La era de la liviandad

Argentina atraviesa la más crítica de las etapas de la larga transición de la dictadura a una democracia plena. Aquella con la que soñamos, y que nuestra constitución asegura con un norte llamado “bienestar general” en su preámbulo; creímos que se educaba y se comía, también que se trabajaba.

Algunos de nosotros tenemos la suerte de estar bien, nuestros hijos reciben una buena educación y no han tenido privaciones. Pero la mayor parte de los argentinos vive otra realidad, con una inmensa mayoría expulsada del sistema productivo. Muchos son “beneficiarios” de planes sociales, que deben ser inclusivos, brindar trabajo  pero que en definitiva los somete a un círculo del cual no pueden salir. Continuar leyendo

Incluidos de hoy, ¿excluidos de mañana?

Incluir en la escuela es incluir en los aprendizajes y el conocimiento. Es desarrollar las habilidades, destrezas, competencias de niños y jóvenes para posibilitarles una inserción sólida y segura en la sociedad moderna. Una sociedad donde se valoran mucho más las habilidades de la mente que la capacidad de trabajo físico.

En síntesis, incluir en la escuela es promover el desarrollo integral de los futuros ciudadanos.

Otra cosa muy distinta es incluir en el edificio escolar, en aulas o patios que albergan la escuela, pero no son la escuela.

Dos desafíos se le presentan a las instituciones educativas de hoy: lograr la excelencia (calidad o buena educación), e incluir a las nuevas generaciones en el proceso educativo. De la calidad de ese proceso es responsable prioritario el sistema educativo, de la inclusión no exclusivamente.

Que los alumnos lleguen al umbral de la escuela sanos, bien alimentados, con materiales de estudio, que hayan dormido en una casa digna y se movilicen en transportes seguros y eficaces: son condiciones necesarias para la inclusión social y fundamentales para una trayectoria escolar exitosa; pero no son responsabilidades de “la escuela” sino del conjunto del Estado y de las políticas que los gobiernos generan. Continuar leyendo

Sin estadísticas no hay delito

Los responsables de la seguridad pública  prefieren enfrentar la sensación de inseguridad con artilugios mediáticos antes que asumir las arduas tareas de prevención y la persecución eficaz de los delincuentes. Esto tiene que ver con la ligereza comunicacional que aprisiona a la política.

Si aumentan los hechos delictivos que no se note, parece ser la consigna de los sucesivos ministros de seguridad kirchneristas;  el gobierno nacional no publica cifras desde el año 2008.  Y aunque alguien crea que sin estadísticas completas y comparables año a año se pueden ocultar los delitos para reducir la sensación de inseguridad, éstos en realidad se incrementan, porque sin un método para conocerlos, clasificarlos y referenciarlos geográficamente  es imposible profesionalizar la prevención. 

Todo comienza con la disuasión a denunciar el delito en la misma Comisaría, en la que, sin una atención solícita y expedita, las víctimas y damnificados son abrumados con exigencias y pretextos burocráticos lo que, sumado a la desconfianza hacia las fuerzas de seguridad, deviene en un hábito mayoritariamente extendido: no denunciar los delitos en sede policial.

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Pino o Filmus

En las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias del pasado agosto las distintas listas de precandidatos a senadores nacionales de UNEN obtuvieron el 32 % del total de los votos emitidos en la ciudad. Semejante resultado fue el premio a la única fuerza que se avino a la selección de sus candidatos por parte de la ciudadanía, y por añadidura, el castigo a quienes prefirieron seguir confeccionando sus listas sábanas a dedo. Sin embargo, los premios y castigos, para ser verdaderamente aleccionadores y efectivos a favor de la democratización de las listas partidarias, no debieran limitarse a las elecciones primarias y es preciso que se repitan en las urnas el próximo domingo 27.

Los porteños que ya han votado a los distintos precandidatos que se presentaron en las primarias de UNEN, incluidos aquellos cuyos postulantes no hayan resultado electos -caso de Terragno y Prat Gay-, debieran mantener su apoyo a UNEN en los comicios que cuentan efectivamente para consagrar diputados y senadores nacionales. Por una parte, sería un acto de civismo el acompañamiento al vencedor de una interna democrática y transparente de cara a la ciudadanía, y por la otra, daría una señal suficiente a las restantes fuerzas políticas de la ciudad para provocar en 2015 un cambio de actitud, de modo tal que en los sucesivos procesos electorales ninguna de ellas vuelva a incurrir en el patrón de conducta centralista autoritario de digitación de listas en las PASO.

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Excelencia e inclusión educativa: una tarea titánica

“El mundo ha cambiado. Es hora de que cambie la educación de nuestros hijos”, propone el Consejo Económico y Social de la ciudad de Buenos Aires en su nueva campaña de difusión de los Pilares para la Secundaria 2020.

Los cambios tecnológicos que nos están llevando a inéditas y cambiantes formas de relación, de trabajo, de producción y de disfrute, deben llegar a la escuela. La digitalización de la enseñanza secundaria no refiere a algo meramente pedagógico o formal, ni a una simple actualización de métodos de enseñanza. En el mundo vertiginoso de hoy el manejo de las nuevas tecnologías -que a su vez se renuevan y superan incesantemente-representa un contenido en sí mismo, indispensable para una educación de excelencia.

Pero el vértigo de este mundo cambiante acarrea también un drama social: el crecimiento descomunal de la brecha entre incluidos y excluidos, una realidad que cuestiona la idea básica de nuestra cultura, la del progreso civilizatorio. De un lado están las personas con capacidad personal, contextual o familiar para interactuar con su destino, para elegir vocaciones laborales o profesionales, para decidir cuándo mudarse del hogar materno a una primer vivienda propia o alquilada, para confirmar los mandatos familiares o elegir otras opciones vinculares, afectivas o culturales. Del otro lado están aquellas otras personas que han llegado a este mundo en una situación de pobreza que parece imposible de ser socialmente remontada. Salvo excepciones, desde un punto de partida tan desfavorable, el itinerario de la vida limita las elecciones del futuro, trunca rápidamente los sueños y el horizonte se va tornando de supervivencia.

Como se lee, la enseñanza secundaria enfrenta entonces un desafío titánico. Debe atacar en simultáneo dos problemas: por una parte, aplicar las nuevas tecnologías en la búsqueda de la excelencia; por la otra, incluir en la escuela a miles de jóvenes para frenar el ensanchamiento de la fractura social. 

¿Alcanza con la obligatoriedad de la enseñanza secundaria? El título secundario es importante pero aprender es lo decisivo. Un diploma escolar secundario por sí solo no alcanzará para torcer el destino de un chico que vive en condiciones económicas desfavorables o de exclusión. Para saltar la brecha este chico necesita el impulso formidable e igualador de una nueva escuela pública, de calidad. No tendrá otra posibilidad de acceder a un empleo remunerado o de emprender cualquier tipo de actividad legal sustentable.

La única oportunidad del nieto de un desocupado crónico e hijo de alguien que no ha trabajado de modo formal es que le brindemos una escuela de excelencia, que sepa escucharlo, recoger su experiencia de vida y su imaginario comunitario.   Y que lo seduzca, tanto agasajándolo con el confort edilicio que no puede disfrutar en su casa, como con las atractivas herramientas informáticas, para ingresarlo a la aventura del conocimiento, al hábito regular del aprendizaje y a la capacidad de acceder a la información que busca y evaluarla críticamente.

Estamos muy lejos, sí.  No es una cuestión de técnicos, ni sólo de docentes o padres, ni de un ministerio.  Es una tarea titánica de toda la sociedad, que deben liderar estadistas honestos.  La deshonestidad, está visto, es socia del corto plazo.

La propuesta de UNEN

Como compartí y desarrollé en la última columna, UNEN es el único espacio político de la Ciudad de Buenos Aires que ha respetado el espíritu de auténtica participación ciudadana de las PASO previsto en la ley electoral, el único que ha confiado en la selección de candidatos por parte de la gente. Hemos sabido dejar de lado las listas sábana de las componendas de aparatos y los candidatos acomodaticios designados a dedo.

El kirchnerismo, que impulsó la ley de creación de las PASO especulando con que serían un instrumento que le ayude a aglutinar una suerte de pankirchnerismo y así perpetuarse en el poder, es justamente el primero en despreciar su espíritu; es el primero en despreciar a los votantes. Sus listas son elegidas a dedo y no presenta alternativa o participación alguna a la ciudadanía.

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La única elección genuina de candidatos

No siempre los anhelos de un dirigente político se hacen realidad.  Permítanme, estimados lectores, compartir con ustedes mi satisfacción tras haberse confirmado la realización de las elecciones Primarias Abiertas y Obligatorias de todo el progresismo de la ciudad de Buenos Aires. Varias veces desde esta columna sostuve que el desafío era aprovechar las PASO, un mecanismo novedoso de preselección de los mejores candidatos, para constituir un amplio y plural espacio de centroizquierda con potencialidad de gobernar la ciudad y la Argentina en 2015.

Finalmente, el acuerdo UNEN, que nuclea a diferentes expresiones de ese sector de la política porteña, es la gran novedad de la próximas primarias en tanto ha sido el único espacio en toda la geografía argentina que ha respetado el espíritu de auténtica participación ciudadana de las PASO previsto en la ley electoral. Sin exclusiones, dirigentes y personalidades de diversas procedencias, confiando en el criterio de selección del electorado, nos someteremos a su veredicto de modo tal que quienes se impongan representarán al progresismo en las elecciones de octubre, y a quienes les toque acompañar lo harán dando un ejemplo de conducta democrática y lealtad con el votante.

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Un relato sin rating y una reina desnuda

Una Justicia independiente en un país normal garantiza el cumplimiento de las leyes y procedimientos, no necesariamente asegura resultados justos. La “Justicia siempre justa” es un sueño utópico, lo hemos aprendido los argentinos con nuestra propia experiencia. Las instituciones democráticas y republicanas no son perfectas, las personas no lo somos. Sin embargo, también hemos aprendido que nuestra convivencia democrática no sería posible si el Poder Ejecutivo -ya sea por razones inconfesables de impunidad o de perpetuidad, ya sea por una cruzada fanática que asume su tutoría sobre lo “justo”- lograra imponerle su afiebrado criterio a los jueces.

Envuelto en un manto de dudas y sospechas por graves y variadas denuncias penales que involucran a su gobierno en casos de corrupción y lavado de dinero, el kirchnerismo acelera una escalada para terminar de viciar los últimos aires de transparencia institucional, tan vitales en toda democracia. Su modus operandi ha sido el contraataque frente a todo tipo de propuestas o planteos de la oposición política, descalificando, neutralizando y, cuando pudo hacerlo, cooptando al mensajero.

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Jugar a armar la Ciudad en la Feria del Libro

Así como Juan de Garay y su expedicionarios trazaron el primer ejido de aquella aldea llamada Santa María del Buen Ayre, y así como la planificación de fines del siglo XIX configuró el casi parisino espacio público de la Perla del Plata, más de mil asistentes a la actual edición de la Feria del Libro ya han aceptado el desafío de sentirse verdaderos urbanistas por unos minutos.

El devenir social, económico, urbanístico y productivo de la Ciudad de Buenos Aires no debería ser obra del azar ni de los antojos del mercado inmobiliario. Tampoco debiera depender del arbitrio y la discrecionalidad de unos pocos. Por tal motivo, la atracción del stand del Consejo Económico y Social en la Feria es un juego que propone al participante “diseñar nuestra ciudad”, una suerte de encuesta interactiva cuyos primeros resultados ofrecen un conocimiento valioso.

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La inimaginable desembocadura de la década K y los gestos de la oposición

A pesar de los malos antecedentes institucionales que Néstor Kirchner acarreaba desde su provincia -especialmente se sospechaba por entonces del destino de los fondos petroleros provinciales que hoy nadie duda que fueron saqueados-, cierta luz de esperanza vivíamos los argentinos hacia mayo de 2003. La ratificación del equipo económico heredado de la transición duhaldista no se computaba como una virtud sino como una continuidad lógica, y la convocatoria a Alfonso Prat Gay para presidir el Banco Central completaba una señal de “país normal” que los afiches del Frente para la Victoria habían prometido en las elecciones previas.

Por otra parte, el impulso de una profunda renovación en la Corte Suprema le confería una nueva legitimidad al flamante Presidente, y concitaba la adhesión de luchadores sociales y figuras de prestigio hasta entonces intachables a las que ni él ni su señora jamás habían acompañado, frecuentado o reivindicado. Así, la operación “barniz progresista” se puso en marcha.

Ya hace tiempo que esa pátina se ha descascarado, tanto por el anquilosamiento de parte de aquellas adhesiones mediante prebendas, como por la toma de distancia crítica que otros fueron asumiendo cuando se dejó ver la matriz autoritaria, plebiscitaria, conservadora, clientelar y de negociados del capitalismo de amigos. Pero en aquel 2003 para la mayoría de nosotros era inimaginable que ese gobierno pudiera desembocar tras una década en un intento inédito de cambiar el régimen democrático republicano.

Aprendiendo de nuestro pasado, es esperable que ahora nuestros deseos de convivencia democrática en paz no nos impidan ver lo evidente: quien no ha dudado en dinamitar al Poder Judicial cuando un fallo contra un grupo mediático le fue adverso, difícilmente acepte con hidalguía una eventual derrota electoral. Intentará evitar a toda costa, y sin límite alguno, entregarle el bastón presidencial en 2015 a un representante de la oposición.

No será suficiente que en última instancia la Corte Suprema declare la inconstitucionalidad de la reforma judicial plebiscitaria tal como esperamos. Para sostener un régimen de garantías republicanas y para evitar que el proceso de pérdida de poder del kirchnerismo, hasta su ocaso definitivo, hipoteque el futuro de la joven generación y clausure de las oportunidades de progreso social de los más humildes, hará falta, además, una ciudadanía activa y movilizada, y también una nueva gestualidad de la dirigencia con genuina voluntad democrática.

La naturaleza del poder absoluto fue genialmente retratada en las obras de Shakespeare, y la carencia de límites que impone la administración de un poder vertical trasciende las páginas de las novelas de Mario Puzzo o Alejo Carpentier. Su propia dinámica encierra al autoritarismo en un destructivo callejón sin salida, como lo expresaron con propiedad los grandes filósofos políticos.  Los argentinos debiéramos aprenderlo de nuestra propia y trágica experiencia histórica.

Dos imágenes sintetizan el vértigo político de estos días.  Una es ficción, Néstor Kirchner le arroja al periodista Jorge Lanata un bolso repleto de dólares confesándole que “mi nube está demasiado cargada”.  La otra no es ficción, una diputada argumenta a favor del paquete de leyes liquidador de la Justicia “simplemente porque amamos a la Presidenta”. Dos imágenes, dos percepciones antitéticas del presente y del futuro.

La reconstrucción de la convivencia va a requerir mucho afecto por el otro, por el que está en condiciones familiares desfavorables, por los más necesitados que siempre se empobrecen cuando se deterioran las instituciones del Estado democrático, y también va a requerir afecto por el que piensa distinto, por el que obra con su propio criterio. El afecto social es un bien escaso entre la dirigencia política con vocación democrática, a pesar de ser un recurso indispensable frente al avasallamiento de la lógica amigo-enemigo.

El miércoles pasado, en una de las sesiones más tristes de la Cámara de Diputados que se recuerde en los treinta años de recuperación democrática, la diputada Elisa Carrió -a quien valoro y fue la primera en advertir acerca de la naturaleza del kirchnerismo- no debió agredir a los integrantes de la Corte Suprema ni a sus pares de la oposición en la Cámara. Mucho menos a María Eugenia Estenssoro, que enalteció como senadora a la Coalición Cívica, que -al igual que Carrió- fue siempre coherente frente a la práctica autoritaria del oficialismo, y que sólo se diferenció de ella manifestándose a favor de una amplia concertación política de todo el progresismo.

La intemperancia y la descalificación pública entre quienes comparten una misma posición política de defensa de las instituciones es funcional a la estrategia kirchnerista.  Por otra parte, en lo que respecta a las fuerzas de centroizquierda, es una práctica que atenta contra la posibilidad de articular un gran espacio político con capacidad efectiva de gobierno.

Aprendamos a practicar el afecto social y a aceptar la pluralidad de criterios.