Gobernabilidad venezolana

Venezuela se encuentra ante un nuevo desafío para fortalecer la democracia y la plena vigencia de los derechos humanos. En esta nueva etapa la cohabitación entre chavismo y oposición será central, aunque, en virtud del pasado reciente, nada sencilla. En 17 años en ejercicio del poder inaugurado por Hugo Chávez, el oficialismo ha ganado 18 de 19 elecciones. Ese dato estadístico pone en evidencia la importancia de que el ciclo que se inicia logre una convivencia sin sobresaltos. También advierte sobre las dificultades. La desvanecida diplomacia regional debería recuperar presencia y ser central para ayudar a Venezuela en la delicada aspiración de establecer armonía para alcanzar mayor institucionalidad democrática.

La última elección, que permite que la oposición tenga mayoría en la Asamblea Nacional, es una manifestación de que la ciudadanía venezolana reclama una evolución para que Venezuela supere la debacle económica y los abusos políticos. Sin embargo, ni la oposición debería desconocer el papel que conforme a la Constitución le corresponde al Ejecutivo ni el Gobierno el claro mensaje de las urnas. Continuar leyendo

Por elecciones libres y transparentes en el país del petróleo

Las perspectivas políticas y económicas de Venezuela son cada día más comprometidas. El cuadro humanitario es alarmante y la tensión social crece en intensidad por la severa escasez de alimentos, medicinas y otros productos básicos. El PBI descendería un 5,4 % y la inflación podría superar el 100 %. El Gobierno muestra, sin ningún disimulo, una mayor vocación autoritaria que democrática para resolver los variados y dramáticos desafíos de la crisis. Han proliferado las violaciones a los derechos humanos y las libertades civiles, se acentúa la persecución y el encarcelamiento de opositores y crecen las limitaciones a la libertad de prensa. El Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas ha puesto también de relieve la falta de independencia y autonomía del Poder Judicial. Solo el 34 % de los jueces son titulares.

En este contexto, las elecciones legislativas convocadas para fin de año no parecen contar, por el momento, con las garantías democráticas mínimas para asegurar comicios transparentes. También en lo que hace a la libre participación de las principales fuerzas políticas en campañas electorales, en particular por cuanto por primera vez en 16 años los 19 partidos de la oposición, agrupados en la Mesa de la Unidad Democrática, tienen la posibilidad de ganar las elecciones parlamentarias. Sin embargo, es difícil ser optimista en un país donde se han afectado todos los elementos esenciales de la democracia representativa, como los parámetros de salvaguardia de la democracia previstos en la Carta Democrática Interamericana. Continuar leyendo

Derechos de la mujer: Argentina debe honrar sus compromisos internacionales

El mundo enfrenta una condenable situación de violencia contra la mujer que requiere ser tratada con urgencia y con mayor efectividad. La Argentina, lamentablemente, es aún parte de ese cuadro global que registra índices alarmantes de desigualdad, exclusión, violencia, intimidación y discriminación. La marcha del 3 de junio, bajo el lema #NiunaMenos, es una expresión de rechazo a una tragedia que debe ser erradicada con determinación y que urge ser encarada en un nivel político, social y cultural. También en el terreno internacional y en particular en América Latina.

La violencia contra las mujeres en todo el ciclo de vida es una de la más vergonzosas violaciones a los derechos humanos. En el mundo el 35% de las mujeres ha experimentado, según la ONU, algún tipo de violencia física, psicológica y sexual. Cuatro millones de personas, la mayoría mujeres y niñas, son víctimas planetarias de trata cada año. Según la OIT, más de 12 millones, principalmente mujeres, padecen situaciones laborales similares a la esclavitud. En América latina, donde la pobreza tiene rostro de mujer, el 56% se encuentra en la informalidad laboral. Casi un 70% sufren o han sido afectadas por la violencia de género. Son cifras que conmueven e indignan. Sin embargo, la lista de datos aberrantes podría extenderse por varias páginas. Continuar leyendo

Excesos de represión y condescendencia diplomática

Los excesos de represión en Venezuela son cada día más alarmantes. Informes de Naciones Unidas confirman graves violaciones a los derechos humanos e incluso casos de tortura. Un número muy importantes de opositores se encuentran encarcelados y es muy difícil imaginar que el próximo proceso electoral de renovación de la Asamblea Nacional pueda desarrollarse en un marco transparente. Tampoco existen garantías mínimas para que la oposición participe con una opción electoral distinta a la del oficialismo. Eso es considerado de por sí como desestabilizante.

En ese marco pensar que Venezuela es aún una democracia representativa en el marco de su propia Constitución o en los términos de la Carta Democrática Interamericana, es una falacia. La realidad muestra una atmósfera política en la que se están traspasando todos los límites admitidos. Incluso el Estado de Derecho es de una gran precariedad donde se han desvanecido las garantías jurídicas.

En ese contexto, adquiere singular importancia la actitud del ex presidente de España, Felipe González, que ha expresado disposición de asumir la defensa legal de presos políticos, en particular de Leopoldo López y Antonio Ledesma. Otras personalidades de la región, como Fernando Enrique Cardozo, se han sumado a la iniciativa. La situación venezolana es tan grave que hasta el maniatado Secretario General de UNASUR ha ponderado el gesto de Felipe González.

Ya en noviembre pasado un grupo de ex mandatarios latinoamericanos habían expresado la preocupación por la falta de garantías jurídicas en Venezuela. El grupo estaba integrado por Ricardo Lagos (Chile), Alejandro Toledo (Perú), Fernando Enrique Cardozo (Brasil), Luis Alberto Lacalle (Uruguay), Oscar Arias (Costa Rica), Andrés Pastrana (Colombia), Jorge Quiroga (Bolivia) y Osvaldo Hurtado (Ecuador). Lamentablemente la lista no incluía a ex presidentes argentinos.

Es evidente que, ante el delicado cuadro venezolano y la absoluta inacción de la diplomacia regional, el único camino para ayudar a Venezuela es la asistencia internacional no gubernamental, compuesta por la voz de aquellos que no tienen temor por las represalias del régimen venezolano. Resulta penoso que los presidentes de América Latina sean tan condescendientes con un gobierno que se encuentra violando los principios esenciales sobre los cuales desde hace varias décadas se asienta la convivencia hemisférica, entre otros, la defensa de la democracia y los derechos humanos.

La Argentina, lamentablemente, parece haber descartado de la política exterior la importancia que revisten los valores y principios internacionalmente reconocidos. Un exceso de pragmatismo parece impregnar toda su diplomacia. El comportamiento con Venezuela es quizás la muestra más dolorosa de ese abandono y la pérdida de un comportamiento mínimamente ético en las relaciones internacionales.

Venezuela: reaccionar antes de que sea tarde

La grave crisis venezolana amenaza con ser motivo de fractura en el ámbito regional y la próxima Cumbre de las Américas en Panamá puede ser escenario de esa tensión. La pretendida solidaridad latinoamericana con el régimen de Nicolás Maduro está llevando a América Latina y el Caribe al límite de lo que cada gobierno puede tolerar. Muchos países esperaron que Unasur fuera un instrumento diplomático más efectivo para hacer entender a Caracas sobre la necesidad de evitar excesos en materia de derechos humanos como en lo que hace a la vigencia del estado de derecho. Sin embargo, el resultado fue inútil ante un comportamiento diplomático que siguió apañando los desbordes autoritarios. Continuar leyendo

La preocupante debilidad de la OEA

La debilidad de la Organización de Estados Americanos y del sistema interamericano de derechos humanos (SIDH) es fuente de alarma por la creciente erosión de los pilares centrales, la Comisión de Derechos Humanos (CIDH) y la Corte Interamericana de Derechos Humanos con sede en Costa Rica. El resultado es una virtual parálisis de los mecanismos existentes. La inacción es, en definitiva, responsabilidad diplomática de los Estados miembros que no han prestado el consenso para que la OEA cumpla con las obligaciones emergentes de la Carta Democrática Interamericana y de la Convención Americana de los Derechos Humanos. El caso de Venezuela lo deja claramente en evidencia.

El trial, OEA, CIDH y Corte, tras medio siglo de evolución y perfeccionamiento, ha sido fundamental para la salud democrática de la región, la vigencia del Estado de derecho y la defensa de los derechos de miles de latinoamericanos. La experiencia del SIDH ha sido de la más exitosa del mundo y constituye, de manera subsidiaria y complementaria, la última esperanza ante eventuales insuficiencias o ineficacias de los mecanismos nacionales de protección contra la injusticia, la arbitrariedad o la impunidad. La independencia del SIDH ha sido fuente de credibilidad y requisito imprescindible de eficacia.

Sin embargo, en el último lustro la OEA fue perdiendo protagonismo y el sistema interamericano de derechos humanos sufriendo alteraciones con la intención de limitar el radio de acción. Venezuela se retiró de la Corte y de la CIDH. Algunos países, principalmente del ALBA, han intentado limar la competencia de la Comisión y de la Corte de San José a punto tal que, por ejemplo, Ecuador vetó en la reciente Cumbre de la CELAC un párrafo de apoyo y reconocimiento al sistema interamericano de derechos humanos. La Argentina, con menor grado de protagonismo, se mantuvo en esa misma línea.

Es cuanto menos desilusionante que la defensa de los derechos humanos y las libertades básicas del Estado de derecho se encuentren subordinadas en América Latina y el Caribe a intereses políticos de dudosa raíz democrática. Sería lamentable para los ciudadanos de la región que el SIDH no logre retomar la relevancia humanitaria conforme a los instrumentos que le dieron vida.

Es hora también que la OEA vuelva a recuperar las atribuciones conforme a la Carta constitutiva. Los diversos organismos regionales, sea UNASUR, SICA, CARICOM o la CELAC, deberían evitar intentar reemplazar o desplazar a la OEA en las responsabilidades primordiales en materia de democracia y derechos humanos. Los organismos subregionales, en cambio, deberían lograr mayor armonía con la OEA para aumentar la efectividad en la defensa de los valores y principios proclamados, en particular en lo que hace a los derechos humanos, el fortalecimiento de la democracia y la tutela de derechos y libertades fundamentales.

Es de esperar que el próximo Secretario General de la OEA ponga todo el empeño y capacidad diplomática en lograr el objetivo central de fortalecer el SIDH e idear un mejor tejido de cooperación con los organismos subregionales. América Latina y el Caribe no pueden seguir apañando la insistente devaluación del sistema interamericano de derechos humanos como convertir a la Carta Democrática Interamericana en un instrumento vacío de contenido.

Venezuela, una sociedad fracturada

Venezuela es hoy una sociedad fracturada, que incluye a la oposición como dentro de las propias filas chavistas, y con un gobierno que parece desbordado. Las protestas sociales, de todos los sectores sociales y ángulos políticos, son reprimidas y las libertades individuales se ven gravemente afectadas. Las violaciones a los derechos humanos están a la orden del día. Human Rights Watch ha informado que la policía está actuando con brutalidad. Muertos, heridos, detenidos y torturados es el balance de la última semana.

Este cuadro, junto con el grave desorden económico y la reducción de la producción del petróleo, está haciendo tambalear al presidente Nicolás Maduro. Venezuela se encuentra al borde del precipicio financiero y enfrenta el riesgo de un colapso económico. El fracaso de la gestión gubernamental parece un hecho ampliamente reconocido como el creciente clima de disconformidad social ante la escasez de productos básicos. El país se encamina a la décima devaluación.

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Siria: las otras armas prohibidas

La incorporación de Siria al régimen de prohibición de las armas químicas no ha detenido el uso inhumano de otras armas prohibidas. Recientes anuncios dan cuenta del uso de las llamadas bombas racimo que actúan de forma indiscriminada afectando de manera inaceptable la vida de civiles. El peligro radica en ser un artefacto contendedor que puede ser lanzado desde tierra, aire o mar y que al abrirse durante la trayectoria expulsa entre varias docenas o cientos, según el modelo, de submuniciones o minifragmentos que estallan cuando tocan el suelo aunque en un 30% de los casos se transforman en minas que se entierran o permanecen en la superficie. El desastre humanitario que ocasionan es peor a las minas terrestres tradicionales.

La Convención sobre Municiones de Racimo, adoptada en Irlanda en mayo del 2008, significó un avance de desarme humanitario de enorme significación aunque lamentablemente no ha logrado el objetivo de la universalidad y es quizás por ello que no se ha producido una reacción internacional categórica de condena del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas contra el régimen de Al Assad por el uso inhumano de este tipo de armamento. En total, 112 países se han sumado a la Convención con las notables ausencias de Estados Unidos, Rusia y China.

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