Implicancias de la postulación de Susana Malcorra a la ONU

Roberto García Moritán

La Canciller Susana Malcorra ya es formalmente candidata a un cargo que fue definido como “el trabajo más imposible del mundo”, por el desafío que representa ser el principal vocero de la comunidad internacional y el diplomático obligado para entender en todo conflicto del planeta. En 70 años de existencia la ONU tuvo ocho Secretarios Generales. Europa ocupó esa posición en tres oportunidades (Noruega, Suecia y Austria), Asia y África en dos (Myanmar y Corea del Sur y Egipto y Ghana, respectivamente) y América Latina en una sola ocasión con el diplomático peruano Javier Pérez de Cuellar. Hasta el nombramiento del primer Secretario General (Trygve Lie de Noruega en 1946), ejerció la máxima representación el Presidente de la Comisión Preparatoria de las Naciones Unidas, Gladwyn Jebb (Reino Unido).

Como funcionario internacional, el Secretario General, según la Carta de la ONU, solo rinde cuentas a las Naciones Unidas y jura no solicitar ni recibir instrucciones de ningún gobierno ni autoridad ajena a la Organización. La función principal es ejercer la máxima representación diplomática de las Naciones Unidas y las tareas son tan variadas como los son los problemas y cuestiones que trata. No hay conflicto ni situación crítica en el mundo en la que no intervenga. Entre las competencias asignadas por la Carta, se encuentra la de convocar al Consejo de Seguridad, la Asamblea General, el Consejo Económico y Social y otros órganos de la ONU. Preside además el Consejo Ejecutivo que reúne a todos los fondos, programas y agencias de las Naciones Unidas. La Secretaría tiene aproximadamente 45 mil funcionaros en todo el mundo.

En este contexto, la importancia de la función es más que evidente. Que esa posición la pueda ocupar una argentina es una posibilidad que vale la pena  apoyar. Ya en 1971, un distinguido y prestigioso diplomático argentino, el Embajador Carlos Ortiz de Rozas, casi alcanzó esa nominación. Pese a haber logrado una mayoría de votos en el Consejo de Seguridad sobre su oponente, el austríaco Kurt Waldheim, se interpuso el veto de la Unión Soviética. Este ejemplo pone en evidencia la importancia primordial de la votación en el Consejo de Seguridad (15 miembros de los cuales cinco tienen derecho de veto) ya que será el candidato aprobado por dicho órgano el recomendado para consideración de la Asamblea General de Naciones Unidas.

En esta ocasión, el abanico de candidatos es muy amplio. La mayoría proviene de Europa del Este, un concepto geográfico político difuso en el mundo de hoy y que, de alguna forma es una reliquia diplomática de la Guerra Fría. Sin embargo, conforme al principio no escrito de la rotación geográfica tendrían derecho especial de postulación. No obstante, nada impide que otra área del mundo como América Latina pueda aspirar a competir por la Secretaria General.

Pese a que no existe un perfil de cualificaciones para el cargo, una resolución de la Asamblea General, con una redacción de épocas pasadas, las describe básicamente como alguien “eminente y de gran capacidad”. Sin duda Susana Malcorra, tanto por sus funciones previas en Naciones Unidas como por su papel de Canciller, se ha ganado con honores la postulación a Secretaria General de las Naciones Unidas.