones por las cuales la presencia del Mercosur en el mercado internacional es prácticamente insignificante. Brasil, el socio más importante, solo participa con el 1 por ciento. Ambos siguen con una actitud proteccionista que no favorecerá la intención del G-20 de destrabar las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC) prevista en Nairobi en diciembre próximo. Tampoco en materia de cambio climático. Ninguno ha anunciado las medidas que adoptarán en término de reducción de emisiones para asegurar el éxito de la Conferencia de la ONU en París (30 de noviembre al 11 de diciembre).

Es lamentable que el Gobierno no haya considerado la importancia que podría representar para la Argentina que los referentes de los candidatos presidenciales participen, aunque sea en calidad de observadores, en una cumbre que se reúne para considerar las formas de superar un panorama sombrío en materia económica y financiera. El impacto de las turbulencias financieras en China aún perdura. También el temor de que la Reserva Federal de Estados Unidos empiece a subir los tipos de interés. Un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI), preparatorio para la sesión, reconoció que las previsiones de crecimiento habían disminuido en Estados Unidos, la zona euro, Japón y la mayoría de los países pobres. El crecimiento de China estaría más cerca de 4% que del 7 por ciento. Asimismo, los datos del comercio global en el primer semestre del 2015 muestran la mayor contracción desde la crisis financiera del 2009.

El hecho más significativo de la Cumbre de Antalya quizás sea la próxima designación de China como presidente rotativo del G-20, al permitir durante el 2016 el inicio de un ciclo de mayor comunicación entre el gigante asiático y el resto del mundo. Sin embargo, el hecho de que el año próximo tengan lugar las elecciones presidenciales en Estados Unidos no pronostica el mejor diálogo entre Washington y Beijing. Tampoco en lo que pueden ser las iniciativas de reforma del FMI y de la Agencia Internacional de la Energía.

En este contexto, es una oportunidad desaprovechada que quienes gobernarán el país en pocas semanas no hayan tenido la ocasión de asistir a una primera prueba de fuego de una realidad internacional delicada y que requerirá, entre otras cuestiones, una política exterior de particular envergadura.