Hora de combatir la corrupción

Pasó la década kirchnerista, y una de las huellas más profunda que dejó es en lo que respecta a Justicia y corrupción. No es ninguna novedad que las instituciones fallaron. Desde ya que no fue algo casual. En todo caso, fue una estrategia muy bien pergeñada. El Congreso de la Nación desvirtuó su rol y se convirtió en prácticamente una escribanía del Poder Ejecutivo, utilizada para dar legalidad a actos que carecían de legitimidad. Legisladores que reconocían a viva voz que, pese a no estar de acuerdo con las leyes que sancionaban, lo hacían por obediencia partidaria.

Las minorías fueron totalmente avasalladas. Los organismos de control tampoco funcionaron. Los pocos que pretendieron cumplir con su finalidad o fueron desarticulados o sus funcionarios terminaron desafectados. Pero el peor defecto que tuvo esta década fue la descomposición que sufrió el Poder Judicial. Apareció algo inédito en el país que fue la justicia militante. Por propia definición, justicia y militancia son conceptos antagónicos. Una procuradora militante, fiscales militantes que alentaban a los jueces a hacer política en sus sentencias y jueces partidarios resultaron la antítesis del equilibrio y la objetividad que requiere la labor judicial. Continuar leyendo

Falló la apuesta a la polarización

Muchos ciudadanos llevan su apoyo a Mauricio Macri, convencidos que es la mejor opción para derrotar al kirchnerismo. Lo curioso es que, en lugar de tomar como adversario a quien representa al kirchnerismo, Daniel Scioli, direccionan sus embates contra su contendiente dentro del mismo espacio opositor, Sergio Massa. En una posición similar, los seguidores de Sergio Massa privilegian sus críticas a Mauricio Macri, en lugar de dirigirlas a Daniel Scioli. Ambos, Mauricio Macri y Sergio Massa, quieren derrotar a Daniel Scioli. Sin embargo, en lugar de trabajar en ello, parecerían mucho más ocupados en derrotarse entre sí. Seguramente esta conducta obedece a la incapacidad que han tenido en su oportunidad para unir fuerzas, o en todo caso para dirimir con inteligencia su propia interna dentro del espectro del espacio opositor. Con esta postura, el único que se beneficia es el candidato a quien quieren derrotar.

Es una verdad de Perogrullo afirmar que el 60% de la población no quiere más kirchnerismo, si ese 60% no se encuentra unido. En rigor, tal cual está planteada la situación, resulta más adecuado afirmar que un treinta y pico por ciento de la población apoya al candidato kirchnerista, un veintipico a un sector de la oposición y otro veintipico a otro sector de la oposición. De esta forma, no resulta muy difícil advertir cómo cambia la ecuación. Ya no existe un 60% contra un treinta y pico, sino que manda este treinta y pico por sobre los otros dos veintipico. Si pudiéramos parafrasear al presidente Bill Clinton, diríamos: “Es la polarización, estúpido”. Exactamente, lo que falló fue la apuesta a la polarización que se buscó desde un sector de la oposición. Lamentablemente, a esta altura de los acontecimientos, a días del acto eleccionario, todavía sigue sin comprenderse cómo funciona o cómo se compone ese mosaico opositor.

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Estas elecciones son como el truco

Nada más parecido al juego del truco que lo que está sucediendo con estas elecciones. Pareciera que todo se juega al canto de “envido” o “truco”. Desde el Frente para la Victoria (FPV) se grita que van primeros en todas las encuestas, aun cuando a la hora de contar los votos resulta que no es así. Perdieron en Mendoza, perdieron en Santa Fe, perdieron en Córdoba, perdieron en Río Negro, y ni siquiera compitieron este domingo en la ciudad de Buenos Aires, porque ya habían perdido antes. Pero presentan sus cartas como si fueran implacables, a las que nadie puede superar. Les cantan “envido” y desde el FPV responden “falta envido y truco”; y son muchos los que se asustan y mandan sus cartas al mazo.

No es novedad que el truco es un juego donde se debe saber mentir para jugar sin cartas. El kirchnerismo se ve que aprendió el juego a las mil maravillas. No ganó nada hasta aquí, o en todo caso ganó muy poco, pero nos quiere hacer creer que ya ganó todo. La verdad es que, cada vez que desde el otro lado de la mesa se le dijo “quiero”, el FPV perdió la mano. Difícil entender cómo es que, perdiendo mano tras mano, pueda considerarse el ganador de la partida; o mejor dicho, que los demás así lo crean. Por el contrario, otros jugadores con buenas cartas parece ser que nunca aprendieron la mecánica del juego. Continuar leyendo