Religión y gobierno

Recuerdo claramente hace un par de años que se abrió un debate monumental en el sur de la Florida porque un grupo de una Coalición Cristiana estaba cabildeando en Tallahassee para devolver a las escuelas públicas la libertad de orar en ellas. Según su propuesta, cualquier estudiante debería poder levantarse durante una ceremonia o evento, y orarle a cualquiera que fuera su fe. Según la Constitución de Estados Unidos en su primera enmienda, el gobierno no debe hacer leyes que inciten a la religión o prohíban la libertad de expresarla. Hay separación de religión y Estado, con todo y que la mayoría del país es de fe cristiana.

Para la coalición cristiana y los que estaban de acuerdo con la ley impulsada en la Florida, es un beneficio absoluto mostrar la religión en las escuelas. Argumentaban que más expresión religiosa era la que hacía falta para disminuir la violencia escolar y el bullying. Pero para los que estaban en contra (en esa ocasión escuché argumentos de ateos, musulmanes y testigos de Jehová) era incómodo, porque el hecho de que ellos fueran minoría los ponía en desventaja por la falta de información y tolerancia religiosa que para ellos existe. Eso de que algunos piensen que todos los musulmanes son terroristas, por ejemplo. Un concepto errado y totalmente inaceptable pero que lamentablemente se da por falta de educación internacional o cultura general.

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Parece un país de locos

Si los líderes de una empresa privada –una como alguna de las insignias que hicieron de Estados Unidos la gran nación que ha sido a través de los años– llegaran a un punto en el cual no pudieran pagar las cuentas, por falta de un acuerdo entre ellos mismos, seguramente serían despedidos por la junta directiva de la empresa, o por sus dueños o accionistas. No pasarían más de tres días para que se tomara una medida de emergencia para pagar los compromisos de la empresa y no dejar de ganar dinero. No se pensaría ni dos veces en poder llegar al extremo de afectar la economía de la empresa. Porque como dijo el ex presidente Bill Clinton en su momento: “Es la economía, estúpido”.

Lástima que en el gobierno de Estados Unidos la política ha secuestrado hasta a la economía del país de la prosperidad económica, ese en el cual los sueños de todos se hacían realidad, hasta hace poco. La política, y no la política responsable ni cuerda, sino una política loca, racista y fanática sin escrúpulos ni coherencia, ha tomado a algunos gobernantes. La misma que liderada por congresistas a los que aunque analistas, premios Nobel, estudiosos y expertos le provean información para darse cuenta de que el país podría estar en un mejor rumbo, les provoca hacer lo que quieren y burlarse de sus jefes, los electores. Aprovechándose de que el gobierno de Estados Unidos es una noble democracia, y no una dictadura y de que creen que los electores tienen memoria corta y todavía falta un tanto para las elecciones.

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Las mujeres de Siria

Cada vez que veo las fotografías de la deplorable situación que vive el pueblo sirio se me apachurra el corazón. El grado de violación a los derechos humanos que experimenta ese país es demasiado alto. Duele ver las fotos de desconsuelo de muchas mujeres con sus hijos. Tengo sangre sirio-libanesa porque mi familia materna era de esa región pero no por eso, aunque influye, pienso que alguien tiene que hacer algo. Los países vecinos que acogen a refugiados y la comunidad internacional poco han logrado hasta ahora.

Bebés durmiendo dentro de cajitas de cartón que hacen de cuna, con pedazos de telas que simulan cobijas. Mujeres embarazadas que temen por las condiciones en que darán a luz a sus hijos. Niños con ropas rotas protegidos dentro de las faldas de madres con expresiones faciales que emanan terror. Familias enteras desplazadas. Adolescentes listas para ser entregadas al mejor postor con tal de que las saquen del país. En algunos casos vendidas por sus mismas familias. En otros peores, maltratadas por sus familias. Mujeres, la mayoría menores de 18 años, víctimas de violaciones por soldados sirios, calladas y con caras tapadas por la vergüenza, y el dolor psicológico. Las mismas caras que algunas se han tenido que tapar toda su vida por religión o convicción aunque no fueran maltratadas, pero que ahora impregnadas con el dolor por la muerte de un hijo, la pérdida de una hija, la violación, el maltrato o la pérdida de su esposo, rebosan de sufrimiento. Según denuncia la AFP, muchas adolescentes cuyos padres las entregan a extranjeros en matrimonio, creyendo que tendrán una mejor vida, son condenadas a la esclavitud sexual.

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