El regreso argentino a la diplomacia humanitaria

Roberto García Moritán

La decisión de Argentina de dar asistencia humanitaria con Cascos Blancos a refugiados sirios en el Líbano es correcta y oportuna, en particular tratándose de un país que se benefició con una corriente migratoria siria y libanesa de gran importancia y significación. La situación y el número de los refugiados sirios con motivo de la guerra civil son alarmantes y se necesita apoyo de toda la comunidad internacional. En el 2016, la cifra alcanzó los cinco millones, el 25% de la población siria, lo que convierte a estos desplazamientos en uno de los mayores éxodos de la historia. Líbano ha sido de los más afectados y hoy es el país con mayor cantidad de refugiados per cápita del mundo.

Era hora de que la Argentina retomara la impronta de la diplomacia humanitaria en una región desbordada por los acontecimientos y con millones de personas desplazadas y refugiadas. La misión de Cascos Blancos, junto al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), actuará en el campo de refugiados de Bekaa y responde a las necesidades detectadas por el Líbano y el Acnur. Incluye una unidad sanitaria y, entre otras cuestiones, la presencia de expertos en agua y saneamiento.

Cascos Blancos es, en la actualidad, el órgano de la Cancillería encargado de diseñar y ejecutar asistencia humanitaria conforme a los criterios del Marco de Acción de Hyogo del 2005 y en consonancia con la Estrategia Internacional de Reducción de Desastres. Actúa a solicitud de los Estados afectados o conforme un llamamiento humanitario internacional. Desde su creación, en 1994, ha participado en numerosas misiones de asistencia. En 1999, la Asamblea General de Naciones Unidas, con el respaldo de todos los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, ponderaba los logros y le asignaba a Cascos Blancos, para la asistencia humanitaria, un papel de cierta similitud al de los Cascos Azules para las operaciones de mantenimiento y preservación de la paz.

La importancia de este instrumento en la política exterior argentina debería ser cada día más relevante. Lamentablemente, en los últimos años, Cascos Blancos fue perdiendo presencia internacional como eficacia operativa. En este contexto, es una primera buena noticia la revitalización de la institución con la próxima actuación en el Líbano con un equipo de especialistas. También la perspectiva de la ampliación de la capacidad logística existente y la intención de fortalecer los trabajos conjuntos de ofrecimiento humanitario con terceros Estados.

Es evidente que el perfil de la canciller Susana Malcorra, por su larga trayectoria en asistencia humanitaria y en operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, ha sido determinante para volver a encaminar la actuación humanitaria internacional de la Argentina.