El momento de la economía naranja

Roberto Reale

Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), las naciones de la región tienen una oportunidad infinita si se potencia el ecosistema creativo que da como fruto la economía cultural, las industrias creativas y todas las áreas de soporte para la creatividad. ¿Qué son las industrias de contenidos creativos? Si tomamos la definición de la Cepal, son las industrias editoriales, el cine, la televisión, la radio, la discográfica, pero también los contenidos para celulares, la producción audiovisual independiente, los contenidos para web, los juegos electrónicos y todo el inmenso conjunto de contenidos que se produce para la convergencia digital. Si seguimos la definición que brinda la Unesco, las industrias de contenidos creativos incluyen, además, toda la producción artística y cultural, la arquitectura y la publicidad. A esto se denomina la economía naranja.

Si esta economía fuera un país, se afirma, sería la cuarta potencia económica del mundo: 20 % más grande que Alemania. Ocuparía el noveno lugar entre los diez mayores exportadores, duplicando el valor de las exportaciones de petróleo de Arabia Saudita. Representaría la cuarta fuerza laboral del mundo, con más de 144 millones de trabajadores. Es decir, casi lo mismo que los empleos totales de los Estados Unidos, incluyendo la industria del cine.

Como vemos, la economía naranja representa un campo fértil de una riqueza enorme, en el que se cosechan los talentos y el producido de la herencia cultural de nuestra región.

Cuanto más apoyemos nuestro desarrollo en el conocimiento, más ricos seremos como nación y mejor será la calidad de vida de nuestros ciudadanos. Por eso, la Argentina debe sumar las industrias culturales a la competencia en el comercio internacional sobre la base de capacidades propias que puede llevar adelante en biotecnología, nanotecnología, en el sector nuclear y los agroalimentos.

Gracias a la economía naranja, tenemos mucho para crecer como país. La generación de empleo relacionado con las actividades creativas representa el 11 % en México, el 5,8 % en Colombia, el 4,9 % en Uruguay, el 4,5 % en Perú y el 2,3 % en Chile. ¿En la Argentina? Solo 3,2 %.

Mucho se ha hecho en estos últimos años, con iniciativas como el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), el canal Encuentro, las producciones locales de la televisión digital abierta (TDA), la repatriación de científicos desde el Ministerio de Ciencia, el programa Conectar Igualdad y la creación de universidades nacionales en todas las provincias con sus áreas de extensión.

Pero lo interesante es que podemos seguir haciendo. Deberíamos conectar más a las universidades con los colegios secundarios locales; acompañar el crecimiento de nuevos nichos creativos, como el del software; proteger la propiedad intelectual de los autores y a las industrias que creen, produzcan y comercialicen contenidos creativos que sean intangibles y de naturaleza cultural. Pero más que nada, debemos evitar el falso dilema entre desarrollo económico y cultural.

Por ejemplo, en un almuerzo con Charles Bolden Jr., jefe de la NASA, se intercambiaron opiniones acerca de la importancia de incentivar el interés científico de los niños y los jóvenes en edad escolar. Tenemos que esforzarnos e ir más allá, como expresa el experto en educación Ken Robinson, incluyendo aspectos creativos en currículos que hoy son estrictamente técnicos.

Este es un llamado de atención para los dirigentes políticos y sus equipos, que deberían tener como referencia el informe del BID que me llegó por recomendación del gobernador Daniel Scioli. Hay más. En su reciente encíclica, Francisco dedica gran parte de su mensaje a resaltar la importancia de que superemos el paradigma tecnocrático: el modo homogéneo y unidimensional en que la humanidad ha asumido la tecnología. También dice: “No es posible frenar la creatividad humana”.

Si enseñamos a nuestros niños solo lo que conocemos, nunca podrán hacerlo mejor que nosotros, decía Gunter Pauli. Debemos despertar en los jóvenes las fuerzas creativas de la curiosidad, la imaginación y la intuición. Promover las ideas innovadoras, la vocación por la ciencia, por el arte, por crear. Tenemos la certeza de que las industrias culturales deben ser promocionadas, sostenidas y potenciadas. De esta manera, el futuro se construye en la dirección de la economía naranja, con más políticas públicas para el desarrollo que busquen la convergencia entre la iniciativa privada y la inversión pública.